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La esclavitud humana al servicio del Libre Mercado

Fuentes: Rebelión

El papel que puede desempeñar en la economía de mercado global actual el trabajo esclavizado es la cuestión fundamental a través de la cual puede entenderse el fenómeno de la esclavitud moderna en toda su amplitud. Hoy día se estima que el beneficio total anual generado por trabajadores forzados asciende a 2,08 billones de las […]

El papel que puede desempeñar en la economía de mercado global actual el trabajo esclavizado es la cuestión fundamental a través de la cual puede entenderse el fenómeno de la esclavitud moderna en toda su amplitud. Hoy día se estima que el beneficio total anual generado por trabajadores forzados asciende a 2,08 billones de las antiguas pesetas (K.Bales, La nueva esclavitud en la economía global).

A pesar del intenso proceso de mecanización y tecnificación de muchos procesos productivos en distintos sectores económicos a lo largo del mundo, existen cometidos que difícilmente pueden ser desarrollados por maquinas que no sean de carne y hueso o que pudiendo serlo resulta más barato el empleo de mano de obra humana para su desempeño. El intenso crecimiento de la población mundial principalmente en aquellos países excluidos de la posibilidad de formar parte de la aldea mercantilizada global favorece la caída de los precios de la mano de obra. Esta situación se prolonga hasta llegar al esclavismo de los excedentes humanos sobrantes, susceptibles de ser utilizados de forma intensiva como factores de producción sin remuneración y sin apenas coste, para tras su extenuación poder deshacerse de ellos y recambiarlos sin problemas cerrando así el perpetuo círculo vicioso.

En el lucrativo negocio de la esclavitud el papel de las economías desarrolladas y de sus gobiernos dirigidos en la sombra por las grandes corporaciones empresariales es fundamental. El mundo rico se configura como garante de la estabilidad en el poder de regímenes dictatoriales y tiranías militares en aquellas zonas donde se reclutan ejércitos de esclavos, bien para las plantas transformadoras de las grandes multinacionales asentadas en estos países o en el caso de poder huir, como esclavos en el «mundo civilizado».

Parece evidente que tanto desde el lado de la oferta como de la demanda de esclavos, lejos de poder frenarse el número de los mismos, este irá incrementándose sin freno en el futuro. No en vano aunque algunas fuentes hablan de la nada despreciable cifra de 27 millones de esclavos en el mundo (K.Bales, La nueva esclavitud en la economía global) para algunas Ongs el número se elevaría a 250 millones.

A diferencia de la esclavitud antigua «legitimada» por sus propulsores en base a diferencias raciales, étnicas o culturales hoy día tan solo es una cuestión de, nivel de desesperación, el cual induce a las personas que la padecen a someterse a condiciones de vida extrema para no morir de hambre o mantener a sus familias. Este sometimiento se va somatizando intergeneracionalmente entre quienes lo padecen asumiéndose con resignación como «el tipo de vida que ha tocado vivir». Además la consideración de la mano de obra como un factor de producción más, sin considerar la naturaleza humana de quien la protagoniza supone una irresistible atracción para el objetivo de la acumulación capitalista. La competitiva economía de mercado convierte en irresistible la tentación de usar esta mano de obra, cuyo único coste, es la alimentación necesaria para que el esclavo continué resultando productivo el mayor tiempo posible y de esta forma ganar puntos en aras de alcanzar la supremacía mercantil.

Hoy día la relación de esclavismo apenas se establece de la forma tradicional a través de un derecho adquirido de una persona para poseer a otra, el cual se transmitía intergeneracionalmente. La esclavitud como pago de un endeudamiento previo es la forma más habitual de sometimiento en la actualidad. En estos casos la imposibilidad de hacer frente al pago de empréstitos con intereses abusivos inalcanzables para personas sumidas en situaciones de pobreza extrema, genera la única opción de establecer como contrapartida la sumisión propia o de la familia a pertenecer al usurero. Esta practica se ha convertido en habitual y cada vez más extendida en el sudeste asiático. En otros casos se establecen relaciones contractuales para teñir de legalidad situaciones de abuso sobre personas que son sometidas a condiciones de trabajo extremas sin ningún tipo de derecho y con remuneraciones que le impiden sobrevivir. También se asiste hoy día a la esclavización gubernamental, en la que algunos estados toman posesión de los sectores de la población civil más desfavorecida con el fin de llevar a cabo obras infraestructurales que en la mayoría de los casos responden al interés de grandes grupos transnacionales de apoderarse de los recursos de un país geoestratégico a través de su correspondiente gobierno corrupto.

No son pocos los ejemplos que pueden ponerse, aunque no es el cometido de este artículo hacerlo, se podría hablar de las maquilas de la Industria Textil en Sudamérica donde se fabrica de forma vertiginosa a bajo coste a través de la esclavización de seres humanos por parte de grandes multinacionales que operan confeccionando las prendas que después se vestirán en occidente, los esclavos negros de Mauritania que demuestran la pervivencia del modelo esclavista tradicional del siglo XIX, la practica común del pago de deudas a través del esclavismo en La India o Pakistán, el arraigado esclavismo sexual del sudeste asiático en países como Indonesia, Sri Lanka o Tailandia, la esclavización civil del gobierno de Birmania para la construcción del ferrocarril paralelo al gaseoducto construido por las empresas petroleras Unocal (Estados Unidos) y Total (Francia) o ,como no, el fenómeno de la inmigración en Europa y Norteamérica destinado en el caso de los hombres al desempeño de las tareas desechadas por los habitantes de los países de destino por su dureza y en el de las mujeres mayoritariamente al ámbito de la prostitución…en todos los casos, coexiste un denominador común y es la latente consideración de personas como no-humanos para legitimar de alguna forma así su sometimiento.

La esclavitud por tanto no puede considerarse como un fenómeno exclusivo del sudeste asiático, el Oeste Africano o Sudamérica, en Europa y Norteamérica el flujo de personas inmigrantes crece sin cesar huyendo de sus países de origen en busca de poder vivir de forma digna y quedando obligados en los países de destino a esclavizarse nuevamente en ámbitos como la prostitución, servicio doméstico, agricultura, minería…etc.

En definitiva, la existencia en el mundo actual de la esclavitud humana es manifiesta, no en vano el modelo de acumulación de capital vigente se convierte en su principal soporte y propulsor arengando toda una serie de teorías que abogan por la misma al plantear la competitividad, la acumulación y la eficiencia productiva como los paradigmas a emplear en una economía lo más liberalizada posible. Al margen quedan por supuesto consignas de carácter humano dado que estas solo sirven para entorpecen el objetivo acumulador.

Un caso paradigmático de esclavismo en armonía con el libre mercado sería el de la prostitución donde se cumplen muchas pesquisas de las teorías neoliberales formuladas para que las economías gocen de los mayores niveles de salud a través de elevadas tasas de crecimiento que «como no puede ser de otra forma» se supone redundaran en el bienestar de las personas. Pues bien en la trata de mujeres para la prostitución coexisten la generación de riqueza, la oferta que acude donde se encuentra la demanda, la innovación y la creatividad en pos de satisfacer la demanda y como no la creación de empleo. Eso sí queda al margen la verificación del resultado final porque horroriza en pocos casos y no importa en la mayoría, comprobar que lejos del bienestar general se ha engendrado un sistema perverso que induce a la esclavitud a cada vez un mayor número de personas.