Las políticas económicas de todos los gobiernos aproan al mundo a un desastre del que sólo quienes mandan serán responsables. Aunque los mercados de capitales siguen fuertes, el telón de fondo económico global sigue deteriorándose a medida que la contracción fiscal avanza. Los mercados de materias primas se han disparado de consuno con la caída […]
Las políticas económicas de todos los gobiernos aproan al mundo a un desastre del que sólo quienes mandan serán responsables.
Aunque los mercados de capitales siguen fuertes, el telón de fondo económico global sigue deteriorándose a medida que la contracción fiscal avanza. Los mercados de materias primas se han disparado de consuno con la caída del dólar, aun cuando hay indicios de que se ralentiza el crecimiento en el mundo emergente. La economía japonesa está por los suelos, la economía estadounidense, contra lo que algunos pensaban, no ha conseguido levantar cabeza (con una tasa de crecimiento esperada de apenas el 2% para el primer trimestre) y la economía europea anda rezagada por su propio declive. El mercado estadounidense de valores también se ha disparado, a pesar de la amenaza de un elevadísimo precio de la gasolina, de los decepcionantes datos sobre el crecimiento económico y de la ambigua imagen ofrecida por los ingresos.
La economía estadounidense va mal
El nuevo tema en el mercado parece ser que la Fed, a diferencia de otros bancos centrales, se mantendrá en la práctica de políticas monetarias de extrema facilitación, y de aquí de la tendencia a fomentar la debilidad del dólar, el alza de los precios de las acciones y unos precios de las materias primas disparados. Pero las informaciones, según las cuales el crecimiento real del PIB ha caído drásticamente en el primer trimestre de 2011 prueban que el conjunto de las políticas actuales, empeñadas en el recorte del gasto, no funciona. Si los precios de la gasolina se disparan al nivel de junio de 2008, no harán sino seguir debilitando a una economía ya suficientemente débil. Los consumidores no se dejarán ver por Walmart a fines de mes, porque se habrán quedado ya sin dinero. Los precios inmobiliarios siguen cayendo.
Al propio tiempo, el debate político se centra en los límites de la deuda pública, que expira en unas pocas semanas. Los conservadores amenazan, una vez más, con no prorrogar esos límites, aun si nada menos que un personaje como Warren Buffett ha dejado dicho que eso sería la «acción más asesina» jamás perpetrada por el Congreso.
La economía europea va mal, también Alemania
El espectáculo de una zona euro que, en creciente proceso de implosión, sigue enterquecidamente empeñada en la austeridad fiscal con un celo sólo digno de fanáticos religiosos no parece haber contribuido demasiado a alterar el debate en curso en nuestro país. Muchos gobiernos europeos se enfrentan a una crisis fiscal a causa de su fracaso a la hora de promover objetivos públicos y conseguir los fondos necesarios para mantener los programas ya existentes. Sólo las intervenciones del BCE están salvando al conjunto del sistema del desplome total, pero el subyacente problema de solvencia de los Estados miembros individuales se hace peor a cada día que pasa. Los eurojefes están fracasando, y con toda probabilidad, también fracasará la resistencia política a la política económica racional.
La semana pasada tuvimos ruidosa sorpresa negativa con el desplome de un 2,1% de la venta minorista en Alemania, la mayor economía de Europa. Puesto que los analistas no esperaban cambios, ese dato resulta perturbador y sugiere que los problemas de la eurozona se están extendiendo ahora desde los pequeños países de la periferia -Irlanda, Portugal, Grecia- a los países del núcleo. El euro más fuerte, la ralentización de algunas economías del mundo emergente y la severidad fiscal, todo eso, amalgamado, podría estar conspirando contra unas exportaciones alemanas que ahora serían más débiles de lo esperado. Y el debilitado gasto presupuestario de Alemania podría traer consigo una significativa decepción en el resto de Europa.
España, el eurodesastre del día
Mientras Alemania asoma en el horizonte, el eurodesastre del día es la caída de un 8% interanual de la venta minorista en España. Un país con una tasa de paro del 21,3%. Su sector de la construcción sigue probablemente cayendo, y su gobierno procederá sin duda a más recortes. La balanza comercial española se está deteriorando, y más que seguirá deteriorándose con el presente tipo de cambio, salvo que se diera un desastroso desplome de la demanda interna. España era la pieza de dominó que supuestamente no caería en Eurolandia. Otra idea caída.
Entretanto, lo que ocurre en Irlanda hace que las piezas dramatúrgicas de Samuel Beckett parezcan, en comparación, comedias de la Restauración. A lo que allí se enfrentan es a algo parecido a lo que se enfrentaron los islandeses el año pasado: ¿deben los votantes rechazar con su sufragio un rescate pagado por el contribuyente a los acreedores extranjeros? Como Islandia, Irlanda se enfrenta a una deuda devastadora porque su gobierno cargó con los pasivos de sus sobredimensionados bancos, que habían ido realizando empréstitos por toda Eurolandia. Sin embargo, a diferencia de Islandia, los pasivos de los bancos irlandeses están denominados en la moneda de uso en Irlanda, el euro. Como cualquier otro país en la zona euro, el «Tigre Celta» abandonó su moneda soberana cuando entró en el euro. En la práctica, pasó a ser algo parecido a un estado federado norteamericano en Eurolandia, lo que significa que tiene poco margen político interno para usar políticas monetarias o fiscales para lidiar con la crisis. La economía irlandesa sigue despeñándose por un abismo de deflación, y la quiebra y consiguiente reestructuración de la deuda parece cada vez más la opción más probable, a menos que el BCE o la Unión Monetaria Europea (UME), o alguna otra entidad, acudan en su socorro para aliviar sus cuitas deudoras. Lo cierto es que eso estaría en el interés de la UME, pues buena parte de la deuda bancaria garantizada por el gobierno irlandés está en manos foráneas, en bancos de la UE; pero la enorme y creciente oposición política a eso que se registra en los Estados más ricos miembros de la UE (Finlandia y Alemania, por ejemplo) lo hace harto improbable. La quiebra y una posible expulsión de la eurozona (con todos los problemas sistémicos que eso plantearía a Europa) son cada vez más probables.
China y Asia van mal
En Asia no andan mucho mejor las cosas. La producción industrial de Japón está cayendo mucho, mucho más de lo que cualquiera pudo imaginar. Lo mismo ocurre con el consumo familiar. Impera todavía en Tokio el destructivo estilo de pensamiento propio del FMI, y el gobierno japonés está secuestrado por una pandilla de terroristas del déficit, convencidos de que nada pueden hacer para financiar una genuina reconstrucción el país.
Los datos económicos procedentes de China son tan malos, que resulta difícil valorar lo que allí está ocurriendo. Pero hay indicios suficientes para pensar que la economía también se ha ralentizado en el cuarto trimestre del pasado año, y todavía más en el primero de este año. Y diríase que hay dos razones para esperar una ulterior ralentización:
1) Los chinos mantienen una política monetaria restrictiva en respuesta a las crecientes presiones inflacionistas. Desgraciadamente, escalar los tipos mediante aumentos directos de los tipos de interés no es la vía adecuada para conseguirlo, porque el consiguiente aumento en los intereses dimanantes de los ingresos de los ahorristas vendrá a añadirse a la demanda agregada a través de los canales de los intereses del ingreso, empeorando su inflación. Respondiendo a eso, Beijing está ya empezando a poner por obra controles del crédito que ralentizan la demanda, como lo hacen también los estabilizadores automáticos que operan a través del mayor crecimiento nominal: reducción de pagos por transferencia o mayor recaudación fiscal, por ejemplo. En general, este tipo de políticas entrañan una considerable contracción de la política fiscal y llevan a un aterrizaje durísimo.
2) La proporción de la inversión fija china en relación con su PIB es tan alta, que resulta difícilmente sostenible. Un tipo de cambio real al alza está sin duda poniendo en un brete a muchas empresas, lo que debería traer consigo una disminución de su inversión fija. Se ha operado un gran cambio en la composición de la inversión fija china, que se ha desplazado de las industrias rentables que pueden autofinanciarse a los proyectos de gobiernos locales, que son extremadamente dependientes de la deuda y tienen una capacidad de autofinanciación harto limitada. Ese cambio hacia unos sectores más dependientes de la deuda debería tener un impacto negativo en la inversión fija, ya sea a medio plazo o con algún retraso.
Todo contado, no arroja precisamente una imagen muy halagüeña de la economía mundial. Y la cosa es peor aún, si te tiene en cuenta que los debates económicos imperantes están fuertemente sesgados a favor de ulteriores recortes del gasto público en una época en la que las tasas de crecimiento están cayendo y las de desempleo, subiendo. En suma: la tragedia humana que estamos experimentando trae toda, de la cruz a la fecha, la marca de la estupidez política. Pero ¿cuándo han permitido los neoliberales que los hechos se atraviesen en el camino de una buena teoría?
Marshall Auerback, uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0.
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench