Verena Glass entrevista al celebrado historiador marxista británico Eric Hobsbawm en Sao Paulo sobre la Copa del Mundo de Fútbol
¿Qué fenómeno es ese que paraliza a un país entero en día laborable, que reúne a las gentes por millares, ricos y pobres, izquierda y derecha, en las calles, en las plazas y en los bares, tiñendo todo y a todos de verde y amarillo? ¿Qué es ese acontecimiento en el que multinacionales como Coca Cola o Aracruz presumen de ser los más fervorosos patriotas brasileños? ¿Qué es ese fútbol, máquina de hacer dinero para algunos y alegría de las multitudes?
Para hablar de la Copa del Mundo hemos buscado la opinión, no especializada en deportes o fútbol, de uno de los más importantes pensadores vivos. A sus 89 años, Eric Hobsbawm vivió y analizó la esencia del siglo pasado en obras como La era de las revoluciones (1789-1848), La era del capital (1848-1875), La era de los imperios (1875-1914) y La era de los extremos (1914-1991). Y en su último trabajo, aparecido en 2000, el historiador, uno de los últimos grandes pensadores marxistas en el mundo, mira al futuro con la misma lucidez con que explicó el pasado. La periodista brasileña Verónica Glass le entrevistó sobre la fiebre del momento: el Mundial de Fútbol.
Verena Glass.– Durante un acontecimiento como l a Copa del Mundo, sobre todo en el Brasil, el patriotismo aflora con una enorme fuerza, el país entero se viste con los colores de la selección, las banderas brasileñas se hallan por doquier, y las diferencias sociales y políticas parecen esfumarse por algunas semanas. ¿Qué piensa Ud. de este tipo de patriotismo?
Eric Hobsbawm.- La capacidad del fútbol para convertirse en un símbolo de identidad nacional es harto conocida desde hace mucho tiempo. En mi libro sobre el nacionalismo escribí que «la comunidad imaginaria de millones parece ser más realista que la de un equipo de once personas». No cabe duda de que, actualmente, esto es más importante que nunca antes en la historia, porque los grandes jugadores son reclutados de casi todos los rincones del planeta. El participar en una Copa del Mundo es lo que hace que personas que viven en Togo o Camerún se percaten de que son ciudadanos de sus países. Puedo entender el atractivo de este tipo de patriotismo, pero yo no tengo el menor entusiasmo por ningún tipo de nacionalismo.
VG.- En la jornada de apertura de la Copa, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, escribió un artículo en donde decía envidiar el acontecimiento, empezando por el hecho de que la FIFA cuenta con 207 miembros, contra 191 la Naciones Unidas. Para él, la Copa es «es un acontecimiento en el que todos conocen a sus equipos y lo que hicieron para llegar allí. Me gustaría que tuviéramos más competiciones de este tipo ne la familia de naciones. Países compitiendo por la mejor posición en la escala del respeto a los derechos humanos, por superar unos a otros en las tasas de supervivencia infantil o de ingresos en la enseñanza media. Estados compitiendo para asistir a todo el mundo. Gobiernos alabados por acciones que llevaran a esos resultados». ¿Qué piensa Ud. de este discurso?
Hobsbawm.- Yo puedo entender por qué Kofi Annan quiere usar la Copa del Mundo en beneficio de la ONU, pero obviamente él no puede creer que los países vayan a competir por los derechos humanos
VG.- Grandes corporaciones transnacionales, como Nike o Coca Cola, ganan mucho dinero con la Copa. En los vestuarios, Nike, que patrocina a algunos de los más famosos jugadores, como Ronaldo, llegó a ser acusada de influir en la decisión del cuerpo técnico de los equipos a la hora de alinear jugadores. ¿Cómo analiza Ud. el poder de estas empresas y la implicación de las mismas en la organización de un acontecimiento deportivo de esta importancia?
Hobsbawm.- Yo no sé hasta qué punto las grandes transnacionales que patrocinan la copa influyen de hecho ne las alineaciones, así que no tengo opinión sobre el asunto. Ciertamente, estas empresas tienen gran influencia en el diseño y el formato de la competición, los horarios de los partidos, etc., y, claro es, en la visualización de sus logotipos y productos. Por ejemplo, la FIFA forzó de hecho a los holandeses a cambiar de pantalones, porque los que llevaban tenían el logo de una cerveza holandesa que compite con la Budweiser, patrocinadora oficial de la Copa. Pero la relación de la Copa con el moderno capitalismo globalizado es más compleja que eso. La industria, actualmente, está supremamente globalizada, y no podría subsistir en su presente escala sin la existencia de un capitalismo mediático global.
Pero el fútbol, en general, está dominado por un puñado de equipos europeos, como el Manchester United, el Real Madrid, el Milán, etc., que, desde los años 80, reclutan a sus jugadores en todos los rincones del mundo. Algunos otros equipos europeos ganan dinero descubriendo talentos en el exterior, comprándolos baratos y revendiéndolos a los grandes. Eso viene ocurriendo con frecuencia con jugadores brasileños y argentinos, por ejemplo. Pero lo paradójico de esa situación es que el atractivo global del fútbol, que genera un enorme público del que trasnacionales como la Nike sacan beneficio, se funda en el atractivo nacional del juego. La Copa del Mundo es el ejemplo más espectacular de eso. Aquí está la contradicción. Las implicaciones políticas, económicas y sociales de esa situación no han sido suficientemente analizadas.
VG.- ¿Cree Ud. que la Copa del Mundo tiene algún carácter político, bueno o malo?
Hobsbawm.- La Copa, en sí misma, probablemente no tenga ningún fondo político particular, pero, lo mismo que las Olimpíadas, es con seguridad vulnerable a las presiones y promesas diplomáticas o de otra naturaleza de los países poderosos. Desgraciadamente, ganar la Copa tiene que favorecer al régimen del país, como ocurrió en la Argentina durante la dictadura militar, incluso con independencia de las posiciones políticas de sus jugadores. Sólo puede esperarse que los ganadores de la Copa del Mundo tengan regímenes aceptables. También existe la posibilidad de que, en países pequeños y periféricos, jugadores destacados se conviertan en importantes figura públicas; como en el caso de Liberia, en donde un jugador fue candidato a presidente de la República.
VG.- Para acabar, me gustaría que comentara las preocupaciones suscitadas por posibles ataques terroristas durante la Copa, principalmente en relación con el equipo de EEUU, el mejor protegido entre todos los que están ahora en Alemania.
Hobsbawm.- Estoy seguro de que las fuerzas de seguridad europeas tenían sospechas ciertas de posibles ataques terroristas contra el equipo norteamericano, o más genéricamente, contra la Copa. Después de todo, hay el precedente del ataque a los atletas israelíes en las Olimpíadas de 1972 [en Munich]. Pero, claro, yo no tengo modo de saber si alguna organización planeó alguna acción este año.
Eric Hobsbawm es el decano de la historiografía marxista británica. Su último libro son sus memorias autobiográficas: Años interesantes , Barcelona, Critica, 2003.
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench