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La FAO y el fin de un ciclo

Fuentes: La Jornada

1. La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) cumplió en octubre pasado 60 años en su lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo. Para luchar contra este flagelo, la FAO fue creada el 16 de octubre de 1945 y unos días más tarde, el 24, entró en […]

1. La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) cumplió en octubre pasado 60 años en su lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo. Para luchar contra este flagelo, la FAO fue creada el 16 de octubre de 1945 y unos días más tarde, el 24, entró en operación el sistema de las Naciones Unidas.

2. En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA), celebrada en Roma en 1996, representantes de 185 países y de la Comunidad Europea se comprometieron a erradicar el hambre del mundo y reducir a la mitad el número de desnutridos a más tardar en 2015. Hoy, a finales de 2005, la reducción de la pobreza y el hambre distan mucho de las metas fijadas en esa cumbre. El número de personas subnutridas en el periodo 1999-2001 fue de 842 millones: 10 millones en países industrializados, 34 en naciones en transición y 798 millones en vías de desarrollo. El número de personas subnutridas en el mundo disminuye a una tasa de 2.1 millones por año, índice muy inferior a la media necesaria (26 millones) para alcanzar el objetivo fijado en la Cumbre.

3. En América Latina y el Caribe la subnutrición disminuyó de 59.5 millones en 1990-1991 a 53 millones en 2002, lo que equivale a un millón menos que en 1996 y 6.5 millones que en 1990. De acuerdo con el Informe sobre la inseguridad alimentaria en el mundo 2005, en las zonas pobres rurales se localiza la mayoría de casi 11 millones de niños que mueren antes de cumplir cinco años, los 121 millones que no acuden a la escuela, las 530 mil mujeres que fallecen durante el embarazo y parto y los 300 millones de casos con paludismo agudo que producen un millón de muertes al año.

4. Al tratar el tema de la reducción del hambre es imprescindible reafirmar el derecho a la alimentación como parte de los derechos humanos fundamentales, lo que permite tener una mirada holística, basada en los principios básicos de universalidad, equidad, indivisibilidad, respeto a la diversidad y no discriminación. El hambre afecta la dignidad del ser humano y es vista como un fenómeno que evidencia exclusión social, pobreza, miseria y desigualdad.

5. La desigualdad distributiva explica en gran medida la falta de avances en la reducción de la pobreza en la región. Si el crecimiento económico fuera acompañado de una distribución del ingreso más equitativa, el efecto de éste en la reducción de la pobreza sería mayor, haciendo más viable el cumplimiento de la primera meta del milenio. La dificultad de los países de América Latina para mejorar la distribución del ingreso está asociada a la mala repartición de los activos.

6. La desigualdad distributiva se da en prejuicio de la sociedad, principalmente por dos motivos: el argumento moral, según el cual no resulta admisible que ciertas personas posean recursos casi ilimitados cuando otras carecen de lo mínimo indispensable, y el argumento estrictamente económico, que menciona que la mala distribución del ingreso implica que los recursos de la sociedad no se están asignando a quienes podrían obtener de ellos un mayor beneficio marginal y, por tanto, se reduce el bienestar colectivo.

7. Todas estas reflexiones, no exentas de malestar y amargura, seguramente se las están haciendo muchas personas en la Conferencia Mundial de la FAO que se realiza esta semana. Dos discusiones centrales han concentrado el debate de los 187 países miembros: cuál debe ser el presupuesto de la FAO el próximo bienio para que pueda cumplir su misión, y qué directrices debe asumir la organización para impulsar una profunda reforma que le permita mantenerse a la vanguardia en los temas de seguridad alimentaria. Las perspectivas son bastante sombrías. En los 12 años recientes el gasto de la FAO ha presentado un crecimiento nominal igual a cero (un decremento, en la práctica) y varios países contribuyentes analizan una reducción mayor. Tampoco hay claridad ni consenso en la reforma de la FAO. Para muchos países este organismo es clave para desarrollar capacidades gubernamentales propias en materia de agricultura y alimentación. Para otros actores -gubernamentales y no gubernamentales-, la FAO sigue siendo el foro neutral indispensable para garantizar que el lucro y la opulencia en materia de insumos agrícolas o comercio agrícola sea atemperada con una visión que mantenga la dimensión ética central que tienen los alimentos para los pueblos del mundo. Otros minan su capacidad de respuesta sin darse cuenta de que los recursos que hoy niegan a la FAO generarán que mañana haya dificultad o incapacidad para atender problemas de hambrunas.

8. Estas reflexiones tienen una especial significación para mí. Durante 11 años ha sido un honor trabajar para la FAO, primero en Roma como director mundial para el desarrollo rural y después en Santiago de Chile como sub-director general y responsable de sus acciones en América Latina y el Caribe. Considero que ha sido tiempo suficiente para trabajar en un organismo internacional y que es buen momento -lleno de retos y peligros- para regresar a México. Al director general, Jacques Diouf, relecto hace días para un nuevo periodo, expreso mi agradecimiento por la confianza. No cabe duda de que termino este nuevo ciclo en mi vida profesional con la constatación de lo mucho que necesita hacerse en el mundo para convertirlo en un hogar generoso para todos y lo lento que avanzamos en el ámbito multilateral.