El grupo de trabajo de Joseph Stiglitz, nombrado hace dieciocho meses por Nicolas Sarkozy, introdujo la idea de que se tomen en cuenta el bienestar, la calidad de vida y el desarrollo sustentable en las futuras estadísticas mundiales.
La complejidad de la vida humana puede agregar alguna de sus infinitas variables en las próximas estadísticas sobre la economía mundial. Ese es el principio presentado ayer por una comisión internacional nombrada hace 18 meses por el presidente francés y presidida por el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Los 22 miembros de la comisión introdujeron en su informe la idea de que se tomen en cuenta el bienestar, la calidad de vida y el desarrollo sustentable en las futuras estadísticas mundiales. En 2007, Nicolas Sarkozy había estimado que la manera en que se miden los datos económicos de los países a través del inamovible PIB, Producto Interno Bruto, no reflejaba la realidad de la situación de los individuos. Por ello creó la Comisión «sobre la Medición de la Actividad Económica y el Progreso Social», cuya meta era proponer alternativas de evaluación a ese patrón universal inamovible creado luego de la Segunda Guerra Mundial, que es el PIB.
El grupo de trabajo de Joseph Stiglitz, también integrado por el economista francés Jean-Paul Fitoussi, el indio Amartya Sen y otras 20 personalidades, no preconiza el reemplazo del PIB como termómetro estadístico pero propone agregar otras variables. En su informe, la comisión adelanta la idea de elaborar «un sistema estadístico que complete las medidas de la actividad mercantil con datos relativos al bienestar de las personas». En lo concreto, la Comisión Stiglitz propone que se integren elementos subjetivos en las mediciones estadísticas sobre la actividad económica y el progreso social así, como datos ligados al medio ambiente. El informe pone de relieve doce recomendaciones que giran en torno de tres temas: la necesidad de incluir los datos del hogar en los análisis económicos, la medición la calidad de vida y la inclusión del desarrollo sustentable. Stiglitz estima que si bien el PIB mide la producción nacional, esa estadística esconde enormes disparidades individuales. Por ello el trabajo recomienda que se analicen las ganancias y el consumo en función de las categorías de los individuos y no ya, como ocurre con el PIB, según un promedio estadístico nacional.
El sistema presentado en París introduce el principio de análisis de la situación en el seno de los hogares, sugiere que se englobe el patrimonio y que también se midan las actividades no mercantiles, como por ejemplo el trabajo de un ama de casa. A esos factores se les agrega la evaluación de la calidad de vida por medio de indicadores que midan el bienestar en lo que atañe a la salud, la educación, los niveles de democracia o de seguridad. Por último, la Comisión Stiglitz hace suyo un análisis desarrollado hace ya muchos años por el economista y matemático rumano Georgescu-Roegen. En 1972, Georgescu-Roegen advirtió que «lo que importa, a fin de cuentas, no es sólo el impacto del PIB, sino, especialmente, el aumento de la tasa de agotamiento de los recursos, que es un efecto colateral del progreso». Siguiendo esa idea, la comisión preconiza la instauración de indicadores monetarios del desarrollo sustentable. Estos indicadores tendrían como objeto medir los recursos naturales como un stock humano y físico a fin de preservarlos y permitir su transmisión a las generaciones futuras. De manera menos consensuada, el rumano Georgescu-Roegen decía: «Cada vez que producimos un auto lo hacemos a costa del número de vidas por venir».
Los partidarios de ese famoso sistema de medición que es el FNB, la Felicidad Nacional Bruta, creado por el Centro de estudios del nivel de vida (CENV, Canadá) y el semanario económico L`Expansion, encontrarán en los análisis hechos públicos en París algunos de sus anhelos. La FNB es todo lo apuesto el PIB. Sin embargo, la inclusión de factores subjetivos en las escalas de evaluación no es, para los miembros de la comisión, un idea romántica. Jean-Paul Fitoussi, coordinador de la Comisión Stiglitz, explicó al semanario Le Point cómo pondría procederse: «Por supuesto que el propósito de la comisión no consiste en medir la felicidad, que es inmedible, sino tomar en cuenta sus aproximaciones, que son el bienestar o la calidad de vida. Es posible hacerlo a través de trabajos muy formales -como la teoría de las preferencias- que permiten determinar de manera rigurosa la percepción que los ciudadanos tienen del bienestar. Nuestra finalidad no es reemplazar el PIB y la contabilidad nacional, sino construir nuevos indicadores por orientar mejor las políticas sociales y económicas».
Los expertos de la comisión ponen como ejemplo el tiempo que los ciudadanos pasan para volver a su casa después del trabajo. Cuanto más tiempo se pierde, más se consume ropa, diarios, energía, autos y trenes. Eso lleva a que el PIB aumente, pero, según afirma Jean-Paul Fitoussi, «ese tiempo en los transportes no es ni un trabajo, ni un ocio, y además hace disminuir el bienestar individual. Si tomáramos en cuenta el costo afectivo de esas comunicaciones, lo más seguro es que tendríamos políticas de transportes públicos mejor adaptadas». En un discurso pronunciado ayer en La Sorbona ante la comisión, el presidente francés denunció la «religión de la cifra» y prometió que Francia haría todo lo que esté a su alcance para que «todas las organizaciones internacionales modifiquen su sistema estadístico». Según Sarkozy, Francia empezará a introducir esos cambios dentro de poco. Los trabajos de la Comisión Stiglitz tienen un mérito considerable porque rompen con esa idea que hacía del PIB «una medida del bienestar económico». Por ello la comisión advierte que «ha llegado la hora de que nuestro sistema estadístico ponga más el acento en la medida del bienestar de la población que en la medida de la producción económica».