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Se podrían haber evitado nueve millones de muertes

La desigualdad mata

Fuentes: Asociación acceso justo al medicamento

La periodista feminista y coordinadora de Sanidad del diario @ElSaltoDiario, Sara Plaza Casares, escribió un valioso artículo en el que resume y comenta los resultados publicados por el Centro para la Investigación de las Corporaciones Multinacionales (SOMO) con sede en Holanda, sobre las colosales ganancias obtenidas por siete de las principales farmacéuticas que comercializaron las vacunas, obteniendo en promedio 90.000 millones de dólares anuales en 2021 y 2022.

Los datos son contundentes (se reproducen en “Otras Fuentes” en el Número 18 de nuestra Revista) y recuerdan también que las grandes farmacéuticas recibieron financiación pública para la investigación y compra anticipada de vacunas por parte de los países del norte. Como no se cansa de repetir Fernando Lamata, “si se hubiera vacunado a todo el planeta al mismo ritmo que nos vacunamos en el Norte, se habrían evitado unos 9 millones de muertos.”(1)

Trabajando sobre esas mismas cifras obscenas de ganancias, el asesor del South Center German Velásquez (2) escribe desde hace décadas sobre la desigualdad en el acceso a medicamentos y vacunas pero además, antes y ahora, sobre la ruptura de los consensos otrora democráticos en la OMS a causa del ingreso del capital privado en los lugares de tomas de decisión, como ocurrió con el papel de Covax durante la pandemia.

En su informe de marzo 2023  Velásquez expresó su profunda inquietud por la naciente creación y puesta en marcha -por parte del Banco Mundial (con el apoyo de los miembros del G20) y la OMS- de un Fondo Intermediario de Financiamiento (FIF) con capital público-privado para la preparación, prevención y respuesta a las pandemias. El mismo Banco Mundial que bajo la presidencia de David Malpass se opuso a la exención de derechos de propiedad intelectual para las vacunas Covid 19, y que durante la pandemia pagó más de 600 millones de dólares a los gigantes farmacéuticos Pfizer y Moderna por sus vacunas Covid-19, mediante contratos adjudicados a través de Covax (3).

Como ahora plantea el propio Velásquez, entre otros, el tipo de gobierno sugerido para tal Fondo público-privado muy probablemente contaría con una junta directiva compuesta principalmente por grandes donantes, es decir, los países ricos del norte global. Los países del sur probablemente se limitarían a ser observadores con poca voz en los procesos de toma de decisiones, a pesar de que soportaron desproporcionadamente el peso de la pandemia de Covid-19 y es probable que lo hagan con cualquier pandemia futura.

El papel de la “Fundación de la OMS” -que nunca fue aprobada por los órganos de gobierno de la institución- es ambiguo y los mecanismos para evitar el conflicto de intereses no están suficientemente claros. Como se pregunta Velásquez: ¿Será el G8 y en su extensión el G20 que tomarán las decisiones e impondrán su visión de cómo se gestionará la salud mundial? Lo cierto es que el volumen de la inversión (si realmente lo hubiera)  no es una condición suficiente cuando hablamos de salud para todos.

Una vez hemos admitido que ciertos bienes como la salud, los medicamentos y las vacunas son instrumentos para generar ganancias, de inmediato los convertimos en mercancías que se compran y venden; y puesto que se trata de mercados capitalistas, entonces su característica específica es producir mercancías para ser vendidas y lograr beneficios en el mercado. Fue así que nació el nombre de “mercantilización” en el mundo moderno, de modo que si aceptamos que son mercancías, deberíamos estar dispuestos a creer que los medicamentos y vacunas han sido producidos especialmente para ser vendidos en el mercado, en este caso el farmacéutico (4).  Entonces -y si bien siempre es posible que existan políticas públicas que regulen los mercados mediante una fijación de precios calculando los costos y un beneficio razonable- (5),  lo cierto es que los mercados no son inertes porque  dejan sus huellas tanto en los bienes que se venden y compran como en la generación de consensos públicos sobre la distribución y el acceso a ciertos bienes otrora considerados bienes comunes, ahora encubiertos bajo el ambiguo nombre de “bienes públicos globales”.

Finalmente, los datos nos muestran que vivimos en un mundo real caracterizado por mercados crecientemente oligopólicos, con enormes barreras de entrada y economías de escala; y en un mundo real caracterizado por la aparición de grandes poderes económicos privados –entre ellos la industria farmacéutica, que no sólo son capaces de imponerse políticamente en mercados nada competitivos, sino manifiestamente de desafiar a las repúblicas y a los gobiernos democráticos, disputándoles con creciente éxito el derecho a definir el bien público (6).

Dijimos antes –siguiendo a Fernando Lamata- que la desigualdad mata y que hubo 9 millones de muertes evitables, aunque no parece que las escandalosas cifras hayan sido un argumento de peso para lograr una reestructuración democrática de los Organismos Internacionales que se ocupan de la salud mundial –por ejemplo un país un voto en la OMS para todos los asuntos que tengan que ver con la salud mundial y muy especialmente con la distribución y el acceso.

No cabe duda de que en la medida en que el dinero cada día puede comprar más y más cosas –medicina de calidad lo cual conlleva el acceso a medicamentos y vacunas, alimentación saludable, vivir en barrios seguros, buena educación y acceso a la justicia-, la desigualdad en el acceso no sólo aumenta la brecha entre ricos y pobres en relación con cosas prescindibles, sino que con ella se nos va la vida (7).   

Se sabe que la tan mentada y huera consigna coreada por políticos y funcionarios durante la pandemia: “las vacunas deberían ser bienes públicos globales” es incompatible con las normas vigentes del comercio internacional que imponen la apropiación privada de los bienes intangibles del conocimiento, los insumos imprescindibles para la posterior fabricación de medicinas y vacunas. Sería interesante recordar entonces -como lo hace magistralmente Dean Baker a propósito de la desigualdad en el acceso- que hoy podríamos estar hablando con sentido de las vacunas como “el producto del desarrollo de bienes públicos globales” si se hubiera propuesto una investigación conjunta nacional e internacional, si todos los descubrimientos hubiesen sido publicados lo antes posible, y si las patentes hubieran estado disponibles de manera pública para que todos pudieran aprovecharlas.

Baker se hace cargo de manera inteligente frente a  los posibles contra-argumentos de los privatizadores, e intenta responder a algunas personas ‘realistas’  a las que les cuesta entender, ¿qué incentivo podría haber tenido Moderna si no hubieran tenido asegurado el monopolio de las patentes? Y propone responderles de la siguiente manera:  “permítanme explicarles: se les pagaría. Así como la mayoría de nosotros trabajamos por dinero, no por monopolios de patentes, Moderna y otras compañías farmacéuticas que desarrollan vacunas o tratamientos estarían recibiendo pagos directos por su investigación. Su incentivo sería recibir el pago, y si pasaran dos o tres meses y no tuvieran nada que mostrar, entonces no cobrarían. Esta es la idea de trabajar por dinero,  pensé que la mayoría de los economistas estaban familiarizados con ella, pero cuando se trata de financiar la investigación de drogas, parece que ese concepto les resulta extraño” (8)

 
Notas:
1.https://www.elsaltodiario.com/vacunas/farmaceuticas-ganan-90000-millones-dolares-al-ano-vacunas-covid-financiadas-dinero-publicohttps://accesojustomedicamento.org/las-farmaceuticas-ganan-90-000-millones-de-dolares-al-ano-con-las-vacunas-covid-financiadas-con-dinero-publico-2/https://www.somo.nl/big-pharma-raked-in-usd-90-billion-in-profits-with-covid-19-vaccines/

2. Velásquez, Germán (2023), “De dónde viene y adónde va el financiamiento para la salud pública mundial” . Documento de investigación 176. South Center, Ginebra.

3. Originariamente Covax había propuesto un acceso equitativo a las vacunas para todo el mundo, aunque posteriormente incluso el Director general de la OMS llegó a hablar de la distribución como un “aparthaid de vacunas”, Velásquez, F; op.cit. p.17. el Véase también:https://www.brettonwoodsproject.org/2022/07/world banks-commitment-to-private-sector-led-development-casts-doubt-on-effectiveness-of-new-pandemic-preparedness-fund/

4. Sobre este tema recomiendo y me he nutrido de la Conferencia de Antoni Domènech:” Capitalismo y Modernidad”, https://www.youtube.com/watch?v=18ZaFnLnzsI

5. Sobre este tema recomiendo el editorial de Abel Novoa (2023): “Cómo podemos poner precio a los medicamentos cuando fracasa la ciencia?. Revista AAJM.

6. Bertomeu, M.J., Domènech, A (2005) “El republicanismo y la crisis del rawlsismo metodológico (Nota sobre método y sustancia normativa en el debate republicano)”. Madrid, Isegoria, p. 60

7.Sandel, Michael (  2012  ) What money can´t buy. The moral limits of markets. Penguin Books, London, England, p. 12

8.Baker, Dean (2020), “Waiting for a Vaccine: Killing for Inequality” , The Center for Economic and Policy Research. https://cepr.net/waiting-for-a-vaccine-killing-for-inequality/. Versión castellana https://www.sinpermiso.info/textos/a-la-espera-de-una-vacuna-matar-por-la-desigualdad-

María Julia Bertomeu. Miembro de la Comisión Editorial de la revista «Asociación acceso justo al medicamento», AAJM.

Fuente: https://accesojustomedicamento.org/la-desigualdad-mata-se-podrian-haber-evitado-nueve-millones-de-muertes/