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La fugaz alegría de Wall Street durante el Carmonazo

Fuentes: AVN

Los malos augurios sobre la economía venezolana desaparecieron por arte de golpe. Apenas habían pasado horas desde que los empresarios y la derecha nacional usurparan el poder en Miraflores cuando Wall Street -que sólo tenía malos presagios para el país durante el gobierno del presidente Hugo Chávez- lanzó hurras a los mercados y de inmediato […]

Los malos augurios sobre la economía venezolana desaparecieron por arte de golpe. Apenas habían pasado horas desde que los empresarios y la derecha nacional usurparan el poder en Miraflores cuando Wall Street -que sólo tenía malos presagios para el país durante el gobierno del presidente Hugo Chávez- lanzó hurras a los mercados y de inmediato pronosticó maravillosas perspectivas económicas.

Un despacho de la agencia EFE, publicado el 12 de abril de 2002, señala que los «analistas» de Wall Street recomendaban «comprar títulos venezolanos ante la previsión de que el cambio de gobierno mejorará la perspectivas económicas del país».

Un supuesto operador bursátil, consultado ese mismo día en la edición impresa del diario Tal Cual, aseguraba que cuando «se dijo que Chávez estaba preparando la retirada los bonos subieron. Luego una casa de bolsa grande dijo que Chávez había renunciado y los bonos alcanzaron sus picos».

La alegría de los mercados bursátiles fue inmediatamente acompañada por la banca privada que se había sumado abiertamente al golpe contra la democracia. Las declaraciones del presidente de la Asociación Bancaria de Venezuela (ABV), Ignacio Salvatierra, se plegaron de inmediato al optimismo.

«(El gobierno de Carmona) redunda en una perspectiva en los mercados internacionales, al tiempo que ayudará a recuperar todo el proceso económico que se había interrumpido», dijo Salvatierra, según reseña la edición de El Globo que circuló el 13 de abril.

La euforia de los banqueros era previsible. La mañana después del golpe, los primeros que se reunieron con Carmona fueron ellos, con el propósito de presentar su plan para «gerenciar la reiniciación de la normalización de la economía».

«Él (Carmona) se encuentra claro de lo que puede aspirar el sector financiero y la respuesta es de absoluta colaboración para que este proceso sea lo más exitoso posible», aseveró el presidente de la ABV, quien asistió a la reunión junto al segundo vicepresidente del Consejo Bancario Nacional, Juan Carlos Escotet.

Escotet calificó de inmediato el golpe como «un proceso impecable» y alegó que tras el Carmonazo, se habían dado «indicios extraordinarios hacia nuestro país». Y no se equivocaba. La voz que corrió Wall Street en los mercados permitió que los bonos venezolanos subieran más de 7 puntos tras la caída de Chávez.

A la par de la emoción de los especuladores financieros, se desplomó el precio del petróleo. El futuro referencial del Brent se negociaba con baja de 30 centavos, para ubicarse en 24,74 dólares por barril, mientras el NYMEX caía 67 centavos para cotizarse en 24,32 dólares.

La explicación era simple para los analistas petroleros: con la salida de Chávez y la instauración de un gobierno de empresarios, era seguro que «la política venezolana sería la de producir petróleo a precios muy bajos», estimó el analista de J.P. Morgan, Paul Horsnell, según reseña un despacho de agencias en esas fechas. La conclusión de Horsnell era más que un pronóstico, una realidad.

El 13 de abril, en el diario Últimas Noticias, el director de Refinación, Suministro y Comercialización impuesto por los usurpadores del poder al frente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), Edgar Paredes, proponía desde entonces la «revisión» de las cuotas de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep).

Tal como refiere la agencia Reuters, desde la llegada de Chávez al gobierno, Venezuela se había convertido en un miembro dentro de la Opep que cumplía estrictamente con las cuotas de producción, lo que a su vez permitió la recuperación de los precios. Esa política pretendía ser abolida por los golpistas.

Los «mercados» también se engolosinaban ante la posibilidad de que Venezuela disminuyera a su mínima expresión la inversión social y retomara la senda privatizadora de los gobiernos previos a Chávez.

El 12 de abril, el Jefe de la oficina de asesoría económica de la Asamblea Nacional, Francisco Rodríguez, propuso la revisión de «la expansión desorbitada del gasto público».

«El nuevo gobierno no puede caer en la tentación populista de pensar que puede evitar estas decisiones que son difíciles políticamente», sostuvo Rodríguez, quien pedía además la reforma del impuesto sobre la renta, la revisión del precio de la gasolina, el establecimiento de otros «impuestos específicos» y la liberación del tipo de cambio.

Para el «analista», el tipo de cambio tenía que «llegar a sus verdaderos niveles de equilibrio, que se ubican en al menos 30% de los valores actuales».

La disminución de la inversión social era una de las primeras decisiones del gabinete golpista, lo que resultó más que atractivo para el Fondo Monetario Internacional. Un despacho de la agencia Reuters publicado durante el régimen dictatorial destacaba que ese organismo «estaba dispuesto a ayudar a Venezuela si las nuevas autoridades así lo desean».

«El FMI no tiene un programa crediticio con el país actualmente aunque sí un programa de supervisión económica», recalcaba la nota.

La resaca

La fiesta de los mercados duró tanto como Carmona en Miraflores. En menos de 48 horas, el pueblo sacó del gobierno al dictador más breve de la historia de Venezuela y la madrugada del 14 de abril regresó el presidente legítimo. Allí empezó la resaca.

La portada del diario El Globo del 16 de abril dedica todo su contenido a la depresión de los especuladores financieros tras el retorno de la democracia en Venezuela: «Mercados reaccionaron en forma negativa», fue el título principal.

Los apostadores de la bolsa se escandalizaron ante el retorno de Chávez y el índice bursátil del corro capitalino disminuyó 8,14% para colocarse en 7.006,32 puntos, lo que se tradujo en una variación negativa de 621,06 unidades.

La firma norteamericana Merryll Lynch, que años más tarde quebraría y estaría implicada en la crisis financiera estadounidense, se apresuró a bajar a la compañía venezolana Cantv de «fuerte compra» a «neutral», mientras que Standard & Poor’s confirmó su calificación «B» para la deuda soberana.

Para Standard & Poor’s, firma que entregaría calificación AAA a bancos en quiebra durante el 2008, sus estimaciones sobre Venezuela dejaban «al cuarto exportador de crudo del mundo a cinco pasos de los bonos basura».

Entretanto, la agencia Dow Jones tuvo un arranque de probidad y reconoció que el escepticismo de los capitalistas respondía a que no esperaban que Chávez «finalmente siga políticas pro-mercado».

Lo que sí era de esperarse era el repunte de los precios del petróleo. La agencia de noticias EFE destacó que con el regreso del presidente Chávez daba absoluta «garantía de que Venezuela seguirá siendo uno de los miembros más disciplinados de la Opep en lo que se refiere al cumplimiento de las cuotas de producción».

Fuente: http://www.avn.info.ve/contenido/fugaz-alegr%C3%ADa-wall-street-durante-carmonazo