El sistema de propiedad intelectual, especialmente los derechos de autor que tienen los artistas sobre sus obras, está en jaque y necesita modificarse para que estimule la creatividad, aseguraron los participantes en el II Foro Cultural Mundial que concluyó este jueves. Más de 400 expertos y activistas de más de 40 países debatieron durante los […]
El sistema de propiedad intelectual, especialmente los derechos de autor que tienen los artistas sobre sus obras, está en jaque y necesita modificarse para que estimule la creatividad, aseguraron los participantes en el II Foro Cultural Mundial que concluyó este jueves.
Más de 400 expertos y activistas de más de 40 países debatieron durante los últimos seis días en Río de Janeiro sobre la cultura como factor de desarrollo y de identidad, la diversidad cultural y los derechos del ámbito de la creación, entre otros tópicos.
Es necesario «repensar el sistema de propiedad intelectual», es decir las normas vigentes para la protección del derecho de los autores sobre sus obras artísticas, aseguró el ministro brasileño de Cultura, el conocido cantautor Gilberto Gil. El desafío del capitalismo es «actualizar esa institución de fines de la Edad Media a las condiciones actuales, de forma democrática, considerando el interés de todos», sentenció.
Es difícil establecer el deseado «equilibrio entre los derechos de autor y el interés público», especialmente ante el surgimiento de la tecnología digital, que amplía «como nunca» las alternativas de creadores y usuarios, pero también la piratería, evaluó Richard Owens, director de la División de Gestión y Técnicas del Comercio Electrónico en el ámbito de Derechos de Autor de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI).
Al deseo de «mantener un robusto dominio público» para impulsar el flujo de ideas, la educación, la investigación, las innovaciones y el acceso a la información, se contraponen presiones para extender aún más el periodo de protección del derecho de autor. La OMPI recibió «más de cien propuestas para cambiar las reglas actuales», señaló Owens.
Una dificultad específica es cómo remunerar los derechos del conocimiento tradicional, de pueblos indígenas y comunidades locales, que muchas veces se ubican en varios países. A quién distribuir los beneficios es una cuestión controversial, observó.
El sistema, tal y como está, no funciona y genera crecientes «tensiones sociales», bloqueando el acceso a bienes culturales, como libros, y promoviendo la piratería, sostuvo Ronaldo Lemos, jurista y director de la organización no gubernamental Creative Commons en Brasil, que procura abatir las barreras legales a la creatividad por medio de nueva legislación y nuevas tecnologías
En el gigante latinoamericano, la venta de discos bajó de 94 millones en el año 2000 a 52,9 millones el año pasado, una empresa transnacional del sector reconoció que el «CD (disco compacto) está muerto», las salas de cine en el país se redujeron a 1.800, menos de la mitad existente 15 años atrás, y la publicación de diarios cayó de modo alarmante en los últimos años, ejemplificó.
El derecho patrimonial del autor traba el flujo de la producción cultural, elevando el costo de las operaciones. El uso comercial de una canción, por ejemplo, exige autorización del compositor, la disquera, los intérpretes y la editorial. El «dilema de la propiedad intelectual» se ha hecho más complejo ahora, con la tecnología digital que permite descargar música o textos a través de la computadora, destacó Lemos.
La computadora abre posibilidades, pero es necesario copiar programas de computación, músicas, filmes y otros bienes para disfrutarlos, así «el derecho de autor se amplía en el ambiente digital» y se aplica de forma automática, acotó Lemos. Mencionó el caso de un filme producido por 218 dólares, bien acogido por los críticos, pero sin exhibición porque usa canciones cuyos derechos pertenecen a una empresa que pretendía cobrar la impagable suma de 400.000 dólares por su uso.
En Brasil no se reconoce siquiera el derecho a una copia privada para uso individual. Es así que estudiantes y universidades están sufriendo acciones judiciales por reproducir sin licencia algunas páginas de libros didácticos. De modo que la educación y el conocimiento científico también son bloqueados.
Una alternativa a esa situación es el Creative Commons (que podría traducirse como «bienes comunes creativos»), un medio término entre «todos los derechos reservados y la anarquía», mediante el cual los autores permiten que su obra sea usada o reproducida en algunos casos, señaló Lemos. Autorizar el uso para fines no comerciales o la libre reproducción condicionada a la mención de la fuente son algunos ejemplos.
El movimiento ya alcanzó a más de 60 países y 140.000 obras licenciadas bajo el «creative commons», pero es aún muy limitado. Representa uno de cada 290 sitios web registrados en el buscador de Internet Yahoo.
«La propiedad intelectual está en jaque, en confrontación con la realidad», por eso Brasil no debe copiar el modelo del mundo industrializado para promover su industria cultural, sino adoptar políticas públicas que estimulen la producción creativa, «quizás la principal riqueza del país», defendió Sergio Sá Leitao, asesor cultural del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
La dimensión económica de la cultura es algo nuevo en Brasil y en casi todo el mundo, y sólo ahora el BNDES, institución estatal de fomento, está abriendo crédito regular a actividades culturales que no pueden ofrecer las «garantías convencionales», patrimoniales, que exigen los bancos, explicó Leitao.
Pero es necesario defender el derecho de autor como remuneración de artistas y productores culturales, indispensable para su supervivencia y condiciones para crear, matizó Garry Neil, director de la no gubernamental Red Internacional para la Diversidad Cultural, distinguiendo ese derecho de las patentes que, en algunos casos, como las de medicamentos, pueden afectar el bienestar humano.
El problema es la regulación de los contratos, que muchas veces somete a los artistas al poder mucho más fuerte de las empresas que se adueñan de los derechos de autor, dijo. En países muy pobres, como los africanos, la cultura es «clave para el desarrollo sustentable» y la economía, además de la identidad nacional y de las comunidades, destacó.
Es importante mejorar la regulación de la propiedad intelectual, estimular su flexibilización, ampliando «las excepciones y limitaciones» para mejorar el acceso a los bienes culturales y científicos, resumió el ministro Gilberto Gil. La rigidez es «una barrera» a la creación, en desmedro del interés público, concluyó.(FIN/2006)