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La derecha se envalentona con los puentes que le tienden

Fuentes: Rebelión

El periódico Tal Cual, dirigido por Teodoro Petkoff, ofrece el 7 de abril una primera plana realmente grotesca, en cuyo centro presenta el dibujo de una multitud de manos estrangulando al presidente Chávez. Es una imagen violentísima, muy propia de un fascismo envalentonado por la política y el discurso de la conciliación que el gobierno […]

El periódico Tal Cual, dirigido por Teodoro Petkoff, ofrece el 7 de abril una primera plana realmente grotesca, en cuyo centro presenta el dibujo de una multitud de manos estrangulando al presidente Chávez. Es una imagen violentísima, muy propia de un fascismo envalentonado por la política y el discurso de la conciliación que el gobierno ha adoptado. La derecha venezolana está bien retratada en esa primera plana, allí se ve en toda su crudeza la calidad criminal que la distingue. Toda derecha es por definición antidemocrática, y sólo se muestra liberal y respetuosa de ciertos modales democráticos cuando la base de su poder no es cuestionada. Ni con amnistías a golpistas ni con favores económicos a la burguesía se puede cambiar la naturaleza de la reacción. La única manera de pactar con la derecha es volverse de derecha.

Es muy triste observar cómo el gobierno insiste alienar su base de apoyo popular, corriendo detrás de una burguesía nacionalista que no existe. Esa burguesía parasitaria no tiene ningún sentido nacional, ni está interesada en colaborar con un un proyecto revolucionario, lógicamente. La burguesía con la que negocia el gobierno es la misma que ha cometido todos los crímenes fascistas en contra del proceso revolucionario.

Algunos capitalistas se entretienen disfrazándose de empresarios socialistas, y hacen muy buenos negocios con el Estado, pero incluso esos empresarios saben que, pese a todos los pactos, este no es su gobierno. A la hora de la verdad prefieren a uno de los suyos dirigiendo el Estado, y no a alguien que represente el fantasma de las movilizaciones populares que se agudizaron entre los años 2001 y 2004.

La «gran alianza patriótica» con la burguesía de la que ha hablado el presidente Chávez es una utopía reformista que nos va a costar bien caro, como pueblo. Una estrategia reformista es el mejor caldo de cultivo para el oportunismo y la corrupción, para el entreguismo y la traición. Los empresarios seguirán haciendo negocios y exigiendo tajadas cada vez mayores, reclamando cada vez más concesiones al Estado, mientras ven que el gobierno se derrumba por sus propias contradicciones. No denunciar el reformismo es hacerle el juego a la derecha.