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La crisis capitalista global golpea a China y los indicadores económicos negativos se acumulan

Fuentes: El Militante

En la reunión anual de la Central Economic Work Conference celebrada recientemente en China se anunció un temporal de indicadores económicos negativos. En noviembre, las exportaciones chinas cayeron un 2,2 por ciento (después de haber registrado un crecimiento del 19,2 por ciento en octubre), las importaciones bajaron un 17,9 por ciento (comparado con el aumento […]

En la reunión anual de la Central Economic Work Conference celebrada recientemente en China se anunció un temporal de indicadores económicos negativos. En noviembre, las exportaciones chinas cayeron un 2,2 por ciento (después de haber registrado un crecimiento del 19,2 por ciento en octubre), las importaciones bajaron un 17,9 por ciento (comparado con el aumento del 15,6 por ciento de octubre). Según el Ministerio de Comercio, en noviembre la inversión directa extranjera en China cayó un 36,52, a 5.300 millones de dólares. El Ministerio de Economía anunció que los ingresos fiscales en China bajaron un 3,1 por ciento en noviembre respecto al año anterior, después de haber sufrido otra caída en octubre del 0,3 por ciento. La construcción de viviendas, oficinas y fábricas bajó un 16,6 por ciento en octubre, después de subir un 32,5 por ciento el año anterior. Otro indicador que demuestra la rápida desaceleración de la economía es el consumo de energía en octubre se redujo un 3,7 por ciento respecto al mismo período del año anterior, el primer mes respecto al mismo mes del año anterior que experimenta una caída desde 1999. Las ventas de automóviles cayeron un 10,3 por ciento desde principios de año hasta noviembre, la tercera caída mensual consecutiva este año. Por último, la inflación cayó a su nivel mensual más bajo en 22 meses, un 2,4 por ciento en noviembre, despertando la perspectiva de una espiral deflacionaria. Esto sólo por mencionar unas cuantas cifras económicas sombrías publicadas estos últimos días.

La velocidad con que la economía china es golpeada por la crisis global del capitalismo es pasmosa, pero si analizamos las razones entonces no es sorprendente. Durante un período largo de treinta años, la dirección china ha abrazado gradualmente el capitalismo al que veían como una salida al callejón sin salida que se enfrentaba la sociedad debido a la planificación burocrática de la economía. En este proceso la economía china se integró completamente en la economía capitalista mundial, convirtiéndose ella misma en capitalista. Ahora se enfrenta a su primera crisis capitalista de sobreproducción.

Algunas de las características dominantes de la economía china, que han permitido un ritmo de crecimiento sin precedentes durante un tiempo muy prolongado, son sus elevadas tasas de inversión, el crecimiento masivo de las exportaciones y la superabundancia de mano de obra cualificada barata. Ahora todos estos factores se están convirtiendo en su contrario.

Según entra en crisis la economía global, la demanda de productos chinos se va reduciendo. La caída de las exportaciones (que suponen un 40 por ciento del PIB) de un 2,2 por ciento en noviembre es la primera caída desde junio de 2001 y la mayor desde abril de 1999, entonces consecuencia de la crisis del Sudeste Asiático. Durante los años noventa, las exportaciones chinas crecieron una media anual del 12,9 por ciento, desde 2000 a 2006 ese crecimiento casi se dobló, alcanzando un 21,1 por ciento cada año. Ahora las exportaciones chinas han caído en todos sus mercados, un 6,1 por ciento en EEUU, un 2,4 por ciento en los países de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático). Toda esta situación tendrá un impacto serio tanto en la economía china como en la economía mundial, las exportaciones contribuyeron a más de una cuarta parte del crecimiento económico mundial. Las últimas cifras publicadas por el Banco Mundial sobre la economía china, que revisó su perspectiva de crecimiento para 2009 al 7,5 por ciento, se basaban en un aumento de las exportaciones chinas del 4,2 por ciento, pero muchos economistas piensan que las exportaciones podrían no crecer.

Según Qu Hongbin, economista jefe chino de HSBC, las cosas podrían empeorar en los próximos meses y ha sugerido que las exportaciones podrían caer un 19 por ciento en el primer trimestre de 2009. «Combinado con el enfriamiento de los mercados inmobiliarios, apunta a un creciente riesgo de aterrizaje forzoso (…) Es oficial: como taller del mundo, China sufrirá cuando la recesión global se profundice»:

La industria juguetera china ya tiene serios problemas. Este sector representa un 70 por ciento de la producción mundial de juguetes que ya tiene problemas profundos. Según el Chinese Customs Bureau, dos tercios de todas las fábricas jugueteras han cerrado, decenas de miles de fábricas han cerrado dejando a cientos de miles, sino a millones, de trabajadores emigrantes en paro. Cao Jianhai, investigador de la Academia China de las Ciencias Sociales, fue citado en octubre cuando dijo: «A final de año habrán cerrado más de 100.000 fábricas». Ahora esta estimación podría ser conservadora. Esta crisis manufacturera ya ha provocado un aumento masivo de las huelgas, protestas laborales y rebeliones, particularmente, pero no sólo, en el Delta del Río de la Perla. Las disputas laborales se doblaron en los primeros diez meses del año.

La caída de las importaciones que también se ha anunciado (un 17,9 por ciento en noviembre respecto al año anterior) es preocupante. Eso significa que, según cierren empresas o sean incapaces de vender sus productos en el extranjero, la demanda de materias primas y componentes también se reduce. Este hecho tendrá un impacto sobre los vecinos de China que son sus suministradores. Entre los que ya se han visto duramente afectados está Taiwan, que enviaba casi el 36 por ciento de sus exportaciones a China, Corea del Sur envía un 25 por ciento y Japón un 19 por ciento.

«China es una enorme fuente de demanda de mercancías y ahora su desaceleración es una razón clave que está detrás del colapso del precio de los mercancías», estas son las palabras de Nicholas Lardy, un socio veterano del Peter G. Peterson Institute for International Economics, con sede en Washington. «Está experimentando la desaceleración de su crecimiento económico más profunda desde que comenzaron las reformas hace treinta años». China es el mayor comprador mundial de metales y el segundo consumidor de petróleo.

Sin embargo, la crisis no se limita a los juguetes o al sector exportador. Como hemos dicho, el otro motor de la economía china ha sido la elevada tasa de inversión. Ha sido así en el caso de la construcción de fábricas, infraestructura y vivienda para la rápidamente creciente población urbana. La construcción es uno de los motores más grandes de la expansión de China, contribuye a una cuarta parte de la inversión en bienes fijos y emplea a 77 millones de personas. Esto llevó, como en la mayoría de los países capitalistas, a una burbuja inmobiliaria y de bienes raíces que ahora ha estallado. Algunos analistas calculan que los precios inmobiliarios en Shanghái cayeron un 20 por ciento en el tercer trimestre de 2008 y las cifras oficiales demuestran que los precios inmobiliarios a nivel nacional se estancaron en el 0,2 por ciento en octubre. A finales de octubre, Yan Yu, un profesor de dirección comercial de la Universidad de Pekín, ya advirtió que «los precios inmobiliarios en Dogguan han caído más de un 50 por ciento este año», dejando a muchos propietarios debiendo hipotecas que superan el valor de sus viviendas. Según Macquarie Securities, «la construcción se contraerá el próximo año un 30 por ciento, después de expandirse un 9 por ciento en los primeros tres trimestres de 2008».

La contracción del sector de la construcción ha afectado a la producción de acero, cemento y toda una serie de industrias relacionadas. Los precios del acero en China han caído ya bruscamente. Según Jing Ulrich, presidenta de las acciones chinas de JP Morgan Chase & Co., «los precios de las chapas laminadas en caliente se han hundido casi un 40 por ciento desde finales de junio». La empresa localizada en Zhengzhou, Bayannur Zijin Nonferreous Co., está reduciendo la producción de zinc un 30 por ciento. El precio del zinc, utilizado en la industria de la construcción y automovilística, ya ha bajado en el mercado mundial casi un 50 por ciento.

La desaceleración de la producción es lo que está llevando, como hemos visto, al peligro de la deflación, los precios en noviembre sólo crecieron un 2,4 por ciento, el nivel más bajo en 22 meses. Las autoridades económicas del país han cambiado su política de luchar contra la inflación a intentar evitar los efectos devastadores de la deflación. «La caída de los precios, si persiste, creará en general una violenta espiral de efectos negativos, como la caída de beneficios, cierre de fábricas, hundimiento del empleo y de los ingresos, incremento de los impagos de préstamos por parte de empresas e individuos, todo eso agravará la desaceleración económica», estas son las palabras de advertencia de Dong Zhiging en el China Daily.

Efectos en la economía mundial

No hace tanto tiempo que destacados economistas capitalistas defendían la teoría del desacople, una teoría que sostiene que las «economías emergentes» en el mundo no se verían afectadas por la recesión de EEUU y otros países capitalistas desarrollados. En marzo de este año, The Economist sostenía que «los datos recientes sugieren que el desacople no es un mito. En realidad, podría salvar aún a la economía mundial». Sin embargo, la realidad es terca y ahora The Economist se ve obligado a admitir que las «pésimas cifras comerciales» de China son «un golpe para la economía mundial». Estas cifras, dicen, «son particularmente impactantes porque la carrera comercial de China ha sido un motor del comercio mundial y, de esta manera, del crecimiento global».

Desde una posición esperanzadora han chocado con toda la realidad, pensaban que China suavizaría el golpe de la crisis del capitalismo en los países capitalistas desarrollados, ahora existe una posibilidad seria de que China ayude a arrastrar hacia abajo el comercio mundial y con ello el crecimiento económico mundial. Esta situación está provocando un conflicto creciente con EEUU. La reciente visita del Secretario del Tesoro norteamericano Henry Paulson sólo sirvió para subrayar esa situación. Mientras EEUU presiona mucho a China para que revalúe su moneda y así conseguir que las exportaciones chinas sean menos competitivas en EEUU, pero a la economía china le interesaría devaluar su moneda, sobre todo después de las últimas cifras de exportación. El escenario para el proteccionismo y las guerras comerciales está preparado. En cualquier caso, ni siquiera está claro que una devaluación del yuan ayudara a impulsar las exportaciones chinas. Su vecina Corea del Sur ha visto devaluar su moneda aproximadamente un 30 por ciento y aún así las exportaciones surcoreanas han caído un 18 por ciento en noviembre. Incluso si sus productos son más baratos, no se van a vender ¡por qué no hay nadie para comprarlos!

Consecuencias sociales

La legitimidad de la dirección china se ha basado durante estos últimos treinta años en su registro de crecimiento económico garantizado y aumento de los niveles de vida. Incluso aunque las reformas capitalistas han significado la destrucción de millones de empleos, niveles espantosos de explotación para los trabajadores emigrantes que se trasladaban a las ciudades, la destrucción parcial del sistema sanitario, etc., todo esto se podía soportar en la medida que la economía crecía, se creaban empleos y los niveles de vida en general aumentaban. Sin embargo, si ya no está eso garantizado o está amenazado por la desaceleración de la economía, entonces el peligro es que el número ya creciente de luchas y conflictos obreros puedan convertirse en un movimiento generalizado contra el gobierno, el Estado y la dirección del PCC.

Zhang Ping, presidente de la Comisión Nacional para la Reforma y el Desarrollo, declaró que: «las excesivas bancarrotas y los recortes de producción llevarán al desempleo de masas y agitarán el malestar social». Frente a esta situación, la más desafiante desde las protestas de Tiananmen en 1989, como ellos mismos reconocen, la dirección china ha respondido implantando una serie de medidas, tanto políticas como económicas.

En primer lugar, para limitar el impacto de las protestas obreras se han dado nuevas instrucciones sobre el comportamiento policial. La idea es evitar que las protestas a pequeña escala se conviertan en revueltas masivas o se generalicen. Lo vimos en la reciente huelga de taxistas en Chongqing, cómo las autoridades locales combinaron el palo con la zanahoria. Mientras detenían a 20 taxistas, el secretario local del partido, Bo Xilai, se reunía con una delegación de taxistas, hizo toda una serie de prometas y la discusión se emitió en directo en Internet y televisión. Sin embargo, este cambio de táctica (menos represión, más concesiones para aliviar tensión) también conlleva riesgos desde el punto de vista de las autoridades. Cuando se extendió a través de las noticias lo que era visto como una victoria de los taxistas de Chongquing, los taxistas de otras ciudades también fueron a la huelga.

El Estado también ha introducido nuevas regulaciones para evitar los despidos en masa. En las provincias de Hubei y Shandong, ahora las empresas necesitan la aprobación del gobierno si planean despedir a 40 trabajadores o más. «Estas medidas pueden ayudar a proteger la estabilidad social, que ahora es más importante que el desarrollo económico», esto es lo que dice Liu Junsheng, del instituto trabajo-salario del Ministerio de Recursos Humanos y Seguridad Social de Hubei, hablando en Changjiang Business Daily. Sin embargo, es difícil ver cómo esta medida va a tener un impacto real. Muchas de estas pequeñas y medianas empresas son de propiedad extranjera y sus propietarios coreanos, taiwaneses o demás con frecuenta cierran la fábrica sin aviso previo y huyen. Se ha ordenado a las autoridades locales que garanticen que los trabajadores reciben los pagos de desempleo adecuados y que haya subsidio de desempleo para todos. Independientemente de lo efectiva que puedan ser estas medidas en la práctica, son muy significativas para entender la preocupación que existe en el aparato del Estado por intentar evitar el malestar.

El desempleo, según cifras oficiales, ya está aumentando. Sin embargo, las estadísticas oficiales no incluyen a todo el ejército de trabajadores inmigrantes del país (decenas de millones) que en muchos casos nos están registrados para trabajar en las zonas urbanas y que van a ser los más golpeados por la crisis. En un artículo publicado en China Economic Times el 5 de diciembre, el partidario del capitalismo, Zhou Tianyong, economista de la Escuela del Partido del Comité Central del Partido Comunista de China, pronostica que la tasa real de paro en China «podría aumentar a tanto como el 14 por ciento el próximo año». Zhoy Tianyong también contempla que la tasa actual de desempleo está ya en el 12 por ciento, muy por encima de la tasa oficial del 4 por ciento.

Medidas económicas

Por otro lado también se han introducido varias medidas económicas. El 9 de noviembre se anunció un masivo plan gubernamental, en él se prevé gastar unos 586.000 millones de dólares, aproximadamente un 7 por ciento del PIB, a lo largo de los próximos dos años. Este paquete incluye proyectos de infraestructura, pero también inversión en sanidad, educación y vivienda. Sin embargo, según algunos detalles que se han hecho públicos, es evidente que sólo aproximadamente una cuarta parte de este dinero lo gastó el gobierno central, no está claro cuánto de este nuevo dinero, a diferencia de otros proyectos de inversión ya acordados. Algunos economistas han calculado que el impacto de este paquete de estímulo podría ser tanto como el 1 por ciento del PIB, que sólo comenzaría a tener un impacto bien entrado 2009. Mirando indicadores económicos más recientes, esto podría no ser suficiente.

El gobierno ha continuado estas medidas anunciando descuentos y reducciones de impuestos, recorte de los tipos de interés (el mayor en once años). El objetivo de estas medidas es claro: estimular el consumo interno para compensar la caída de las exportaciones. Las medidas implantadas en China son algo distintas a las aprobadas, por ejemplo, en Gran Bretaña o EEUU. Mientras que los países capitalistas desarrollados han respondido a la crisis arrojando dinero a los bancos, con la esperanza de que comiencen a prestar dinero a los consumidores, los consumidores comenzarán a gastar y de esta manera la economía se reactivará, en China lo que tenemos es un enfoque keynesiano más clásico: un masivo programa de obras públicas, destinado a crear empleos, de esta manera la gente tiene más dinero para gastar y así se reactiva la economía.

Los chinos tienen una de las tasas de ahorro más grandes del mundo, por eso piensan que si consiguen que gasten más dinero entonces la economía se recuperará gracias a su mercado interno. No obstante, la razón principal de estas elevadas tasas de ahorro es el hecho de que las reformas capitalistas destruyeron o restringieron el sistema del Iron Rice Bowl [N. de T. En ingles, nombre que recibe la política maoísta de proporcionar hogar, comida y asistencia a todo el pueblo chino. Ejemplo de ello eran las fábricas, que contaban con habitaciones para sus trabajadores y sus familias, además de proporcionarles alimento y un salario], que garantizaba un empleo de por vida y los programas de bienestar social que existían en el pasado. Ahora, la familia media china debe pagar una gran parte de sus costes sanitarios, educativos, pensiones y otros relacionados. Ahorran porque están aterrorizados por caer enfermos, perder sus empleos, hacerse viejos y necesitan pagar parte de los gastos educativos de sus hijos. Si además añadimos los efectos de la rápida caída de los precios inmobiliarios que afectará a las clases medias urbanas, al riesgo del incremento del paro, el impacto real del plan de estímulo keynesiano probablemente será limitado.

Es verdad que China cuenta con la mayor reserva de divisas de cualquier otro país del mundo (casi 3 billones de dólares) y su deuda es muy baja (aproximadamente un 12 por ciento del PIN). Esto permite a las autoridades chinas un cierto margen de maniobra para intervenir en la economía e intentar evitar que la crisis se convierta en recesión. Sin embargo, no deberíamos olvidar que esta situación es similar a la de Japón en los años noventa, justo antes de entrar en diez años de depresión, a pesar de que el gobierno gastó ingentes cantidades de dinero en proyectos de infraestructura.

La imagen que surge claramente al mirar todas estas cifras es la de un país donde todos los cimientos que impulsaron la economía hacia adelante durante las últimas décadas ahora se están convirtiendo en su contrario. China se enfrenta a una crisis de sobreproducción. Hay demasiada capacidad para fabricar automóviles, juguetes, textiles, ordenadores, viviendas, carreteras, frigoríficos, aceros, aluminio, cemento… Esta masiva capacidad se ha construido sobre la base de la inversión estatal en infraestructura y el sector exportador. Pero, como en cualquier ciclo capitalista, esta situación ha llegado al límite.

Esto es precisamente lo que pronosticamos los marxistas. En abril de 2006, la Corriente Marxista Internacional publicó un documento llamado La marga marcha de China hacia el capitalismo. Entonces dijimos lo siguiente:

«Cualquier declive significativo en los mercados mundiales afectaría drásticamente a las posibilidades de crecimiento de la economía china, como ocurrió en el pasado con el Sudeste Asiático. China se enfrentará a la perspectiva de la sobreproducción de acero, hierro, carbón y bienes de consumo, derivada de una posible crisis mundial. Son los síntomas de una futura crisis de sobreproducción (…) Esto es inevitable, debido al frenesí de las inversiones que inundan al país, que increíblemente constituyen el 45% del PIB, un porcentaje que no tiene precedentes en la historia, ni siquiera en Japón durante el boom posbélico (…) Mientras las exportaciones aumenten y los países occidentales se endeuden, China puede avanzar, pero a este ritmo de crecimiento de las inversiones es como si China duplicase su capacidad productiva cada 4 o 5 años, un ritmo que llevará inevitablemente a una gigantesca crisis de sobreproducción».

Inevitablemente esta crisis económica tendrá un impacto sobre la conciencia de todas las capas de la sociedad. Sobre todo quedará destrozada la legitimidad de la dirección del PCC, que ha llevado al país a la restauración del capitalismo. El crecimiento económico de China ha creado una multimillonaria clase obrera fuerte y joven que ahora ha comenzado a estirar los músculos. En el próximo período veremos capas más amplias de la clase obrera china entrando en el camino de la lucha.

Durante cuarenta años los trabajadores chinos han observado a la dirección del Partido Comunista girar gradualmente hacia el capitalismo, aparentemente sin interrupciones en el crecimiento que hemos observado periódicamente en occidente. Ahora China se enfrenta a su primera recesión real, los trabajadores chinos comenzarán a ver la otra cara de las contrarreformas capitalistas. A pesar de todo verán que el «mercado» no es la solución, sino que la causa real de la crisis actual.