Traducido del inglés para Rebelión por Felisa Sastre
La controversia sobre la publicación de unas caricaturas de Muhammad en un periódico danés ha puesto de manifiesto la importancia del asalto ideológico occidental contra el Islam como justificación de la persecución contra los inmigrantes y de la guerra imperialista.
Al mismo tiempo, la crisis ha revelado el fracaso del movimiento contra la guerra en Estados Unidos para ponerse a la cabeza de la reivindicación de las libertades civiles de los árabes y de los musulmanes, incluso cuando su situación empeora.
Esta polémica no ha surgido con la publicación de las caricaturas. Ha sido provocada durante años de campañas políticas contra los inmigrantes en Dinamarca y en toda Europa.
Los medios de comunicación estadounidenses, no obstante, se han centrado en las protestas en los países islámicos- entre ellas el incendio de las embajadas danesas en Siria y Líbano. Y han reflejado el asunto como si se tratara de la libertad de expresión, haciendo uso de estereotipos racistas de los musulmanes a los que reflejan como atrasados intelectualmente y gentes violentas.
En cierta forma, las muertes de más de 100.000 iraquíes a consecuencia de la invasión estadounidense y el apoyo de Washington a reyes y dictadores en todo Oriente Próximo se consideran irrelevantes en la protestas contra las caricaturas.
En su lugar, los políticos y especialistas, al alimón, se sirven del fantasma de un Islam violento e irracional como justificación a todas luces inadecuada, para el hecho consumado de las guerras y ocupación de Iraq y Afganistán- y para un posible ataque futuro a los palestinos de Hamás o para un ataque militar estadounidense contra Irán.
Las protestas contra las caricaturas danesas no son, tal como aduce el profesor conservador Samuel Huntington, un ejemplo del «choque de civilizaciones» entre Occidente y el Islam. Por el contrario, es una muestra de la profunda- y justificada- cólera contra Estados Unidos y Occidente por sus humillantes ocupaciones militares que recuerdan a la era colonial.
En Estados Unidos, las agresiones militares emprendidas contra musulmanes y árabes en el exterior se han visto acompañadas de una enorme represión en el interior.
«Desde los atentados del 7 de julio en Londres, en Estados Unidos las medidas contra los musulmanes y originarios del sur de Asia se han incrementado enormemente, afirmaba en una entrevista, Ahasanullah «Bobby» Khan, director ejecutivo del Coney Island Avenue Project, un grupo que defiende los derechos de los inmigrantes en la ciudad de Nueva York. «Las investigaciones entre el vecindario y las deportaciones han aumentado. Sólo en los últimos días en Brooklyn se ha detenido de seis a siete personas, lo que ha ocurrido también en otros barrios».
Desde los atentados del 11 de septiembre, afirmó, en cada uno de los vuelos que hay dos veces por semana de las Líneas Aéreas de Pakistán desde Estados Unidos se han deportado a dos o tres inmigrantes pakistaníes.
Según Khan, todos las instituciones de la Municipalidad de Nueva York violan rutinariamente una orden del alcalde, Michael Bloomberg, para que no se pregunte sobre el estatuto de inmigrantes de los residentes. En realidad, cualquiera que parezca musulmán o surasiático se ve sometido a preguntas sobre este asunto por parte de la policía y de los fiscales quienes, al parecer, cooperan con el Departamento de Seguridad Nacional, dijo Khan.
Una propuesta de ley presentada en el Congreso, la HR 4437, pretende que las leyes locales apliquen en todo el país estas normas. La ley, aprobada ya en la Cámara de Representantes, y enviada al Senado, podría convertir a los inmigrantes indocumentados en delincuentes y criminalizar muchas formas de ayuda a los inmigrantes por parte de profesores, asistentes sociales y clérigos, así como las deportaciones inmediatas; también prevé la financiación de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos.
Al elegir a los musulmanes como objetivo en la lucha contra el terrorismo, la derecha del Congreso confía en aplastar la oposición a la ley que habida en el pasado.
Desgraciadamente, dice Khan, «No observo que el movimiento contra la guerra preste mucha atención a los inmigrantes árabes y musulmanes, aunque todos estos asuntos están relacionados con esa supuesta guerra contra el terrorismo. Así que las cosas continúan. Hace unos dos o tres meses, un paquistaní murió en la cárcel. No hubo reacción alguna, ni siquiera entre los círculos de activistas y progresistas».
La caza de brujas contra árabes y musulmanas en Estados Unidos es la consecuencia inevitable de una maniobra militarista que George Bush calificó de «cruzada» tras el 11-S, con su recurso a la imagen de una guerra religiosa.
Más de cuatro años después, el sentimiento de ultraje entre los musulmanes en todo Oriente Próximo y Asia refleja no sólo cólera ante las representaciones racistas de personajes religiosos, algo que el Islam considera idolatría, sino las humillaciones históricas del colonialismo, de la guerra y de la ocupación estadounidense de Afganistán e Iraq, y de la deshumanización y de las torturas sistemáticas de los prisioneros islámicos a manos de los militares y los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
Aunque las protestas masivas en el Mundo Islámico, en un primer momento, anonadaron a los líderes occidentales, la Casa Blanca enseguida reaccionó para manipular la crisis. «No se sale espontáneamente a las calles de Irán y de Siria para protestar», declaró la Secretaria de Estado Condoleezza Rice el 12 de febrero en una entrevista televisada, sirviéndose del asunto para insistir en los potenciales nuevos objetivos en Oriente Próximo.
Al mismo tiempo, los políticos de la derecha han utilizado la polémica de las caricaturas danesas para llevar adelante su propio programa contra los inmigrantes.
«Nosotros (los republicanos) somos el partido que defendemos la libertad de expresión en todo el mundo», dijo en un discurso el congresista Tom Tancredo (Republicano por Colorado) ante la Conservative Political Action Conference en Washington, el 9 de febrero. «Y no vamos a pedir disculpas por ello sin que nos importe lo mucho que puedan indignarse ciertas personas, ciertas religiones o algunos gobiernos».
Famoso por su clara retórica racista y pos sus iniciativas legislativas centradas principalmente en los mejicanos, Tancredo se define como un entusiasta de Huntington y vincula los ataques contra los inmigrantes con la intervención militar en Oriente Próximo. En una entrevista con RightWingNews.com, Tancredo afirmaba «Creo que contra lo que luchamos ahora no es sólo contra un número reducido de personas que han secuestrado una religión sino contra una civilización que aspira a destruir la nuestra».
Partidario de la HR 4437, un nefasto proyecto de ley aprobado en la Cámara de Representantes el año pasado, Tancredo dice que se presentará a presidente en 2008 si los candidatos republicanos no adoptan una posición más dura contra la inmigración.
Aunque Tancredo tiene escasas posibilidades de obtener la candidatura republicana, se le ha postulado para diseñar el programa nacional contra la inmigración. Al legitimar el proyecto Minuteman[1] de caza del inmigrante, Tancredo ha ayudado a que los gobernadores demócratas de Nuevo México, Bill Richards, y de Arizona, Janet Napolitano, se precipitaran a declarar el «estado de emergencia» en la frontera.
Su estrategia, de hecho, sigue la del Partido del Pueblo danés de extrema derecha , que en 2001 se convirtió en el tercer partido en número de votos de Dinamarca, lo que obligó a la coalición de centro-derecha gobernante a apoyarse en él. A cambio, el primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, ha impulsado las leyes más duras de Europa contra la inmigración y ha legitimado el racismo anti musulmán que ha conducido a la publicación de las caricaturas de Muhammad, una de la cuales retrataba al Profeta con un turbante que era una bomba con el detonante encendido.
La extrema derecha danesa, por su parte, ha tomado como modelo al Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, un neonazi que obtuvo el segundo puesto en las elecciones presidenciales francesas de 2001. Presionado por las exigencias del Frente Nacional que pide la deportación de la mayoría de los inmigrantes musulmanes, el mayoritario gobierno conservador francés, actualmente en el poder, recurrió el otoño pasado a decretar el «estado de emergencia» para aplastar la rebelión de una mayoría de jóvenes inmigrantes musulmanes.
Ejemplos parecidos podrían ofrecerse de otros países de Europa occidental. El modelo es evidente: la extrema derecha plantea exigencias maximalistas; la derecha en el poder las adapta y pone en marcha medidas que hubieran resultado impensables en el pasado, y los liberales tratan de que no se les considere «blandos» en este asunto.
Esta dinámica se observa asimismo en las políticas estadounidenses: el declive de la popularidad de Bush y una economía en mala situación han dejado que el racismo y los ataques a la inmigración constituyan las últimas cartas que tienen los republicanos para jugar.
El franco fanatismo anti-musulmán y anti-árabe van a ocupar un lugar prominente en la política de inmigración en las elecciones de 2006 y siguientes. Ha llegado el momento, pues, de que los movimientos contra la guerra y el movimiento por los derechos de los inmigrantes unan sus fuerzas, defiendan a los árabes y a los musulmanes y planten cara a todos los atentados racistas.
[1] N.T.: Proyecto que ha puesto en marcha las patrullas de ciudadanos armados para vigilar la frontera con Méjico e impedir la entrada de inmigrantes.
http://www.socialistworker.org/2006-1/576/576_05_RacistCrusade.shtml