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Entrevista a Yanis Varoufakis

«La deuda es al capitalismo lo que el infierno al cristianismo»

Fuentes: Jacobin

La nueva serie de Yanis Varoufakis explica cómo las élites utilizaron la crisis financiera para aterrorizar a las poblaciones europeas hasta la sumisión. En una entrevista, explica a Jacobin por qué fracasó el movimiento contra la austeridad y por qué el centro converge con la extrema derecha.

«La deuda es al capitalismo lo que el infierno al cristianismo: desagradable, y esencial». En su nueva serie documental In the Eye of the Storm (En el ojo de la tormenta), Yanis Varoufakis explica cómo las élites han utilizado las propias condiciones estructurales del capitalismo para aterrorizar a las poblaciones hasta la sumisión y hacer avanzar su contrarrevolución. Para el ex ministro de Finanzas griego, la austeridad no era una respuesta necesaria a la crisis sino un instrumento de «guerra de clases», utilizado para rediseñar las economías en Europa y más allá.

La nueva serie de Varoufakis relata la resistencia contra este proceso y las formas en que los dogmas de sus instituciones pusieron a la Unión Europea (UE) en su actual rumbo derechista. En una entrevista para el nuevo número impreso de la revista Jacobin en alemán, David Broder habló con Varoufakis sobre su etapa como ministro de Finanzas, las razones por las que las recientes crisis beneficiaron sobre todo a la extrema derecha y el declive de la hegemonía occidental a nivel mundial.

DB. A finales de 2023, The Economist nombró a Grecia como la «economía del año». En las elecciones de junio, Nueva Democracia había obtenido la mayoría, un resultado ampliamente atribuido a los signos de crecimiento económico. Mientras, el principal partido de la oposición, Syriza, sigue en declive. Entonces, ¿no van bien las cosas en Grecia?

YV. The Economist tiene motivos para celebrar un milagro económico. Si eres un hombre de dinero o un fondo buitre que compra préstamos en dificultades, Grecia es El Dorado.

Hoy hay 1,2 millones de viviendas embargadas en un país de diez millones. Digamos que una casa se compró por 250.000 dólares antes de la crisis. Ahora vale 200.000 euros. Tenía un préstamo sobre ella de 150.000 euros, de los cuales se devolvieron 50.000. El hipotecado no puede devolver los otros 100.000 euros debido a la crisis, la pérdida de ingresos, etc. Entonces, un fondo buitre registrado en Delaware, con una cuenta bancaria en las Islas Caimán, compra el préstamo por 5.000 euros. Aunque lo vendan por sólo 100.000 euros, habrán ganado 95.000 euros sobre 5.000. Dudo que haya algún lugar donde se puedan obtener mayores tasas de rentabilidad. Esto está ocurriendo a escala industrial.

El Estado griego está más en quiebra ahora que en 2010, cuando entró en bancarrota. Hoy la deuda nacional es más alta mientras que la renta nacional bajó. Pero ahora que una serie de gobiernos fueron buenos chicos y chicas para la troika, la comunidad internacional de acreedores decidió proclamar que Grecia ya no es insolvente. ¿Por qué? Todo el mundo sabe que el Estado griego está en quiebra. Pero también está el Banco Central Europeo [BCE] haciéndole un guiño a todos los que compraron deuda griega: no os preocupéis, la respaldamos. Así que, ¿por qué comprar deuda alemana cuando puedes comprar deuda griega que te da rendimientos más altos?

Si tienes capital que utilizar para extraer la riqueza de otras personas, entonces Grecia es el lugar al que acudir. Pero si eres griego y no perteneces a la oligarquía, estás en serios problemas. Durante trece años tus ingresos reales fueron cayendo. La red de seguridad social está desmantelada, al igual que los convenios colectivos. Luego vino la crisis del costo de la vida, que golpeó a la clase trabajadora griega y a los desfavorecidos con más dureza que en ningún otro lugar de Europa. La inflación tiene en cuenta la clase social: si tienes ingresos más bajos, tu tasa de inflación es mucho más alta. Así que, si juntamos todo eso, tenemos esta notable bifurcación: Grecia, el mejor lugar del mundo para ser un fondo buitre y el peor si no lo eres.

DB. Predijiste los posibles efectos probables de la austeridad hace una década, pero ni esa anticipación ni estas consecuencias parecen haber tenido un reflejo positivo en cuanto a la reactivación del movimiento anti-austeridad o en la construcción de fuerzas a la izquierda de Syriza. Tu coalición MeRA25 estuvo cuatro años en el parlamento, pero no logró una reelección el año pasado. ¿Se debe esto a una persistente desmoralización tras la derrota de 2015? ¿O hay algo que ustedes no estén haciendo para movilizar apoyos?

YV. Confesión plena: estuvimos entre los grandes perdedores de las elecciones del año pasado. ¿Por qué? ¿Por qué perdimos todos, tanto los que durante el gobierno de Syriza se rindieron a la troika como los que no lo hicimos?

La mejor explicación me la dio un taxista. Me llevaba a casa desde el aeropuerto y me dijo: «¿Sabes qué? Estoy de acuerdo con todo lo que dices. Y me caes bien, pero no te he votado, ni tampoco a Syriza. No te perdonaré que me dieras esperanzas. No solía votar. Solo fui dos veces a los colegios electorales. Una vez en enero de 2015 para votarlos. Y otra vez en julio de 2015, en el referéndum para decir “no” a los acreedores. ¿Y qué pasó? Que todos cedieron y volvemos a estar en el mismo atolladero que antes. Me da igual que fueras de los buenos. Luego ustedes vinieron a las elecciones del año pasado con todo un programa que nunca podrán aplicar porque están luchando por el 5%. Así que no volveré a votar».

En la izquierda, si tenemos suerte, podemos conseguir el apoyo mayoritario una vez cada cincuenta años, durante la fase aguda de una crisis capitalista. Si desaprovechamos la oportunidad, tendremos que esperar otros cincuenta años. Eso no significa que dejemos de luchar. MeRA25 sigue haciendo todo lo que cree que hay que hacer, porque al fin y al cabo, somos un poco como los surfistas: no puedes controlar cuándo viene la ola, pero más te vale estar preparado para cogerla cuando venga.

DB. Pero, ¿tenía razón el taxista al pensar que la esperanza inicial estaba fuera de lugar? Tu serie nos cuenta que un pequeño país inspiró a muchos a nivel internacional diciendo «no». Pero la troika también quería demostrar que no se podía decir «no» y aplastó a Grecias para ello. Si esto hubiera sido una historia de «David y Goliat», ¿con qué «honda» contabas?

YV. Sabíamos que intentarían aplastarnos. En abril de 2013, cuando vivía en Texas, advertí a los líderes de Syriza de que lo del Gobierno chipriota y el BCE eran un ensayo general de lo que iban a hacer con un futuro Gobierno de Syriza o de Podemos. Estaban flexionando sus músculos con la pequeña Chipre, ensayando el cierre de los bancos para forzar una capitulación. [Alexis] Tsipras lo entendió y me preguntó: «OK, ¿qué hacemos?».

Me senté durante seis meses y diseñé un plan de acción. Lo presenté al equipo y lo aprobaron. Luego, justo antes de las elecciones de enero de 2015, Tsipras me ofreció el Ministerio de Finanzas para ponerlo en práctica. Por desgracia, ese plan de acción no puede ser juzgado, porque no me dejaron aplicarlo. Estoy convencido de que si lo hubiéramos seguido, la troika no habría podido aplastarnos.

En el ministerio que heredé, tenía bonos griegos por valor de 50.000 millones de euros, que podía reestructurar con una sola firma. Ni siquiera necesitaba pasar por el Parlamento. Y estaba en la ley griega. No podían llevarme a Nueva York como solían hacer con Argentina y demás. Esa era nuestra arma nuclear, porque si hubiera procedido a recortar esos bonos, el BCE no hubiera estado autorizado (por el Tribunal Constitucional alemán) para salvar al Estado italiano comprando sus bonos. Mario Draghi estaba muy preocupado por esta arma nuestra, como me dijo durante nuestra primera reunión. Pero justo después, mi propio Gobierno le hizo señas a mis espaldas: «No te preocupes. No dejaremos que Varoufakis lo haga». Fue como enviar a David contra Goliat sin la honda.

DB. Pero, ¿por qué Tsipras se negó a que la usaras?

YV. Está claro que ya había llegado a un acuerdo con Angela Merkel para firmar el memorándum de rendición. Lo que no está claro es cuándo decidió rendirse: ¿antes de que nos eligieran o después? Creo que nunca lo sabré.

Lo que sí sé es que quienes, a posteriori, afirman que en cualquier caso hubiéramos sido aplastados están profundamente equivocados. No estoy diciendo que hubiéramos ganado definitivamente. Pero teníamos una buena oportunidad, suponiendo la utilización de nuestro armamento. En mi opinión, aplastarnos les hubiera costado más de un billón de euros. Eso es mucho dinero para una unión monetaria que no tiene una unión fiscal que respalde sus gastos. No creo que Merkel se hubiera atrevido. Creo que hubiéramos tenido una oportunidad, y entonces Podemos también la hubiera tenido, y entonces nuestros compañeros italianos…… Así que Grecia era la pieza clave, y cuando Tsipras nos vendió también vendió a toda la izquierda europea.

DB. En el pasado presentaste argumentos inteligentes sobre por qué el Grexit no solo era innecesario sino una mala idea. Dijiste que el país hubiera acabado con una economía autárquica y que —a diferencia de, por ejemplo, la desvinculación del peso del dólar en Argentina— se tardarían meses en preparar la vuelta al dracma, avisando con antelación de una enorme devaluación. Antes de las elecciones del año pasado propusiste un sistema de pagos electrónicos respaldado por el Estado. Pero, ¿no se habrían asegurado también los acreedores de que el Grexit fracasara?

YV. Los planteos hipotéticos y contrafácticos son siempre difíciles de resolver. Mi argumento era simple: capitular haría inviable a Grecia, como lo es ahora. Contraatacar nos daba la oportunidad de salir del bucle de la perdición. El sistema de pagos digitales ayudaría en cualquier caso. Nadie sabe en qué medida. Pero ayudaría tanto si estamos en la eurozona como si volvemos al dracma. Incluso si hubiera siquiera un 5% de posibilidades de que pudiéramos haber evitado la austeridad y las privatizaciones adicionales dentro del euro, ¿por qué no intentarlo? Sigo convencido de que podríamos haberlo hecho y de que, por tanto, la resistencia era la estrategia óptima.

Hoy tenemos menos opciones. Una de las razones son los préstamos morosos {nonperforming loans o NPLs), las hipotecas, los embargos, etcétera, que mencioné antes. En 2015, teníamos préstamos morosos, pero desde entonces, con el gobierno de Syriza creando las bases para ello, crearon un mercado secundario para los NPL. Esta es una gigantesca fuente de rentas para los fondos buitre. La reestructuración de los bancos griegos se basa en nuevos derivados que contienen estos NPLs como forma de capital.

Así que ahora no tenemos la opción nuclear que teníamos en 2015 y la troika tiene un mayor incentivo para no permitirnos detener los embargos de viviendas. Si alguna vez volviéramos a acercarnos al Gobierno, no me cabe duda de que intentarían aplastarnos con el doble de energía que en 2015. Necesitaríamos una nueva opción nuclear: una alternativa al euro. El mecanismo de pago electrónico que mencionas tiene un doble uso: ayudar a crear liquidez dentro del euro y ser el primer paso —si fuera necesario— hacia el dracma.

Esta es, por supuesto, una de las principales razones para proponerlo: si cierran nuestros bancos, los pagos pueden transferirse a este sistema, que puede, con bastante facilidad, evolucionar hasta convertirse en la nueva moneda nacional. En 2019 y luego en 2023, MeRA25 comunicó este plan A, B, C al público de forma transparente, para que supieran lo que estaban votando. Lamentablemente, a diferencia de 2019, cuando los votantes nos dieron nueve escaños, en 2023 nos dejaron fuera del Parlamento y votaron a nuevos partidos fascistas.

DB. De cara a las elecciones europeas, parece que los partidos de extrema derecha están movilizando a la gente contra el establishment, pero también, cada vez más, uniéndose a él. En la serie, usted dice que los liberales necesitan a estos fantasmas de la extrema derecha para poder movilizar a la gente contra algo. Pero si su oposición es tan falsa, ¿a qué se debe tanto éxito?

YV. Basta con mirar a las décadas de 1920 y 1930. Después de su 2008, que por supuesto tuvo lugar en 1929, los fascistas y los nazis consiguieron aprovechar el descontento, incluso tomando prestado o robando de la crítica de la izquierda a los banqueros, etcétera, al tiempo que dirigían la ira de la gente hacia el «otro», hacia el judío. Y cuando llegaron al poder, los fascistas se convirtieron en los agentes del poder industrial y financiero, del capital.

Siempre es así. Pensemos en [Donald] Trump: le dijo a los obreros del Medio Oeste que desde Washington iba a deshacerse de Goldman Sachs y Wall Street. ¿Y qué fue lo primero que hizo? Tomó al consejero delegado de Goldman Sachs y lo nombró jefe del Tesoro estadounidense.

Es un error pensar que la internacional nacionalista, o fascista, choca contra un centro radical. Deberíamos pensar en ellos como diferentes caras de la misma moneda. Son simbióticos. [Emmanuel] Macron nunca habría llegado a presidente si [Marine] Le Pen no hubiera amenazado al sistema. Y Le Pen nunca se alzaría como candidata a la presidencia si no hubiera gente como Macron introduciendo la austeridad que provoca el descontento que alimenta su ascenso.

El 0,1 por ciento superior, los escalones más altos de la clase dominante, le exige a los gobiernos que aprueben recortes fiscales para ellos y les transfieran enormes cantidades de rentas. Pero saben que esa legislación es extremadamente impopular. Por eso, los populistas de derechas de la UE incitan al odio contra «el sistema», el judío, el musulmán, el otro, el extranjero, el emigrante, el refugiado, para llegar al poder. Una vez en el poder, promulgan esas legislaciones en nombre del 0,1% más rico.

DB. Bernie Sanders suele decir que el Gobierno de Joe Biden tiene que hacer más por la clase trabajadora estadounidense para responder a la desesperación de la que se alimenta Trump. ¿Qué cree que se puede hacer para impedir que gane Trump?

YV. La administración Biden no puede hacer nada. En primer lugar, no le dan los números. En segundo lugar, no tiene tiempo antes de las próximas elecciones de noviembre. En tercer lugar, no tiene voluntad. El gobierno de Biden se vendió a Wall Street y a las grandes tecnológicas y a los poderes fácticos incluso antes de formarse.

Bernie Sanders y yo fundamos juntos la Internacional Progresista en Vermont. Sin embargo, estuve en desacuerdo con él —un camarada y amigo— desde 2016. Después de las primarias de entonces, cuando le robaron la nominación y se la entregaron a Hillary Clinton, Bernie tenía novecientos mil maravillosos voluntarios por todo el país, listos para convertirse en la tercera fuerza de la política estadounidense. Entonces pensé que debería haber fundado un nuevo partido. En lugar de eso, dejó que esos jóvenes activistas se hundieran y cuatro años después los decepcionó por completo al aliarse con Biden.

No soy de los que se vuelven contra los camaradas. Podemos tener desacuerdos legítimos. Entiendo que, sobre todo teniendo en cuenta su edad, Bernie quisiera marcar la diferencia. No sólo manifestándose en las calles, sino desde dentro de los pasillos del poder. Tuvo algo de impacto positivo en algunas de las políticas iniciales de la administración Biden durante la pandemia. Algunas personas consiguieron comer porque Bernie Sanders luchó por su rincón dentro de la administración Biden. Pero eso no dura.

Ahora, todo el movimiento progresista y la DSA [Democratic Socialists of America] fueron marginados, especialmente con todo lo que está sucediendo en Israel/Palestina y Ucrania. El dinamismo de la revolución política que Bernie había iniciado en 2016 se disipó. Me temo que la nueva ola que dinamizó Bernie no va a sobrevivir en un Partido Demócrata que, como los laboristas en Gran Bretaña, es extremadamente bueno destruyendo toda la energía progresista a su interior.

DB. En el frente internacional: El caso de Sudáfrica ante el Tribunal Internacional de Justicia planteó una acusación condenatoria de las acciones de Israel, pero puede acabar exponiendo la vacuidad del derecho internacional. Me interesa conocer tu opinión sobre la forma en que los países europeos reaccionaron ante la guerra, y qué efecto tiene esto en la manera en que la gente de fuera de Europa ve a la UE y a la «comunidad internacional».

YV. Reaccionaron de forma vergonzosa. La UE y casi todos los gobiernos pasarán a la historia como cómplices del genocidio de los palestinos. No se trata sólo de complicidad, sino de un modo de comportamiento que está convirtiendo a nuestros primeros ministros y presidentes en posibles acusados ante la Corte Penal Internacional [CPI]. Que Ursula von der Leyen —sin ninguna autoridad— haya ido a Israel para apoyar a las IDF [Fuerzas de Defensa de Israel], merece no sólo una condena por parte de los historiadores del futuro sino también un procesamiento por la CPI.

Este último par de décadas, en lugar de volverse menos reaccionaria, Europa se ha vuelto criminal. Una vez, el presidente francés Jacques Chirac, durante una visita a los territorios palestinos ocupados, se enfrentó a los gendarmes israelíes y a las FDI. No me imagino a Macron haciendo eso. Willy Brandt se explayó sobre el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. Hoy, Olaf Scholz preside un régimen que detiene a camaradas judíos nuestros en Berlín por el delito de llevar una pancarta que dice «Como israelí y judío, detén el genocidio en Gaza». ¡No podría inventarse algo así!

DB. Las guerras actuales y la expansión de los BRICS parecen apuntar a una ruptura del orden liderado por Occidente. ¿Crees que se trata de un cambio en el equilibrio de poder dentro de un orden internacional reformado o más bien de un endurecimiento de los bloques comerciales regionales?

YV. Nunca hemos tenido un «orden internacional» y nunca ha habido un «Estado de derecho internacional». ¿Por dónde empezamos? ¿Irak, Afganistán, Vietnam antes de eso?

Mi preocupación es que estamos poniendo demasiado —pero también demasiado poco— énfasis en los BRICS. Sería un gran error para los progresistas hacer lo que se solía hacer con la URSS, imaginar que, más allá de sus aspectos autoritarios, al menos era el contrapeso de Estados Unidos. No pensemos así de los BRICS.

El indio Narendra Modi es un fascista. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que se acercan al BRICS, tienen una moneda vinculada al dólar estadounidense. Con los BRICS están creando un plan B para ellos mismos, no para los desposeídos del mundo. La parte más interesante de los BRICS es China. Contiene las fuerzas más progresistas y las más autoritarias del planeta. Una enorme lucha de clases está teniendo lugar allí mientras hablamos.

En mi reciente libro Tecnofeudalismo, ofrezco un análisis de la nueva Guerra Fría entre EEUU y China. La esencia de los nuevos acontecimientos reside en lo que yo llamo «capital nube». Se trata de un tipo de capital algorítmico, basado en Internet, en la Big Tech. No es como un robot que fabrica coches o una máquina de vapor: el capital que vive en tu ordenador portátil o en tu teléfono es un medio producido de modificación del comportamiento, que otorga a sus propietarios un tremendo poder para extraer rentas de trabajadores, capitalistas y usuarios por igual.

Ese mismo capital en nube es la base de un nuevo tipo de sistema de pagos. Y sólo hay dos paquetes de capital en nube. Uno se encuentra en Estados Unidos, el otro en China. Nadie más tiene un capital nube del que merezca la pena hablar. Si mi hipótesis se sostiene, estamos asistiendo a una enorme rivalidad entre estos dos mega feudos de la nube. Y lo que realmente preocupa a Estados Unidos es lo siguiente: la única razón por la que Estados Unidos pudo ser hegemónico desde finales de los 60 y principios de los 70, después de que perdieran su superávit comercial con el resto del mundo, es por el privilegio exorbitante del dólar. El sistema de pagos es en dólares, lo que significa que EEUU no se enfrenta a ninguna restricción comercial o presupuestaria. Aunque tenga un enorme déficit por cuenta corriente, sigue comprando cosas al resto del mundo porque paga en dólares que imprime, dólares que se reciclan de nuevo en Wall Street y en la deuda pública estadounidense, ya que los capitalistas de todo el mundo envían sus dólares de vuelta a EE.UU. para comprar deuda pública, acciones y propiedades estadounidenses.

El sistema de pagos en dólares no fue desafiado hasta ahora. Pero la combinación del capital chino en la nube y las finanzas chinas, que son independientes de las estadounidenses, puede convertirse en un sistema de pago digital internacional alternativo al dólar. Por eso Arabia Saudí está interesada en China y en los BRICS: quieren acceder a ese sistema de pagos alternativo porque han visto lo que pasa si caes en desgracia con Washington. Te pueden confiscar 300.000 millones de dólares, que es lo que le pasó a Rusia después de invadir Ucrania. Esta es la razón por la que tenemos una nueva Guerra Fría: porque están intentando sofocar la capacidad del capital nube chino para antagonizar con el sistema de pagos en dólares.

Traducción: Pedro Perucca

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/05/03/la-deuda-es-al-capitalismo-lo-que-el-infierno-al-cristianismo/