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La coyuntura brasileña y las tareas de la clase trabajadora

Fuentes: Rebelión / La Correo

El sistema capitalista está marcado desde su origen por crisis cíclicas. Tales crisis son funcionales al capital para garantizar su reorganización y pueden generar aún más concentración de la riqueza. Históricamente, las salidas que el capital ofrece para las crisis destruyen derechos de los trabajadores y también la naturaleza; en ese marco se explican las […]

El sistema capitalista está marcado desde su origen por crisis cíclicas. Tales crisis son funcionales al capital para garantizar su reorganización y pueden generar aún más concentración de la riqueza. Históricamente, las salidas que el capital ofrece para las crisis destruyen derechos de los trabajadores y también la naturaleza; en ese marco se explican las guerras y su increíble capacidad de movilización de la industria armamentista y de reconstrucción. O sea, el capital ama las crisis.

Impulsado por esta crisis estructural, el capital intensifica procesos de expropiaciones variadas y articuladas sobre el trabajo, los derechos y los bienes de la naturaleza. Sin mecanismo de expansión y atendiendo a su impulso de acumular, el capital amplía las formas de explotación y extracción de plusvalía, articuladas a expropiaciones de todo orden. Por tal razón es que presenciamos un retroceso impresionante en derechos que hasta hace poco parecían intocables.

En Brasil, la lucha de clases y los intereses de las fuerzas del trabajo y del capital se expresan en el contexto de esta profunda crisis y esto tiende a intensificarse. La geopolítica evidencia la ampliación de la desigualdad, de los conflictos, las expropiaciones y una creciente marcha hacia la barbarie. La ultraderecha ha ganado fuerza en el mundo, desplazando o incorporando a la centroderecha, como en el caso de la India, Turquía y ahora Brasil.

Nuestra tarea es extraer lecciones para la lucha política a partir de la derrota ideológica que sufrimos con el resultado de las últimas elecciones. La dinámica y el carácter de la actual lucha de clases nos exigen repensar estratégicamente nuestras tácticas e instrumentos organizativos.

El nuevo Gobierno brasileño forma parte del golpe en curso en el país y representa una nueva fase de los planes de EE.UU. para Brasil y para América Latina. Está en curso el programa del golpe, la continuidad de las medidas tomadas por el Gobierno ilegítimo de Michel Temer; pero ahora, con la legitimidad de las urnas, tal plan de eliminación de derechos, pérdida de soberanía, privatizaciones y mayor restricción a la libertad de expresión y organización, tiende a ser aún más agresivo en ritmo e intensidad.

Jair Bolsonaro, actual presidente de Brasil, no era el candidato de la burguesía, pero se convirtió en él debido a las contradicciones de la campaña política y al pésimo desempeño de los candidatos de la derecha tradicional. Bolsonaro representa una mezcla contradictoria de características neofascistas y ultraneoliberales. No se asemeja al fascismo clásico, como el de Europa en el siglo pasado, en la fase de ascensión del capitalismo -nacionalista y con adhesión de parte de la clase trabajadora-. El neofascismo presente en el proyecto político personificado en Bolsonaro ocurre en plena crisis del capital y actúa en los moldes de la producción de enemigos, propaganda y manipulación de masas, y en el anti-pensamiento crítico y reflexivo. Al mismo tempo es ultraneoliberal. Su agenda política es entreguista, privatizadora y subordinada a los intereses imperialistas.

La composición del Gobierno evidencia algunos núcleos de poder. El primero es el núcleo económico, formado por miembros del estilo de los llamados Chicago boys; el segundo es el núcleo jurídico  representado por jueces y fiscales del Ministerio Público, formados en doctrinas jurídicas alemanas y estadounidenses, que ha ganado fuerza y recibido inversiones para su formación a partir de las victorias electorales de gobiernos progresistas en América Latina; el tercero es el núcleo militar, que ocupa 30 cargos estratégicos en el nuevo Gobierno; por fin, el último núcleo es el fundamentalista, considerado el más descalificado ideológicamente, pues coloca el «mérito» por encima de la igualdad y hace críticas ácidas a los partidos y a la llamada democracia representativa.

Este proyecto de gobierno suscita innumerables contradicciones que están estallando desde los primeros días de enero de 2019. Uno es la sospecha de involucramiento directo de la familia Bolsonaro con milicias de Rio de Janeiro en un abultado esquema de corrupción, otro, su posible involucramiento, por medio también de las milicias, en el asesinato de la concejala Marielle Franco y su chofer Anderson Gomes, el 14 de marzo de 2018.

Frente a esto, necesitamos resistir a la ofensiva de criminalización, violencia e impunidad, siendo  inteligentes en la construcción de las acciones y en la seguridad colectiva; construir nuevas formas de lucha que permitan dialogar con la sociedad; buscar formas de lucha que cuestionen la actuación selectiva del Poder Judicial; apostar en la batalla ideológica, en la disputa de las ideas, en la reconquista de los trabajadores y trabajadoras para un proyecto popular y de emancipación humana; y, organizar la resistencia activa, por medio del trabajo de base y de la formación masiva. Sólo la resistencia activa nos permitirá la necesaria recuperación de la lucha ofensiva.

Kelli Mafort y Miguel Stedile pertenecen al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST).

Fuente: Correo del Alba (nº. 82, feb 2019)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.