Quizás uno de los autores contemporáneos que más se ha acercado a delinear los contornos del complejo proceso que empezó a desarrollarse en Venezuela a partir de la llegada de Hugo Chávez al poder, haya sido Ernesto Laclau (1935 -2014) con su razón populista (i). Éste, no utiliza aquella acepción peyorativa común entre las ciencias […]
Quizás uno de los autores contemporáneos que más se ha acercado a delinear los contornos del complejo proceso que empezó a desarrollarse en Venezuela a partir de la llegada de Hugo Chávez al poder, haya sido Ernesto Laclau (1935 -2014) con su razón populista (i). Éste, no utiliza aquella acepción peyorativa común entre las ciencias sociales, más bien, intenta elaborar una definición que absorba el conjunto heterogéneo de procesos políticos categorizados como tales, superando sus características espaciales y temporales específicas.
En términos generales, los populismos pueden identificarse por la existencia de: a) una movilización equivalencial de masas (ii); la constitución de un pueblo (iii); símbolos ideológicos alrededor de los cuales se articule la identidad en cuestión (iv); y por último, la centralidad del líder como componente aglutinador (v). Resultando evidente que cada uno de ellos está presente en el fenómeno político desencadenado a partir de 1998.
Ahora bien, ¿Qué relación guarda dicha premisa con los posibles resultados de las elecciones parlamentarias? Según un estudio presentado por la encuestadora Consultores 21 para octubre del año en curso, apenas el 60,4% de la población electoral está convencida de ir a votar el 6D. En una dirección similar, pero menos optimista, la encuesta realizada por Venebarómetro durante el mismo mes refleja que la intención de voto oscilara alrededor del 49,9% de la población electoral.
Sin embargo, no es ningún secreto que en un país marcadamente presidencialista como Venezuela las elecciones parlamentarios son vividas con menor intensidad que aquellas destinadas a elegir al Jefe de Estado, pero pareciera persistir un sentimiento de desencanto democrático generalizado en la medida en que la brecha entre representantes y representados se extiende.
Todo ello, pone sobre la mesa un escenario bastante complejo, donde los presupuestos teóricos elaborados por Laclau resultan determinantes, si se desea fotografiar el panorama en sus verdaderas dimensiones. Primeramente, y contrario a lo afirmado por la Mesa de la Unidad Democrática, los niveles de desaprobación que persisten en torno a la gestión del presidente Nicolas Maduro -que motivados por la polarización influyen enormemente en el comportamiento electoral, aunque actualmente parezcan mermar- no producirán necesariamente un alza significativa en los votos a su favor, en tanto el descontento es proclive a generar apatía, no movilización.
Lo que conlleva nuestro segundo elemento, consistente en que, como desarrolla con mayor profundidad Mouffe (vi), la pérdida de capacidad representativa por parte de las principales alternativas políticas -entre izquierda y derecha- facilita el auge de movimientos ultra conservadores, evidenciándose en el resurgimiento del culto a Pérez Jiménez -sustentado sobre todo por mitos o simples mentiras repetidas de boca en boca-, así como, en el fortalecimiento de los liderazgos más conservadores y autoritarios de ambos polos.
Así las cosas, en orden de avanzar hacia la democratización que prometían los distintos gobiernos posneoliberales al presentarse como proyecto, solo existe una alternativa, y es que la izquierda aproveche aquella indeterminación que los caracteriza y llene su vacío (vii), antes de que el descontento sea canalizado por movimientos populistas de derecha, cuyas condiciones de posibilidad se fortalecen en la medida en que se agudiza la crisis económica -con un barril de petróleo en menos de 40 $ y pocas expectativas de mejora-.
En conclusión, necesitamos revivir la política, despertarla del letargo y retomar aquel sentimiento esperanzador que freno, aunque parcialmente, el avanceneoliberal en América Latina. De lo contrario, todo habrá sido en vano, y el conservadurismo librecambista se consolidará hasta que sus propias contradicciones produzcan una dislocación tal, que sea posible pensar la emancipación social nuevamente, con todo el sufrimiento que se provocará en el proceso.
(i) Laclau, E. (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
(ii) Cuando el autor hace referencia a una movilización equivalencial, se refiere al modo en que cada una de las demandas insatisfechas que gravitan en el cuerpo social, y las cuales son representadas por diversos actores, comienzan a reagruparse en contra de un enemigo común. Siendo claro ejemplo de ello la forma en que el chavismo se unifico para combatir a lo que se entendía como la IV República (el bipartidismo, sus representantes, y quienes se beneficiaban de dicho orden).
(iii) Es decir, de una identidad popular que, reiterando el ejemplo anterior, puede evidenciarse en la forma como se constituyó el sujeto/pueblo chavista.
(iv) Éstos, no tienen que ser necesariamente coherentes entre sí. En el caso venezolano pueden resaltarse: El bolivarianismo, el cristianismo, el nacionalismo y una suerte de marxismo.
(v) Laclau, E. (2006). La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana. En Nueva Sociedad: N° 205. (pp. 56- 61). Buenos Aires: Fundación Friedrich Ebert (FES).
(vi) Mouffe, Ch. (2007). En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
(vii) Según Lefort (1924 – 2010), en democracia el poder es un lugar vacío. Laclau, parte de dicho principio al desarrollar su teoriza del populismo.
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