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Brasil y el anzuelo financiero

La diplomacia del Real

Fuentes: APM

La matriz brasileña de préstamos millonarios a países de la región arroja datos e indicios de una vieja doctrina del expansionismo estadounidense. Desarrollo del Sur ¿con o para el Gigante amazónico?

 El Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social de Brasil (BNDES) se halla en el centro de la crisis diplomática que divide a los gobiernos de Quito y Brasilia, desde que el presidente Rafael Correa anunció la decisión de «revisar» la deuda contraída con dicha institución para la construcción de una represa hidroeléctrica en Ecuador. (Ver: «Cortocircuitos sudamericanos».

Y es que el Gobierno de Correa aun trabaja en la auditoria de sus deudas externa e interna por considerar «ilegítimas» las condiciones de gran parte de los pasivos financieros del Estado. La deuda pública externa del país andino asciende a 9.943 millones de dólares y el gran paquete está en la mira.

Por ahora, la prioridad de la investigación está enfocada en el crédito de 243 millones de dólares que el BNDES otorgó a Ecuador para que la empresa brasileña Odebrecht construya la represa de San Francisco, obra terminada hace un año y ya paralizada por fallas estructurales.

Tras cuatro años y medio de otorgado el préstamo, los intereses acumulados llegaron a 88 millones de dólares que luego fueron capitalizados. En la actualidad el crédito es de 331 millones de la moneda verde, mientras la lógica de la usura continúa reproduciendo intereses, e intereses de los viejos intereses. Tal uno de los principales puntos del reclamo de Ecuador.

Ahora bien, todo acontecimiento de la coyuntura debe ser analizado desde la perspectiva histórica y dentro de procesos amplios y perdurables en el tiempo que exceden los datos de actualidad. Para ello debemos retomar la titulación del presente artículo (La diplomacia del Real) y su alusión al pasado (no tan pasado).

Si cambiamos la mención de la moneda brasileña por la divisa de Estados Unidos tendremos la síntesis con la que se conoce el proceso expansionista del vecino del norte hacia América Latina durante la administración de William Howard Taft (1909-1913).

«Dólares en vez de balas» fue la frase con la que Taft promocionó su política exterior hacia lo que progresivamente se convertía en el Patio Trasero de Washington. Millonarios préstamos se otorgaron durante la gestión del republicano a las corporaciones estadounidenses para invertir en América Latina aunque el «Garrote» de su predecesor, Teodoro Roosevelt, nunca fue abandonado.

Repasemos el sueño de Howard Taft: «No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá, y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente».

El camino para cumplir el objetivo sería alcanzar la seguridad continental mediante la aplicación de fórmulas de carácter económico que dieran estabilidad a una región frecuentemente azotada por el caos político y el desorden financiero, circunstancias que hacían temer a Washington una indeseada intervención de potencias extracontinentales.

Las primeras décadas del siglo XX fueron las del auge de la influencia de Estados Unidos en América Latina, situación que se extiende en gran medida hasta la actualidad. Y la «Diplomacia del Dólar» sentó las bases de la eficaz herramienta financiera para la absorción de los mercados del sur y la determinación de políticas nacionales, alineadas con los intereses de Washington.

En este orden de ideas, Brasil parece haber incorporado las enseñanzas de Howard Taft en la búsqueda de la supremacía regional e internacional. La pujante economía alcanzó tan grandes proporciones como para que en nuestros días el Gigante sudamericano pueda acumular grandes masas de divisas para la financiación de proyectos de infraestructura en el vecindario.

Cabe detener el análisis para realizar algunas observaciones a fin de evitar cualquier interpretación extrema y absoluta, ya que ni se puede prescindir de los esfuerzos e iniciativas que impulsa Brasil para el desarrollo de la región, ni tampoco es viable legitimar determinadas acciones del Gigante del sur como las que aquí serán tratadas sólo porque el vecino sea indispensable para el futuro del continente.

No es éste un intento de forzar los ejemplos para asimilar la política exterior brasileña con la del vecino del norte, sino que el objetivo es tomar en cuenta los antecedentes y comparar la utilización del brazo financiero como herramienta eficaz para la injerencia política en otros países.

Y aquí reaparece el Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Socialde Brasil (BNDES) fundado en 1952, durante el gobierno de Getúlio Vargas, con el objetivo de dinamizar el acceso al crédito en el marco de un proyecto político industrial y modernizador del aparato productivo brasileño.

Desde 1990 el Banco cuenta con el área de Comercio Exterior. Según el portal digital del BNDES, «el proceso de integración sudamericana, una de las bases de la política externa del gobierno federal, ha merecido atención especial. Con el apoyo de BNDES, las empresas brasileñas de ingeniería se han habilitado a realizar diversos proyectos de infraestructura en el continente.

«Con ello, las financiaciones de BNDES a las exportaciones de máquinas y equipos, aviones, ómnibus, plataformas de petróleo, carnes, frutas, calzados, muebles, servicios y proyectos de ingeniería, entre otros productos, han contribuido de forma expresiva para el incremento de la base y de la capacitación exportadora de las empresas del país».

No quedan dudas del éxito del BNDES como soporte de la expansión de las grandes empresas brasileñas. En base a datos del 2006, el Banco cuenta con un presupuesto de 30.000 millones de dólares, 10 por ciento mayor que el presupuesto del Banco Mundial (BM).

Se calcula que el área de Comercio Exterior del BNDES ya realizó préstamos de 5 mil millones de dólares a casi todos los países de la región: Argentina y Venezuela mil millones cada uno, Paraguay y Ecuador 300 millones, Chile y Colombia 250 millones, Uruguay 228 y Perú 200 millones de dólares, siempre para obras de infraestructura.

Los términos financieros para las obras en el continente exigen la contratación de constructoras brasileñas y todo el equipamiento debe ser también importado del mercado brasileño.

Los datos tienen su reflejo en las colosales corporaciones de Brasil y su expansión en los mercados regionales: el caso de Petróleos de Brasil (Petrobrás) es impactante: es la empresa más grande del país, produce más de 2 millones de barriles de petróleo diarios, y forma parte del selecto grupo de las empresas más grandes del mundo.

En Bolivia controla los dos principales yacimientos de gas y el 20 por ciento de los puestos de venta de gasolina. Cabe recordar que Bolivia es uno de los países sudamericanos más golpeados por las asimetrías provenientes del comercio energético regional. Abasteciendo al gigante vecino con más del 50 por ciento del gas que consume, el país andino recibe beneficios muy por debajo de los valores del mercado de hidrocarburos. (Ver: «Lula Da Silva y Evo Morales tratarán precio del gas». APM 18/07/2006)

En Argentina, Petrobras controla el 58 por ciento de la empresa petrolera Pérez Companc y el total de Petrolera Santa Fe y la compañía de gas Mega. Y la lista continúa respecto a los demás países de la región.

En Uruguay, de las diez primeras empresas exportadoras, cinco son brasileñas. De los 1.511 millones de dólares que exportaron esa decena de empresas entre julio de 2007 y junio de 2008, el 43 por ciento pertenece a una arrocera y cuatro frigoríficos comprados por capitales de Brasil.

La constructora Odebrecht, principal exportadora brasileña de servicios, se está expandiendo por el continente. A fines de 2004 tenía 14.885 puestos de trabajo en Brasil y siete mil en otros países, la mayor parte en Sudamérica.

Actualmente Odebrecht construye buena parte de las obras del pasillo Manaos-Manta, que forma parte de la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana), y conecta el Amazonas con el Pacífico, por donde salen las mercancías brasileñas rumbo a Asia.

Dicha firma es una de las favoritas para la materialización de los megaproyectos previstos por IIRSA que supone la construcción de 300 carreteras, puentes, hidroeléctricas, gasoductos y otras obras a un costo de 50 mil millones de dólares a lo largo de una década. Andrade Gutierrez, Camargo Correa, Queiroz Galvao, engrosan la lista de las principales constructoras brasileñas.

Por otra parte, en Argentina la inversión brasileña llegó a 14.000 millones de dólares en los últimos 15 años, en gran medida gracias a la financiación del BNDES. La mencionada corporación Camargo Correa contó, hace algunos años, con créditos de más de 1.000 millones de dólares para la compra de Loma Negra.

La expansión empresarial de Brasil se inscribe en el marco del auge de las multilatinas (multinacionales latinoamericanas) favorecidas por la demanda de recursos naturales y la coyuntura financiera de los últimos años.

De las 100 principales multinacionales emergentes 11 son de Brasil, país que en 2007 alcanzó la formidable suma de 35.000 millones de dólares en concepto de Inversión Extranjera Directa (IED), superando la entrada de capitales en el país que fue de 19.000 millones según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Además de las controversias con Ecuador y Bolivia, Paraguay merece atención especial. Respecto al reclamo del presidente Fernando Lugo sobre el valor de la energía que genera la binacional represa de Itaipú, remitimos al lector a lo ya dicho en APM. (Ver: «Paraguay reclama y Brasil mira para otro lado». APM 21/09/2008)

En las últimas semanas el Gobierno paraguayo decidió auditar la deuda de Itaipú por considerarla «injusta» según lo establecido por el tratado bilateral. Dicha deuda asciende a 19.600 millones de dólares, y Paraguay exige la cancelación de los pasivos mediante la división proporcional según la energía utilizada por cada parte.

De prosperar el reclamo, Paraguay asumiría 600 millones de la moneda verde y Brasil los 19.000 millones restantes. Sin embargo, la polémica iniciativa está lejos de llegar a una solución, ya que un consejero en asuntos internacionales de Lula Da Silva afirmó, días atrás, que «no vamos a perdonar la deuda, mas no queremos un Paraguay pobre».

Las deudas públicas de la región son cada vez más sospechadas por las administraciones nacionales. A partir del ejemplo de Ecuador, los rumores de revisión y consulta internacional de los pasivos sospechados de ilegítimos son cada vez más resonantes.

Bolivia, Paraguay y Venezuela consideran la posibilidad de auditar sus deudas, incluidos los créditos provenientes del BNDES que de ser desconocidos por los estados mencionados pasarían a ser una carga del Tesoro público de Brasil.

La reacción del Gigante no se hizo esperar. «Todo eso tiene un olor de desastre», aseguró un asesor de la Presidencia brasileña, en tanto que el Canciller Celso Amorin aclaró que de prosperar el desconocimiento de las deudas, estaría en juego la política de financiamiento a las exportaciones de bienes y servicios brasileños a países de la región.

Sombrío panorama para la integración latinoamericana, más aun si se tiene en cuenta los últimos movimientos militares de Brasil en la frontera sur, lindante con Paraguay. Sobre esto último cabe hacer mención del reciente decreto firmado por Lula Da Silva que reglamenta el Sistema Nacional de Movilización destinado a enfrentar una «agresión extranjera».

El decreto señala que la expresión incluye «amenazas o actos lesivos a la soberanía nacional, la integridad territorial, al pueblo brasileño o a las instituciones nacionales, aunque no signifiquen invasión del territorio nacional». Es decir, un claro resabio de la doctrina expansionista brasileña de Fronteras Vivas, según la cual la soberanía del Estado actuará hasta donde lleguen los intereses y ciudadanos de Brasil.

Diplomacia del Real y Fronteras Vivas, dos riesgos latentes (y muchas veces presentes en la realidad), a los que se enfrenta el anhelo de integración real de los países emergentes del Sur.

El futuro y los límites a la expansión económica y financiera (y política por extensión) de Brasil dependerá en gran medida del tipo de liderazgo que edifique la gran potencia del atlántico sur. Pero principalmente de la actitud que adopten los grandes del vecindario, Argentina, Venezuela y México, como contrapesos necesarios del crecimiento de la región.

El debate debe pasar necesariamente por la cuestión del desarrollo del Sur y si ello será con o para el Gigante amazónico, líder indiscutido del subcontinente, potencia mundial y brazo financiero de los sueños incumplidos, anhelados y en caminos de concreción.

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