«La injusticia social mata a muchas personas», concluye el informe realizado por la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS. Con este documento se pretende que al diseñar las políticas económicas y sociales, los gobiernos tengan en cuenta el impacto sobre la salud que generan las desigualdades. Los expertos aseguran que ocho […]
«La injusticia social mata a muchas personas», concluye el informe realizado por la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS. Con este documento se pretende que al diseñar las políticas económicas y sociales, los gobiernos tengan en cuenta el impacto sobre la salud que generan las desigualdades.
Los expertos aseguran que ocho de cada diez muertes prematuras debidas a cardiopatías o accidentes cerebro vasculares y más de la mitad de los tumores cancerígenos podrían evitarse con estilos de vida saludables. Pero la salud no sólo depende de la biología.
No todo el mundo tiene ingresos, educación o un entorno apropiado para poder elegir. Recordemos que una buena parte de la humanidad sobrevive con menos de dos dólares al día. Las personas en situación de pobreza, sometidas a un trabajo precario y mal pagado, o que viven en barrios pobres y contaminados, ven su conducta influida por factores sociales, no por cuestiones de estilo de vida personal. El considerar una alimentación sana o una actividad física regular puede no estar a su alcance.
Un 80% de las personas que murieron el año pasado por enfermedades cardiovasculares habitaba en países con una renta media o baja. También viven en países pobres un 80% de los diabéticos del mundo.
En países como Mozambique hay que caminar más de media hora para obtener un agua que suele causar infecciones. Se bebe o se come lo que puedes encontrar.
«La causa de las enfermedades transmitidas por el agua no es sólo la falta de antibióticos, sino la suciedad; el origen de las cardiopatías no es sólo la carencia de unidades de atención coronaria, sino el modo de vida de la población, que está configurado por el entorno en que vive; la obesidad no es culpa del vicio personal, sino de la excesiva disponibilidad de alimentos ricos en grasas y azúcares», indica la comisión.
La mala salud se solapa con la pobreza. El informe de la OMS alerta de que las desigualdades crecen. Es preciso lograr un reparto más equitativo de los recursos.
En 1980, los países más ricos tenían un ingreso nacional bruto 60 veces superior al de los países más pobres. Actualmente, la diferencia se ha multiplicado por 122.
La riqueza por sí sola tampoco determina la salud. Hay países con bajos ingresos, como Cuba o Costa Rica, que han logrado buenos niveles de salud. En los países con economías en transición, preocupa el aumento desorbitado de la obesidad. Para corregir esta tendencia habría que tener en cuenta a otros sectores como el comercio, la agricultura, el empleo y la enseñanza.
Las desigualdades en las zonas más prósperas también tienen un impacto sobre la salud. El tener pocos ingresos significa tener un menor acceso a la educación y al ocio, sufrir desempleo, inseguridad laboral, peores condiciones de trabajo y habitar en barrios menos seguros. La pobreza, los riesgos laborales y la presencia de ciertas industrias hacen que en el suroeste español, las cifras de salud sean peores que en el resto de España. Las diferencias también se pueden encontrar localmente, entre barrios de una misma ciudad.
La situación laboral es uno de los factores sociales mejor estudiados. Se sabe que los trabajadores con menores ingresos y mayor precariedad laboral tienen peor salud. Los menos cualificados sufren con mayor incidencia patologías como dolores cervicales, lumbares y migrañas. Uno de cada cuatro obreros con baja preparación tiene contrato temporal, y cerca del 8% ni siquiera tiene contrato. No es extraño que un 12% padezca problemas psíquicos, pues la incertidumbre y la falta de control producen niveles de estrés que ponen en riesgo la salud mental. Asimismo, se ha comprobado que las mujeres más desfavorecidas sufren mayores índices de sobrepeso, pues la falta de recursos y de tiempo se suele traducir en una dieta peor. Asimismo, menos del 20% de las mujeres con una renta baja hace ejercicio físico durante el tiempo libre, frente a un 40% entre las clases acomodadas.
Es preciso un nuevo enfoque sobre la sanidad. Pocos problemas son solo genéticos o biológicos, hay que incorporar los procesos sociales a la biología humana. Pensar en salud es buscar también las causas por las que la gente enferma.