¿Cómo puede cambiar tanto el destino de un pueblo en el curso de una noche? Hace apenas una semana a los griegos se les ofrecía la oportunidad de votar en un referéndum si estaban o no dispuestos a aceptar los términos de un segundo rescate. Bastó la extorsión directa de Merkel y Sarkozy advirtiendo de […]
¿Cómo puede cambiar tanto el destino de un pueblo en el curso de una noche? Hace apenas una semana a los griegos se les ofrecía la oportunidad de votar en un referéndum si estaban o no dispuestos a aceptar los términos de un segundo rescate. Bastó la extorsión directa de Merkel y Sarkozy advirtiendo de que, en ese caso, se cancelaría el próximo pago de ocho mil millones de euros del primer fondo de rescate que ya había sido aprobado por la troika (y no sólo por Francia y Alemania), sumada a la invitación velada a salirse del euro, e incluso de la Unión Europea, para que donde dijo digo ahora Papandreu dijera diego y llamara a la formación de un gobierno de unidad nacional que, así y todo, se le está resistiendo.
Si, iluso de mí, tras aquella llamada al referéndum griego escribí que cuando la democracia entra por la puerta los mercados saltan por la ventana, la realidad acaba de demostrar que mercados y gobiernos han tejido una alianza contra los ciudadanos y son estos finalmente los defenestrados, y con ellos la democracia. Las expectativas que despertó el referéndum de que estuviéramos ante el primer paso para la recuperación de la soberanía frente a los mercados se truncaron en un soberbio gatillazo que ha dejado descolocados a quienes aún confiábamos en el poder de la democracia para cambiar los destinos impuestos.
Y es que no sólo la democracia ha muerto en Europa, sino que además las caretas de quienes la dirigen se han levantado. Ahora sabemos que muchos de nuestros gobernantes pertenecen a los mismos grupos de poder que gobiernan la economía mundial en la sombra (el Grupo Bilderberg, el Grupo de los Treinta o la Trilateral); ahora sabemos que, con cada rescate, no sólo se intervendrá el país sino que se impondrá un gobierno de unidad para gestionar las pocas decisiones políticas que aún puedan tomarse (ahí están, si no, Grecia o Italia para corroborarlo); ahora sabemos que la oposición solo podrá hacerse desde las calles porque, con ese sistema, hasta los débiles mecanismos de la democracia representativa nos han sido hurtados. Ahora sabemos, en definitiva, que gobiernan contra nosotros: los impotentes.
Y todo ello en el marco de una nueva reunión del G-20 que se podían haber ahorrado porque, para esos resultados, más vale que la hubieran celebrado por videoconferencia que sale más barato y genera menos trastornos.
Mientras que desde numerosas instancias se advierte del riesgo de profundización de la crisis como consecuencia de las medidas de austeridad impuestas en Europa; del estancamiento de una economía estadounidense en la que se han recuperado los beneficios a costa de los salarios; y de una China que, al tiempo que descubre qué es una burbuja, se hace la remolona para conseguir mercado y negocio a cambio de fondos el grupo del G-20 es incapaz de articular un plan de reactivación global.
En efecto, la Cumbre ha concluido con el compromiso por parte de Alemania y China de que estimularán su demanda interna para así tirar de la economía mundial. Cuánto, cómo, y sobre todo, cuándo nadie lo sabe. Eso sí, para Europa ni un euro más que luego se lo gastan en servicios sociales que no pueden mantener.
Alberto Montero Soler ([email protected] ) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y presidente de la Fundación CEPS. Puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR