En la Conferencia Mundial para la Alimentación, celebrada en Roma, en el año 1974, Henry Kissinger pronunció un discurso, ante ministros y presidentes, donde trataba sobre los problemas de «seguridad alimentaria» en el mundo. Luego, en reuniones secretas con ministros de los países del Commonwealth (Estados Unidos, Sudáfrica, Australia, Canadá y Nueva Zelanda), celebradas con […]
En la Conferencia Mundial para la Alimentación, celebrada en Roma, en el año 1974, Henry Kissinger pronunció un discurso, ante ministros y presidentes, donde trataba sobre los problemas de «seguridad alimentaria» en el mundo. Luego, en reuniones secretas con ministros de los países del Commonwealth (Estados Unidos, Sudáfrica, Australia, Canadá y Nueva Zelanda), celebradas con ocasión de la misma conferencia, Kissinger discutió las políticas y estrategias a seguir de manera coordinada por estos países respecto del control de la producción de alimentos así como del uso de los alimentos como arma para doblegar y eliminar a países enemigos. De vuelta a Estados Unidos, Kissinger presentó el 10 de diciembre de ese mismo año un informe de 200 páginas, firmado por el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos (el cual él mismo presidía), bajo el nombre de «Implicaciones del Aumento de la Población sobre la Seguridad de Estados Unidos y de sus Intereses en el Extranjero». El estudio concluía, de manera tendenciosa, que el aumento de la población en los llamados países subdesarrollados, constituía una grave amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Las recomendaciones del estudio fueron adoptadas como política oficial en Noviembre de 1975 por el presidente Gerald Ford, y se resumían en la puesta en practica, de manera inmediata, de un plan destinado a controlar el crecimiento poblacional en los países subdesarrollados a través de tres grandes acciones centradas en lo siguiente: 1) control de la natalidad y esterilización masiva de poblaciones indígenas; 2) generación de hambrunas; 3) generación y estimulación de conflictos interregionales y guerras en esos países.
Una vez establecidos estos lineamientos se designó a Brent Scowcroft, quien había sido reemplazado por Kissinger como Asesor de Seguridad Nacional (mismo cargo que Scowcroft ocupó durante la administración de pápa Bush), para poner en practica dicha política. Al director de la CIA para ese entonces se le ordenó proporcionar toda la asistencia necesaria a Scowcroft; la misma orden fue girada al Secretario de Estado, Secretario del Tesoro, de Defensa y de Agricultura.
En el informe citado, se nombraba a 13 países como «objetivo» inicial o target countries
sobre los que comenzar a aplicar dicha política de control de natalidad, guerra y hambruna planificada. Estos países presentaban, como peligrosa combinación, un alto índice de crecimiento poblacional aunado a cierto tipo de importancia geopolítica o desarrollo económico o tecnológico que los convertía en posibles futuros candidatos a competir política, económica o militarmente con Estados Unidos o los países del Commonwealth. En la lista se encontraban India, Bangladesh, Pakistán, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Turquía, Nigeria, Egipto, Etiopia, México, Brasil y Colombia. Posteriormente, otras regiones fueron añadidas. De Brasil, por ejemplo, el informe alertaba a causa de su «creciente status en América Latina y en el escenario mundial para los proximos 25 años».
Con la puesta en práctica de dichas medidas y desde ese mismo año 1975 hasta el presente, el mundo ha experimentado un consistente y sostenido declive de la producción agrícola y un aumento generalizado de los conflictos interregionales no solo en las zonas mencionadas sino a escala planetaria.
Paralelamente, la Banca Multilateral (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo y otros) comenzaron a disminuir progresivamente el financiamiento de proyectos relacionados directa o indirectamente con el desarrollo de infraestructura asociada a la producción de alimentos (acueductos y embalses, transporte rural, generación de electricidad) así como todo aquello que tuviera que ver con la producción de insumos agrícolas (semillas, químicos, maquinaria, etc). Aunado a estas medidas de mediano plazo, se paralizaron de inmediato los financiamientos de grandes proyectos concebidos previamente para garantizar la seguridad alimentaria en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial: 1) se suspendieron los proyectos de agricultura masiva, comenzados en Sudan, en 1956; 2) se paralizó el proyecto «Atomos para la Paz» destinado a electrificar las zonas rurales y agrícolas de Africa a través de una red eléctrica que tendría como fuentes de provisión plantas nucleares basadas en Egipto, Iran y otros países; 3) en Estados Unidos mismo, se suspendió el proyecto North American Water and Power Alliance, destinado a desviar hacia las planicies áridas del sur de los EEUU, los ríos que desembocan el Océano Ártico; 4) un proyecto similar a este último pero concebido para México fue igualmente cancelado; 5) En Eurasia fueron congelados los fondos destinados a canalizar y redireccionar hacia el sur los rios Ob e Irtysh que salvarían de la sequía la enorme cuenca del Aral; 6) Igual suerte corrieron los proyectos destinados a redireccionar el Rio Mekong, en el sur de Asia.
Se preveía que este portafolio de proyectos (ahora suspendidos) multiplicaría por mil la producción de alimentos en el mundo, de manera sostenible, en menos de diez años. En lugar de esto, la desinversión sistemática y el abandono de proyectos en todo el mundo, en las áreas de infraestructura agrícola, dio como resultado que docenas de países autosuficientes en materia alimentaria, pasaran a ser importadores netos de alimentos. Lo que no decía el informe Kissinger de 1974, era que un grupo financiero de enorme poder, basado en Londres, había planificado todas estas acciones con objeto de establecer el mayor monopolio conocido del mundo: el monopolio de los alimentos a nivel planetario. Efectivamente, en el centro financiero de Londres, la Real Casa Británica de los Windsor había conformado ya los instrumentos financieros conocidos como commodities para los rubros agrícolas y alimentarios, posesionándose no solo de los grandes centros de producción, acopio, transporte y distribución de alimentos en el mundo, sino destruyendo al mismo tiempo a los posibles competidores, obteniendo control absoluto sobre los precios mediante el manejo de la oferta y la demanda internacional.
Como efecto de esta desinversión sistemática, entre 1963 y 1990, dos docenas de países anteriormente autosuficientes, pasaron a depender de grandes importaciones de alimentos para poder suplir los déficits. Brasil pasó de ser 90% autosuficiente en 1963, en cereales, a tener que importar el 25% de su producción en 1990. Haití, país cercano al 95% de autosuficiencia en producción de cereales, pasó a tener que importar el 55% de estos. Egipto, que era un 84% autosuficiente, pasó a importar el 38 %. Etiopia que era 100% autosuficiente bajo a 89%. Argelia con 76% de autosuficiencia llegó a importar el 56% en 1990. En México, la caída en la producción de cereales fue tan dramática, que en 1995 el gobierno declaró oficialmente 12 «zonas de hambre» en el país.
Estados Unidos mismo, como gran productor de granos, cereales y carne, ha sido últimamente objetivo o target del Cartel de Windsor. En los últimos años ha sido desmontado el sistema ferroviario norteamericano, responsable del transporte de la producción agrícola del país. La centenaria y emblemática empresa ferroviaria Union Pacific, otrora exitosa financieramente, fue inducida a la quiebra, dejando de esta manera sin capacidad de transporte a cientos de productores agrícolas independientes. De los 600.000 criadores independientes de ganado porcino que laboraban en Estados Unidos en 1982 apenas sobrevivían 200.000 en 1995. Poco han podido hacer los juicios contra empresas acusadas de monopolio y cartelización en Estados Unidos.
Para el año 2000 se estimaba que 1200 millones de personas en el mundo – un largo porcentaje de los cuales son niños- apenas cubría el 30% del mínimo requerido en nutrientes para la subsistencia. Mientras estas cifras vienen empeorando año tras año, la FAO (organismo de las Naciones Unidas para la Alimentación), el Banco Mundial, el Fondo Monetario, el GATT y ahora la Organización Mundial de Comercio, dicen que la falta de alimentos en el mundo se debe a…..la pobreza!!!! Otro argumento, que es una clara falacia, consiste en decir que el cambio climático es responsable de la disminución de los productos agrícolas en esos países. La puesta en práctica de las medidas políticas previstas en el mencionado Informe Kissinger de 1974, dictado a éste por el Cartel Global de Alimentos de Windsor, es responsable de la muerte por hambruna de decenas de millones de personas cada año.
El Gran Cartel o Monopolio de Alimentos en el Mundo
Doce grandes compañías, asistidas por otras treinta y seis compañías operacionales menores, pero logísticamente interconectadas, manejan todo el negocio de alimentos en el mundo. Ellas conforman el Cartel de Alimentos Anglo-Holandes-Suizo, que tiene en el pico de la pirámide a la Casa Real Británica de Windsor. Entre las doce compañías de la Casa Real Británica de Windsor, se encuentran los seis mayores monopolios mundiales de granos: Cargill, Continental, Bunge and Born, Louis Dreyfus, André, y Archer Daniels. Estas empresas controlan igualmente la producción, distribución y comercio de carne, mantequillas y quesos, aceites y grasas comestibles, frutas y vegetales, azúcar y todas la especias y condimentos.
Como trabaja el Cartel.
El Cartel ha dividido su área de concentración en cuatro grupos: 1) Granos y productos derivados de granos; 2) Lacteos y derivados; 3) Aceites y grasas comestibles; 4) Productos carneos (bovino, porcino, etc).
El control se ejerce a partir de cuatro zonas que han sido establecidas de acuerdo con las oligarquías de los países y en función de ciertos potenciales y consideraciones geoestratégicas. Estas zonas han sido concebidas para ser las mayores productoras y exportadoras de casi cualquier tipo de alimentos. Previo al establecimiento de las zonas, la oligarquía ha adquirido completo control sobre las cadenas alimentarias de las regiones. Estas cuatro regiones son las siguientes: 1) Estados Unidos; 2) Union Europea (particularmente Francia y Alemania); 3) Países del Commonwealth (Australia, Canada, SurAfrica, Nueva Zelanda); 4) Argentina y Brasil.
A través de años , el Cartel de Windsor asociado a las oligarquías de estos países ha tomado el control de los mercados de estas regiones así como sobre la producción y suministro de alimentos. Estas cuatro regiones operacionales tienen una población de aproximadamente 900 millones de personas (15% de la población mundial) y concentran el 90% de la producción mundial de alimentos destinada a nutrir a 5 billones de personas (85% de la población mundial).
Mediante el congelamiento de los megaproyectos agrícolas mundiales, la supresión del financiamiento para infraestructura agrícola, el control sobre las semillas y los insumos, y las presiones sobre los gobiernos, el Cartel de Windsor ha logrado disminuir brutalmente la producción en las zonas que no fueran aquellas previstas y controladas por el Cartel y sus oligarquias asociadas.
Solamente dos de esas empresas – Cargill y Continental- controlan la producción y comercialización del 50% de todos los granos del planeta. Las cinco empresas mayores del Cartel pertenecen a familias mil millonarias, conectadas a sectores de la realeza europea. Ninguna de estas empresas emite acciones o reportes anuales y son más secretas que las compañías petroleras, que los bancos e incluso que los servicios secretos de los países más poderosos de Occidente. Cuando en 1979, los tanques Soviéticos invadían Afganistán, el presidente Jimmy Carter batallaba en Estados Unidos con un grave e inexplicable problema de escasez y desabastecimiento de granos. Pidió a al Servicio Secreto informarle de cual había sido la venta de granos ese año a la URSS y no pudieron informarle. No pudieron por que no sabían. Y no podían saber. La red de intermediarios y múltiples operaciones de trasvase de mercancía impedía hacerle seguimiento a la comercialización de los granos producidos en Estados Unidos. A pedido del Presidente Carter la empresa Cargill, una de las mas importantes del Cartel de Windsor, informó al Presidente de la venta record de granos de ese año a la URSS: 12,4 millones de toneladas. El precio pagado por la URSS fue un 35% mayor al del mercado norteamericano o mundial, razonó la Cargill, por lo cual la empresa vendió, sin importarle el desabastecimiento que originó en Estados Unidos.