Si a la Argentina el préstamo de 45 000 millones de dólares que le entregó el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el fallido intento de lograr que el expresidente Mauricio Macri se reeligiera, le ha costado a ese pueblo cuatro años de crisis económica, pérdida de beneficios sociales y alta pobreza, qué se puede esperar de la enorme deuda contraída por Ucrania al convertirse en la punta de lanza de Estados Unidos para tratar de desestabilizar a Rusia.
Las exigencias de recortes sociales del FMI a la Argentina han sido nefastas para el gobierno del presidente Alberto Fernández y para su pueblo que hoy enfrenta una de sus más violentas crisis económico-financieras con una inflación galopante, elevado costo de la vida y una pobreza que afecta a más del 40 % de la población.
En cuanto a Ucrania, la situación alcanzará asfixias superiores para los futuros gobiernos después que concluyan los enfrentamientos bélicos y todos los proveedores de armas comiencen a exigir el pago de sus “bondadosas” ayudas armamentísticas.
Claro, como se sabe, la OTAN y Estados Unidos son los que dirigen las operaciones militares desde Kiev en su enfermiza concepción de debilitar a Rusia que por el contrario ha impulsado en los últimos años su crecimiento económico.
El Ministerio de Finanzas de Ucrania reveló que los niveles de deuda nacional llegaron a un récord histórico de 133 930 millones de dólares, equivalente a más del 84 % del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Especialistas indican que Kiev, cuando en 1991 se desprendió de la extinta Unión Soviética, su deuda pública era de 0 dólares y hoy tiene obligaciones abrumadoras, resultado de las políticas neoliberales de endeudamiento de los sucesivos gobiernos, incluido el dinero prestado por el FMI a cambio de reformas económicas, y de la guerra subsidiaria contra Rusia por parte de la OTAN.
La deuda se ha disparado en unos 77 000 millones de dólares desde principios de 2022 hasta agosto de 2023, y sus socios occidentales han hecho caso omiso a las peticiones de que se le condonen debido al “apoyo” que ha dado desde su territorio para atacar a Rusia.
Al parecer, aunque se arrodille y de gritos de clemencia, los patrocinadores occidentales de Volodimir Zelenski están decididos a cobrar las deudas adquiridas por Kiev aunque haya cambio de gobierno futuro.
El ex primer ministro ucraniano, Nikolái Azarov, afirmó que la deuda del país podría alcanzar 173 000 millones de dólares (107 % del PIB) a finales de año.
Washington gastó más de 113 000 millones de dólares en ayuda militar y económica para Ucrania y hace unos días el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, anunció un nuevo paquete de ayuda a esa nación europea por 200 millones de dólares.
Desde el inicio del conflicto armado, el 24 de febrero de 2022 cuando Rusia lanzó la operación especial militar para desmilitarizar y desnazificar a Ucrania, la Unión Europea le ha entregado más de 77 000 millones de dólares: 38 300 millones en ayuda económica; 17 000 millones para refugiados; 21 130 en apoyo militar y 670 millones para protección civil.
Entre los países de la OTAN que más han aportado dinero a Kiev aparecen: Alemania, Reino Unido, Polonia, Lituania, Estonia, Letonia, Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Finlandia, Eslovaquia, República Checa, así como otros fuera de la Organización del Atlántico Norte como Marruecos, Egipto y Suecia.
En esta corrida, el FMI, el Banco Mundial y el Banco Europeo le asignaron 13 000 millones de euros.
Washington y estos países no solo financian todos los armamentos necesarios para continuar la guerra, sino también programas de atención sanitaria, subvenciones para vivienda, salarios para 150 000 funcionarios, más de medio millón de maestros, profesores y trabajadores escolares del país, pese a los constantes hecho de corrupción que se destapan dentro del gobierno de Zelenski.
Uno de los últimos casos ocurrió cuando no se cumplieron los pagos para la entrega de armamentos por valor de 986 millones de dólares pues el dinero desapareció de las cuentas en el extranjero. Un informe del Parlamento aseguró que los funcionarios estatales no controlaron los desembolsos y los traficantes de armas se fueron sin entregar el dinero, hecho que provocó la destitución del ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov.
Los llamados fondos buitres occidentales como BlackRock y Fidelity también han caído sobre Ucrania y les están exigiendo al régimen abonar parte de la deuda que han adquirido para lo cual Zelenski ha anunciado que venderán bonos del Estado a extranjeros.
O sea, deuda sobre deuda como si fuera un barril sin fondos que le costará al pueblo ucraniano padecer por largos años la degradación de la economía y de programas sociales por la desatinada política de sus dirigentes de seguir las directrices de Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea enfiladas contra la Federación de Rusia.
Para abonar los viejos préstamos debe tomar otros nuevos con términos aún más depredadores. Esto lleva a que la deuda no deje de crecer, la responsabilidad social del Estado sea casi nula y el país acabe entregando gratis sus empresas a los acreedores occidentales. En resumen, Ucrania ya es un Estado fallido.
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