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Cronopiando

La diversión y el automóvil

Fuentes: Rebelión

«La naturaleza puede ser aburrida… o no» se cuestiona SEAT. Al fin y al cabo, qué de divertido puede haber en una vieja y pesada tortuga, casi inmóvil, en medio del silencio. Por suerte, SEAT también tiene respuesta para su propio enigma y, gracias a su nuevo modelo, podemos «disfrutar más de la naturaleza». Como […]

«La naturaleza puede ser aburrida… o no» se cuestiona SEAT.

Al fin y al cabo, qué de divertido puede haber en una vieja y pesada tortuga, casi inmóvil, en medio del silencio.

Por suerte, SEAT también tiene respuesta para su propio enigma y, gracias a su nuevo modelo, podemos «disfrutar más de la naturaleza».

Como mejor ejemplo de qué hacer para mejor disfrutar de la naturaleza, el modelo propuesto derrapa mientras gira sobre sí mismo, levantando a su alrededor una nube de divertido polvo.

Nadie ha podido confirmar que los llamados muertos de la carretera, que no del automóvil ni de sus publicidades, tengan para su consuelo la gloria de la risa. Nadie ha visto a un muerto divertido, ni ganan indulgencias las alegrías por más que sean funestas, pero para SEAT un automóvil no es un medio de transporte, no es un vehículo en el que trasladarse, es, sobre todo, la ocasión de divertirse, de explayar su euforia cantando mientras conduce, de espantar la tristeza de las sosas tortugas.

Y no es la única empresa de automóviles ni publicitaria que piensa de ese modo. Recientemente, otra firma, fiel a sus «ideas Peugeot», también invitaba a sus automovilistas a la fiesta: «¡Nos vamos a divertir!»

¿Qué más puede hacerse al mando de un volante o de un pedal? La diversión es el signo de los tiempos y, asegura Citroen, dispone de un fiel aliado: «el poder de la tecnología», es «imparable». Todos los días, miles de personas en el mundo pierden la vida en las carreteras. El poder de la tecnología no fue capaz de salvarlas, la diversión derivó en tragedia y la fiesta en funeral.

Los fabricantes de automóviles producen modelos cada vez más caros, más rápidos y menos seguros. Ellos sólo se deben a las ganancias y las ganancias las reportan las ventas. Para aumentar los beneficios se reducen los costos de producción sacrificando la investigación y la seguridad. Sólo el capítulo de la publicidad ve crecer sus recursos. Una publicidad que crea y fomenta hábitos, que perfila maneras y gustos, y que en su apología de la velocidad, el juego y la diversión, es tan responsable como la industria o el Estado de las muertes que deja el negocio del transporte.

«Sal a jugar» invita BMW. La conducción es un recreo, un jocoso esparcimiento al que se convoca a los más jóvenes. Vehículos capaces de alcanzar más de 300 kilómetros por hora para vías y leyes de tránsito que, en la mayoría de los casos, no te permiten ir a más de 120. Toyota «redefine el placer de conducir» y lo atestigua un conductor que ríe, y Mazda representa «la puerta para escapar de la rutina». «¡Escápate!» nos grita su último modelo.

Los jóvenes, precisamente, son los que con más frecuencia ocupan los negros titulares los fines de semana. El juego que se proponía se interrumpió en una curva, el placer se quedó dormido, la escapada se estrelló contra otro juego.

Dice Jeep de sí mismo que, «sólo hay uno». La vida también es una. Por más que Mercedes-Benz asegure una «agilidad inteligente», parece oportuno creer más en nuestra inteligencia y practicar, en todo caso, la agilidad con nuestros hijos.

Para los más pequeños, la televisión también ofrece el último juego en llegar a los escaparates: Coche Hotwells, «velocidad a tope».