Mazorcas de maíz palomero en la comunidad de Choteje, en Estado de México Credit Rodrigo Cruz para The New York Times CIUDAD DE MÉXICO – Desde hace algunas semanas, la tensión diplomática entre Estados Unidos y México ha visto resurgir tanto en el plano político como el social a un antiguo protagonista de la […]
Mazorcas de maíz palomero en la comunidad de Choteje, en Estado de México Credit Rodrigo Cruz para The New York Times
CIUDAD DE MÉXICO – Desde hace algunas semanas, la tensión diplomática entre Estados Unidos y México ha visto resurgir tanto en el plano político como el social a un antiguo protagonista de la relación bilateral: el maíz. O más bien la altísima dependencia comercial de México con su vecino del norte, de donde importa hoy la mayor parte de este grano, eje de su gastronomía -y de su vida- cotidiana.
Se calcula que un mexicano consume al año un promedio de 90 kilogramos de tortillas -la base del taco, la quesadilla y las infinitas variaciones de la comida callejera en México- y eso es solo uno de los productos que se elaboran con el maíz.
Antes de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, apenas el 20 por ciento del maíz que consumían los mexicanos era importado, señala Amalio Santa Cruz, profesor investigador del Colegio de Posgraduados y especialista en maíz. Con la entrada en vigor del TLCAN en 1994 ese porcentaje se duplicó, y en algunos casos, como en el del maíz que se usa para hacer palomitas, esa proporción llega a superar el 90 por ciento.
El 23 de febrero, el secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Videgaray , le dijo a los diputados en una reunión privada que si Estados Unidos decidía poner aranceles a las exportaciones mexicanas, el gobierno podría responder con una medida similar sobre productos agrícolas como el maíz, algo que dolería especialmente a productores de estados como Iowa o Texas, que cada año exportan unos 95 mil millones de dólares de maíz a México.
En la misma semana, el titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México (Sagarpa), José Calzada, le dijo a los medios que estaban evaluando la posibilidad de aumentar las importaciones de maíz desde Argentina y Brasil en caso de un escenario comercial adverso con Estados Unidos.
La salida de la crisis diplomática y sus derivaciones comerciales aún son inciertas.
Pero para Rafael Mier, un ciudadano de la capital mexicana obsesionado hace años con recuperar el valor histórico y cultural del maíz nativo y la biodiversidad mexicana, esta crisis política presenta una oportunidad insospechada para recuperar, al menos parcialmente, la producción del maíz palomero, la raza nativa de maíz más antigua.
Y es que Mier cree que el momento actual obliga a los mexicanos a cuestionarse si fue una buena decisión «haber dejado por completo» el lugar donde proviene el maíz «y perder la capacidad de producirlo aquí mismo, donde es más accesible y cercano». En ese sentido, dice, tal vez sea momento de dejar de ver la producción de maíz solo desde una visión comercial y empezar a verlo como un asunto «de bienestar nacional, de los beneficios que otorga a pequeños productores y regiones productoras».
La herencia de las palomitas
Mier inició hace más de un año un proyecto para preservar y promover la cultura del maíz y la tortilla en México, primero mediante la búsqueda de productores del maíz palomero, el más antiguo de las 59 razas nativas del país.
«El maíz es el alimento mas importante que nos ha nutrido», dice Mier. «Es el cultivo predominante en el mundo, y las palomitas son la primera forma en que se consumió».
Una hipótesis histórica sugiere que, dado que la alfarería data solo de 4000 años y el maíz aparece hace aproximadamente 8000 años en el centro de México, antes de poder hervirlo con la ayuda de sartenes y otros utensilios, como lo hacen casi todos los hogares mexicanos, los aztecas pudieron haber utilizado la técnica de reventar al maíz con calor para consumirlo.
Un productor limpia mazorcas de maíz en una comunidad del Estado de México Credit Rodrigo Cruz para The New York Times
A pesar de su relevancia histórica y cultural, la disminución de producción del maíz palomero es drástica. Hoy México no produce ni un 1 por ciento de las palomitas que consume; e importa, por el contrario, el 99 por ciento de Estados Unidos.
La producción local de este tipo de maíz se redujo de 2300 toneladas en 2014 a solo 788 el 2015, de acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera de México, mientras que la importación del maíz en general aumentó de 66.502.912 toneladas en 2014 a 79.107.655 en 2015.
Los factores que explican esta situación son múltiples. Por un lado, las zonas donde se concentraba la siembra y venta de este maíz palomero, como el estado de Tamaulipas, al norte del país, son hoy unas de las más azotadas por la inseguridad y el acecho del narco, lo cual ha ocasionado que se abandone su siembra.
Por otra parte, el TLCAN permitió la entrada de maíz palomero libre de arancel, lo que desincentivó la producción local. A eso se sumó la progresiva desaparición de una gran cantidad de apoyos del gobierno en toda la cadena productiva del maíz, explica el profesor Santa Cruz, que afectaron principalmente al pequeño productor: la producción de fertilizantes, el almacenamiento de cosechas y la producción de semillas, entre otros.
«Esperaban que el tratado y el mercado resolvieran todos los problemas, cuando no fue así. El resultado es que la gente que se dedicaba a producir maíz hace 20 años emigró a Estados Unidos», señala el especialista.
Para revertir en parte el peligro de desaparición de razas de maíz nativo como el palomero, Mier lanzó a fines del año pasado una campaña de recolección de fondos para financiar la búsqueda de esta semilla en los campos mexicanos, así como a productores que estuviesen dispuestos a sembrarlo y resguardarlo.
La idea que presentó en Kickstarter fue la de realizar expediciones a las regiones agricultoras del país donde aún puedan existir estos maíces y, al recobrar la producción comercial de palomitas mexicanas, ofrecer un cultivo de alto valor que se pueda traducir en un ingreso atractivo para sus productores.
Una crisis y una oportunidad
Antes de lanzar su campaña, Mier realizó una búsqueda preliminar junto con su equipo, pero el primer intento no dio resultados: no consiguieron hallar a productores de maíz palomero toluqueño, el más antiguo de los siete tipo de maíces palomeros.
Entonces decidió acudir al Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, donde le donaron un total de 120 semillas que se habían conservado por más de 70 años en cámaras de refrigeración.
Miguel de Jesús Juan, un pequeño productor de 73 años de la comunidad de Choteje, en Estado de México, siembra desde hace años maíz palomero sin mezclarlo para preservar sus cualidades. CreditRodrigo Cruz para The New York Times
Después de sembrarlas en su rancho, se lograron 27 colectas de mazorcas de maíz palomero. Era un avance, pero no lo suficiente para recobrar su producción y hacerla otra vez rentable y sustentable. Para ello es necesario aumentar la producción.
En su lucha por preservar el origen y la producción de la raza más antigua de maíz, al menos, Mier ya sabe que no todo está perdido.
Tras conseguir 200.000 pesos mexicanos (unos 10.000 dólares) para financiar su proyecto, Mier retomó la búsqueda de maíz palomero con un equipo de investigadores, agricultores y expertos en genética del campo en la comunidad de Choteje en el Estado de México, donde encontraron a principios de este año a Miguel de Jesús Juan, un pequeño productor de 73 años que siembra desde hace años maíz palomero.
El hallazgo abre la posibilidad de que existan muchos otros pequeños productores como Miguel esperando ser encontrados para preservar y fortalecer la producción local de maíz palomero, antes de que sea demasiado tarde.