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La crisis que no existe

Fuentes: Il Manifesto

Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti

En los próximos meses «se producirán efectos adversos retardados como por ejemplo un mayor deterioro del mercado de trabajo», ha escrito el BCE en su «Boletín mensual». El FMI le hace eco: el desempleo crecerá en 2010. En los próximos 12 a 18 meses, sólo en los países OCSE, otros 15 millones de personas perderán su puesto de trabajo. Pero la vida de la gente no figura en la agenda, y en el G8 no se ha discutido sobre ello. Han abundado, eso sí, las declaraciones de intenciones: nadie se ha opuesto a la lucha contra la contaminación global; nadie está a favor del proteccionismo; nadie ha defendido los paraísos fiscales ni es contrario a las ayudas a los países pobres de África; todos están a favor de unas finanzas con connotaciones morales. Y sin embargo, en las declaraciones finales todo es genérico. Sólo ha quedado clara y nítida una cosa: los EEUU -pese al carismático Obama- ya no son los dueños y señores del mundo.

El nuevo antagonista que avanza tiene un acrónimo que debemos aprender a conocer bien: BRIC. Sigla que significa Brasil, Rusia, India y China. Juntos suman casi 2.500 millones de habitantes, una renta per cápita todavía insignificante y una distribución de las rentas aún más infame que la «nuestra». Pero también tienen una clase media en expansión que representa un depósito para la demanda mundial de bienes de consumo.

Juntos tienen la fuerza de decir no a propuestas aparentemente cabales, como la de la contaminación global que -sostienen- se ha de medir en términos per cápita y no globales. China ha afirmado explícitamente que no se siente vinculada a los acuerdos entre EEUU y Europa. Es más: estos países (China, especialmente) están mostrando una capacidad extraordinaria de penetración en mercados como África, que antaño fueron monopolios del imperialismo europeo y estadounidense. Pueden hacerlo gracias a las enormes reservas de divisas que han acumulado en los últimos años a través de la cotización de las materias primas, a la hiper-explotación de los trabajadores, así como a los estratosféricos activos de los presupuestos comerciales.

Desde la posguerra hasta la fecha ningún país ha sido capaz de contrastar con su moneda el dominio del dólar, que desde 1944 imperó como moneda internacional de reserva, tanto cuando la divisa estadounidense volaba alto como cuando hubo que pilotar su descenso, no con una devaluación sino mediante la revaluación de otras monedas. Todo con tal de preservar el poder adquisitivo del dólar. Pero ahora los países del BRIC han dicho basta: lo hicieron hace pocas semanas en Ekaterinburg al final de su primera cumbre; lo repitió anteayer el portavoz chino en L’Aquila: el dólar no puede seguir siendo la única moneda de reserva mundial, sino que hace falta volver a equilibrar los pesos de las divisas y, por consiguiente, los tipos de cambio. Los Estados Unidos perderán el beneficio de atraer monedas de todo el mundo, de poder cubrir con flujos cambiarios las enormes diferencias en la balanza de pagos. En suma: deberán adaptarse a ser un país como los demás. Pero de esto, como de la crisis y de la emergencia social, nada se ha dicho en el G8.

http://www.ilmanifesto.it/il-manifesto/in-edicola/numero/20090710/pagina/01/pezzo/254508/