Es difícil e irresponsable especular acerca de lo que ocurrirá en las próximas semanas o meses en Irak. Por eso ante todo debemos de atenernos a los hechos y éstos marcan que a casi dos años de la invasión y ocupación que dio comienzo el 20 de marzo de 2003 con el ataque perpetrado por […]
Es difícil e irresponsable especular acerca de lo que ocurrirá en las próximas semanas o meses en Irak. Por eso ante todo debemos de atenernos a los hechos y éstos marcan que a casi dos años de la invasión y ocupación que dio comienzo el 20 de marzo de 2003 con el ataque perpetrado por Estados Unidos, el imperialismo neocolonial norteamericano-británico tiene cada día más dificultades para imponer su proyecto de dominación y de terror en Irak. Basta echar un vistazo a la prensa internacional ―a pesar de la censura sistemática y de la complicidad mancomunada que se da entre los periodistas del establishment en todo el mundo― para constatar que todos los días se registran bajas humanas entre las tropas ocupantes, secuestros, ataques efectivos contra helicópteros artillados y con coches-bomba contra infraestructura y personal de la policía y del «ejército» colaboracionistas por parte de la insurgencia organizada del país.
En este contexto, la «consistencia» de las balas y los cañones ha sido hasta ahora infructuosa para doblegar a un pueblo y para que acepte dócilmente la ocupación y la imposición del proyecto de dominación imperialista que Estados Unidos planea, incluso, para el conjunto de la región asiática.
De la misma manera, las supuestas elecciones que tienden a legalizar la ocupación mediante la expedición de una nueva Constitución afín a Estados Unidos, no solamente han sembrado dudas por todas partes, sino que están creando las condiciones subjetivas y objetivas para que pueda operar la unificación de la nación iraquí en torno a la urgente demanda de exigirle a los invasores y a sus siervos de otras nacionalidades fechas exactas y concretas para la retirada de todas las fuerzas extranjeras como, entre otras, ya lo ha planteado el Comité de los Ulemas de Irak (véase: «Pide el Comité de Ulemas de Irak fechas de retiro de tropas extranjeras», en La jornada, 6 de febrero de 2005).
Por otra parte, es probable que se puedan abrir fisuras y contradicciones postelectorales en el campo chiíta que pudieran conducir a concretar una posible alianza estratégica y político-militar suni-chiíta contra la ocupación y por la liberación nacional, antes que se abra la posibilidad, auspiciada por los invasores y por las clases dominantes iraquíes afines a la permanencia de las tropas extranjeras, de que estalle una guerra civil. Además no se debe olvidar el peligro latente que representa el hecho de que el imperio ataque e invada a otras naciones sea directamente o, bien, indirectamente a través de Israel ―como puede ser― contra Irán que al parecer hoy figura en la agenda de ataques pendientes del Departamento de Estado jefaturado por la terrible Condolezza Rice que está ávida de estrenar su flamante administración con un nuevo baño de sangre. Al respecto destaca la declaración del vicepresidente estadounidense Dick Cheney a la cadena de la televisión privada Fox cuando recalca que «no hemos eliminado ninguna alternativa» en referencia a una posible acción militar para desmantelar instalaciones nucleares de Irán, El Universal on line en Internet: http://estadis.eluniversal.com.mx/notas/266983.html, 6 de febrero de 2005. En su clásico estilo bélico el vicepresidente sugirió que Israel podría atacar instalaciones nucleares iraníes.
Afortunadamente esta es una posibilidad que depende de muchísimos factores. Entre otros, los que apunta en entrevista con CNN el secretario de Defensa y jefe del pentágono Donald H. Rumsfeld cuando estimó que la situación en Irak dependerá en parte de si los países vecinos (Irán y Siria), «no empeoran la rebelión y de qué forma podrían ser involucrados los sunitas en la política (La Jornada, 5 de febrero de 2005).
Como se desprende de estas declaraciones, los jefes del imperialismo están pensando que atacando otros países como los mencionados, así como «involucrando» a los sunitas en «la política» (como ocurrió en Afganistán y recientemente en Palestina con las elecciones), sería posible doblegar y, finalmente, acabar con la insurgencia y, de esta forma, imponer el proyecto de dominación neocolonial y de anexión del país.
Pero la situación se tiene que vislumbrar hoy en escala mundial debido a que el sistema capitalista e imperialista opera simultánea y prácticamente en todos los países del orbe. Ello quiere decir que la situación en Irak en el futuro inmediato y mediato depende de otras correlaciones político-militares tanto regionales como mundiales, tal es el caso de los conflictos en curso en América Latina, particularmente en países como Cuba, Colombia y Venezuela. Si bien en la actualidad el eje geográfico y estratégico-militar se ubica en el corazón del Medio Oriente, particularmente en Irak, en cualquier momento un cambio brusco en la correlación mundial de fuerzas puede trasladar dicho eje a otras latitudes.
Sin embargo, por el momento la situación en el país milenario de la antigua Mesopotamia, concentra el conflicto mayor entre la lucha (de clases) contra la ocupación y por la reconstrucción del Estado-nación devastado por el ataque de la coalición imperialista encabezada por Estados Unidos.
En todo caso el proceso electoral constituye solamente un momento dentro de un gran proceso de resistencia político-militar cuya magnitud y profundidad es muy difícil de dilucidar. Lo que indica que en el país ocupado y masacrado por las tropas de ocupación todavía no está dicha la última palabra a favor de un presunto e hipotético «triunfo histórico» del Imperio.