a intensa vida cultural que genera el mundo artístico e intelectual cubano hace que en ocasiones sucesos que revisten suma importancia apenas reciban la divulgación que se merecen. Si a ello se añade que nuestros medios de comunicación no son muy dados a hablar de determinadas zonas del quehacer creativo que en la actualidad se […]
a intensa vida cultural que genera el mundo artístico e intelectual cubano hace que en ocasiones sucesos que revisten suma importancia apenas reciban la divulgación que se merecen. Si a ello se añade que nuestros medios de comunicación no son muy dados a hablar de determinadas zonas del quehacer creativo que en la actualidad se genera entre nosotros, se podrá comprender las razones de por qué en el país no se ha comentado nada acerca del importantísimo reconocimiento que la prestigiosa revista Billboard le ha otorgado en semanas recientes al proyecto La FabriK, al incluir su disco entre un conglomerado de 1500 álbumes independientes como una de las seis mejores producciones en el período analizado.
La propuesta del colectivo hay que considerarla como la unión entre varios amigos que en lo fundamental desean ejercer un profundo activismo comunitario y no limitarse a las lides musicales. Semejante intención se pone de manifiesto a la perfección en los dos simposios de hip hop que hasta el presente La FabriK ha organizado y que tienen el mérito de generar una intensa reflexión sobre la cultura hiphopera desde la mirada de sus propios protagonistas.
Como proyecto de creación artística, regido por dos postulados esenciales, es decir, el carácter independiente de la propuesta y la forma interactiva de manifestarse, La FabriK puso a disposición de los interesados en el rap que obliga a ejercitar las neuronas el disco ahora galardonado por la Billboard y que evidencia lo mucho y bueno que se puede hacer con las actuales posibilidades de la técnica cuando se dispone de verdadero talento.
Para quienes no estén al tanto de por dónde va la poética de La FabriK, les reproduzco un fragmento del corte titulado «La vida», el cual demuestra que la fuerza de lo mejor del rap nacional radica en que no es sólo un arte de texto sino de contexto y como tema ofrece una idea muy clara de cuáles son las intenciones discursivas del proyecto:
Estos son los rollos que traen las memorias de mi subdesarrollo
la pobreza no me corta el cuello
lo que hace más bien es un ensayo
ya yo tengo cayos de tanta y tanta relación microfo-vida
me rodea el TEN CUIDADO CON LO QUE DIGAS,
TIENES QUE DECIR LAS COSAS CON TACTO!!
pero es el contexto el que me hace los textos estos
yo sólo pongo el resto
dialecto presto pa’ cualquier batalla así que ¡vaya!
Lo primero que me llama la atención del material es que para acometer la grabación del CD, estos raperos se asociaron a músicos de una sólida formación académica. Por eso, encontramos como resultante un álbum que, además de poseer valores en su poética, cosa que viene a ser la quintaesencia del género, musicalmente también sorprende por la acoplada mixtura que muestra entre sonoridades de raíz negra, traídas por la percusión de origen afro, y las de carácter blanco, dadas por la utilización de instrumentos de cuerdas como el violín y el violoncello.
Un excelente ejemplo en dicho sentido se comprueba en el tema titulado «Drume negrita» (a no dudar, toda una declaración de principios de Alexey Rodríguez en cuanto al significado de la negritud), en el que se destaca la polirritmia que se arma a partir del empleo de un amplio set de percusión. Lo curioso es que el apelar al enriquecimiento sonoro de las piezas aquí compiladas, no conlleva la pérdida de los beats reiterativos, tan necesarios para la atmósfera que genera el rap.
En correspondencia con la armoniosa conjunción alcanzada en dicho orden, en un corte como «Distorsionadas personalidades», compuesto en colaboración entre Edgar Gonzáles, Irak Saenz y Fernando Navarro, se percibe que sobre loops clásicos de la corriente se superpone el trabajo de los percusionistas Alfredo «Punta e’lanza» Hernández y Pedro Bandera, dos figuras que se hacen sentir a lo largo de diferentes momentos del fonograma.
Un rasgo que pone sobre el tapete la primera producción discográfica de La fabriK es el vínculo establecido entre exponentes del hip hop nacional y representantes de quienes entre nosotros se acercan al rhythm and blues y al soul. «Nada que hacer», con participación de Arletty Valdez y Yudelkis La Fuente, integrantes del formidable cuarteto vocal femenino Sexto Sentido, evidencia los lazos antes apuntados.
Tres piezas que sugiero no perderse son «Control financiero», «Microfonazo» (con destaque de Carlos Averoff «Jr.» en el saxo tenor y Axel Tosca Laugart en el piano) y «La llaman puta», con protagonismo de Magia López y que por el solo de violín a cargo de William Roblejo y en general por el alto resultado que consigue tanto en su texto como en la fusión por la que se decanta, me parece una de las mejores cosas que se ha hecho en el hip hop nacional en toda su historia.
Otros nombres de instrumentistas que contribuyen a hacer de este CD un punto de referencia para futuras ediciones de álbumes de rap en Cuba son Gema Zelada, Ángel García y Martín Meléndez. ¿Principal lección de La fabriK?: que no hay que esperar en casa a que un sello discográfico venga a interesarse por lo que uno hace. Con gestión propia y producción independiente se pueden plasmar en formato digital trabajos que por las vías tradicionales no tienen salida.