En el marco de su informe económico anual, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) analizó el impacto de la pandemia sobre el mercado laboral desde una perspectiva histórica.
La pandemia fue un shock profundo y generalizado que derivó en una contracción del PIB mundial equivalente a 3,2% en 2020. Sin embargo, detrás de esa cifra conviven situaciones muy dispares. En ese sentido, América Latina y El Caribe fue, con diferencia, la región más golpeada de todas. En términos agregados, el PIB de la región cayó 6,8% en 2020, desatando la mayor crisis laboral en más de 70 años.
Pandemia y empleo: ¿qué pasó con la demanda laboral?
La caída del empleo fue significativa y generalizada a nivel global, pero estuvo liderada por el retroceso que experimentó América Latina y El Caribe. En nuestra región la variación negativa del empleo ascendió a 9% en 2020, una cifra que llega a triplicar el retroceso observado en otras regiones.
Varios estudios académicos demuestran que la región presenta fluctuaciones cíclicas comparativamente más pronunciadas (un fenómeno que es lesivo para el crecimiento en el largo plazo) y que además exhibe dificultades para sostener las fases expansivas del ciclo económico. Este rasgo distintivo, a su vez, se traslada hacia el mercado laboral, cuya dinámica histórica también se caracteriza por una inestabilidad comparativamente más alta.
Sin embargo, lo sucedido durante 2020 representa la crisis laboral “más significativa que se ha documentado en la región”. En efecto, la pandemia generó la primera contracción agregada del número de ocupados en más de siete décadas y la crisis más generalizada al menos desde 1950.
Poniendo el foco sobre todo el período, se observa que los niveles de ocupación regional fueron en aumento hasta fines de la década del 70, como consecuencia, principalmente, del crecimiento demográfico y del aumento de las tasas de participación en el mercado de trabajo. Luego de esa fase de expansión, y a partir de 1980, comienza a procesarse una desaceleración gradual pero sostenida (ver gráfico).
En particular, la década que se extiende entre 2010 y 2020 fue la de menor dinamismo en materia de empleo, con una variación anual promedio del entorno de 1,5%. Integrando la dimensión demográfica al análisis, la evolución de la relación entre el número de ocupados y la población total indica que la capacidad de generar fuentes de trabajo durante ese período fue de las más bajas en los últimos 50 años.
En conjunto con lo anterior, y considerando la misma ventana temporal, no existen registros de una crisis regional más generalizada que esta. El año pasado fueron 17 los países que experimentaron una contracción del número de ocupados, un registro que supera ampliamente los antecedentes previos. Por ejemplo, ese número ascendió a cinco en 1983 y en 1999, a seis en 1996 y llegó a 10 en el año 2009.
La cantidad de países afectados no es el único rasgo distintivo de la pandemia. Por el contrario, la magnitud del retroceso es otra muestra de la excepcionalidad histórica de la pandemia. Mientras que en 2009 el retroceso del empleo promedió 0,7% entre los 10 países afectados, en 2020 ese guarismo ascendió a 9%.
Pandemia y participación laboral: ¿qué pasó con la oferta laboral?
Además de afectar el empleo, la crisis de la covid-19 provocó una deserción significativa de personas del mercado laboral. Este repliegue de la oferta indujo “otro de los cambios históricos de los mercados laborales de la región en 2020: la fuerte caída de la tasa global de participación promedio de la región”. En ese sentido, la pandemia significó un retroceso de tres décadas en materia de participación laboral: la crisis llevó la participación femenina a los niveles de 2001 y la participación de los hombres a los registros vigentes a comienzos de los noventa.
Según Cepal, cerca de 20 millones de latinoamericanos abandonaron el mercado de trabajo durante el año pasado, lo que generó una subestimación del aumento del desempleo. A este respecto, la tasa de desempleo regional se ubicó en 10,5% durante 2020. Sin embargo, si la participación laboral se hubiese mantenido en los niveles de 2019, el desempleo se habría ubicado por arriba de 17%.
Pandemia y empleo informal: otro rasgo distintivo de esta crisis
El impacto diferencial entre el empleo formal e informal también constituye una de las particularidades de la crisis actual. Según la literatura, existe una correlación negativa entre el ciclo del PIB y el ciclo del empleo informal: durante las recesiones el empleo informal tiene un efecto amortiguador que suaviza la destrucción de puestos de trabajo.
Sin embargo, esto no fue lo que sucedió durante 2020. En efecto, la pandemia tuvo un impacto desproporcionado sobre los trabajadores informales, que en América Latina representan aproximadamente 50% del total. Esto se explica por el impacto asimétrico de las medidas de restricción de la movilidad sobre los distintos sectores de actividad: los sectores más afectados, como el comercio o los servicios, concentran históricamente una proporción mayor de empleo informal.
Pandemia y mercado laboral: ¿qué esperar?
Según las proyecciones de crecimiento presentadas por el organismo, solo nueve economías regionales recuperarían este año el terreno perdido durante 2020. Incluso en esos casos, la reactivación será heterogénea y muchos sectores continuarán enfrentando perspectivas adversas en el corto plazo.
Esto dificultará la recuperación en la órbita del mercado laboral, que en general opera con rezago. Puntualmente, Cepal anticipa que el aumento del número de ocupados durante este año será cercano a 7% (con respecto al cierre del 2020). “Durante el primer año de la crisis de la covid-19 el número de ocupados se redujo en 25,3 millones de personas, de las cuales 17,3 millones (un 68%) volverán a la fuerza laboral en 2021. En este escenario, el número de ocupados de la región sería 2,8% inferior en 2021 al registrado en 2019”.
Esta recomposición parcial del empleo estará acompañada de un aumento de la participación laboral, que tampoco será suficiente para alcanzar las tasas de actividad prepandemia. En ausencia de innovaciones, la tasa global de participación promediará este año en torno a 61,1%, casi dos puntos porcentuales por debajo de la tasa observada en 2019 (62,5%).
“El impacto desproporcionado de la crisis laboral sobre las mujeres”
Como fue analizado en la edición pasada de este suplemento, el impacto de la pandemia sobre el mercado laboral afectó desproporcionadamente a las mujeres, dados los cambios que introdujo en los “modelos familiares, en la forma de trabajar y en la asignación de tareas dentro del hogar”.
Por un lado, la contracción del empleo fue mayor entre las mujeres que entre los hombres: 10,1% y 7,4%, respectivamente. A su vez, como consecuencia de las menores oportunidades de empleo y las restricciones a la movilidad, el abandono de la fuerza laboral también fue mayor en el caso de las mujeres. En total, “la población activa de mujeres cayó un 7,6% en los once países sobre los cuales se dispone de información, en comparación con el 5,3% en el caso de los hombres”.
El cierre de los establecimientos escolares y de los servicios de cuidado (formales e informales) obligaron a las familias, especialmente a las madres, a asumir responsabilidades adicionales en los hogares. “Esto impidió que, como sí ha ocurrido en otras crisis, las mujeres aumentaran su participación laboral como proveedoras de ingresos secundarios”.