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La fuerza omnipotente del odio de clase

Fuentes: Rebelión [Imagen: Bolsonaro y Trump intercambian camisetas de fútbol con los nombres de cada uno en la Casa Blanca el 19 de marzo de 2019. Créditos: Chris Kleponis/MediaPunch/Alamy]

En este artículo el autor señala como uno de los elementos fundamentales para explicar el ascenso de los fascismos el ‘odio de clase’, afirmando que la «persistente adhesión al bolsonarismo se basa en el enorme odio de clase que los sectores privilegiados de la sociedad albergan contra la mayoría de la clase trabajadora»; un ‘odio de clase’ que lo justifica todo y logra que la «verdad y la mentira pierdan sus valores intrínsecos».


Varias encuestadoras acaban de publicar sondeos que reflejan las reacciones públicas a las recientes condenas de los líderes de la organización criminal que orquestó el intento de golpe de Estado que culminó en el vandalismo del 8 de enero de 2023.

golpismo Brasil
Manifestantes asaltan la sede de las instituciones políticas brasileñas en la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia el 8 de enero de 2022. Créditos: Camargo/agência Brasil

Si bien las cifras presentadas son alentadoras, pues indican un rechazo mayoritario a la propuesta de amnistía para los golpistas condenados, también son motivo de preocupación. ¿Cómo entender que aproximadamente el 40% de los encuestados aún se muestre indulgente e identificado con el líder de la organización criminal, incluso después de la revelación de detalles irrefutables sobre su participación en los planes para violar la voluntad expresada mediante el voto por la mayoría de los brasileños, incluyendo los planes para asesinar al actual presidente, a su vicepresidente y al presidente del Tribunal Superior Electoral?

Sin embargo, cada vez es más evidente que existe una explicación sencilla que, a lo largo de la historia y en todas partes, revela y aclara lo que subyace al tipo de fenómeno social como el del presente caso. Y la respuesta puede resumirse en la expresión «odio de clases».

Sin duda, todos, casi sin excepción, hemos sentido en algún momento la inconmensurable fuerza impulsora del odio. ¿Quién no ha vivido experiencias en las que tanto el sentido común como la reflexión fueron dejados de lado porque el odio que nos movía nos llevó a ignorar la razón y la lógica? Sí, el odio tiene la capacidad de sobreponerse a otros sentimientos. Por lo tanto, al ser tomado por la furia del resentimiento, uno es capaz de actuar de maneras equivalentes a las que solemos considerar propias de animales salvajes.

Además, colectivamente, ningún odio suele manifestarse con tanta virulencia como el odio de clase. Por lo tanto, al inculcarles el odio contra los más pobres en ciertos segmentos de la población, las clases dominantes saben que quienes han sido insuflados estarán dispuestos a cometer las mayores crueldades imaginables contra los blancos de su ira. Y, por las mismas razones, tenderán a ignorar o descartar como irrelevantes cualquier acto vil que venga a ser cometido por alguien dentro de su ámbito de identificación contra aquellos considerados enemigos.

Tomemos, por ejemplo, al patriarca del bolsonarismo. ¿Por qué alguien tan grosero, tan vulgar, tan ignorante, tan troglodita, tan prejuicioso, tan sórdido y tan perverso es tranquilamente aceptado por ciertos ciudadanos que se presentan como la élite moral y cultural del país? ¿Sería porque estas personas, aunque dispongan de muchos recursos, desconocen la podredumbre inherente al mencionado patriarca? Por supuesto, no es en función de su incapacidad en detectar tales defectos que estas personas le siguen siendo leales. De hecho, el apoyo que le prestan se debe precisamente a que son estas características monstruosas las que les infunden en las clases dominantes la convicción de tratarse de alguien que no vacilará en pasar por encima de nada ni nadie para defender los intereses de los poderosos.

Con todo, puesto que, numéricamente hablando, las élites económicas son nada más que un puñado de gente, les es crucial obtener respaldo político de personas de otras clases sociales. Para ello, realizan una intensa labor ideológica con el propósito de atraer a importantes sectores de la clase media, así como a grupos significativos de los trabajadores más humildes.

Una vez más, la herramienta más eficaz para que las clases dominantes alcancen su propósito de confrontar a trabajadores con trabajadores es a través de la incitación al odio de clase. Así, se induce a la clase media a ver a los pobres como los enemigos que les impiden tener una vida mejor. Al mismo tiempo en que inculcan entre los pobres la idea de que su salida de la pobreza depende de una separación completa de su identificación con las aspiraciones de clase de los trabajadores. Por lo tanto, su aspiración debería ser unirse a las clases dominantes. Y, para lograrlo, el primer paso es liberarse de cualquier vínculo sentimental con otros pobres.

En cuanto el odio de clase se haya consolidado en un grupo, la verdad y la mentira pierden sus valores intrínsecos. Lo importante pasa a ser saber qué puede favorecer la aniquilación de quienes odiamos. Si la difusión de una mentira contribuye a este proceso, bienvenida sea esta mentira. Si la verdad puede obstaculizar el logro de nuestro objetivo de exterminio, nada nos es más justo que ignorarla. En otras palabras, el mal puede convertirse en bien, y el bien puede significar el mal, según contribuya o dificulte nuestros esfuerzos por eliminar al objeto de nuestro odio.


«En cuanto el odio de clase se haya consolidado en un grupo, la verdad y la mentira pierden sus valores intrínsecos»


Ha sido a partir de la asimilación de este pensamiento que se hizo posible referirse a Lula como la expresión máxima de la corrupción y al patriarca del bolsonarismo como el símbolo de la pulcritud moral. No importa el hecho de que Lula haya sido acusado y condenado sin pruebas por recibir mejoras de una constructora en un apartamento que ni siquiera le pertenecía, el cual estaba estimado en un valor de mercado de 1,7 millones de reales; mientras que el patriarca del bolsonarismo se apropió indebidamente de joyas provenientes de Arabia Saudita cuyo valor era al menos diez veces superior al del famoso tríplex, o sea DIECISIETE MILLONES de reales.

Basándose en esta misma filosofía, los seguidores del bolsonarismo solían autoproclamarse los campeones de la defensa nacional, saliendo constantemente a las calles con la camiseta de la selección nacional y envueltos en la bandera de Brasil. Pero, no importa que ahora los próceres bolsonaristas estén colaborando descaradamente con el gobierno estadounidense para perjudicar la economía brasileña y tampoco que sus actuales manifestaciones políticas se caractericen por la exhibición de gigantescas banderas de los Estados Unidos, así como de banderas sionistas israelíes.

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Acto bolsonarista celebrado en Sao Paulo el 7 de septiembre (Día de la Independencia) de 2025 en el que se solicitaba la amnistía para Bolsonaro exhibiendo una gran bandera de EEUU. Créditos: redes sociales

El dios del bolsonarismo es el dios de los pastores-empresarios, quienes no tienen absolutamente nada que ver con el Dios de Jesús. Estos falsos pastores odian a Jesús tanto, si no más, que lo que odian a los trabajadores. Por lo tanto, son ellos los principales responsables por difundir el mensaje de odio, el mensaje del mal, en el seno de las comunidades más empobrecidas, con vistas a instigar a los pobres contra sus pares. Estos pastores deshonestos se apropian traicioneramente del nombre de Jesús para llevar a cabo la obra del mal, es decir, la obra del diablo.

Por lo tanto, aunque represente una minoría en comparación con el resto de la población, esta persistente adhesión al bolsonarismo se basa en el enorme odio de clase que los sectores privilegiados de la sociedad albergan contra la mayoría de la clase trabajadora, especialmente contra los más pobres. Y este odio contra los pobres es tan intenso que sirve para justificarlo todo. Es un sentimiento tan maligno y repugnante que puede llevar a una persona con educación universitaria a valorar a un imbécil más que al gran educador Paulo Freire. Es un odio tan furibundo que llevó a algunos a burlarse de los cientos de miles de personas que murieron por la falta de atención del gobierno bolsonarista durante la epidemia de covid-19, al tiempo que ahora consideran inhumano obligar al líder de la organización criminal que orquestó el intento de golpe de Estado a cumplir su condena.

En razón de lo anteriormente mencionado, no podemos olvidar que, en sociedades donde hay clases que explotan el trabajo de la mayoría, la lucha de clases estará inevitablemente presente. Es esta lucha de clases la que genera odio contra los más pobres. Como luchadores sociales de base popular, nuestra obligación es apoyar a los trabajadores para impedir que las clases dominantes nos sigan contagiando con su odio enfermizo.

Traducido del portugués para Rebelión por el propio autor.

Fuente: https://www.brasil247.com/blog/a-forca-onipotente-do-odio-de-classe

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.