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La crisis sistémica y la necesidad de resistencia

Fuentes: Revista Economía Crítica y Crítica de la Economía

Este mes de mayo dio comienzo en un clima de fuerte incertidumbre para la Economía-Mundo capitalista y principalmente para sus territorios centrales. Estados Unidos y, sobre todo, Europa occidental están mas afectados por el agotamiento de un modelo productivo global altamente dependiente de los sectores energético (petrolero), financiero (hiperespeculativo) e inmobiliario (destructor), así como de […]

Este mes de mayo dio comienzo en un clima de fuerte incertidumbre para la Economía-Mundo capitalista y principalmente para sus territorios centrales. Estados Unidos y, sobre todo, Europa occidental están mas afectados por el agotamiento de un modelo productivo global altamente dependiente de los sectores energético (petrolero), financiero (hiperespeculativo) e inmobiliario (destructor), así como de la subordinación a las grandes corporaciones transnacionales que se apropiaron del carácter publico de los mismos. Esto supone un impedimento mayor para el relanzamiento que proclaman los apologistas del fin de la historia, ya que «la salida de la crisis» solo podrá darse sobre unas nuevas bases epistemológicas y estratégicas de producción y reproducción económica, cuando la determinación y satisfacción de las necesidades y las actividades socialmente útiles pasen por el filtro de la voluntad democrática y la inteligencia colectiva de las bases organizadas de las sociedad.

Mientras los gurús del pensamiento dominante vuelven a engatusarnos con el viejo optimismo «autorrealizativo» (» la crisis ha terminado, compren, emprendan, inviertan «), diversos indicadores nos muestran una realidad problemática y una incompetencia suma de las élites políticas, incapaces de dar los giros necesarios para superar las fuertes contradicciones e insostenibilidades del capitalismo financiero global y del frágil modelo productivo que lo alimenta. El G-20 y su tímido discurso de control de las finanzas y los paraísos fiscales son una buena muestra de la falta de disposición real de nuestros mandatarios de ponerle el cascabel al gato. También da fe de esta incompetencia el escándalo de Copenhague, empezando por la exclusión de la sociedad civil organizada de la fase final del debate y concluyendo con una fuerte regresión en términos de compromisos internacionales a los que los gobiernos del mundo están dispuestos a someterse (en relacion a los ya tímidos y obscenamente incumplidos objetivos de Kyoto).

En el plano de las Economías-Estado, todo apunta también a que la crisis recaudatoria de las arcas públicas va a propiciar un traumático recorte del gasto. En lugar de coger el toro por los cuernos tratando de regular y fiscalizar el capital transnacional, las finanzas especulativas, las actividades social y ecológicamente nocivas y las grandes fortunas nacionales, los gobernantes de los diversos países ya están empezando a recortar las partidas que sostienen la frágil subsistencia de las clases populares. Una nueva contraofensiva neo-neoliberal que trata de forzar un «pacto de austeridad», basado en la moderación salarial y en el recorte de los derechos sociales, educativos y culturales, ya acosados por las oleadas privatizadoras y mercantilizadoras de los últimos 30 años. A la par no se oculta el descarado incremento de los recursos destinados a salvaguardar un sistema bancario caníbal, así como el perfeccionamiento de unos mecanismos represivos (cárceles, seguridad «ciudadana», control social) y unos cuerpos policiales mejor preparados para aplacar unos levantamientos y disidencias tan posibles como necesarias.

En la punta de lanza de este momento delicado de la historia, el colapso griego vuelve a poner en jaque a toda una sociedad cuya economía se ha basado en una mera ficción de desarrollo dependiente e insostenible a largo plazo (así como pasó en Argentina en el 2001). Mientras las élites griegas se congratulan del plan de salvamento capitaneado por el FMI, el BCE (o nuevo Fondo Monetario Europeo con derecho a recetar sus programas liberales en constante renovacion) y el binomio neotacheriano Merkel-Sarkozy, multitud de expresiones muestran una radical capacidad de resistencia popular que viene gestándose en los últimos ciclos preinsurreccionales de la península helénica. 6 millones de atenienses (sobre 11 millones de griegos), que lejos de alegrarse del mastodóntico préstamo internacional, se lanzan masivamente a las calles para gritar contra el plan de austeridad y el ajuste. Se avecina (de hecho se anuncia con descaro) un recorte de derechos y libertades para tratar de encauzar a la población griega en la senda de la subordinación de sus vidas y relaciones económicas y sociales, tratando de perpetuar a unas élites políticas y financieras totalmente desacreditadas. Parece ser que en aquellos lares algunas (tal vez muchas) ya se han empapado de lo absurdo de dicha senda, y tal vez estén ya gritando aquel «¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!» que hizo rugir a la Argentina en su momento.

Pero si hasta hace semanas veíamos a Grecia desde la distancia, la solidaridad y cierto temor, parece que la tijera del recorte presupuestario (especialmente del gasto social) ya ha entrado con fuerza en España. Después de unas semanas de preparación del escenario adecuado, con llamados al «sacrificio», la «austeridad» y al «compromiso de todos los españoles», el gobierno ha anunciado el 12 de mayo un primer paquete de medidas para reducir el déficit, con el que espera dejar contenta a la Unión Europea, al FMI a los especuladores, a los grandes capitales españoles…

Tras haber aplacado los incómodos debates que se reabrieron a raíz del inicio de la crisis (insultantes ayudas a los bancos, paraísos fiscales, fiscalidad regresiva…) y haber también corroborado la pasividad de la población cuando ha tocado defenderse de las embestidas patronales, el gobierno ha decidido que la crisis la sigan pagando los trabajadores. Una reducción media de un 5% en el salario de los funcionarios del Estado, la congelación de las pensiones, freno a la inversión pública… son algunos de los ejes en los que el Ejecutivo pretende actuar para reequilibrar ingresos y gastos. Aparte del inmenso peligro que suponen estas medidas para la economía del país por la pérdida masiva de poder adquisitivo que implican, este falso «ajuste estructural» pone de manifiesto la traición de la clase política (europea y española) y su desvío hacia las tesis más neoliberales.

Y como dicen que las desgracias nunca vienen solas, ya nos estamos preparando para los próximos ataques contra los derechos de los trabajadores y trabajadoras, que vendrán presentadas bajo el discreto nombre de «reformas». Algunos ejemplos son la reforma del sistema de pensiones, o la que se anuncia en el mercado de trabajo, así como la reforma del sistema financiero y las cajas de ahorro.

Sin embargo, a pesar de lo previsible de estas medidas regresivas y el cada vez mayor descaro de la clase política y empresarial para diseñar las mismas, en España seguimos en una perpleja pasividad que también esta dándose en nuestros países vecinos. Frente al insensato optimismo izquierdista de pensar que el periodo actual de la crisis del capitalismo (no resuelta desde los años 70′) nos conduce a una nueva oleada revolucionaria de cambio social, diversos factores hacen vislumbrar una repetición de la historia, donde los repuntes de la crisis han sido la coartada ideal de los poderosos para renovar sus estructuras de sustracción y acumulación de excedentes, así como los mecanismos que permiten su control y dominación de la población. El 1 de mayo he dejado patente esta crisis de la disidencia, que se torna inútil si se pierde en inofensivos debates grupusculares e ingenuas reivindicaciones sin vocación alguna de situarse en el centro de la cotidianeidad. Porque la débil relación de fuerzas y la incapacidad de generar conflicto contra la hegemonía del capital muestra una cierta inmadurez de los sujetos y sectores sociales que pueden revertir las tendencias actuales al ajuste.

Nos encontramos ante una crisis de carácter sistémico, y la debilidad que estamos demostrando desde los movimientos sociales, sindicales y políticos sólo nos puede llevar a acabar acatando una nueva salida regresiva de ella. Por muy insostenible que este tipo de salida sea, eso no significa que sea imposible que se ponga en marcha. De hecho, es muy probable que así sea. La reciente aprobación por parte de los Ministros de Finazas de la UE del mecanismo de rescate con el que se pretende asegurar la supervivencia del euro no es sino una prueba de ello. No en vano, en el fondo supone la garantía de que la ayuda a los Estados «en problemas» (como se pretende hacer ver que está el español) se hará con la contrapartida segura del ajuste sobre el trabajo, el mantenimiento de la insostenibilidad ecológica del modelo productivo y la reproducción de la desigualdad de género en el trabajo.

La llegada esta nueva vuelta de tuerca hacen los próximos meses decisivos para lograr articular de una vez las respuestas que los movimientos sociales deberíamos estar dando. Por esta razón, desde nuestro ámbito particular de actuación, la revista Economía Crítica y Crítica de la Economía, queremos proponer la convocatoria, para el próximo mes de septiembre, de un encuentro de las distintas iniciativas de economía crítica que nos encontramos activas actualmente. El objetivo principal: coordinar nuestras acciones de respuesta frente al nuevo ataque a los derechos laborales y sociales que se encuentra en camino.

Consejo de Redacción de la Revista Economía Crítica y Crítica de la Economía

rJV