El aumento del precio del petróleo es una realidad que desde hace algún tiempo agobia a las economías tanto de países desarrollados como de naciones en desarrollo. La escalada del precio del petróleo parece no dar tregua, confirmando cada día su tendencia alcista. Hacia fines de mayo alcanzó un nuevo record, sobrepasando los 132 dólares […]
El aumento del precio del petróleo es una realidad que desde hace algún tiempo agobia a las economías tanto de países desarrollados como de naciones en desarrollo. La escalada del precio del petróleo parece no dar tregua, confirmando cada día su tendencia alcista. Hacia fines de mayo alcanzó un nuevo record, sobrepasando los 132 dólares el barril.
El incremento del precio del crudo no está en discusión. Sin embargo, no todo es tan evidente a la hora de explicar las razones por las cuales se produce ese aumento. Distintos actores y analistas plantean puntos de vista diferentes. En particular, llama la atención que en los últimos días, dos opiniones contrapuestas se manifestaron: un estudio sobre la situación de oferta y demanda de petróleo a nivel mundial, realizado por especialistas europeos del Energy Watch Group, y por otro lado, comentarios del presidente de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), Chakib Jelil.
El estudio del Energy Watch Group reveló que se ha llegado al «peak oil» en el mundo, lo que significa que lo único que cabe esperar es que la producción de petróleo comience a caer, llegando a la mitad en 2030, según sus cálculos y esto es lo que estaría explicando fundamentalmente el aumento de precios. Pero el representante de la OPEP sostiene una hipótesis distinta, enfatizando que la suba en el precio del «oro negro» se debe a los especuladores, los problemas geopolíticos y la debilidad del dólar, dejando de lado un problema de oferta.
El precio del petróleo sube porque ya se ha superado el máximo de extracción posible, afirma el primer documento. O sea que el punto de inflexión de producción de petróleo ya ha sido alcanzado y en adelante los volúmenes extraídos se reducirán cada vez más. «La esperanza de que la burbuja especulativa estalle es vana», dice el Dr. Werner Zittel, coautor del informe presentado el 21 de mayo en Berlín. A la vez recuerda que la demanda de los países asiáticos aumenta de forma escandalosa.
«Los sistemas de alarma temprana institucionales han fracasado, con dramáticas consecuencias para la industria y los consumidores. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) y los grupos petroleros han transmitido durante décadas el engañoso mensaje de que hay suficiente petróleo, los precios permanecerán bajos y no es necesario buscar alternativas», dice Hans-Joseph Fell, portavoz de Política Energética y Tecnológica del grupo parlamentario Los Verdes en el Bundestag (Parlamento Federal) alemán.
El representante de Los Verdes del Bundestag llama la atención sobre el gran negocio del que se están beneficiando las grandes petroleras con la situación actual: «Esso, por ejemplo, el segundo mayor grupo petrolero del mundo, ya que Petrochina es actualmente el primero, tuvo en el 2002 una ganancia neta de 12.000 millones de dólares. Con el aumento del precio del petróleo, las ganancias de Esso treparon en el 2007 a 40.000 millones de dólares». Deja ver que las ganancias desorbitadas de las super compañías petroleras hacen que cada vez haya más intereses en juego.
Advirtió sobre la inminente escasez petrolera y las salidas posibles a dicha situación: «Las inversiones en pequeños campos no pueden compensar la reducción de la extracción en los grandes», dice Fell. Las únicas soluciones reales son grandes inversiones en energías renovables y ahorro de energía. Agrega que: «partimos de que en el 2020 serán extraídos por día sólo 58 millones de barriles. La AIE afirma que serán 105 millones de barriles y en el 2030 incluso 116 millones de barriles. El Energy Watch Group parte, por el contrario, de que en el 2030 la extracción alcanzará a lo sumo 39 millones de barriles. Si el Energy Watch Group tiene razón por lo menos en un 50 %, nos hallaremos ante un dramático problema».
Frente a esta posición bastante pesimista acerca de el stock petrolero en el mundo, aparece la opinión del presidente de la OPEP, afirmando que los factores que están provocando el aumento de precios no están bajo control de esa organización: «Si la OPEP decide incrementar la producción, hemos visto en el pasado que a raíz de la especulación estos incrementos no van realmente a bajar los precios». Esta posición fue ratificada por el secretario del cartel en una visita reciente a Ecuador: «Cuando veamos que haya una escasez de suministros nosotros actuaremos», reafirmando que no se ven por parte de la OPEP problemas de oferta del crudo.
Seguramente lo que sucede en realidad es una combinación de las dos teorías. Es verdad que hay especulación, problemas geopolíticos y debilidad del dólar, pero es poco creíble que las reservas de petróleo no tengan en la actualidad una probabilidad respetable de acabarse en un tiempo no demasiado largo. Si consideramos las elevadas tasas de extracción y de demanda actuales (así como la aún mayor proyectada para los próximos años, proveniente en buena medida de países emergentes con notado dinamismo), sumado a la inconmensurable explotación pasada, no resulta extraño pensar que en algún momento no lejano sucederá una crisis energética peor aún a la actual, que irá más allá de los altos precios, si es que no se toman mediadas al respecto.
Para contribuir a este cuadro de especulaciones y opiniones cruzadas, recientemente se ha anunciado el descubrimiento de nuevas reservas de petróleo y gas en el lecho marino del Polo Norte. Estas reservas podrían ser enormes, y se podrían explotar debido al actual derretimiento de los hielos polares causado por el cambio climático. No asombra que los cinco países con costas hacia el océano Ártico (Dinamarca, Noruega, Rusia, EE.UU. y Canadá) compitan por dichas reservas y estén negociando la soberanía de cada uno sobre el territorio oceánico. Están repartiendo la zona como en la época de la colonización, tal como hicieran en épocas anteriores en América, África y Asia.
La carrera colonial que parecería haberse terminado, muestra una nueva cara en la actualidad, demostrando que no era la evolución de las sociedades desarrolladas la causa del corte en ese proceso, sino el simple hecho de que no quedaban más territorios disponibles. Es así que la realidad nos vuelve a sorprender: ahora el objeto del deseo ni si quiera es terrestre sino el simple y llano océano. Claro que aquellas aguas del norte esconden un tesoro codiciado.
Parece ser que el deshielo que se está produciendo en ese lugar de nada menos que 1,2 millones de kilómetros cuadrados, no solo facilita el acceso a los reservorios de hidrocarburos, sino que también abre nuevas rutas marítimas, por lo cual estos países «desarrollados» ya están planeando las opciones navegables (una vez más, esto es posible gracias al derretimiento de los hielos del polo): por ejemplo el paso noroeste entre el Atlántico y el Pacífico podría ser navegable todo el año en pocas décadas más, y norteamericanos y canadienses se lo están disputando. Están discutiendo sobre las rutas posibles y «mejores» y el correspondiente reparto, como dice el ministro danés de relaciones exteriores: «Estoy seguro de que vamos a encontrar los medios para que el desarrollo futuro del océano Ártico sea pacífico y beneficioso para todos los países».
Este comportamiento es aún peor que el clásico colonialismo, porque ha llegado a un punto en que va hasta en contra de la misma supervivencia. Es a la inversa de lo que la sensatez recomendaría: tratar de mantener y preservar esos ecosistemas naturales. Toda esta ambición por obtener las nuevas rutas y los nuevos recursos, ignora las consecuencias desastrosas de los efectos de dicho derretimiento a nivel global. La disputa no se centra en combatir el cambio climático global o mejorar la eficiencia energética, sino en cuál será la nación que podrá acceder a la mayor tajada de esas reservas petroleras.