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La defensa

Fuentes: Rebelión

¿A qué se debe tanto acervo en las actuaciones policiales? ¿A qué se debe esa pasión en la defensa de lo qué ha venido en llamarse, o en venderse, democracia? ¿Qué debe pensar ese mosso, ese policía, al llegar a casa y caer en la cuenta de qué le ha abierto la cabeza a un […]

¿A qué se debe tanto acervo en las actuaciones policiales? ¿A qué se debe esa pasión en la defensa de lo qué ha venido en llamarse, o en venderse, democracia?

¿Qué debe pensar ese mosso, ese policía, al llegar a casa y caer en la cuenta de qué le ha abierto la cabeza a un chaval de trece años? Una cosa es la casualidad de una porra rebotada y otra muy distinta es pegar cuando el chaval está en el suelo, el ensañamiento.

¿Quién esta aquí más loco? Si ese mismo mosso o cualquier otro policía tiene hijos quizás se sienta afortunado de que las cámaras solo grabaran una coraza, un casco, una porra; escenografía de la defensa del orden constitucional que, no obstante, se derrumba frente al dolor del chaval.

¿Quién defiende a quién? Que una chica de dieciséis recrimine el abuso del menor al mosso no es sino poner en evidencia de que la defensa del orden constitucional es, desde el punto de vista policial (y por extensión del estado), inversamente proporcional a la defensa del ciudadano y por extensión del menor, de los menores, a los que supuestamente se le defiende de todo menos de la policía.

Podemos imaginar que ese mismo mosso o cualquier otro policía, al llegar a casa, se pone a sí mismo a prueba al mirarse al espejo. Puede que se avergüence de sí mismo. Puede que desde atrás un chaval le pregunte si se encuentra bien.

Podemos imaginar que en ese momento el mosso o cualquier otro policía comprende que la defensa tiene otra dirección, que la defensa empieza en el chaval y en la chica, que es a ellos a los que hay que defender contra un estado y unos gobiernos que solo pagan por los favores recibidos por poder ocupar sus puestos.

Puede que esto ocurra, ¿por qué no? Pero también puede que ocurra lo contrario y al mirarse al espejo no se sienta vergüenza. En este caso solo cabe hablar simple y llanamente de extrema derecha, la cual no es sino extrema idiocia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.