La crisis, para Marx, era una oportunidad, el único momento de desorganización y debilitamiento del Estado capitalista. En esta entrevista, el economista José Martins desarrolla el tema de la crisis; critica los marxistas «financieristas» por tener un programa de salvación del capitalismo; demuestra que los EE UU siguen siendo el motor económico del mundo y […]
La crisis, para Marx, era una oportunidad, el único momento de desorganización y debilitamiento del Estado capitalista. En esta entrevista, el economista José Martins desarrolla el tema de la crisis; critica los marxistas «financieristas» por tener un programa de salvación del capitalismo; demuestra que los EE UU siguen siendo el motor económico del mundo y que China no les puede hacer frente; y prevé una crisis en el crédito público de dimensiones gigantescas.
Rubra- Para Marx la crisis era una oportunidad. ¿Cómo lo explicas?
Jose Martins –Sí, Marx estaba feliz con las crisis capitalistas. La crisis económica, en términos objetivos, es la única oportunidad de desorganización y debilitamiento del Estado capitalista. El Estado es una organización política muy sólida en los momentos en que el capital tiene éxito en la acumulación, en la valorización del capital. La crisis económica debilita ese bloque monolítico. La crisis revela que la burguesía es incapaz de gobernar la sociedad, incapaz de decidir por la sociedad qué producir, cómo producir y para quién producir – las tres preguntas esenciales de organización de una sociedad. Para Marx y Engels, la crisis catastrófica es condición necesaria para la revolución. Es sólo con la crisis general del capital que se abren los conflictos decisivos entre las diversas fracciones burguesas, los conflictos inter-capitalistas e inter-imperialistas. Marx sólo podía estar feliz porque ese es el único momento en que se puede reventar con esa aparentemente invencible costra de totalitarismo en que toda la sociedad vive inmersa. La clase obrera no vence a la burguesía sólo desenmascarando sus ideas. Además, eso es imposible en situaciones de paz social. Sólo la crisis abre la posibilidad material para la clase obrera de vencer la guerra social y pasar a decidir por ella misma qué producir, cómo producir y para quién producir.
La II Guerra Mundial fue una respuesta a la crisis de 1929 y usted escribió que la invasión de Irak fue una salida para la crisis de 2000/2001. ¿La intensificación de la guerra de Afganistán de Obama es ya una respuesta a la crisis actual? La economía de guerra es la única que posibilita a los capitalistas la superación de una crisis general. Lo que ocurre es que la verdadera demanda agregada del régimen capitalista que hace que se supere una crisis general no es una demanda de mercancías como bienes de consumo. Es una mercancía muy especial – llamada medios de destrucción – y eso fue desarrollado sobre todo por Rosa Luxemburgo que, además de revolucionaria, entendía como nadie de economía política. El dinero entregado a los bancos se evapora en la propia circulación, pero el capital gastado por el Gobierno en armamento permite recuperar la tasa de acumulación de la industria privada. La industria de guerra es perfecta para los capitalistas. A partir de la industria productora de armamentos hay un efecto multiplicador de demanda efectiva sobre los demás ramos industriales: siderurgia, petroquímica, aeroespacial, automovilística, etc. Todos los sectores serán alcanzados por esas inversiones en armamentos. Pero es una mercancía que exige un consumo bien particular – son necesarios poblaciones humanas y territorios para ser bombardeados. Entonces, compete al Estado imperialista hacer una política exterior que permita la realización de esas mercancías, es decir, encontrar justificaciones, como la guerra al terror, entre otras, que convenzan a la opinión pública de la necesidad de la guerra. La inversión en ese sector de producción de armamento significa un aumento de la tasa de acumulación del sistema económico nacional. De momento de la guerra se alcanza el pleno empleo. La tasa de paro en la II Guerra Mundial era cero en Alemania, cero en EE UU, cero en Inglaterra. Se cambian líneas de producción por líneas de destrucción. Si fuese posible una guerra permanente, desaparecerían las crisis capitalistas.
Los economistas que dirigen o tienen acuerdo con las posiciones de ATTAC – y cuya política es defendida en el Le Monde Diplomatique, con tirajes en varios países de Europa – defienden medidas como la tasación de transacciones financieras (tasa Tobin), el fin de los off-shores, etc, para resolver la crisis. ¿Qué piensa de estas medidas? Para el marxismo, la crisis siempre se inicia como una crisis financiera pero es fundamentalmente una crisis de superproducción de capital. Como tales, esas medidas reformistas de un cierto «marxismo bastardo» son, como mucho, una aspirina para combatir un síntoma y no la enfermedad. Además, ellas son tímidas incluso frente a lo que los Gobiernos están haciendo: nacionalizar bancos. Mientras los «financieristas» de ATTAC defienden la tasa Tobin, ¡la burguesía ya nacionalizó bancos y promete nacionalizar industrias! La burguesía es más radical en la práctica que los nuestros «marxistas» en la idea. Creo que cometen algunos errores de análisis básicos. Si vas a buscar una estadística de la revista Forbes, de las 100 mayores empresas del mundo, el 80%, por lo menos, son de empresas industriales (Boeing, General Electric, etc.), 15% son empresas comerciales (Walmart, Carrefour, etc.) y 5% son los bancos. Es una gran tontería teórica y práctica decir que «el capital financiero domina y sofoca el capital industrial». En segundo lugar, los «financieristas» parten del presupuesto, que ahora todos repiten, de que los «EE UU dejaron de ser la gran potencia mundial», de que los EE UU están en una decadencia industrial. La «nueva potencia»? China! Pues, eso no es verdad. La industria americana es cada vez más la industria más poderosa del mundo. Basta ver los números. Sólo ver los informes mensuales de la FED sobre producción industrial y la capacidad instalada. La producción industrial americana es más de 3 billones [millones de millones] de dólares, un tercio de la producción mundial, 3 veces mayor que la japonesa o la alemana, 4 veces la producción industrial de China, etc. El PIB es de 13 billones. Gran parte de lo que se llama «producción industrial de China» es producción de empresas norteamericanas y de otras partes del Mundo. Entonces, además de esos 3 billones que son la producción interna del territorio de EE UU, tendría que acrecentarse un 20% más de producción externa.
Pero también se lee que China es una amenaza a EE UU. Es una liviandad muy grande afirmarlo. En concreto, el poder económico de EE UU sólo aumentó en los últimos años. El de Europa cayó. El de Japón cayó. China es un país pobre, no desarrolla ciencia, no desarrolla tecnología. Toda la producción china es hecha por empresas globales: de Japón, de EE UU, de Europa y hasta de Brasil. China es la fábrica del mundo, como también lo son Vietnam e India. Hay 500 millones de trabajadores en China. Alrededor de 200 millones de trabajadores de cuello azul, de trabajadores productores de plusvalía. Incluyendo el sector cada vez más capitalista de la agricultura. Un brutal ejército industrial de reserva globalizado.
Hace un año y medio que escribe en sus boletines que el riesgo para el capital es la «trampa de la liquidez» y la «deflación». Es difícil encontrar alguien en Europa que tenga la experiencia de qué es la deflación – lo que siempre vivimos fue la inflación. En diciembre, sin embargo, economistas de los periódicos burgueses habían empezado a hablar del mismo… El tipo de interés de la FED ya alcanzó un nivel (0.25% anual) bajo el cual no existe nada más a que el vacío de la trampa de la liquidez y de la deflación. ¿Qué significa esto? La mayor economía del planeta está inmersa en un diluvio de moneda y un sistema de crédito privado absolutamente trabado. Mucha moneda y ningún crédito. Esta situación se generaliza en todas las economías del sistema mundial. Sin excepción. Los bancos no quieren prestar y las empresas no quieren pedir préstamos. Eso caracteriza la llamada «trampa de la liquidez», una situación en que las pocas empresas industriales todavía en condiciones seguras de endeudamiento no se interesan por el crédito casi gratuito ofrecido por los bancos. Congelan y atesoran el capital-dinero. Transforman el capital-dinero en dinero puro y simple. Paran de producir. ¿Para qué producir si el lucro desapareció? Esa paradoja, de un diluvio de dinero y un desierto de crédito, acontece también con el consumo individual. Los consumidores que todavía poseen alguna fuente de rendimientos no desean adeudarse para nuevas compras. Se instala en este final de año [2008] un corrosivo y generalizado proceso deflacionario, de caída de los precios. Trampa de la liquidez y deflación son caras de una misma moneda, la moneda circulante de la catástrofe económica. ¿Por qué ocurre la deflación? Porque ocurrió un poco antes la depresión de los beneficios y de los precios de producción.
Si dijéramos a un trabajador que va a haber deflación, él hasta puede quedar contento. Significa que los precios van a bajar. No! Como dicen los economistas, no hay almuerzos gratis. Hay que entenderse que en el proceso deflacionario todo cae: empezando por el valor de la producción, la productividad del trabajo, el empleo, la tasa de beneficio de los capitalistas, el capital-dinero, la tasa de acumulación del capital, los precios de producción, los precios de mercado, las ventas externas, las ventas internas y por último, la caída fulminante del producto nacional. De nada sirve tener un descenso de los precios monetarios si tus rendimientos, los rendimientos individuales, caen más rápidamente que los precios. Todo cae menos…el paro y el hambre.
¿Qué otros ejemplos en el siglo XX hay de crisis de superproducción que se manifestaron con deflación de los precios? Todas las anteriores a la crisis de 1929. Esta fue la última en que la deflación alcanzó el fondo del pozo. En los ciclos posteriores a la II Guerra Mundial, la deflación estuvo presente tímidamente, pero pudo ser sofocada por los capitalistas, igual que la crisis general. El ejemplo de la deflación japonesa de los últimos diez años ilustra este fenómeno.
¿ Deflación y depresión son hermanas gemelas? Sí, sólo que en el orden inverso, una depresión viene siempre acompañada por la deflación, caída general del precio de producción y también del precio de mercado.
En sus boletines económicos escribe que la crisis que se manifestó ahora en el crédito subprime y otros va a ser mucho mayor cuando estalle en el crédito público, a causa de los traspasos de dinero que se están haciendo a esos bancos. Igual que hablamos de la deflación como índice concreto de una depresión económica propiamente dicha, la crisis del crédito público también es una manifestación necesaria de la crisis catastrófica. Esos paquetes de rescate son dinero que en gran parte no va a retornar al tesoro. Pasan a ser gastos improductivos y el déficit público aumenta. Aumentando el déficit público, la confianza en el papel del Gobierno y en la moneda empieza a caer. El mercado no es tonto. El mercado sabe que si [Ben] Bernanke [presidente de la Reserva Federal de EE UU, o FED] hace funcionar la maquinita de impresión de dinero, ese dinero no tiene valor, no tiene correspondencia productiva. Hablo de una cosa simple, pero que pasa lejos de la cabeza de los keynesianos y de los «financieristas». Ellos creen que el valor-capital se crea en el banco central y no en las líneas de producción, en el trabajo humano explotado en las fábricas y en los campos. Ellos creen que Bernanke crea valor. Multiplicación de los panes sin pasar por la panadería. El problema aparece como déficit público y después como desconfianza en la moneda y en los títulos y, yo diría lo siguiente: la crisis del crédito en EEUU estará marcada por el hundimiento del dólar, que es la moneda de reserva internacional y por la huida de los papeles, de los títulos de tesorería, los títulos públicos a 10 años de EEUU. En ese momento, gobiernos y rentistas de todo el mundo intentan protegerse adquiriendo títulos públicos americanos. Particularmente los títulos a 10 años. Nunca el precio de mercado de esos títulos estuvo tan elevado como ahora. Y el dólar también, en un primer momento empezará a valorizarse frente a las demás monedas, al euro y también al yen. Y, antes de estallar la crisis del crédito público de EEUU, va a estallar en Europa y en Japón. Yo ya escribí hace un buen tiempo un artículo llamado «Eurocatástrofe» donde defiendo que Europa va a ser la primera de los tres grandes a hundirse en la crisis del crédito público. Pero la coyuntura actual muestra que EEUU o Japón pueden perfectamente desmentir aquella previsión. Veremos.
¿ Qué medidas podrían ayudar ahora a los trabajadores en la lucha contra el capital? Yo estuve la pasada semana en Campinas, en el Sindicato de los Metalúrgicos, que es la vanguardia de la clase obrera brasileña, ligada a la región del Vale del Paraíba, donde están la mayor parte de las empresas multinacionales. Lo único que les dije fue que ustedes van a tener que decir ahora a los patronos que un compañero despedido es una fábrica ocupada. Los trabajadores tienen que pensar en la ocupación de las fábricas. Mantener la producción bajo control obrero. Pero yo soy un individuo, sólo un economista que se esfuerza para dar informaciones cualificadas sobre la dinámica económica a los trabajadores. Nada más que eso. Quien decide qué hacer con esas informaciones es la clase obrera, no este o aquel obrero individual. La revolución es una obra de millones y millones de proletarios en todo el mundo.
Dice que la crisis va a empezar a manifestarse de una forma dura sobre la clase trabajadora con el paro masivo. ¿Qué le parecen las teorías de Robert Kurz, de Holloway, entre otros, que defienden que la propia noción de trabajo debe ser puesta en duda? Pienso que la realidad de la crisis se encargará de poner esas teorías en el lugar que les corresponde: en la basura. La clase trabajadora siempre cuestionó objetivamente la noción de valor, la noción del trabajo es subordinada. El trabajo para esos ideólogos es una generalidad conceptual que les permite hablar de humanidad sin hablar de clase proletaria. En verdad, esos análisis parten del presupuesto – no asumido – del fin de las clases sociales, y de la idea de crisis estructural del capitalismo.
István Mészáros, por ejemplo, defiende esa idea de crisis estructural Él y muchos otros «marxistas de cátedra», que tienen mucho éxito en la academia y entre los intelectuales de clase media. Para el sociólogo húngaro, la crisis cíclica y periódica de sobreproducción de capital ya no existe. Él dice que lo que existe es una crisis estructural, una crisis permanente, la crisis de una fantasiosa «humanidad» – el capital financiero, puramente especulativo, amenazando la «humanidad». Él niega el carácter de la crisis como formulado por Marx y Engels. Lo único que hizo Marx, obsesivamente, fue buscar el punto de fractura del sistema. Marx no hizo una anatomía del régimen capitalista, sino su necrológica. La teoría de Marx es una teoría de la crisis. Y la teoría de la crisis de Marx es la teoría de la crisis cíclica y periódica. Marx nunca habló de crisis estructural. Eso de crisis permanente es una noción maltusiana de crisis, ajena a la de Marx y Engels.
Al final ¿cuál es el carácter de esta crisis? Es una crisis de sobreproducción de capital. Estas crisis sólo habían empezado a suceder históricamente a partir de 1815. Son las crisis modernas del régimen capitalista. La actual no es una crisis de crédito o motivada por subconsumo, que son crisis del tipo pre-capitalista, que surgen por insuficiencia de una demanda previa. La crisis actual es aquella crisis cíclica y periódica de sobreproducción de capital de Marx. Para entender eso, tenemos que saber qué es capital. Entonces, no se confundirá más capital con dinero, capital con máquina, o capital con una mera relación de producción. Tenemos que entender el capital como el valor en proceso, el valor que busca valorizarse a través del aumento de la explotación de la clase obrera. Sobreproducción de capital es exactamente eso, el aumento desmesurado de la productividad de la fuerza de trabajo global, de los sectores industriales productivos de plusvalía, lucro y capital. En ese movimiento de búsqueda del beneficio o de mantenimiento de una tasa promedio de beneficio, lo que ocurre es que, contradictoriamente, el capital, sobreproduciendo, provoca una caída en la tasa de beneficio. La sobreproducción de mercancías es una cosa y superproducción de capital es otra, a pesar de las dos cosas estén relacionadas. El problema no es una abundancia de mercancías que no pueden ser vendidas. El problema es una abundancia de mercancías que no pueden ser vendidas a una determinada tasa de beneficio. La crisis actual es exactamente eso, la tendencia a la caída de la tasa de beneficio que ocurre, repito, no de una forma de larga duración, sino de una forma periódica y cíclica. El último periodo de esa sobreproducción que tuvimos fue en los años 2000/2001 y que ahora se repite con una intensidad que todavía no puede medirse pero que es, ciertamente, mucho mayor que la última.
¿ Por qué dice que una crisis de crédito o de subconsumo son crisis pre-capitalistas? Porque aquello que nosotros oímos en los medios de comunicación es que esa crisis es una crisis de crédito, o una crisis de subconsumo, en que los trabajadores no alcanzarían a comprar suficientes mercancías. El trabajador de la época del modo de producción capitalista no fue creado por el capital para ser consumidor. El trabajador en el régimen capitalista existe para producir plusvalía, producir capital. Está claro que la tendencia es que los trabajadores seamos empujados, casi permanentemente, a un subconsumo, a una miseria creciente. Pero no es eso lo que caracteriza, que determina una crisis de superproducción de capital. Recuerdo de una frase de Lenin: cuando decían que la crisis era provocada por el subconsumo de las masas, él decía: «Bueno, entonces ustedes están quieren algo diferente del régimen actual, del régimen capitalista. Mientras se mantenga el régimen capitalista, los trabajadores estarán en el subconsumo.»
La primera manifestación de la crisis fue, aparentemente, la de una crisis financiera, de crédito… Las crisis cíclicas aparecen antes más como una crisis de crédito, una crisis financiera. La crisis tiene un ritmo definido, empezando en su esfera más superficial, más improductiva, que es la esfera financiera, después ella cae para la esfera productiva, donde está el verdadero motivo de la crisis, que es la crisis industrial, que revela la discapacidad, en un determinado momento, de los capitalistas mantengan el crecimiento de la explotación o de la tasa de plusvalía sobre los trabajadores y, si las acciones de los capitalistas, a través de las políticas económicas y de otras medidas de intervención del Estado no dan resultados, la crisis industrial se fundirá con una crisis agrícola mundial, tercera y última práctica de una crisis general. Es ese el itinerario. Recientemente, antes de esta crisis de ahora, la revista The Economist publicó un material muy interesante que yo usé en un de mis boletines llamado «Euroáfrica» («Bring oct your models», Economist.com, 31 de Julio de 2008). Algunos expertos de la UE, de la revista The Economist, afirman que puede haber una escasez radical de alimentos en Europa. Y ellos se refieren a la Europa rica. No a la Europa del Este. Hablan de la eurozona más Inglaterra. Y decían que puede haber una catástrofe de abastecimiento en Europa en función del choque de la crisis económica que se aproximaba en aquel momento. Vea qué claridad de análisis tiene esa burguesía cuando la cosa es importante para la supervivencia del capital.
¿Quiénes son los responsables por esa crisis? La responsabilidad de la crisis es de la burguesía propietaria de los medios de producción, que decide los destinos de la producción y de la reproducción social. No hablamos de una «banda de judíos» especuladores o de unos administradores «gananciosos». No hablo de cosas de menor importancia para la crisis, como el capital ficticio, contra quien los «financieristas» lanzan las culpas. La especulación no es determinante en el proceso de expansión, aceleración y crisis que ocurre periódicamente. Lo que es determinante es la acción industrial de la burguesía, la producción desmesurada de plusvalía y de capital.
José Martins es economista, doctor en economía por la Universidad de París I (Panthéon-Sorbonne), catedrático en el área de economía política internacional, redactor del boletín Crítica Semanal de la Economía, autor de varios libros, entre los cuales: La Riqueza del Capital y la Miseria de las Naciones (1994); Imperio del Terror – Estados Unidos, ciclos económicos y guerras en el inicio del siglo XXI (2006). Su boletín económico semanal se puede consultar en http://www.criticasemanal.org/
Reproducido de la revista portuguesa Rubra, núm. 4, enero de 2009.
Traducción y difusión por Lucha Internacionalista