Estamos en medio de una crisis que recién está comenzando. En todos los medios de noticias se habla de la crisis económica, de algo parecido o peor que la crisis de los años 30 del siglo XX, aunque en esa crisis del capitalismo su causa principal fue la sobreproducción de mercancías que no correspondió a […]
Estamos en medio de una crisis que recién está comenzando. En todos los medios de noticias se habla de la crisis económica, de algo parecido o peor que la crisis de los años 30 del siglo XX, aunque en esa crisis del capitalismo su causa principal fue la sobreproducción de mercancías que no correspondió a las posibilidades reales del mercado. La recesión económica, como algunos la llaman, ha asomado su maligna cara que asusta por igual a los inversionistas y a los empresarios de todos los continentes y que, también, debiera preocupar a la clase trabajadora en general, porque ella será la que sufrirá en mayor medida las consecuencias de la crisis. Los capitalistas -inversores, empresarios, bancarios y otros- perderán capitales, pero en ningún caso quedarán en la inopia como los trabajadores que queden cesantes, como resultado de las medidas racionalizadoras que tomarán los empresarios para paliar sus pérdidas. La actual crisis empieza a sentirse ya como algo peligroso e inevitable. Según el presidente de la fundación de tendencias económicas, el economista Jeremy Rifkin, esta crisis se viene gestando desde hace ya 18 años, o sea desde 1990. Ya en el año 1987 uno de los más importantes economistas norteamericanos, Ravi Batra, había pronosticado una gran depresión que habría de ocurrir en el año 1990 y sus tesis la transformó en un libro que tituló «La Gran Depresión de 1990». Esa depresión no se produjo en la fecha anunciada por Batra, pero no hay duda que aunque no se produjo, estaba latente. Según Batra, la concentración de la riqueza en unos pocos ricos y a que los pobres aumentaron y se distanciaron más de los ricos, es decir se polarizó la riqueza, tendría que producir un efecto especial en la sociedad de consumo, en especial en la norteamericana: aumentaría de parte de los pobres la demanda de dinero prestado, dinero que existe en los bancos y en las empresas de crédito. Los bancos no podían negarse a prestar porque su ingreso, sus ganancias, su capital, proviene en mayor medida de los préstamos, por ser una forma rápida de recobrar el dinero más los intereses que son realmente usurarios. Además decía este economista que cuando aumenta la concentración de capital en unas pocas manos, aumenta también la inversión especulativa. Esto produce ciertos efectos psicológicos en una sociedad que promueve el consumo y que crea una ficción de sociedad basada en una riqueza general que en verdad no existe; estos ricos de segunda monta viven endeudados hasta los tuétanos. El riesgo de una economía ficticia, aparentemente sana, es un globo que se tiene que desinflar de un momento a otro. Y eso es lo que ya había ocurrido, en parte, en la Bolsa norteamericana en 1987. La deuda acumulada del Estado norteamericano de billones y billones de dólares pesa enormemente en la actual crisis, sobre todo porque el déficit fiscal ha aumentado increíblemente debido a la política guerrerista de Bush. Dice Rifkin que USA salió de la crisis de los años 80 endeudando al país hasta el cuello, principalmente con las tarjetas de crédito (muy popular hoy en Chile) y con las hipotecas que la gente no pudo pagar. Culpa a las economías de la India y de China que ellas crecieron sobre los hombros de los consumidores norteamericanos. Esta crisis financiera golpeará inevitablemente a los países de Europa, Asia y también de Latinoamérica, aunque algunos presidentes como el de Chile manifiestan que hasta allí no ha de golpear la crisis. Pero estamos en un mundo globalizado, aunque hay muchos que lo duden, y lo que pasa en USA y Europa tiene que tener coletazos en el resto del mundo. Y eso ha de ocurrir así porque las empresas y las instituciones crediticias están interconectadas a nivel planetario. Ya Marx hablaba de las crisis del capitalismo. En su obra monumental «El Capital», refiriéndose a una de las crisis, dio esta explicación que debe tomarse en cuenta para la actual crisis financiera: «Se recordará que el año 1857 trajo consigo una de las grandes crisis con que se cierra siempre el ciclo industrial. El plazo siguiente venció en 1866. Ya descontada en los distritos fabriles propiamente dichos por la escasez de algodón, la cual expulsó mucho capital de las esferas habituales de inversión a las grandes sedes centrales del mercado de dinero, la crisis tomó esta vez un carácter predominantemente financiero. Su explosión en mayo de 1866 fue señalada por la caída de un gigantesco banco de Londres, a la que siguió inmediatamente la quiebra de innumerables sociedades financieras de especulación». Esta crisis significó para la clase obrera el paro y su pauperización, ya que 15.000 obreros de Londres quedaron cesantes (una cifra muy alta para aquella época), entre ellos más de 3.000 técnicos u obreros especializados. Ya han pasado 146 años desde aquello, el capitalismo siguió su marcha con sus caídas cíclicas y esta parece ser una de las que pueden acarrear más problemas a los trabajadores de todo el mundo, porque ahora vivimos en un mundo globalizado como ya lo hemos repetido anteriormente. ¿Se trata realmente de una recesión económica o de una depresión como la denomina el profesor de economía norteamericano Nouriel Roubini, quién ya había anticipado esta crisis. Hace unos días nomás que este profesor dijo: «No podemos descartar un fracaso sistémico y una depresión global. […] Se corre el riesgo de un desplome del mercado, una debacle financiera y una depresión mundial». Ravi Batra en su análisis de lo que produce una depresión sostiene que es producto de una sistemática tendencia a la concentración de la riqueza en unos pocos. Y cuando esto ocurre le demanda baja con respecto a la oferta y se empieza el ciclo que aquí en Suecia se llama de baja. Dice el economista Batra «que una recesión ocurre cuando, a continuación de una disminución de la demanda, el Producto Nacional Bruto empieza a caer o el crecimiento no puede mantener el ritmo con el aumento de los cesantes que buscan trabajo y, de esa manera, el proceso de cesantía empieza a aumentar. La depresión ocurre cuando una recesión sigue a un colapso del sistema financiero y, de esa forma, la demanda (de mercancías) sigue cayendo bruscamente durante varios años». Estamos en presencia de una recesión por el momento, parece ser, y algunos economistas la explican a través de la teoría de los ciclos aplicada a la economía no planificada, a la economía basada en la oferta y la demanda (los ciclos de la economía capitalista se sintetizan en cuatro fases: recesión, depresión, recuperación y coyuntura de alta). No puede existir una economía solamente próspera, sin altibajos, sin trabas, con un mercado siempre en aumento y con materias primas al alcance de todos. El uranio, por ejemplo, es un tanto limitado, y esa es una de las razones detrás de la política norteamericana contra Irán. Los dueños del uranio en el mundo son los que pueden desarrollar en mayor medida la energía nuclear. Los sistemas, cualesquiera que sean, avanzan, se estancan, se recomponen y vuelven a avanzar. El capitalismo pasa hoy por uno de esos bajones que tendrá consecuencias desastrosas para los pueblos, en especial, para la clase que vende su fuerza de trabajo: la clase proletaria. Cualquier sistema económico pasa por períodos en que se produce un desequilibrio en la economía, después de algún tipo de reajuste se vuelve al equilibrio por un tiempo determinado, para volver de nuevo al desequilibrio. Incluso eso ha ocurrido en los sistemas llamados malamente «socialistas» de la antigua URSS y de la República Popular China. Por esa razón, esos Estados tenían planes quinquenales los que podían ser adecuados nuevamente a la situación, es decir, lograr de nuevo el equilibrio.
Y el capitalismo desde que se instauró como sistema sustituyendo al feudal, ha tenido muchas crisis y de diversa índole. Podríamos decir que las crisis del sistema son propias de él. Es impensable un sistema siempre equilibrado. Ahora bien, ¿qué profunda es la crisis? ¿Cuánto tiempo ha de durar esta crisis? ¿Podría esta crisis derrumbar definitivamente el sistema capitalista? ¿Se recuperará el capitalismo como ya lo ha hecho en otras ocasiones? Nadie está en condiciones de responder con exactitud a estas interrogantes. Recién está comenzando y no sabemos todavía sus proyecciones. Augurar el derrumbe me parece también un pronóstico equivocado. Probablemente aquellas personas que nunca han confiado en la Revolución estén creyendo ver confirmados sus tesis reformistas para cambiar el sistema. Así también ha ocurrido en el pasado en varias ocasiones. El economista Joaquín Almunia frente a la posible recuperación de la crisis dijo recientemente: «He dicho que vivimos momentos de gran incertidumbre, en los que es muy difícil predecir lo que va a suceder en los próximos meses. Pero es razonable esperar que de aquí a un año el horizonte empiece a despejarse. A corto plazo los mercados están muy volátiles, dentro de un clima de pesimismo y de tensión». O sea, todo va quedando al mercado y a su recomposición, y no aparece lo central: un sistema desequilibrado que para equilibrarse debe no solo reajustar sus políticas financieras, también el sostén ideológico.
No hay duda que la crisis tiende a profundizarse en vez de desaparecer, por el momento. Hay muchos que sostienen que el capitalismo se desploma ahora y que ya lo venían sosteniendo los comunistas aglutinados en la Comintern, por allá en el decenio de los años veinte del siglo XX. El derrumbe del capitalismo estaba muy cerca y la revolución en Europa era cosa de algunos años, pensaban. A pesar de que las condiciones objetivas para una revolución al estilo bolchevique existían, esta revolución terminó en un fracaso por la falta de las condiciones subjetivas y no tanto por la fuerza de la contrarrevolución. Hasta Rosa Luxemburgo, la gran revolucionaria polaca asesinada en Alemania, creía ver en la situación mundial y en especial la situación de Europa al término de la Primera Guerra Mundial, el derrumbe inminente del capitalismo. Diez años después llegaría la depresión del año 29 y aunque fue muy profunda y las causas de aquella, en lo esencial, no difieren mucho de las actuales, el capitalismo se repuso y siguió desarrollándose, poniendo en evidencia que el sistema tiene un gran espacio de maniobra y, por tanto, la revolución sigue siendo el único camino posible para cambiar el sistema. Algunas de las razones planteadas por Rosa Luxemburgo son de valor hoy también y deben tomarse en cuenta. Entre otras razones decía lo siguiente en Reforma y Revolución: «En general, la creencia de que la producción capitalista puede «adaptar» al cambio, supone que el aceptar una de estas dos cosas; o que el mercado mundial es ilimitado y crece hasta el infinito o que, por el contrario, las fuerzas de producción detiénense en su crecimiento para no saltar sobre los límites del mercado. Lo primero es una imposibilidad física; a lo segundo se opone el hecho de que continuamente se verifican revoluciones técnicas en todos los aspectos de la producción, despertándose cada día nuevas fuerzas productivas». Y una de las razones actuales de la crisis que golpea a las financieras está muy relacionada, también, con la contracción del mercado en países hacia los cuales tradicionalmente se exportaba, producto, entre otros factores, de la mayor competencia de nuevos países productores con una mano de obra barata, y que hace veinte años atrás no participaban del mercado mundial, como China por ejemplo. Pero, aparte de China, hay otros países que inundan el mercado mundial con productos más baratos quitándoles mercado a los otros, y me pregunto como lo hacía Rosa Luxemburgo, si el mercado puede seguir expandiéndose. Tal vez por ahora sí. Es posible que todavía exista esa posibilidad hacia mercados que no están muy desarrollados, pero eso implica que una gran cantidad de países, sobre todo, de África, tengan un desarrollo mayor, porque todavía en esa región del planeta hay países subdesarrollados en los que sólo una minoría muy limitada tiene poder adquisitivo suficiente. La gran mayoría vive en la extrema pobreza y miseria, y en algunos lugares, producto de la sequía continuada, el hambre y la mortandad infantil es alarmante. Sin embargo, allí, las multinacionales explotan petróleo, cuyos ingresos no benefician para nada a su población. Si esos países se desarrollasen suficientemente aumentaría el mercado. Pero, como decía Luxemburgo, eso no puede suceder hasta el infinito. Las revoluciones técnicas (que influyen en los países desarrollados o en vías de desarrollo) crean nuevas necesidades y nuevos mercados. De manera que el desarrollo de la técnica es hoy por hoy un imperativo para lograr mercados. Por esa razón, países como China, hoy invierten mucho capital en la investigación tecnológica. Asimismo, algunos institutos de investigación norteamericanos se han trasladado a China, más que nada por las facilidades que da el gobierno a este tipo de actividades, las que son vitales hoy para mantenerse como nación fuerte y autónoma. Se podría pensar que detrás de la crisis actual estaría China con una estrategia de derrumbe del capitalismo, pero eso es impensable, toda vez que China es uno de los principales acreedores de USA. El Estado chino ha invertido cuantiosas sumas de dólares en bonos del Estado norteamericano ayudando de esa forma a mantener al banco central de USA con suficiente moneda para prestarle a su gobierno. Algunos piensan que China pretende con eso dirigir de alguna forma la economía norteamericana, pero en verdad es sólo una forma de capitalizar el dinero en dólares conseguido a través de las exportaciones. Podríamos afirmar que parte del dinero que Bush invertirá en los bancos norteamericanos proviene de los fondos acumulados por China. Aunque, en verdad, China no es mucho lo que gana con esos bonos. En el 2006 el interés pagado por USA fue sólo el 1,75%. El valor de la moneda norteamericana, su cotización actual que aparece cada vez más fuerte frente al Euro es sólo temporal y se debe fundamentalmente a la inyección de moneda del Estado a los bancos en crisis y también a la compra de dólares por algunos países como Japón, que son un apoyo a USA, su principal socio en el mundo. Pero lo más probable es que en unos seis meses el dólar vuelve a cotizarse como antes, a 1,50 por Euro y a lo mejor que se cotice más bajo. Claro está que eso depende de como la crisis azote a Europa. Sin embargo, USA no puede seguir emitiendo moneda como hasta aquí, sin una base real económica. Por otro lado, la devaluación del dólar le permite a USA reajustar el monto de la deuda, toda vez que la deuda es en dólares y no en las monedas nacionales. Pero con eso contribuye a la inflación, que si pudiésemos definirla en pocas palabras, diríamos que ella ocurre cuando un Estado aumenta su crecimiento económico a costa del aumento de su circulante más allá de lo razonable. Una gran parte de los economistas a nivel mundial sostienen que la cantidad de moneda, dinero, tiene una gran influencia en las variables económicas. La inflación se va insinuando no tanto por el aumento parcial de los precios de las mercaderías como por el aumento desenfrenado del circulante. Algo así nos pasó en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. La inflación fue galopante y partía de la estrategia de repartir más dinero entre las clases más necesitadas, por tanto, el Banco Central emitió más dinero que lo normal y de esa forma creamos un proceso inflacionario. Aunque, de esa manera disminuimos la cesantía en la clase obrera. Y por eso cuando la cesantía aumenta muy rara vez lo hace la inflación. Algunos economistas como Mandel, sostenía que el endeudamiento conducía a la inflación, pero como muy bien lo sostiene Martin Nicolaus, «la inflación no ocurre porque la gente se endeude; la gente se endeuda a causa de la inflación». Volviendo a la crisis de USA, lo más contradictorio de todo este fenómeno monetario es que por un lado USA es el país que tiene la deuda más grande del mundo, y al otro lado de la medalla aparece como el país con el mercado de consumo mayor del planeta. Además que posee el mayor poder militar y tecnológico. Se podría pensar que un país tan endeudado como USA tiene que desplomarse, pero si en el pasado eso no ha estado ni cerca, tampoco se ve que esto llegue a ocurrir dentro de esta época.
Una solución a la falta de mercados fue para Europa el Mercado Común, que fue el inicio de la Unión Europea. El romper las barreras aduaneras y el poseer una moneda común facilitó el acceso a los mercados para empresas de todos esos países, como también el traslado de la mano de obra a los países donde existía demanda de ella. La flexibilidad aplicada al mercado (una medida de carácter estratégico), en este caso, ha sido positiva, aunque de todas maneras Europa se enfrenta también a la crisis que no es sólo regional, sino que, es mundial en este mundo globalizado. Tenemos el caso de España en donde el sector de la construcción se ha derrumbado, sector que por muchos años fue el principal motor del auge y del crecimiento económico español. La empresa española Martinsa-Fadesa, una de las principales empresas constructoras, el día 7 de octubre reciente, tuvo que suspender sus pagos después de acumular una deuda de cerca de 6.000 millones de Euros. Sus acciones cayeron un 20% en la Bolsa. Y no ha podido cumplir con más de 12.000 clientes que esperan sus viviendas. En España también se produjo el abuso de las tarjetas de crédito, muy popular en casi todos los países, que ha llevado a muchas familias a vivir endeudados hasta los tuétanos. Y todo eso como resultado del consumismo, una práctica perjudicial motivada por la ideología capitalista. Y todavía hay «marxistas» que no ven el peso que tiene la ideología en la acción de los hombres. Eso, en USA, constituyó el sueño americano, en el que una gran mayoría del pueblo estadounidense forma parte. Y en este sueño participan los trabajadores que fuertemente influidos por la ideología del neoliberalismo apoyaron a Bush en su reelección y aunque muchos de ellos han vivido pobremente, se manifestaron contra toda política estatal de apoyo a los más necesitados por considerarla socialista. En ese país las medidas sociales son muy inferiores a la de los países europeos, por ejemplo las vacaciones pagadas, ellas son sólo tres semanas contra cinco de casi toda Europa. Es un sueño bien especial. La salud está en poder de los que tienen suficiente dinero, los que no tienen se las arreglan como pueden. Y ni que hablar de la atención dental. Una gran parte de la población norteamericana vive con sus caries. Veremos que ha de suceder ahora con el cambio de política de Bush para evitar que se hunda el sistema. Volviendo a España, aun cuando el crecimiento económico presentaba cifras espectaculares, se trataba sólo de un espejismo, porque las deudas del público con los bancos subían y subían y faltaba dinero para cumplir con los bancos y las empresas crediticias. Algo similar ha estado ocurriendo en muchos países europeos y con mayor razón en USA de donde viene el modelo neoliberal. Las tarjetas de crédito son una trampa mortal no sólo para los que se endeudan, también para los prestamistas que arriesgan no ver el reintegro de su dinero. El modelo de capitalismo actual, el neoliberalismo que se implementó por allá en la década de los 70, en que el Estado no debía participar dirigiendo la economía ni menos ser parte como dueño de empresas, se ha deteriorado hasta tal nivel que, los gobiernos de USA y otros de Europa, se han visto obligados a reinvertir estas prácticas y volver al proteccionismo estatal (una forma de capitalismo de estado), para solventar la crisis. USA ya en sus comienzos como Estado independiente sufrió una depresión en 1783, debido al proteccionismo que establecieron Inglaterra y Francia al ingreso de productos norteamericanos a su mercado. El resultado de esa política fue perjudicial a USA, la que creó un desbalance en la balanza de pagos: USA importaba más de lo que exportaba. Hoy ocurre algo similar en algunos países que temen que su industria nacional se arruine. El ALCA que impulsa USA es una forma de contrarrestar estas medidas prteccionistas. En realidad son medidas paliativas para evitar la amenaza del derrumbe de todo el sistema. Un derrumbe del capital financiero trae como consecuencia inmediata, la disminución de la producción por la falta de capitales, y con ello la necesaria disminución de la mano de obra, tanto técnica como no técnica. El dinero no es capital, como muy bien lo señaló Marx, si este no produce valor. Capital es un valor que produce valor. Aunque parezca trivial decirlo, hay muchos que no comprenden la diferencia entre dinero y capital. El dinero en los bancos, es sólo dinero hasta que no circule y produzca valor, por eso no puede permanecer en sus bóvedas por mucho tiempo, y para que produzca valor tiene que invertirse, tiene que circular. Muchos bancos invierten en acciones de diferentes empresas (como también en bienes raíces y otras inversiones). Las acciones tienen su parte de riesgo: de que se produzca una caída fuerte de su cotización, por malos negocios, por falta de mercado para los productos de la empresa, etc., pero los inversores se cubren de posibles pérdidas invirtiendo en diferentes tipos de acciones, de manera que, si alguna baja otras suben, y así se logra el equilibrio. Las acciones suben o bajan dependiendo de muchos factores, incluso factores psicológicos, como guerras, amenazas de cualquier tipo que afecte a las ventas o a la producción. Pero el factor decisivo es, indudablemente, la venta, tanto el aumento como la disminución de ella, o sea, el interés del mercado por los productos, la demanda y no la oferta. Pero, a veces, los productos de un tipo se enfrentan a un mercado saturado de ellos y que se venden a un precio inferior. Y eso le ha estado sucediendo a USA últimamente, ha perdido muchos de los mercados que eran tradicionalmente suyos. Ahora surgió el monstruo China y se apropió de muchos de ellos con su producción a un bajo costo. Y una consecuencia inmediata fue el quiebre de muchas empresas norteamericanas que no estaban en condiciones de competir con los productos chinos, sobre todo porque son los mismos norteamericanos los que han inventado y promovido que el Estado no debe actuar con una política proteccionista y eso lo hicieron para evitar que ciertos países subdesarrollados le pusieses impuestos altos a los productos yanquis para proteger sus industrias.
Esta crisis empezó en USA con el problema de las empresas inmobiliarias, por la falta de dinero de los compradores de casas para pagar los préstamos y los interesas de las deudas. El auge de la construcción y de la demanda de casas para cumplir con el sueño americano, unido a una economía que presentaba una cara muy positiva animó a los bancos a prestar mucho dinero a clientes que no eran muy seguros, todo eso por la necesidad de los bancos de transformar el dinero depositado en sus bóvedas en capital financiero. El alto costo de la vida influyó en que muchos clientes estuviesen faltos de dinero para cancelar sus deudas. Las hipotecas sobre los bienes raíces, concedidas a un alto riesgo, terminó por llevar a muchos a perder sus casas y a bancos a perder sus inversiones, porque de la venta de las inmobiliarias no rescataron el valor de los préstamos, además que los bancos se fueron quedando sin dinero para seguir prestando, lo que los ha llevado al borde de la paralización. Entre esos bancos que fueron a la quiebra estaba el norteamericano Ownit Mortgate. Esta experiencia fue provocando un poco el estrangulamiento del crédito como dice el articulista de «El País» Joaquín Estefanía. Este crédito que le es tan indispensable a las pequeñas empresas fundamentalmente, para mantener viva su producción. Algunas empresas tuvieron que paralizar con el consiguiente paro de trabajadores. A esto se sumó el alza de materias primas para producir alimentos, encareciendo con ello los productos que no podían competir con otros que venían de países con una mano de obra barata. Si bien es cierto, la importación de esos productos favoreció a una gran parte de la población, llevó a la quiebra a varias empresas norteamericanas, incidiendo en la balanza de pagos, desfavorable desde ya a USA y favorable a esos países exportadores como China. Después vino un período de una gran alza del petróleo y en general de los energéticos, producto de las guerras llevadas a cabo por USA y la OTAN en Oriente Medio. El alza del petróleo acarrea problemas inmediatos como el alza de la locomoción, el alza del transporte personal y de mercancías, de la electricidad, etc. Todos estos factores produjeron en el llamado Primer Mundo una cierta estagnación, es decir, alta inflación y bajo crecimiento económico. En algunos países como España que es dependiente del petróleo, el aumento del precio fue fatal para su economía. También influyó en el precio del petróleo el aumento de la demanda de carburantes por países como India y China. Indudablemente que aquellos países que son productores de carburantes tienen más posibilidades de resistir la crisis, también aquellos que no son tan dependientes del petróleo. Ahora es cuando se demuestra la necesidad imperiosa de versificar la energía. Sobre todo para evitar no sólo el problema económico y energético, también para no seguir perjudicando al planeta ensuciando su atmósfera y evitar seguir por la ruta del calentamiento global del planeta. El encarecimiento global traerá consigo una disminución del consumo turístico y, por tanto, muchos países que viven de los ingresos que produce el turismo se verán afectados. Aunque el precio del petróleo ha bajado últimamente, la gente cuenta con menos dinero producto del alza del costo de la vida, sobre todo de los alimentos, como ya se deja ver aquí mismo en Suecia. Ahora Bush y otros presidentes europeos han pensado en una solución: inyectar dinero al sistema crediticio. Eso se hace en base o a préstamo directo del Estado o a nuevas emisiones de acciones compradas por el Estado, lo que lo convierte en socio de las empresas, abandonando todo el pensamiento y la práctica del neoliberalismo: un Estado que no se inmiscuya en la economía de los privados. La crisis en Islandia llevó al gobierno a nacionalizar el más importante banco del país: Kaupthing, sólo un día después de que el Estado hubiese asumido el control de otros dos bancos. Pero hay un gran problema: el dinero depositado en las filiales bancarias islandesas en Gran Bretaña. Este país también está viviendo la crisis y ya el gobierno británico ha nacionalizado en forma parcial su banca. El gobierno inglés ha destinado ya 31.500 millones de Euros para la compra de acciones bancarias. Inglaterra, el país que fue la cuna del liberalismo económico renuncia a sus antiguas prácticas y se encauza al igual que USA y otros países europeos en dirección al capitalismo de estado. Aunque eso fue considerado como el comienzo del socialismo, ya no despotrican contra ese modelo, ahora ven a ese modelo como la única salida posible para reflotar el buque capitalista.