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La explotación global

Fuentes: La Jornada

Durante el periodo posrenacentista, pero de manera más intensa desde mediados del Siglo XIX, la «explotación global», como rasgo central del fenómeno imperialista, ha sido el eje alrededor del cual se ha tejido la cada vez más enmarañada trama de las relaciones económicas, fenómeno que, como lo ha investigado y analizado Pablo González Casanova -en […]

Durante el periodo posrenacentista, pero de manera más intensa desde mediados del Siglo XIX, la «explotación global», como rasgo central del fenómeno imperialista, ha sido el eje alrededor del cual se ha tejido la cada vez más enmarañada trama de las relaciones económicas, fenómeno que, como lo ha investigado y analizado Pablo González Casanova -en un libro bajo el mismo título- impacta hoy de manera amplia a vastos sectores de la población mundial, dentro y fuera de los países capitalistas centrales. Dejando a un lado el discurso eufórico y determinista del «globalismo pop» y en un valioso esfuerzo exploratorio hacia un nuevo paradigma en la ciencia social contemporánea, advierte que obviar en los análisis el problema del intercambio desigual, de la relación centro-periferia, la dependencia económica y la explotación es desconocer que el empobrecimiento implacable de nuestra población es en esencia una condición del proceso de internacionalización del sistema económico de la competencia imperialista que comenzó a tejerse cinco siglos atrás.

Por medio de un índice compuesto de transferencias de excedentes de la periferia a los centros de poder económico, González Casanova demostró que, con la aplicación de los recetarios impulsados por Estados Unidos (EU) desde el binomio FMI-BM, se aumentó considerablemente la transferencia de riqueza a favor del centro y en detrimento de la periferia, ofreciendo, por medio de datos de las mismas instituciones financieras involucradas en el expolio, un cotejo estadístico sobre el orden de magnitud del fenómeno: entre 1972 y 1976 fueron transferidos desde los países pobres a los ricos 441 mil 735 millones de dólares (mdd), cifra que se triplica para el quinquenio 1991-1995, cuando alcanza un millón 364 mil 405 mdd, para sumar un total mundial de 4 millones 528 mil 281 mdd en pérdidas acumuladas a lo largo de 23 años.

Para González Casanova existen dos evidencias para indagar en torno a esto: «las que hacen imposible pensar en la historia pasada del hombre sin las relaciones de explotación… y las que hacen imposible pensar en una política de libertad, igualdad y fraternidad, o en una política de democracia, sin una política contra la explotación y por el poder necesario para acabar con las relaciones de explotación como sistema global dominante en las distintas regiones y países».

Ahora José Gandarilla, en el puntual ensayo América Latina en la conformación de la economía-mundo capitalista (Ceiich-UNAM 2005), premiado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, indaga los pormenores de la actual arremetida «neoliberal», develando las argucias conceptual-propagandísticas, no menos que algunos de los principales mecanismos utilizados en un drenaje de la periferia al centro que, sólo por el servicio de la deuda externa -uno de los seis rubros del mencionado índice compuesto-, equivale, según estimaciones de Eric Toussaint, a poco más de 50 «planes Marshall» en favor de los países ricos.

Se identifican a cuatro procesos involucrados en el incremento de la explotación global que, como lo señala Gandarilla, constituyen un «verdadero estado de imposición tributaria»: a) el sobrendeudamiento externo en la periferia; b) el deterioro de los términos del intercambio; c) la creciente actividad de las corporaciones multinacionales que operan en el Tercer Mundo, y d) los procesos de desestabilización financiera y monetaria asociados al comportamiento de los capitales de corto plazo. Los mecanismos del sistemático «saqueo» son analizados de manera precisa, destacándose el papel de las «instituciones financieras internacionales» o «multilaterales» en la imposición de políticas fiscales regresivas, «propuestas u orquestadas desde el Departamento del Tesoro de EU, a través del Banco Mundial y el FMI, promoviendo los objetivos de los inversionistas de Wall Street» (p 93 y ss). La descripción es exacta y el análisis impecable. Las revelaciones que se han hecho en torno a los dispositivos para mantener y acelerar el despojo (como el plan Brady) y procedimientos usados para, por medio de las privatizaciones, «demoler» los pocos mecanismos para frenar en algo la transferencia de la riqueza hacia fuera, no sólo comprueban sus asertos, sino que hacen que el lenguaje empleado aparezca moderado y «caballeroso», a la luz de los develamientos de los insolentes esquemas de explotación y apropiación impulsados por el Tesoro de EU desde el FMI-BM-BID, en menoscabo del aparato productivo y del empleo y a favor de empresas, bancos y contratistas extranjeros (Halliburton-KBR, Citibank, Bechtel, Monsanto, BBVA, Mobil-Exxon, GE, Wal-Mart, GM, etcétera) con la complicidad del gobierno y la plutocracia local.

En la explotación de la fuerza de trabajo y en la rapiña de recursos como el petróleo, el agua, los minerales y la riqueza biológica, se incluyen operativos militares y de criminalidad de Estado, como lo ejemplificó el fallecido senador José Angel Conchello sobre el crudo en aguas profundas del Golfo de México y el insólito atraco del Fobaproa.