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La encrucijada entre la democracia y la oligarquía de derechas

Fuentes: Editorial del portal Vermelho

Traducción del portugués para Rebelión: Alfredo Iglesias Diéguez

«Nenhum direito a menos» [1]. Esta consigna resume el motivo de la manifestación que se celebró el pasado martes (16), en la que convergieron unitariamente las centrales sindicales brasileñas.

Esta manifestación tuvo lugar el mismo día en que la presidenta constitucional Dilma Rousseff difundía la carta titulada » Mensaje de la presidenta de la República Dilma Rousseff al Senado federal y al pueblo brasileño «.

En esa carta manifestó su inequívoca adhesión a la celebración de un plebiscito sobre la convocatoria de nuevas elecciones para la presidencia de la República. «Quien debe decidir el futuro del país es nuestro pueblo», dijo, en defensa de la legalidad democrática.

El sueño de los golpistas es completar, hasta final de mes, el ataque a la democracia iniciado tras la reelección de Dilma Rousseff, que se concretó con el chantaje del entonces presidente de la cámara de los Diputados, el inefable Eduardo Cunha, en contubernio con los demás golpistas y el ilegítimo Michel Temer.

Esa hermandad, aliada con sectores del ministerio público federal, el poder judicial y la policía federal, abanderó la supuesta lucha contra la corrupción para intentar legitimar el golpe. Esa fue la historia repetida hasta la saciedad por los medios de comunicación a su servicio.

¡Pero el objetivo del golpe, en contra de lo que dicen, no es combatir la corrupción! La usurpación del poder está dirigida inicialmente a encubrir a corruptos. El objetivo principal del golpe es destruir todas las conquistas sociales alcanzadas al amparo de la Constitución de 1988 materializadas, o ampliadas, bajo los gobiernos de Lula y Dilma.

El objetivo principal es restaurar el viejo orden político, anterior a la vigente Constitución de 1988 y vigente bajo la dictadura militar de 1964, con todas las consecuencias económicas, sociales y culturales de ese retorno, que atañe a los logros alcanzados por Brasil y los brasileños.

Esa es la verdadera razón de ser del golpe, que se presenta con apariencia legal debido al disfraz constitucional que los golpistas le quieren dar.

Fue el atajo encontrado por las fuerzas conservadoras para acceder a la Presidencia de la República después de su cuarta derrota consecutiva frente a las fuerzas progresistas, democráticas y de izquierdas desde 2002.

Los golpes de Estado, como el que está en marcha en Brasil, están preparados y conducidos por poderes del Estado y por sus organismos públicos, que amplían progresivamente su autonomía funcional y administrativa hasta que se hacen con el control del poder, que, tomando al asalto al más alto cargo de la República a través de un golpe parlamentario, condujo a un desmán fiscal imposible, configurado en los déficits previstos para este año y el próximo y cuyo objetivo, no lo duden, ¡será pagar la cuenta del impeachment!

Es el precio del proyecto de poder de la clase dominante capitalista, financiera, a las fuerzas conservadoras brasileñas, que utilizaron ávidamente el atajo golpista para imponer la vuelta al viejo orden. Orden antidemocrático y autoritario que destruye el pacto de progreso social y consolida el orden económico de desregulación financiera y de libertad de acción para el capital, imponiendo políticas de austeridad y recortes de partidas presupuestarias primarias esenciales -en eso consiste el capitalismo contemporáneo, dicho neoliberal-. Un orden que restaura y profundiza el círculo vicioso y perverso de los altos tipos de interés y el cambio valorizado, un desastre que condujo a la desindustrialización, a enormes déficits en las cuentas externas y dijo adiós al desarrollo nacional [2]. El golpe es la salida que encontraron la oligarquía financiera y los representantes del imperialismo.

Brasil se encuentra, otra vez, en una encrucijada histórica en la que está en juego su destino como nación soberana y también como pueblo brasileño, avanzar o retroceder en nuestra trayectoria civilizatoria.

Por esa razón, la premisa para restaurar la democracia, el Estado Democrático de Derecho, es el retorno de la presidenta constitucional y legítima, Dilma Rousseff.

Encrucijada ante la que se encuentran los senadores: condenar o absolver a una presidenta que no cometió delito ninguno. En síntesis, hoy el eco es más unísono es ¡Fuera Temer!

Nota del traductor

[1] La traducción literal de este lema sería «Ningún derecho a menos».

[2] Para comprender mejor lo que suponen estas políticas, puede resultar de interés la lectura del artículo de Adalmir Marquetti, Carlos Schonerwald da Silva y Matías Vernengo «Tipo de cambio, tasa de interés y dinámica de la deuda pública de Brasil«, disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-16672010000100004

Fuente: http://www.vermelho.org.br/editorial.php?id_editorial=1618&id_secao=16