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La crisis alimentaria: una realidad inobjetable

Fuentes: cubasocialista

«Era previsible que ocurriera y la previmos, pero también era evitable y no pudimos evitarla», expresó el director general de la FAO

El mundo ha vivido una permanente crisis alimentaria. Sin embargo, hoy se enfrenta a una de las más profundas. Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), ha dicho que «no es la primera crisis de este tipo, aunque esta vez reviste tonos particularmente tristes y trágicos: era previsible que ocurriera y la previmos, pero también era evitable y no pudimos evitarla».

En 1996 los jefes de Estado y de Gobierno de 112 países y los representantes de 186 miembros de la FAO, contrajeron el compromiso de reducir a la mitad el número de personas hambrientas en el mundo para el año 2015 y aprobaron un programa con miras a alcanzar esa meta. Siete años después, en el 2002 se alertó a la comunidad internacional de que los recursos con que se financiaban los programas agrícolas de los países en desarrollo estaban disminuyendo, en lugar de aumentar, y de continuar esta tendencia, habría que esperar hasta el año 2150 para alcanzar la meta fijada en 1996.

La respuesta fue elaborar un Programa de lucha contra el hambre, cuyas necesidades de recursos financieros se estimaron en 24 mil millones de dólares al año. Pero, según el propio Jacques Diouf fue «triste, pero cierto: no cumplimos nuestras promesas. En vez de proporcionar más ayuda, fuimos testigos de una tenaz disminución de la atención prestada a la agricultura». La ayuda a la agricultura -actividad que constituye el principal medio de subsistencia del 70% de la población pobre del mundo- pasó de 8 mil millones de dólares en 1984 a 3 mil 400 millones de dólares en el 2004, lo que representó una reducción en cifras reales del 58 por ciento.

Los precios de los alimentos y los insumos para producirlos se vuelven cada vez más inaccesibles y ello ha agudizado el hambre a nivel mundial. Según datos de la FAO, en el 2007 el número de personas hambrientas aumentó en cerca de 50 millones, y la mayor parte de ese incremento se atribuye al alza de los precios de los alimentos.

En los últimos 12 meses, el índice de precios de la FAO para los alimentos aumentó, como promedio, en el 52%. El Segundo Secretario del Partido, compañero Raúl Castro, el pasado 11 de julio recordó cómo en días recientes el precio del petróleo había roto la barrera de los 145 dólares, más de cinco veces el de hace apenas cinco años, desconociéndose hasta ahora cuál sería el límite, ya que su agotamiento a nivel mundial es más rápido de lo calculado.

Otros pocos ejemplos bastarían para asumir con mayor responsabilidad el desafío que todos tenemos por delante. En julio del 2007, apenas hace un año, el costo de importar una tonelada de arroz ya se había elevado hasta a 435 dólares, hoy exige erogar mil 110 por tonelada. Una tonelada de trigo, el año pasado, se compraba con 297 dólares, ahora requiere más de 409. Asimismo, la tonelada de leche en polvo se cotizaba en julio pasado al astronómico precio de 5 mil 200 dólares, mientras hace cuatro años se adquiría por unos 2 mil 100.

Y referido a los insumos para la agricultura, el fertilizante, esencial para lograr rendimientos superiores, en el caso de los destinados a los cultivos varios, nos recordó Raúl, «elevó su precio de 303 dólares la tonelada en julio de 2007, a 688 en este momento. Otro fertilizante muy empleado, la urea, la tonelada costaba unos 400 dólares hace un año, ahora hay que pagar casi 700».

A nivel mundial, como promedio, en los primeros cuatro meses de 2008, se duplicó el índice de precios de la FAO de los insumos en comparación con el mismo período en el 2007; los precios en dólares de algunos fertilizantes se multiplicaron más de tres veces. Los pequeños agricultores de subsistencia de los países en desarrollo son siempre los más afectados por el aumento de los precios de los insumos.

Los estados económicamente más vulnerables deberán asumir la carga más pesada del costo de la importación de alimentos y se prevé que los gastos totales de los países menos adelantados y de bajos ingresos y con déficit de alimentos aumenten el 37% y el 40%, respectivamente, en comparación con el 2007, tras haber crecido ya en el 30% y el 37%, respectivamente, el pasado año. El aumento sostenido de los gastos por concepto de importación de alimentos para ambos grupos de países vulnerables constituye un fenómeno particularmente preocupante, ya que, a juzgar por las proyecciones actuales, sus importaciones anuales de alimentos podrían costar cuatro veces más que en el 2000. En Cuba, anotó Raúl en la mencionada intervención: «Basta decir que para importar el mismo volumen de alimentos que en el 2007, el año pasado, la misma cantidad, este año se requerirían mil 100 millones de dólares más, para recibir lo mismo».

Para evitar, a nivel mundial, un desastre de mayores proporciones, en diciembre del 2007 la FAO lanzó su Iniciativa relativa al Aumento de los Precios de los Alimentos (IAPA), que consiste en proporcionar fondos a productores de los países más pobres del mundo a fin de fomentar la producción agrícola durante las próximas dos temporadas de plantación. En más de 57 países se han adoptado medidas por un valor de 40 millones de dólares, que han sido integradas en programas ya existentes y armonizadas con otros esfuerzos. Sin embargo, como muy bien expresó el Director General de la FAO, «esto es solo un punto de partida y se necesitarán recursos por un valor 40 veces superior (mil 700 millones de dólares) para poder elaborar un paquete de desarrollo más sustancial y completo de cara al futuro».

Para dar continuidad a la iniciativa, en junio de este año más de 4 mil 500 delegados de 181 países, entre ellos 43 jefes de Estado y de Gobierno y 180 ministros, renovaron su compromiso de luchar contra el hambre con mucho más ahínco que hasta ahora. Se prometió el aporte de 22 mil millones de dólares para combatirla. Esta cifra es cinco veces superior al monto total de la asistencia oficial para el desarrollo que se destinó a la agricultura en el 2006.

La FAO espera que esas promesas se hagan esta vez realidad y se traduzcan en contribuciones financieras y en especie que lleguen a manos de los pobres del mundo. De lo contrario, señaló Jacques Diouf: «Si no se adoptan de inmediato las medidas pertinentes, en los próximos 50 años podría volverse mucho más difícil alimentar a la población mundial. La población aumentará de 6 mil 500 millones hoy, a 8 mil 300 millones en el 2030, y casi 9 mil 200 millones en el 2050. Todo ese crecimiento se concentrará en los países en desarrollo. Por consiguiente, será necesario que en el 2030 la producción mundial de alimentos haya aumentado en más del 50% y, en el 2050 se haya casi duplicado».

A los datos anteriores se adiciona que junto a la población urbana disminuirá de hecho la de las zonas rurales. Esto significa que un número menor de agricultores tendrá que producir casi dos veces más alimentos que los que se producen hoy.

No se puede obviar que la agricultura mundial tendrá que soportar la carga del cambio climático. La FAO ha advertido que, en caso de que la temperatura se eleve en más de 2°C, se prevé una severa reducción del potencial mundial de producción de alimentos y podrían disminuir en todo el mundo las cosechas de cultivos fundamentales como el maíz. En África, Asia y América Latina la producción podría bajar del 20% al 40%.

Tampoco se pueden obviar los graves fenómenos meteorológicos como sequías e inundaciones que provocarán pérdidas de cosechas y ganado aún mayores. Por eso el Director de la FAO sostiene que: «El cambio climático plantea, de hecho, un doble desafío para la agricultura: la adaptación de los sistemas de producción agrícola a las nuevas condiciones agroecológicas y la necesidad de ayudar a mitigar las repercusiones de dicho cambio en el mundo en su conjunto».

Y por último, está sobre la mesa a la vista de todos: el alza de los precios de la energía fósil hará que las fuentes de energía alternativas adquieran una importancia cada vez mayor. Su resultado será que la producción agrícola se transforme en materia prima competitiva para el sector energético; casi 100 millones de toneladas de cereales se han sustraído a los mercados de alimentos para destinarse a la satisfacción de necesidades energéticas. La FAO ha destacado que los precios elevados del petróleo y el uso de los recursos agrícolas para el mercado energético pueden, de hecho, introducir un paradigma completamente nuevo en la agricultura mundial; y que si los precios de la energía se mantienen altos y la producción de materia prima para el mercado energético sigue siendo una actividad económicamente viable, los alimentos seguirán siendo caros.

El compañero Raúl Castro alertó ya, que la situación puede incluso empeorar, aunque algunos se empeñen en cerrar los ojos ante ella y aunque se hará cuanto esté al alcance para que esas adversidades afecten lo menos posible, es inevitable que el pueblo cubano sufrirá cierto impacto en determinados productos y servicios. No sin advertir que el imperialismo está haciendo hasta lo imposible para ampliar las dificultades, con la absurda aspiración a ponernos de rodillas.

El mundo tendrá una sola alternativa, planteada reiteradamente por Fidel: un mundo sin explotación. Cuba tiene su respuesta, dada, precisamente por Raúl, en sus últimas intervenciones que se resume en dos palabras: «Trabajar duro».