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La disciplina del engaño

Fuentes: El Tábano economista

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Hace unos meses las bases de la economía ortodoxa se fragmentaban en mil pedazos dejando al descubierto su ineficiencia, esencialmente en lo que respecta a la distribución del ingreso, la disminución de la pobreza y el desempleo o la falta de desarrollo económico, entre otras. También se podría dar un vistazo alternativo, en donde resultaron sumamente eficaces las políticas económicas aplicadas, al menos, en concentrar la riqueza, incrementar las desigualdades sociales o terminar con el Estado de bienestar. Lo cierto es que su fragilidad favoreció a su opuesto estatal, que emergió de las cenizas con un imaginario y desmesurado poder.

Esta nueva disputa mantiene un sistema que garantice que los beneficios conseguidos no puedan ser diluidos con políticas alternativas dentro de “la nueva normalidad”. La batalla es por describir y configurar el paisaje social futuro, que, como es de esperar, tendrá gran centralidad en la economía. Desde el establishment entienden que no hay lugar para nuevas tendencias económicas, para variaciones sociales que no apuntan a aceptar como natural “que la política es el arte de posible”, y menos aún, abandonar los fundamentos de la “relación de fuerza”, argumento central en la toma de decisiones conservadoras.

La salida económica futura no será, como ya lo dijimos, una salida neutral, equitativa, que mantendrá la justa medida entre beneficios y quebrantos. Será una salida extrema, tanto para la participación y el arbitraje estatales, como para la tradicional idea de concentración económica, mercados autorregulados y ausencia del Estado. Es un combate central, que tendrá un relato, muy cuidadoso y atildado, donde la forma y la apariencia tienen mayor relevancia que lo cierto, lo palpable, lo real.

La disputa comenzó entre sanidad y economía, las políticas de aislamiento y prevención destruyeron la economía, según los fundamentos del relato. Lo cierto es que la economía le dio la espalda a las dos vertientes en disputa y sepultó a la economía mundial sin considerar el aislamiento o la circulación. La única diferencia entre estas decisiones opuestas fue la cantidad de muertes, dato para nada menor en el desacuerdo, pero, aunque parezca aterrador, fácil de disimular.

En el caso argentino, el relato intenta generar un escenario pospandemia donde queden invisibilizadas las muertes evitadas por las políticas sanitaria, y dejen al descubierto solo la consecuencias económicas de las políticas de aislamiento social. Esta idea tiene fuertes posibilidades de ocurrencia porque el ciudadano común no se la pasa examinando las desgracias evitadas, ni considerando a los muertos que gozan de buena salud.

Lo que sí advierte, y palpa el ciudadano común, es el resultado de la pandemia, las consecuencias del parate económico, la falta de oportunidades, la pérdida de negocios, el aumento del desempleo, o la escasez de ingresos. Cuanto más larga la cuarentena, más amplio el daño económico. Por eso juegan a eliminarla, alentando el fastidio y hartazgo que todos tenemos, apuntando el objetivo a independizar la muerte del aislamiento, multiplicando contagios, con muertes o no, la idea es que persistan las consecuencias económicas.

Dijimos que el dilema comenzó entre salud y economía, cuando fue despedazado por la realidad, al mostrar indicadores económicos mundiales, donde país tras país, y continente tras continente, presentaban una secuencia catastrófica de datos preocupantes, se adaptó y afinó las miradas en los indicadores. Es decir, se estilizó el relato de la destrucción económica, pero fuera de contexto.

¿Por qué fuera de contexto? Por la simple razón que comparar un trimestre de PBI con pandemia contra el mismo trimestre del año anterior sin el virus, es completamente absurdo, si no se lo toma como una guía. La forma de ponerlo en contexto es tomar a diferentes países, todos con el mismo virus, y exhibir los indicadores para saber la tendencia. El PBI de Argentina se contrajo en el primer trimestre del 2020 un -5.4%; EE. UU. -5.0%; Francia -5.0%; Zona Euro -3.1%; China -6.8%, y así sucesivamente. Esto es contextualizarlo, porque si el titular que se exhibe en un periódico es “la mayor caída desde que se sigue el indicador”, es real, porque nunca antes hubo pandemia de estas caraterísticas.

Justamente la idea es que brille, se afirme y se consolide la desastrosa política económica o la falta de un plan económico integral, inexistente en el mundo por cierto, al menos hasta que se sepa cuál será la reacción de la economía mundial. El hilo de este discurso podría resumirse en un artículo de The Washington Post  “Trump está en graves problemas, pero tiene un as bajo la manga” La idea del escrito es que el presidente norteamericano está muy rezagado en las encuestas de los estados decisivos para su reelección, en algunos, en los que ganó en 2016 se encuentra abajo por dos dígitos en su disputa con el demócrata Biden.

La paradoja que lo mantiene en la carrera presidencial es que en un 56% los votantes de estos estados creen que el presidente realizó una buena gestión económica, no son buenas sus calificaciones en otros rubros, como el manejo del coronavirus, con un 59% en contra y casi un 77% de desaprobación con su manejo racial.

La pregunta de ¿cómo es posible que se siga mirando a Trump como un buen gestor económico, cuando Estados Unidos está sumergido en la peor crisis de los ultimo 100 años? Una de las razones clave para esta ventaja es que se distingue a Trump como un empresario competente, que ha dado buenas noticias económicas. La segunda y más importante es la despreocupación con el control del virus, que permitió que los estados tomaran sus decisiones, no los ayudó, ni los guió a políticas sanitarias sensatas que terminaron perjudicando a los estados.

La pregunta del periódico es, si la economía, que hoy lo mantiene en carrera, ¿no será el motivo de su desplome? La libertad de tránsito y la preocupación porque la economía no se desmorone, alentando a la gente a salir de sus hogares y trabajar, han dado resultados opuestos y dañinos, desde lo económico y sanitario. Los contagios se propagaron de una manera alarmante, en el orden de 50.000 diarios. Esto obligó a gran parte de los estados del sur, votantes republicanos, a tomar medidas tan drásticas que van desde el toque de queda al aislamiento. Aquí se encuentran Florida, Georgia, Arizona, Oklahoma y Texas.

El objetivo de los demócratas es tratar de que la gente entienda el vínculo que existe entre la omisión sanitaria del virus por el ejecutivo y los futuros problemas económicos. La idea es que lo que está sucediendo en el sur de EE.UU. es una reproducción de lo ocurrido en 1918 con la gripe española en el estado de Pensilvania. Pittsburgh es una de las ciudades más importantes del Estado y fue durante esa pandemia la única ciudad que relajó la cuarentena con dos semanas de anticipación a lo establecido por el estado.

Pittsburgh llegó a convertirse en la ciudad con mayor tasa de letalidad del país por cada 100.000 habitantes y la que más tiempo tardó en recuperarse económicamente. Esta idea puede, según el The Washington Post, hundir las aspiraciones del presidente Trump de retornar a la Casa Blanca, porque reanudar el aislamiento con un contagio masivo y mayor letalidad atentarán contra la rápida recuperación económica, soporte de su candidatura, con las mismas consecuencias que hace 100 años.

La idea de establecer un formato donde las necesidades económicas están por encima de las sociales parecería irracional e inmoral, pero no lo es. De hecho, cuando uno advierte que el poder real nunca consideró contabilizar el valor económico de una vida perdida en términos de aporte productivo, ni el prejuicio potencial por desempleo, se entiende que una incógnita de la ecuación puede variar a una constante de mortalidad sin que se altere su lógica.    

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2020/07/07/la-disciplina-del-engano/