La capacidad para perfeccionar la extracción de valor de las rutinas y perfiles de los ciudadanos es una de las características esenciales de las tecnologías digitales. Pero lo esencial es entender que es sobre ellas donde el último capitalismo parece descansar la nueva ola de acumulación de capital . Las personas somos ya un producto […]
La capacidad para perfeccionar la extracción de valor de las rutinas y perfiles de los ciudadanos es una de las características esenciales de las tecnologías digitales. Pero lo esencial es entender que es sobre ellas donde el último capitalismo parece descansar la nueva ola de acumulación de capital . Las personas somos ya un producto al que su trazabilidad les convierte en fuente de datos y de negocio de gran importancia. Y el blockchain, la inteligencia artificial y el internet de las cosas acentuará esa realidad.
En otro artículo expuse los rasgos de la trazabilidad aplicada al trabajo . Aunque el concepto empezó como algo limitado a algunos productos, destinado a explorar su histórico, su ubicación y su trayectoria a lo largo de la cadena de suministros, se extiende ahora a todos los procesos en los que el rastreo de datos ofrece opciones de negocio .
Usted, como lector de información en internet, es ya «una mercancía trazable». Se habrá dado cuenta que después de interesarse en Google por cualquier producto (un tipo de zapatos, por ejemplo) los anuncios de zapatos similares le aparecerán en cuantas noticias lea o webs visite desde ese momento. Le siguen al milímetro. Es la consecuencia de la llamada » publicidad programática » que está basada en algoritmos que establecen coincidencias instantáneas entre su navegación por la red y los espacios disponibles en diversos medios online, que permiten casar los datos que tienen los anunciantes respecto al perfil de lo que usted aporta. Esa «coincidencia» es transferida instantáneamente de una web a otra en la medida que usted navega, de modo que va enriqueciendo el conocimiento de su perfil en cada paso que da.
La información que interesa para cada producto y para cada ciudadano se gestiona desde plataformas de Marketplaces en las que convergen y se sistematizan los datos obtenidos y suministrados por los Data Partners . Ese rol lo cumplen Google, Microsoft, Amazon, Telefónica, Airbnb, Inditex… pero también cualquier empresa con grandes ficheros de clientes a los que hayamos autorizado mediante un «acepto», más o menos inconsciente, a gestionar nuestro perfil.
De modo que usted (y tambien el zapato como mercancía física) son «productos trazables» perseguidos al detalle y sobre los que se acumulan los datos básicos almacenados (de usted, sus gustos y necesidades pero tambien sus opiniones; del zapato, los posibles compradores) que son procesados en esos grandes Market Places hasta convertidos en objeto de comercio que ofrecen como producto elaborado al mercado. No lo olvide: el producto (también) es usted.
El trabajo como «objeto trazable»: el futuro que se nos viene encima
Cada producto tiene su proceso productivo y su trazabilidad. No es lo mismo la trazabilidad del acero o la del cemento que la de la merluza o los medicamentos. Ni, por supuesto, la del trabajo. Cada proceso requiere no solo unas herramientas tecnológicas especificas sino también unos datos específicos que permiten certificar su recorrido y sus rasgos cuantitativos y cualitativos.
El contexto de la trazabilidad del trabajo es evidente. Los dispositivos y las nuevas herramientas extienden el tiempo de trabajo a cualquier lugar, cualquier momento y cualquier circunstancia. La disponibilidad del trabajador se convierte en un valor en si mismo, al margen de lo que diga oficialmente la jornada. La frontera trabajo-no trabajo se diluye. Es como si cada persona debiera evidenciar su disponibilidad las 24 horas del día dejando constancia, en cada momento, si está ocupado, disponible o no disponible. Esos son los parámetros ahora. El derecho a la desconexión se formula como deseable pero es difícilmente regulable, como si el trabajo presencial continuara en formas parciales de teletrabajo en un continuo sin límites.
Al tiempo, cualquier lugar puede ser ya lugar de trabajo. La geolocalización medida por GPS aporta nuevas soluciones de identificación y optimización de los servicios.
En ese contexto, el salto dado hacia la trazabilidad del ciudadano como mercancía (su perfil, sus datos) es determinante para construir la trazabilidad del trabajo. La capacidad para disponer de todos los datos precisos y contrastados de su histórico laboral (origen, formación, experiencias laborales, participación en conflictos, absentismo, incidencias… ), la capacidad para rastrear su recorrido presente (donde está en cada momento, tiempos dedicados a desplazamiento y a trabajos específicos, los descansos…) o para medir su contribución (la productividad en cada momento, indicadores de eficacia y calidad, evaluación de su trabajo…) están entre ellos.
La trazabilidad del trabajo y la nueva gestión de «recursos humanos»
Lo esencial es que estamos en puertas de cambios significativos en los parámetros de gestión de «recursos humanos» y en los sistemas de confianza que los justifican. Veamos cómo:
1. La nueva búsqueda y selección de personal se estructura a partir de nuevas herramientas basadas en blockchain . Forman parte de nuevas lineas de servicios que paradójicamente se agrupan bajo la denominación de « reclutamiento «, un término asociado a la milicia que anticipa ya la importancia asignada a los candidatos. Para la selección utilizan parámetros que priorizan a unos sobre otros atendiendo a los perfiles y datos históricos digitales de cada trabajador. A partir de ahora, cualquier tentativa de elaborar «listas negras» que penalizaran a los trabajadores incómodos, sería tarea objetiva asignada a los propios algoritmos.
La plataforma Chronobank está especializada en los servicios de contratación de autónomos (ha leído bien, sólo de autónomos, los asalariados son el pasado) mediante la tecnología blockchain que permite clasificar y seleccionar a los candidatos atendiendo a su «reputacion» y anuncia el uso de «contratos inteligentes» anticipo del posible uso de monedas virtuales para el pago de servicios.
2. El control de la actividad y rendimientos la aporta automáticamente el dispositivo que acompaña al trabajador, normalmente su propio smartphone. Cuando se trata de servicios que conllevan desplazamientos (mantenimiento, reparaciones, seguridad, transporte, servicios al hogar…), ese control comienza conociendo el tiempo que tarda en llegar al lugar y preparase para la tarea, el tiempo ocupado en resolverla, las consultas que realiza a través de su monitor de apoyo y la firma del usuario-cliente como garantía de culminación del servicio.
El brazalete patentado por Amazon es un nuevo dispositivo pensado para actividades desarrolladas en grandes instalaciones. Permite identificar los movimientos y el lugar exacto de las manos de los trabajadores controladas por vibración con el objeto de reducir el tiempo perdido. La intensidad del trabajo o el relajo y escaqueo en las tareas, y, en consecuencia, la productividad de cada persona son medidos minuto a minuto.
3. Las políticas de retribuciones y promociones empiezan a estructurarse mediante algoritmos . El volumen creciente de datos disponibles sobre cada persona ( big data ) tiene en las empresas una aplicación evidente para la gestión del trabajo asociada a los algoritmos. Permiten construir ecuaciones complejas de las que se obtengan «propuestas objetivas» que personalizan la trayectoria de cada trabajador.
No solo las plataformas colaborativas volcadas en el trabajo de autónomos, como Uber, o de Google España que confía en su sistema basado en algoritmos para impedir la existencia de brecha salarial entre hombres y mujeres. Muchas de las grandes corporaciones se sienten tentadas a ese nuevo mito que pretende «objetivar» las relación con sus empleados.
Los algoritmos facilitan también que sea el propio usuario/cliente el que aporte su » evaluación democrática» del trabajo realizado . Esas valoraciones forman parte del histórico de cada trabajador y se convierte en un rasgo esencial que mide su reputación.
Cada uno de nosotros como cliente de un servicio «persona a persona» (comercio, mantenimiento y reparaciones, talleres, hostelería, call center …) habrá ya evaluado el servicio recibido mediante el uso de notas o emoticones que sintetizan su grado de satisfacción. Y probablemente conozca que una valoración inferior a un 8 sobre 10, suele provocar, automáticamente, una penalización en la retribución.
Los llamados sistemas de Evaluación 360 tratan de extender esa lógica a todas las empresas de forma que sean los «usuarios internos» (no solo los jefes, también los compañeros o los subordinados), los que evalúen democráticamente a cada trabajador.
El mundo se adentra en una nueva dimensión que permiten vislumbrar la consecución de aquellas utopías sociales que asociaban el trabajo a una actividad que nos realice como persona en un entorno social democrático, (ver aquí ese dialogo con las utopías de Marx ). Pero, en paralelo, se encuentra al borde de convertir el trabajo de las mayorías en una nueva distopía cargada de angustia.
Las bases de la nueva acumulación de capital
Aprovechar las lagunas regulatorias, sortear los contrapesos y las «rigideces» que conlleva someterse a la negociación colectiva, se percibe como una necesidad si se quiere aprovechar las ventajas del momento. El mercado de trabajo debe continuar uberizándose , evitando que las instituciones tomen las iniciativas adecuadas que igualen el terreno de juego y normalicen los nuevos derechos.
La nueva oleada de acumulación de capital depende de saber aprovecharse de las ventajas que conllevan situarse en esos espacios de frontera desregulados en las que las instituciones tardan en posicionarse. Si esas fronteras están en continuo avance y el gap regulatorio se sitúa en el entorno de 10 años, el negocio consiste en la capacidad de moverse durante ese periodo en esos espacios sin ley.
Por si no le viene una imagen adecuada se la facilito: vaqueros expoliando a los indios otra vez.
Ignacio Muro Benayas. @imuroben