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Entrevista a Luis de Sebastián, economista

«La crisis hará que haya más hambrientos y más gordos»

Fuentes: La Vanguardia

Este prestigioso economista y catedrático de ESADE acaba de publicar «Un planeta de gordos y hambrientos» donde destapa los tejemanejes de la industria alimentaria

¿Por qué medio mundo se muere de hambre mientras la otra mitad es obesa? Con esta pregunta Luis de Sebastián pretende dar respuesta a la epidemia del hambre, que nadie niega que existe, pero también a otra epidemia en aumento que es la obesidad. El economista asegura que la nueva juventud de los países desarrollados tiene exceso de peso, fruto del consumo de comida rápida y barata. Mientras las multinacionales compiten por luchar contra las leyes de la naturaleza, produciendo alimentos congelados que no se pudren y perduran en el tiempo, y abaratando el precio de todos los productos, desde los pollos, hasta la carne de vaca, la juventud basa su dieta en estos manjares que, aparentemente sabrosos, llevan una desorbitada proporción de grasas baratas y azúcares.

Tu libro plantea dos grandes epidemias mundiales, el hambre y la obesidad, ¿cuál de las dos es más grave?

Es más urgente la de los hambrientos. Cuando empecé la investigación de este libro hace dos años, la FAO hablaba de 800 millones de hambrientos. Ahora, dos años después, hay mil millones de hambrientos.

Pensaba que estábamos luchando contra el hambre. Pero el encarecimiento de los precios de los alimentos es lo que ha provocado este aumento. La epidemia del hambre es más urgente, no sólo por el rápido aumento, sino también porque es algo que les cae encima sin ellos poder hacer nada y, además, lleva a la muerte muy rápidamente. La mortalidad infantil en los países subdesarrollados tiene mucho que ver con el hambre.

¿Qué hay de los obesos?

La obesidad también puede llevar a enfermedades coronarias. El gran problema de la obesidad es que está afectando a la juventud. La incidencia de la diabetes tipo 2, que normalmente se manifiesta a los 40 o 50 años, se está dando ahora en chicos y chicas de once, quince y veinte años.

¿En qué países es más grave?

En casi todos los países es un problema importante, pero sobretodo en Estados Unidos, Inglaterra y los Países Árabes.

¿Los Países Árabes?

El exceso de peso es señal de riqueza y poder. Además, hay más mujeres gordas que hombres porque estéticamente una mujer gorda es más atractiva.

¿Quiénes son los culpables de este desequilibrio que provoca la industria alimentaria?

El sistema tiene la culpa porque hace que los alimentos se hayan de comprar. La gente que come lo que produce, es decir, agricultura de subsistencia, se estima en sólo un 15 por ciento de la población mundial. Esto quiere decir que el resto de población ha de comprar alimentos para nutrirse. Muchos no tienen dinero y otros no tienen acceso a los mercados porque viven en pueblos aislados o el transporte es pésimo.

Es contradictorio que la mayor parte de los hambrientos viven en el campo, es decir, dónde se producen los alimentos. Eso indica dos cosas: que los mercados no llegan ahí y que no se ha invertido suficiente en la agricultura. Los países en desarrollo invierten más en las ciudades, en estadios de fútbol o en el edificio del Parlamento, que en regadíos, en caminos, en transporte, etc. El último informe del desarrollo del Banco Mundial manifiesta que no hemos invertido suficiente dinero para potencias la agricultura.

¿Ya no se hace agricultura de subsistencia en los países pobres?

Sí, pero mucha de la gente que vive en el campo no tienen tierras y trabajan las cosechas de otros. Algunos incluso emigran a las ciudades con el sueño de que encontrarán un mejor trabajo y acaban peor porque allá no hay frutos que puedan coger del árbol si tienen hambre.

Usted crítica la comida barata pero, ¿no es cierto que estos menús han permitido que mucha gente pobre tenga acceso a alimentos que antes se consideraban «de lujo», como es el pollo o la carne?

Efectivamente. Cuando yo era niño, y vengo de una familia de clase media, comíamos pollo en Navidad, como algo muy especial. Hoy el pollo lo come todo el mundo gracias a la revolución industrial en la producción. La gente ahora está mejor alimentada que hace unos años.

Pero sin embargo esta demasiado gorda…

La comida barata te proporciona lo sustancial para que te quedes con sensación de plenitud pero está hecha de grasas baratas, azúcares, y productos de poca calidad. Este tipo de comida suele ser consumida por la gente con pocos recursos. Entre la población pobre hay más gordos que entre la población rica.

Antes solía ser al revés…

En Estados Unidos han hecho un estudio con los food stamps que son los vales que el gobierno regala a la gente pobre para que pueda comer. El estudio demuestra que con esos bonos compran comida muy rica en grasas, en azúcares, pero muy poco saludable. O sea, satisfacen al cuerpo, dan sensación de lleno, pero luego se engordan.

La crisis, además de adelgazar el poder adquisitivo, ¿ayudará a adelgazar a las personas?

Al revés. La crisis hará que haya más hambrientos y más gordos. Los pobres de los países ricos comerán más comida basura y los pobres de los países pobres comerán menos.

Yo pensaba que la crisis reduciría el consumo.

En la alimentación es diferente porque los precios de los productos caen y las multinacionales compiten haciendo ofertas que siguen tentando al consumidor (el famoso dos por uno). El problema es que este sistema nos tiene agarrados por el consumo y la producción. Si consumimos menos, producimos menos, y aumenta el desempleo.

¿Está usted a favor o en contra de los polémicos transgénicos?

Tengo una postura jesuítica.

(risas) No estoy, en principio, en contra de los transgénicos. Estoy en contra de que los transgénicos se vendan en un régimen de patentes que tiene dos consecuencias muy graves. La primera, que le damos el poder sobre toda la alimentación mundial a cinco o seis grandes empresas. Que empresas como Monsanto o Bayer decidan lo que comemos nosotros es intolerable. Darle el poder de los alimentos mundiales a media docena de empresas es una aberración enorme.

Entonces usted está en contra totalmente.

No de todo. Estaría a favor si los transgénicos los investigaran organizaciones, universidades o empresas del sector público y que repartieran gratis el producto o lo vendieran muy barato para que los pobres lo pudieran comprar.

¿La segunda objeción en contra de los transgénicos?

Que matan la biodiversidad. En la india, por ejemplo, existen 300 clases de arroz. La gente los conoce bien, los sabe cultivar y cada uno tiene un sabor particular. Los transgénicos son tres o cuatro especies de arroz con lo que al cabo de unos años el resto de variedades desaparece. Esto supone un atentado muy grande contra la biodiversidad.

En esta gran industria de la alimentación que, al parecer, no funciona, ¿que soluciones se atreve a dar?

Los gobiernos deben centrar sus esfuerzos económicos en desarrollar bien los mercados de alimentos, invertir en la mejora de las tierras., procurar regadíos baratos, poner a disposición de los agricultores semillas de buena calidad. Un problema tremendo en África es que no existen centros de acopio donde poder almacenar los productos.

Explíqueme.

Supón un campesino que tiene una buena cosecha que le sirve para él y para más gente. No puede conservar su cosecha porque, además del calor y la humedad que no ayudan a que estos productos perduren sin pudrirse, no existe ningún almacén para esta cosecha restante. El mercado está lejísimos y el campesino no tiene medios de transporte. La agricultura está muy mal organizada en los países pobres. Hay que invertir masivamente en el campo y olvidar el resto de chorradas.

En su libro muestra a África subsahariana como el gran hambriento, ¿qué cree que ha fallado para que estén como están hoy en día?

Siempre hablo del doble descarrilamiento de África. En el siglo catorce, cuando empieza la Edad Moderna, África llevaba un camino hacia la modernidad como el resto de países. La población tenía industrial textil, sabían construir, tenían cerámica, sabían escribir por la influencia árabe. En ese proceso hacia la modernidad el tren descarriló dos veces. La primera fue la esclavitud, tanto la atlántica llevada a cabo por los europeos, como la índica por los árabes. Entre los dos sacaron de África en unos cien años 30 millones de personas. Hombres y mujeres jóvenes…

Y los más fuertes…

Los que sobrevivieron del transporte y del cautiverio era la población más fuerte y apta. 30 millones son los que sobrevivieron, no los que no llegaron que muchos debieron morir durante el traslado. Aquello fue un impacto demográfico y social, y alteró la economía ya que los africanos con espíritu mercantil se dedicó a vender esclavos a los blancos. Los campesinos tuvieron que abandonar el campo para refugiarse en la selva.

¿Y el segundo descarrilamiento?

La ocupación europea. El reparto de África entre los países europeos trastocó políticamente al continente ya que se crearon nuevas entidades políticas. El caso más típico es Nigeria: un popurrí de pueblos, religiones, razas, muy diferentes entre ellos y que los ingleses los juntaron de repente. Nigeria tiene mucho petróleo, metales pero es un país muy pobre y conflictivo. Los europeos sólo estuvieron 80 años pero en ese tiempo no fomentaron nada el surgimiento de líderes políticos, intelectuales, profesionales, y cuando se independizaron los países no tenían gente preparada para asumir el país. Fue una ocupación muy rápida y muy destructiva. Y luego la lección mal aprendida que dejaron los colonos: para gobernar hay que tener armas, hay que tener dinero y no tener escrúpulos.