Para muchos, la crisis de Wall Street es una reiteración, aunque a una escala mucho mayor de la crisis financiera asiática que trajo a pique las economías vibrantes de los «tigres» del Este. La escandalosa falta de regulación de Wall Street nos trae a la memoria la terrible eliminación de los controles de capital que […]
Para muchos, la crisis de Wall Street es una reiteración, aunque a una escala mucho mayor de la crisis financiera asiática que trajo a pique las economías vibrantes de los «tigres» del Este. La escandalosa falta de regulación de Wall Street nos trae a la memoria la terrible eliminación de los controles de capital que aplicaron los gobiernos del este asiático, bajo la presión del Fondo Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Aquella situación fue el detonante de un tsunami del capital especulativo que invadió los mercados asiáticos y que luego retrocedió dramáticamente después que se derrumbaron los astronómicos precios de los inmuebles y los valores de la bolsa.
La propuesta del Secretario del Tesoro Paulson de una gigantesca operación de rescate de los disminuidos titanes de Wall Street le recuerda aquí a la gente los miles de millones de dólares que el FMI puso sobre la mesa luego de la crisis del 97, diciendo que era para asistirnos, cuando el destino del dinero, en realidad, era salvar a los inversionistas extranjeros.
Así que en Asia, tanto los gobiernos como los actores financieros son escépticos sobre el parloteo de Washington de volver a una regulación del sector financiero, y aunque aquí los bancos centrales y los fondos soberanos tienen las arcas llenas de efectivo, los gobiernos actúan con cautela para no ser arrastrados por la vorágine de Wall Street. Entre los fondos oficiales del Este Asiático, solamente Temasek de Singapur y la Corporación de Inversiones China se han puesto a las órdenes. Temasek inyectó más de US$4 mil millones a Merril Lynch hace unos pocos meses, peo solo después de un duro regateo. CIC invirtió US$5 mil millones en Morgan Stanley el pasado mes de diciembre, pero rechazó la petición desesperada de este banco problematizado que le reclamaba que aumentara su participación accionaria en la firma. Aunque inicialmente fue considerado un potencial salvador, el Banco de Desarrollo Coreano rechazó las propuestas de Lehman Brothers una semana antes de su histórica caída en bancarrota.
Billones de dólares de fondos asiáticos, públicos y privados, se están volcando en firmas y propiedades estadounidenses, mientras los cinco grandes compradores asiáticos dan cuenta de más de la mitad de toda la inversión extranjera en los instrumentos de deuda del gobierno estadounidense. Los fondos provenientes de Asia se han vuelto propulsores claves del gasto público y el consumo de la clase media estadounidense, dos elementos que se han transformado en las fuerzas motrices de la economía del país. Con tanta de la riqueza de Asia dependiente hoy de la estabilidad de la economía estadounidense, no es nada probable que se produzca un movimiento precipitado para abandonar las acciones de Wall Street ni los bonos del Tesoro estadounidense.
A nivel nacional, sin embargo, la preocupación es creciente y los defensores de los consumidores, las ONG y la academia exigen más transparencia respecto a en qué medida el sistema bancario local está expuesto a los activos tóxicos de Wall Street. En Filipinas, grupos de la sociedad civil convocan a prohibir el comercio de derivados, y llaman a volver a aplicar los controles de capital y a renegociar ahora la enorme deuda externa del país, aprovechando un momento en que los bancos internacionales están en posición de debilidad.
En toda Asia, por otra parte, hay resignación ante la inevitabilidad de la profundización de la recesión en Estados Unidos y la probabilidad de que tenga efectos de gran magnitud en Oriente: Estados Unidos es el destino más importante de las exportaciones chinas, y China importa materia prima y bienes intermedios de Japón, Corea y el Sudeste Asiático para fabricar los productos que luego envía a Estados Unidos. A pesar que hace apenas unos meses se hablaba de la posibilidad de desacoplar el destino económico de Asia del de Estados Unidos, hoy la mayoría de los observadores considera que ambas economías conforman una cadena de eslabones enlazados unos con otros, al menos en el corto y mediano plazo.
Ahora, una mayor integración regional es ampliamente vista como un antídoto saludable para una integración mundial que se ha salido de control. Algunos elementos de cooperación económica regional ya están funcionando, tal es particularmente el caso del llamado «ASEAN Más Tres» un grupo que reúne a la Asociación de Países del Sureste Asiático (ASEAN por sus siglas en inglés) más China, Corea y Japón en un mecanismo que busca facilitar el intercambio bilateral de fondos, ante la eventualidad de una crisis financiera. Este acuerdo en su momento podría transformarse en un fondo monetario regional pleno.
Por otra parte, los movimientos sociales y las ONG, si bien en teoría apoyan la integración regional, desconfían de un proceso monopolizado por las elites de los gobiernos que consideran no responden ante la ciudadanía. Insisten que la participación activa de la sociedad civil debe ser un elemento central en la conformación de estos agrupamientos regionales.
Walden Bello, miembro del Transnational Institute, es presidente de Freedom from Debt Coalition, profesor de sociología en la Universidad de Filipinas en Diliman y analista senior en Focus on the Global South.