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La crisis y los nuevos escenarios

Fuentes: La Jornada

La crisis financiera ha hecho resaltar la inminente amenaza para la vida que entraña el capitalismo y lo imperioso de suplantarlo por un sistema económico y social que ponga en primer plano a los seres humanos y no a la ganancia. Se está perdiendo el miedo a plantearse el socialismo como única alternativa civilizatoria altruista […]

La crisis financiera ha hecho resaltar la inminente amenaza para la vida que entraña el capitalismo y lo imperioso de suplantarlo por un sistema económico y social que ponga en primer plano a los seres humanos y no a la ganancia. Se está perdiendo el miedo a plantearse el socialismo como única alternativa civilizatoria altruista y razonable. Sin embargo, no existe consenso respecto a la profundidad, duración y efectos en la economía real de la debacle de Wall Street aunque es evidente que la elite opulenta de Estados Unidos, su principal responsable, y de los demás países capitalistas desarrollados hará recaer su enorme costo social en sus propias poblaciones y en especial sobre las mayorías del planeta y los países más empobrecidos y vulnerables.

Por lo pronto, se perfilan claramente varios de los escenarios derivados de ella: se hundió definitivamente el orden económico capitaneado por Estados Unidos implantado en Bretton Woods; caducaron los dogmas neoliberales del mercado como fórmula mágica correctora de trastornos y la satanización de la intervención del Estado en la economía que, contra lo proclamado, nunca se dejó de practicar cuando convenía a los magnates; se acabó la hegemonía financiera mundial de Washington y la que en general conservaba antes de la fracasada ocupación de Afganistán e Irak aunque todavía no existe ninguna potencia capaz de disputarle en solitario su primacía en declive; se acentúa la tendencia a la multipolaridad en el juego de poder mundial y al surgimiento de nuevas agrupaciones económicas y alianzas geopolíticas regionales; surge un cuadro más favorable a la concertación y cooperación entre los países del Tercer Mundo y entre estos y otros dispuestos a practicarlas; el creciente proceso de protagonismo popular en América Latina y el Caribe y los cambios políticos y sociales que ha generado alista a sus pueblos como nunca antes para acelerar su integración sobre bases de solidaridad, cooperación y complementación; recobra vigencia inusitada la genial crítica de Marx al capitalismo y abre un cauce fértil al desarrollo del pensamiento cuestionador y revolucionario; surge la expectativa de un eventual intento de salida a la crisis por la ultraderecha, que podría comenzar a despejarse según el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos. De ganar McCain cabría presumir la tentación de continuar la política exterior fascista de Bush y de seguir un curso más antidemocrático y represivo aún que el de este en el frente interno. Aunque no sea su propósito, el rescate bipartidista de los banqueros apunta en esa dirección pues comporta una expropiación escandalosa de riqueza a gran parte de la población.

Mientras tanto, los gobiernos del G7 intentan un «nuevo» Bretton Woods, equivalente a una reedición del acuerdo de la elite política y económica mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial para, otra vez, mantener la subordinación económica y política de la gran mayoría de la humanidad y, de paso, socializar las pérdidas y privatizar las ganancias provocadas por la crisis actual. La única diferencia es que en esta versión Europa aspira a que Washington se resigne a aceptar un descenso en su jerarquía, acorde con su postración económica y devaluación del dólar, descalabros militares y menguado prestigio.

Otro Bretton Woods no se corresponde con la configuración geopolítica actual del mundo, sustanciada por la pujanza de China, Rusia e India, la emergencia de Unasur y el peso de los países poseedores de energéticos. En todo caso, es inaceptable por los pueblos, gobiernos y regiones que aspiran a hacer valer su independencia, quienes tienen en la crisis una gran oportunidad para pelear por un nuevo orden económico, político, social, cultural y medioambiental justo y decidido democráticamente, acaso haciendo que cobre sentido por fin la Asamblea General de la ONU.

La nueva victoria del movimiento popular boliviano con la convocatoria por Evo Morales al referendo sobre la nueva Constitución, la reciente aprobación de la de Ecuador, el previsible triunfo bolivariano en las elecciones de noviembre, el ejemplo de Cuba y la luchas indígenas y populares por la soberanía y emancipación, como ahora en Colombia, marcan la pauta democrática que debe exigirse en la solución a la crisis.

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