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Bomba laboral

La crisis mundial se recalienta con la desocupación

Fuentes: IAR Noticias

La información viene cruzada: Salida débil de la recesión (con potencias que siguen desaceleradas), mercados financieros volátiles (vuelta a la desconfianza del sube y baja), contracción del crédito internacional orientado a la producción, consumo social sin recuperación, bajas de recaudación y subas siderales del déficit, desempleo masivo (y recortes salariales) en ascenso en las diez primeras potencias económicas mundiales. La bomba laboral (emergente de la crisis social con desocupación) ya asoma como el desenlace más lógico de este proceso.

Los expertos en general coinciden: El crecimiento débil (como producto de los estímulos financieros estatales) no alcanza para recuperar el consumo y restaurar el empleo.

Es más, influyentes medios del sionismo financiero como The Wall Street Journal y The Financial Times hablan de una «recaída» económica a escala global una vez que se disipen los efectos de los rescates estatales con dinero de los impuestos (pagados por toda la sociedad), que generan como contrapartida una suba sideral de déficit fiscal en EEUU y en las potencias centrales.

Empresas centralizadoras de la actividad económica mundial privilegian la rentabilidad (achicar costos despidiendo personal) y los grandes bancos no utilizan los fondos de ayuda estatal para estimular el crédito, sino para especular en los mercados financieros.

De acuerdo con los especialistas, el  nuevo crecimiento no garantiza que se detenga la crisis social, ya que las empresas no toman personal ni aumentan su producción luego de una crisis, hasta estar seguros de la revitalización del proceso de crecimiento.

Las bolsas mundiales, por su lado, generaron un «microclima» de especulación financiera con los fondos de rescate estatal («burbuja» en la crisis) que  llevó nuevamente al Dow Jones a superar la barrera de los 9.000 puntos, pero, frente a los números en rojo de los déficit, el consumo y el desempleo, han retomado su dinámica de toma de «ganancias rápidas», creando volatilidad y desconfianza generalizada.

La nueva escalada de especulación financiera con el petróleo y las materias propias, a su vez, amenaza con un proceso inflacionario que puede potenciar la crisis social acelerando la desocupación y achicando a niveles inéditos el consumo de las mayorías.

Los pronósticos oficiales son contradictorios:  El FMI  estimó el martes que la economía mundial crecerá a una tasa levemente inferior al 3% en 2010, cifra que supera la estimación del 2,5% emitida por el FMI en julio, según el economista Jorg Decressin.  El funcionario del FMI dijo que, en algún momento, la demanda privada (el consumo) tendrá que reemplazar el impulso que recibe la economía mundial de la expansión monetaria y fiscal (los rescates estatales), pero no la dio por segura.

Pero el análisis por separado de las diez primeras economías mundiales dice otra cosa: En EEUU y la Unión Europea (más de la mitad de la economía mundial) la desocupación en masa y el descenso de los niveles  del consumo marcan la dinámica económica.

Datos oficiales revelados el martes indican que en Europa (un cuarto del PBI mundial) ya se verifican con toda crudeza las consecuencias sociales de la crisis.  En la zona de la comunidad que utiliza el euro -como moneda común e integrada por 16 países- la desocupación ha llegado casi a las 22 millones de personas.

Hace diez años que la tasa de desempleo no llegaba tan alto, el 9,5%, con España encabezando la lista de los más castigados con un 18,5%. En España ya hay un millón de desocupados que agotaron el seguro de desempleo y este drama se extiende por toda Europa, principalmente por los ex  países soviéticos del Este.

El récord de tasa de desempleo tiene como primer efecto negativo la disminución de la confianza de los consumidores y del gasto de las familias, retroalimentado los despidos que las empresas realizan para mantener la rentabilidad vendiendo menos.

Hasta ahora, en la Unión Europea sólo los dos países más pujantes, Francia y Alemania, han crecido levemente un 0,3% en el último trimestre, mientras el resto, España, Italia, Gran Bretaña e Irlanda y los otros países, incluidos los del Este, de la comunidad de 27 naciones de la Unión (cuya población roza los 500 millones de habitantes) siguen con sus economías estancadas y padeciendo desocupación en masa.

Guilles Moec, economista del Deutsche Bank, incluso augura que Francia y Alemania pueden volver a experimentar aumentos de la desocupación «porque los estímulos del gasto público comienzan a expirar».

Según el Fondo Monetario Internacional, durante el segundo trimestre de 2009, 22 economías de Europa, Asia y Norteamérica registran cifras rojas en el comportamiento del Producto Bruto Interno (PBI), promediando entre -3,4% y -6,4%, como consecuencia de la criisis recesiva global.

Varias de las potencias mundiales, como Estados Unidos, Japón y países del Reino Unido y la Eurozona, entraron en recesión desde el año pasado, es decir, han sufrido una caída de su actividad económica durante un periodo de al menos tres trimestres.

Más grave aún es la situación de los cuatro estados que componen el Reino Unido -Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales-, a los que debe agregarse el Japón (la segunda economía mundial con un PBI de US$ 4.923.761), ya que sus economías mostraron contracciones de -5,6% y -6,4%, respectivamente, pese a tratarse de países con notables desarrollos tecnológicos e industriales.

Desde que estallara el colapso bancario y bursátil en septiembre de 2008, el sistema nunca pudo recuperarse, y finalmente la crisis de la «economía de papel» terminó impactando en la «economía real», primero en las metrópolis imperiales de EEUU y Europa, extendiéndose luego por toda la periferia «subdesarrollada» y «emergente» de Asia, África y América Latina.

 
Nuevos datos publicados sobre las economías de América Latina indican que, si bien se verifican algunas señales débiles y parciales de recuperación, la contracción general continúa motorizada por la caída del comercio exterior, la baja del consumo y la escalada del desempleo y de los recortes salariales (crisis social) que retroalimentan el proceso recesivo (crisis estructural) e impiden una recuperación plena de las variables económicas.

Según datos difundidos la semana pasada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el comercio de América Latina y el Caribe sufre un bajón sin precedentes y este año sus exportaciones e importaciones registrarán una caída récord del 13 %.

También se prevé que la inversión extranjera en América Latina y el Caribe se reduzca en hasta 45% durante 2009 debido principalmente a la desaceleración del sector manufacturero.

Simultáneamente, la economía de la primera potencia imperial, EEUU (casi un cuarto del PBI mundial) colapsa en todas sus variables, y los sectores más desprotegidos ya sufren los «ajustes» mientras una crisis social, todavía de efectos imprevisibles, asoma de la mano de los despidos masivos.

Canadá y México, ubicados simultáneamente en el puesto nueve y trece de la economía mundial, sufren una contracción sin precedentes de sus procesos económicos.

La economía canadiense se desaceleró más de lo previsto en el segundo trimestre, y su PBI se contrajo a una tasa anualizada de 3,4%, tras una lectura revisada de una caída de 6,1% en los tres primeros meses del año, más pronunciada que la estimación original de una baja de 5,7% y que el 3,7% del cuarto trimestre de 2008, informó el lunes la agencia de estadísticas canadiense.

El presidente de México, Felipe Calderón, entregó el martes al Congreso un informe según el cual la economía del país enfrenta su peor recesión en más de una década y analistas privados pronostican que concluirá el año con una contracción del 7,2%.

El Banco Central informó el martes  que las remesas de los mexicanos en el exterior -la segunda fuente de ingresos detrás de la exportación de crudo- cayeron 12,5% en los primeros 7 meses del año, en un entorno de fuerte crisis global.

Como se puede apreciar, los datos de la economía real empalidecen los borrosos pronósticos de «crecimiento débil» que los gobiernos y las instituciones oficiales vienen derramando con la finalidad de mantener a las expectativas de una salida de la crisis que nadie visualiza con claridad.

La bomba laboral

De una forma brutal el sistema capitalista (Estado y empresas privadas) descarga el costo del colapso recesivo económico (la crisis) sobre el sector asalariado (fuerza laboral masiva) y la masa más desprotegida y mayoritaria de la sociedad (población pobre con limitados recursos de supervivencia), por medio de los despidos laborales y la reducción del gasto social («ajustes»), que incrementan los niveles sociales de precariedad económica y de exclusión masiva del mercado laboral.

Según la OIT, el impacto social de la crisis global no se atenúa y una de sus mayores consecuencias, el desempleo, ya bate varios récords en diferentes países y dispara los cálculos oficiales sobre las cifras que puede alcanzar.

Recientes análisis de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indican que la recesión terminó con medio millón de puestos de trabajos en los últimos dos meses. En el sector financiero, los despidos rondan ya los 155.000 y en el resto supera los 360.000.

De acuerdo con las proyecciones de la OIT, la desocupación  anual se ubicará dentro del 6.7% al 7.1% a finales de 2009, frente al 6 por ciento registrado el año pasado.

Dentro de esas estimaciones, el número de afectados podría llegar a los 52 millones de personas, mientras un centenar de países enfrentan posibilidades de inestabilidad social y de ingobernabilidad política.

La OIT estima que, incluso con un proceso débil de recuperación económica mundial, las tasas de empleo se mantendrán a la baja, tanto en los países centrales como en los emergentes o subdesarrollados.

Los efectos del aumento del desempleo se reflejan en la quiebra de empresas, despidos y reducción de jornada laboral, según consignan las estadísticas oficiales.

En general, los especialistas coinciden en que el costo de los rescates de empresas y bancos  (que pagará la población a través de los impuestos) potencia el proceso de crisis estructural con desocupación por el que atraviesa la economía estadounidense.

En EEUU, la mayoría de los analistas proyectan un agravamiento de la presión fiscal (suba de impuestos) y un recorte de planes y beneficios sociales como el emergente más inmediato del mega-salvataje estatal a la banca imperial iniciada por Bush y continuada por Obama.

Lo que incidirá en una mayor suba de precios y recorte del consumo (ya desatados), que se sumarán a los estragos de la crisis crediticia para potenciar el proceso inflacionario-recesivo en que se encuentra la economía de la primera potencia imperial del planeta.

La primer ley histórica del capitalismo es la preservación de la rentabilidad (base de la concentración de riqueza en pocas manos), aún durante las crisis.

De manera tal que, cuando estallan las crisis de «sobreproducción» (por recesión y achicamiento de demanda) el sistema aplica su clásica fórmula  para preservar la rentabilidad vendiendo y produciendo menos: Achicamiento de costos.

 
En esa receta de «achicar costos» sobresalen claramente, en primera línea, los laborales (de las empresas) y los sociales (del Estado) para compensar la falta de ventas y de recaudación fiscal.

En consecuencia (y como ya está probado históricamente): Las empresas mantienen sus rentabilidades, sube la recesión, sube la desocupación, cae el consumo, y se expande la pobreza y la exclusión social.

Hay una estimación -alimentada por números oficiales- que expresa que la presente crisis recesiva global va a arrojar (como consecuencia de los despidos y del achicamiento del consumo) a más de 1000 millones de personas a la pobreza y a la marginalidad.

Los analistas y periodistas del sistema se preocupan  por  las pérdidas empresariales y por los efectos de la crisis en los países centrales, obviando que la crisis más aguda del consumo y de la desocupación, tanto en EEUU como en Europa, la sufren los empleados y obreros de baja calificación que están conformando un peligroso bolsón masivo de protestas y conflictos sociales.

El actual proceso económico recesivo prueba nuevamente que durante las crisis los consorcios directrices del sistema capitalista descargan ( y trasladan) sus «pérdidas» al conjunto de la sociedad mientras concentran ganancias privadas dentro de un nuevo ciclo económico.

Las masas asalariadas (la fuerza laboral mayoritaria) y los sectores más desposeídos de la sociedad (los pobres estructurales) pagan el grueso de la crisis capitalista por medio de los ajustes sociales, despidos, suspensiones, reducción de salarios, supresión de beneficios sociales, abolición de indemnización por despidos, reducción de aportes patronales, etc.

En este escenario, hay un «costo laboral» y un «costo social» de la crisis capitalista que pagan los asalariados y las mayorías más desposeídas.

Alimentado por el déficit, el achique del consumo popular y la reducción del gasto social por parte del Estado, se configura el nuevo cuadro que los expertos ya denominan: La bomba laboral.

Una amenaza concreta y matemática a la estabilidad económica y la gobernabilidad del sistema capitalista, a corto plazo.