Un aviso de tiempos más difíciles La tormenta de las hipotecas «subprime» norteamericanas, parece que ha abierto la Caja de Pandora económica. El reputado profesor de economía norteamericano, Paul Samuelson, al ser preguntado acerca de qué iba a pasar en los próximos años en Estados Unidos tras la crisis hipotecaria desatada, afirmaba que «mi única […]
Un aviso de tiempos más difíciles
La tormenta de las hipotecas «subprime» norteamericanas, parece que ha abierto la Caja de Pandora económica. El reputado profesor de economía norteamericano, Paul Samuelson, al ser preguntado acerca de qué iba a pasar en los próximos años en Estados Unidos tras la crisis hipotecaria desatada, afirmaba que «mi única respuesta es: nadie puede saberlo con seguridad»1. La crisis de las «subprime» ha repercutido en todo el planeta, induciendo a que todos los organismos internacionales revisen a la baja las perspectivas de crecimiento.
Unos meses antes, en diciembre de 2006, el BBVA afirmaba que en 2007 seguiría la «edad dorada» de las bolsas mundiales2. ¿Qué ha pasado? El informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2007 publicado en abril de este año, antes del estallido de las «suprime», aunque pronosticaba un crecimiento económico mundial del 4,9% para este año y el que viene -en 2006 fue de un 5,4%-, ya mostraba una gran preocupación: «Los riesgos para este panorama parecen menos peligrosos que en septiembre (…), pero todavía se inclinan hacia el lado negativo. Entre los factores de incertidumbre, cabe mencionar la posibilidad de que la desaceleración estadounidense se agudice si los problemas del sector de la vivienda siguen empeorando, el riesgo de que los inversionistas abandonen los activos riesgosos si se recrudece la volatilidad históricamente baja de los mercados financieros, y los riesgos de que se reaviven las presiones inflacionarias si las brechas del producto continúan cerrándose -sobre todo, si el precio del petróleo vuelve a experimentar un fuerte aumento -y de que se produzca -eventualidad poco probable pero muy costosa- una corrección desordenada de los profundos desequilibrios mundiales». Usando ese lenguaje críptico desde entonces los riesgos se han «inclinado» más hacia el lado negativo.
La situación norteamericana
Ahora todos hemos oído hablar de las hipotecas «suprime» norteamericanas. En pleno fragor del auge inmobiliario se generó un nuevo negocio que consistía en prestar a las familias más humildes, las que quedaban por debajo de la puntuación «óptima» que establecían los bancos, a cambio de un mayor interés. A su vez, la entidad acreedora transformaba las hipotecas en títulos que ponía a la venta en los mercados financieros, con un alto rendimiento que compensase riesgo. Y realmente eran muy rentables. Esta pirámide financiera funcionaba mientras los precios de la vivienda siguieran subiendo pues, en teoría, el hipotecado siempre podría vender el piso por más de lo que le costó y pagar el préstamo.
El problema se ha presentado con el final del ciclo alcista de la vivienda. La subida de los tipos de interés ha contribuido a precipitar el fin del alza inmobiliaria, pues en pocos años han pasado de poco más de un 2% a superar el 5%. Sin embargo, la subida de los tipos no es tanto la razón del fin del alza inmobiliario como su consecuencia. La demanda de dinero que generaba el auge -pedías un crédito para comprar una vivienda que en un años había revalorizado sustancialmente su valor-, inevitablemente tiraba de los tipos hacia arriba. La baratura del dinero propició el alza especulativa al principio, pero los precios de las viviendas no podían subir indefinidamente ya que tarde o temprano chocarían con el límite de la demanda. Las «subprime» han sido una baza para terminar de exprimir el negocio hipotecario, dando la opción de endeudarse a los sectores más humildes de la clase obrera norteamericana. Por cierto, el Partido Demócrata ha denunciado que en gran medida esto fue posible por el abandono que hizo la Administración Bush de los programas de vivienda pública, que empujaron a muchas familias a los brazos de los especuladores. Las mismas que hoy están siendo desahuciadas de sus hogares por impago.
La economía norteamericana ya perdió fuelle durante 2006, reduciendo su tasa de crecimiento. La inversión residencial disminuyó «un 19% en el segundo semestre del año y las adquisiciones de equipos y software para empresas bajaron hacia finales de año. El sector manufacturero también se mostró débil, sobre todo en el sector de automoción y los sectores vinculados a la construcción, en los cuales se contrajo la demanda y aumentaron las existencias», según el FMI. «La revisión a la baja de la proyección de crecimiento durante 2007 es producto en gran medida del empeoramiento de las perspectivas de inversión residencial. Como la cantidad de viviendas nuevas en venta no era tan alta desde hace más de 15 años y las empresas constructoras buscan reducir las existencias, la edificación de hogares está disminuyendo más drásticamente de lo previsto». En otras palabras, hay sobreproducción en la construcción (y en otros sectores). Hay más capacidad productiva y existencias que demanda solvente.
En consecuencia, en el segundo trimestre de 2007 los precios de los inmuebles estadounidenses han bajado un 3,2% en términos interanuales (en relación al mismo trimestre del pasado año), la mayor de los últimos 20 años, cifra que ha sido mucho mayor en las principales zonas metropolitanas, como la de Detroit que ha experimentado un descenso del 11%3. Ante esos datos, los propietarios de títulos de hipotecas «subprime» han corrido a venderlos estimulando el mal que buscaban evitar, su desvalorización, pues muchos quieren deshacerse de ellos y nadie desea comprarlos. De repente, se han «esfumado» miles de millones de euros, poniendo en evidencia que se trataba de «capital ficticio». Eso ha llevado a una situación de quiebra a varias entidades financieras norteamericanas y algunas europeas, y aún está por saber cuántos de estos títulos «basura» hay en el sistema bancario internacional. Estados Unidos es la principal potencia financiera internacional y sus problemas inevitablemente repercuten en todo el planeta. Los expertos reconocen que «no se sabe hasta dónde llega y quién tiene el papel con exposición a este segmento», -dice David Burns, director general de Schroders en España- y que «es un riesgo potencialmente importante y es imposible predecir sus consecuencias», -Alberto Roldán, director de análisis de InverSeguros-4.
La especulación
Actualmente, los activos del sistema financiero planetario triplican el Producto mundial anual. La actividad especulativa -la compraventa de acciones, títulos, divisas… con el objetivo de venderlas más altas para obtener una ganancia- supera ampliamente el intercambio comercial de productos manufacturados. Por muy alejada que pueda estar de la economía «real», su actuación acaba repercutiendo en ella. Sin ir más lejos, uno de los factores que explica el alza del precio del trigo es la retención especulativa del mismo que prevé subidas a causa de las sequías -muy relacionadas con el cambio climático-, la demanda de «biocombustibles», etcétera.
El dominio del capital financiero sobre el conjunto de la economía, es algo que ya señalaba Lenin a principios del siglo XX. Hoy ha ido todavía más lejos. La riqueza acumulada en manos de los grandes bancos y multinacionales es tal que les permite llevar la especulación hasta su enésima potencia. Para las grandes empresas se ha convertido en una forma de financiación extra de mucha importancia. Si una gran corporación necesita dinero para una fusión o para ampliar sus inversiones, recurre a una emisión de acciones u obligaciones que, hasta ahora, le brindaban dinero rápido y abundante. A ello ha contribuido decisivamente la política de planes de pensiones privados que ha puesto más dinero en manos del sector financiero. Hemos vivido una especie de «keynesianismo especulativo» durante la última década que ha dejado los cimientos económicos de la sociedad empapados de «capital ficticio».
Todo este entramado funciona mientras la dinámica de los precios de los títulos es al alza, la economía parece «sana» porque las cuentas cuadran, los problemas empiezan cuando la tendencia se invierte. Tras el auge de las grandes empresas informáticas de finales de los años 90 vino la crisis de las punto.com. Muchas de las empresas que entonces alcanzaron valores estratosféricos -en España se puede recordar el caso de Terra-, hoy cotizan sus acciones a precios 80, 90 o 100 veces inferiores. En aquella ocasión tomaron el relevo las grandes constructoras y empresas inmobiliarias, al calor del auge de la vivienda, un sector extraordinariamente propicio para la especulación sobre la base de una necesidad vital para las personas. En nuestro país tenemos ejemplos recientes como Astroc… El constante aumento del valor del suelo y de las viviendas, suponía una fuente de creación de «nueva riqueza», a condición de que siempre subiera. Pero eso nunca dura indefinidamente y el mismo «efecto riqueza», que en la etapa de ascenso da un impulso extra al auge, cuando empieza el declive se transforma en un «efecto pobreza» pues el afán por vender antes de que bajen más los precios precipita su caída.
La crisis es la forma «natural» que el sistema tiene de corregir sus «excesos». Si la producción de vivienda ha superado la demanda efectiva -lo que no quiere decir que ya estén resueltas las necesidades de vivienda, todo lo contrario-, una crisis reducirá la afluencia de capital hacia ese sector que será mucho menos rentable. El problema es que todos temen las consecuencias de esa situación -que a corto plazo perjudica también a las grandes empresas, que pierden dinero- y sus consecuencias sociales, y tratan de paliarla. Por eso los bancos centrales están «inyectando» dinero en Estados Unidos, la UE y Japón a fin de evitar una «crisis de liquidez», es decir, que haya menos dinero disponible del que se demanda en forma de créditos. ¿Por qué sucede esto? Pues porque las entidades financieras privadas ponen más obstáculos para prestar dinero elevando los tipos de interés y las condiciones de los préstamos -incluidas a otras entidades financieras-, pues quieren evitar riesgos y mantener el nivel más alto posible de liquidez para hacer frente a posibles pérdidas y retiradas de fondos de sus clientes. A fin de paliar esa situación, generada por la especulación desatada por esas mismas entidades financieras, los bancos centrales han prestado grandes cantidades de dinero a los bancos. En Gran Bretaña han ido más lejos, garantizando el Banco de Inglaterra los depósitos del Banco Hipotecario Northern Rock. Al final, el Estado tiene que salir en la defensa del capital cuando la situación se pone fea, recordándonos su carácter de clase y quién tiene el poder efectivo en la sociedad.
Si mantienen o elevan los tipos de interés -que históricamente era lo normal en épocas de crisis- pueden precipitar una recesión, y si los reducen quizás puedan atenuar sus consecuencias pero a costa de preparar situaciones peores más adelante -pues seguirían alimentando la bola especulativa y preparando más inflación, subidas de los precios, para los próximos años-. En realidad, tienen que elegir entre la deflación y la inflación. La primera era la forma «tradicional» de todas las crisis: caídas de precios, retracción de la inversión, reducción de la capacidad productiva y, más adelante, recuperación y vuelta a empezar el ciclo. La segunda se produjo en los años 60 y 70, que era tirar de la «máquina de hacer dinero» -potestad del Estado- que a lo que conducía a la devaluación del valor de la moneda (el reverso de la inflación). En esos años se comprobó que esa vía tampoco era la solución. Puede atrasar el problema, pero no resolverlo.
El entramado económico
El riesgo de una crisis de carácter internacional es real, lo difícil es prever su magnitud. La red de relaciones económicas y financieras mundiales es tan tupida e intrincada, como delicada. Estados Unidos es el mayor importador mundial -y el segundo exportador-, siendo uno de los principales mercados para China y Japón, igual que estos dos países son el 4º y 3º mercado para las exportaciones norteamericanas, en un claro ejemplo de la interrelación económica mundial. Su enorme superávit comercial supone que las dos potencias asiáticas sean las que acumulan mayor número de dólares y divisas extranjeras. Ambos invierten esos dólares en bonos del Tesoro norteamericanos, de forma que contribuyen a compensar el déficit comercial estadounidense y a sostener relativamente alto el dólar, lo que permite mantener sus exportaciones. Como vemos se trata de un delicado equilibrio en el que todos están interesados. De hecho, hace unos pocos años los tipos de interés en Estados Unidos estaban sustancialmente más bajos y no hubo una huída de capitales de China y Japón, precisamente porque ellos eran los primeros perjudicados si se rompía ese particular «equilibrio» financiero. Si el dólar se desploma -eso sucedería si Japón o China empiezan a deshacerse masivamente de sus dólares para sustituirlos por euros, por ejemplo-, Estados Unidos vería como sus exportaciones se abaratan y le resultan más caras sus importaciones, corrigiendo su déficit comercial. Pero la otra cara de la moneda sería la huída de inmensas cantidades de capital y el debilitamiento del dólar como moneda de referencia mundial. Por ejemplo actualmente las compras de petróleo es obligatorio pagarlas en dólares lo que da una ventaja a la burguesía norteamericana. Si los países productores de crudo en lugar del dólar usaran el euro como moneda de referencia, a las empresas y consumidores norteamericanos les saldría mucho más caro tener que comprar euros con un dólar devaluado para importar la gran cantidad de petróleo que necesitan. Y la devaluación tendría un efecto «boomerang», pues la caída del dólar provocaría una crisis en China y Japón, que verían comos sus exportaciones a Estados Unidos sufrían una caída, y, como efecto colateral, conforme vendieran dólares también ellos se verían perjudicados por la caída del valor de sus reservas.
La realidad es que el proceso de «corrección de los desequilibrios» -cuya resolución «desordenada» tanto preocupa al FMI- ya se está produciendo. El dólar lleva tiempo devaluándose en relación con las otras monedas, encontrándose en mínimos históricos -recientemente el euro ha superado el 1,41 dólares-, lo que implica que las exportaciones están creciendo más que las importaciones y el déficit comercial se está reduciendo. Pero también está reduciéndose el peso del dólar como divisa de reserva mundial, suponiendo el 64% del total mundial el mínimo en 8 años5. Tanto las autoridades chinas como las niponas han manifestado su intención de diversificar más sus divisas, para reducir su dependencia del dólar. De hecho, Europa es ya el principal socio comercial de China, por delante de Estados Unidos. Un dato significativo es que un 40% de las reservas de Rusia, un importante productor de petróleo y gas, ya están denominadas en euros. Como resultado de la competencia económica estamos viendo como las tensiones entre las grandes potencias van creciendo, tratando todos de asegurarse esferas de influencia, mercados y fuentes de materias primas. En ese escenario China o Rusia ocupan su lugar en la pelea por el nuevo reparto del mundo. Diversos países han tomado medidas para impedir que multinacionales chinas compraran empresas nacionales, mostrando síntomas claros de que la burguesía al final está dispuesta a parapetarse detrás de su Estado nacional para defender sus intereses.
El entramado financiero que se ha desarrollado al calor del crecimiento económico mundial de estas dos últimas décadas empieza a mostrar síntomas de crisis. Por si sólo se convierte en un factor de enorme inestabilidad económica mundial, pero más todavía si el auge de la economía real empieza a debilitarse y se recrudece la lucha por el pastel de la riqueza mundial.
¿Quién pagará el pato?
Por el momento, las tasas de ganancia de las grandes empresas siguen siendo altas en todos los países desarrollados, máxime con un movimiento obrero apagado y una izquierda política desarmada ideológicamente, y el sistema conserva enormes capas de grasa acumuladas durante años de sobreexplotación de los trabajadores a escala planetaria. De lo que no cabe duda es que el panorama para los próximos años será mucho más difícil para la clase obrera, pues si el auge económico se ha fundado en una intensificación de su explotación que la ha reducido su participación en la renta nacional, una nueva etapa con menores tasas de crecimiento y con crisis más profundas, llevará a la burguesía a intensificar esa explotación para mantener sus tasas de ganancia. La crisis, o la misma amenaza de ella, servirá para justificar la amarga «medicina». Los trabajadores -y los pequeños empresarios-, pagarán los platos rotos de los años de «vino y rosas» de la patronal. Basta echar un vistazo a las posibles soluciones que apuntaba el FMI en abril para ver qué se nos viene encima: Se recomienda a los países desarrollados «profundizar la reforma fiscal de base y frenar el aumento del gasto a medida que envejezca la población, sobre todo en el ámbito de las pensiones y la atención de la salud, además de evitar la erosión de la base tributaria». «La reforma de los sistemas de pensiones podría prolongar la duración de la vida laboral y afianzar la viabilidad fiscal; al mismo tiempo se podrían reajustar las redes de protección social para que los trabajadores pudieran adaptarse con más facilidad a la globalización de los mercados sin que ello implique obstruir el proceso de cambio. No resulta nunca fácil reunir respaldo para este tipo de reforma debido a las consecuencias distributivas, pero la época de crecimiento sostenido que se está viviendo actualmente representa una oportunidad ideal».
«Las economías avanzadas, por su parte, también deben poner más empeño en impulsar las reformas de mercado que contribuirían a acelerar el crecimiento potencial (…) En otras ediciones de este informe se hizo énfasis en el margen del que disponen la zona del euro y Japón para concretar reformas estructurales que promuevan la productividad, sobre todo en el sector financiero y el de los servicios. Se ha conseguido avanzar en esa dirección, por ejemplo en la Unión Europea a través de la revisión de la Directiva de Servicios y del Plan de Acción de Servicios Financieros, y en Japón mediante iniciativas encaminadas a flexibilizar la fuerza laboral y recortar el papel del Estado en el sector financiero…».
«Estados Unidos también tiene margen para mejorar la flexibilidad de la economía; por ejemplo, podría promover la movilidad de la fuerza laboral reduciendo los estrechos vínculos entre empleo y cobertura médica, y mejorar la eficiencia a nivel más general en el sector de la atención de la salud.
«El déficit del gobierno federal retrocedió a 1,9% del PIB en el ejercicio 2006, en gran medida gracias al voluminoso caudal de ingresos, y los datos iniciales del ejercicio 2007 hacen pensar que la solidez fiscal continúa. A mediano plazo, el Presidente declaró que el presupuesto para el ejercicio 2008 estará pensado con el fin de equilibrar el presupuesto federal para el ejercicio 2012. Concretamente, será difícil lograr el ajuste deseado limitándose a moderar más el gasto, porque las proyecciones presupuestarias actuales ya contemplan una compresión sin precedentes del gasto discrecional fuera del ámbito de la defensa. Por ende, no se puede descartar la ejecución de medidas que afecten al ingreso. Habrá que respaldar el saneamiento de las finanzas públicas mediante reformas que sustenten a largo plazo el régimen de seguridad social y los sistemas de atención de la salud para la tercera edad y la población de bajos ingresos. La propuesta del gobierno de aplicar criterios de necesidad a los beneficiarios de las prestaciones para la tercera edad podría disminuir sensiblemente los costos con el correr del tiempo, aunque probablemente también sea necesario lanzar reformas más amplias para frenar el avance de los costos de la atención de la salud».
«Existen otras medidas que podrían mejorar los incentivos de ahorro de los hogares, como por ejemplo tributar menos el ingreso y más el consumo, y dar a conocer con más transparencia los déficits que podría sufrir el sistema de Seguridad Social».
«De acuerdo con un análisis multinacional reciente de la OCDE, los factores que más han desalentado la utilización de la mano de obra en Europa occidental son las elevadas cuñas impositivas entre los costos de empleo y el sueldo neto, y la generosidad del seguro de desempleo (véase Bassanini y Duval, 2006)».
* Miembro del Consejo Político de IU/Madrid-ciudad
Fuentes
1.- Suplemento de Negocios de El País, 16 de septiembre de 2007.
2.- Informe estratégico de 2007 del BBVA
3.- www.elpais.es del 29-08-2007.
4.- Publicado en www.expansion.es el 12/08/2007, por M. Martínez.
5.- ¿Anticipa el dólar una recesión en EEUU? S. McCoy del 12/07/2007, publicado en www.cotizalia.com Además, se ha utilizado el Informe del Fondo Monetario Internacional Perspectivas de la economía mundial de abril de 2007 (http://www.imf.org/external/spanish/index.htm)