¿De qué modo afecta a las mujeres de manera diferencial una crisis económica producida «desde arriba», desde el Gobierno y los mercados? ¿Cuál es la capacidad del movimiento feminista para enfrentar el sistema de obediencia que impone el endeudamiento público y privado? Dar cuenta de cómo operan las finanzas es una forma de insumisión que […]
¿De qué modo afecta a las mujeres de manera diferencial una crisis económica producida «desde arriba», desde el Gobierno y los mercados? ¿Cuál es la capacidad del movimiento feminista para enfrentar el sistema de obediencia que impone el endeudamiento público y privado? Dar cuenta de cómo operan las finanzas es una forma de insumisión que también se expresa en la calle.
Durante la misma jornada en que vencían las Lebac (las letras del Banco Central con que se estuvo haciendo bicicleta financiera para atraer dólares del exterior a cambio de altas tasas de interés por bonos en pesos) humearon ollas populares frente al Banco Central. Se tituló por anticipado el día como «martes negro», anunciando que la venta de bonos coronaba una semana de corridas bancarias y aumento sin pausa del billete verde. Además de las ollas, previamente militantes de algunas organizaciones habían leído manifiestos en el interior de esa institución, del Banco Provincia y de la Bolsa de Valores. Hay una pregunta que circula en estos días: ¿Cómo podemos volvernos insumisas a las formas de gobierno financieras? ¿Cómo la deuda privada y pública nos condena aquí y ahora y a futuro?
Hace justo un año, desde el Colectivo NiUnaMenos impulsamos frente al BCRA la acción #DesendeudadasNosQueremos, con la idea de ponerle cuerpo a lo que se quiere la dominación más abstracta: la deuda financiera. Anudábamos así la idea de que el Paro Internacional Feminista del 8M podía hacerse cargo también del chantaje de las finanzas contra nuestras economías cotidianas. Con esa acción callejera, además de ocupar la puerta de la institución con banderas, carteles y volantes, detallamos el modo en que especialmente las mujeres hacemos cuentas todo el día para que el dinero alcance, por qué quedamos obligadas a endeudarnos para financiar los gastos corrientes y cómo vivimos en la ambivalencia de querer conquistar autonomía económica y negarnos a la austeridad forzada (por eso pagamos en cuotas y nos endeudamos) y a la vez quedamos presas de esa deuda en nuestro futuro próximo.
En estos días se ha evidenciado que estamos ante una situación de crisis producida desde arriba. A sólo dos meses de la victoria electoral de octubre pasado, la legitimidad de la Alianza-Cambiemos se erosionó con las protestas de diciembre contra la reforma previsional. Desde entonces quedó claro que no se lograban imponer las condiciones de un consenso mayoritario para implementar un ajuste brutal como el que se intenta desde hace meses. El Gobierno, entonces, produce un escenario de crisis y se autojustifica para acudir al FMI, buscando tercerizar los costos del programa económico sin gradualismos que hasta el momento no ha podido efectuar por el poder de veto de la resistencia callejera.
No sabemos en qué medida el Gobierno es víctima o victimario de las corridas cambiarias, mecanismos extorsivos con los que los ganadores de la fiesta amarilla se disputan cada vez más voraces niveles de renta. Lo que sabemos es que el mismo gobierno que tiene un ministro de Finanzas que ordena emitir bonos y luego los compra a través de fondos de inversión amigos, impulsó la extrema debilidad de la moneda y su completa dependencia del endeudamiento. Esto se hizo con medidas como la derogación de la obligación a los agroexportadores de liquidar las divisas en el país así como la quita de todas las regulaciones para la entrada y salida de capitales.
El Gobierno acude al FMI, fomenta el endeudamiento y promueve la suba del dólar para instalar las condiciones del tarifazo y el aumento de precios. La producción de esta crisis, por lo tanto, es estrictamente política porque es la única manera de imponer las condiciones sociales para el ajuste. Lo que se despliega ante nuestros ojos, como fuerzas oscuras de mercados anónimos, no es más que un escenario de disciplinamiento social por medio de herramientas de disciplinamiento financiero.
Este disciplinamiento tiene una doble pinza: endeudamiento público y endeudamiento privado. Porciones cada vez más grandes de la población se endeudan para acceder a bienes y a servicios que antes compraban con ingresos fijos. De manera concreta: hoy, especialmente los sectores populares, se endeudan para pagar alimentos y para evitar los cortes de servicios básicos como luz y gas. Por estos días, las relaciones de fuerza entre movimiento popular y gobierno no permiten la radicalidad neoliberal en que el Gobierno se embandera. Aun así, no hay una lectura compartida desde las organizaciones sobre las fuerzas capaces de llevar adelante una inestabilidad desde abajo.
El desborde de nuevas sensibilidades y políticas hoy se concentra en el movimiento feminista, que es el que está traccionando escenarios de lucha y transversalidad que combinan ocupación de calle y problematización de las condiciones concretas de la vida cotidiana. Desde las manifestaciones de todos los martes ante el Congreso por la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo hasta las manifestaciones de los colegios secundarios de la ciudad de Buenos Aires contra el cierre de los Institutos de Formación Docente, donde la Educación Sexual Integral es un demanda fundamental, desde el pañuelazo Villero, donde las mujeres de la Villa 21-24 y Zabaleta se propusieron contar con qué tipo de violencias se encuentran cuando quieren decidir sobre sus vidas problematizando cómo es el acceso al aborto en condiciones de extrema precariedad hasta las denuncias públicas de aumentos incesantes en el misoprostol. Derramar potencia y conectar luchas es la clave de intersección del feminismo con todas las conflictividades del momento.
De acá se desprende una manera nueva, por ejemplo, de pensar cómo oponernos a la deuda como bomba de tiempo y como bloqueo a nuestras autonomías (además de repudiar al FMI). Por eso, hace un año nos conovocábamos en la puerta del BCRA para denunciar el endeudamiento público que crecía a un ritmo jamás visto en la historia de nuestro país, pero también el endeudamiento de cada una de nosotras, que nos expropia deseo y futuro. A los mecanismos extorsivos y abstractos de las finanzas, por entonces le opusimos la fragilidad pero también la potencia de nuestros cuerpos juntos para gritar #NiUnaMenos #VivasLibresYDesendeudadasNosQueremos. Hoy ese grito se hace urgente. Y será una consigna vital para la próxima marcha NiUnaMenos.
Colectivo NiUnaMenos
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/115412-la-deuda-es-violencia