Traducido para Rebelión por Aldo de Vos
El presidente Lula dijo en un discurso que no dejará de caminar junto al pueblo, y que no puede castigar a los culpables por el crimen de corrupción. Que eso es tarea de la Justicia.
Una manifestación contra el gobierno Lula, en Brasilia, juntó a quince mil personas de partidos que van desde la izquierda a la derecha, asociaciones de señoras por la fe y por la democracia, y pidieron el juicio político al presidente.
El Tribunal Superior de Justicia absolvió al gobernador de Rondonia, Ivo Cassol, acusado de corrupción. El año pasado el Superior Tribunal Electoral absolvió a Joaquim Roriz.
La ley del fuero privilegiado, regalo de Lula a FHC, impide que jueces de instancias inferiores juzguen a políticos en Brasil.
Cayó justo a la medida para el clima de contubernios generalizados. La gran miscelánea de la política brasileña. El gobierno se encalla en la corrupción, como los gobiernos anteriores, el Congreso no tiene legitimidad para nada y la Justicia, en sus instancias superiores, se convirtió en un partido político y encuentra en el presidente de la más alta corte del país, el Supremo Tribunal Federal, un posible candidato a presidente. Trabaja veinticuatro horas al día en esa dirección.
Eso sin hablar del riesgo Severino Cavalcanti. Invención diabólica de José Dirceu, José Genoino y el comando llamado Campo Mayoritario (corriente interna dentro del Partido de los Trabajadores), con la obsesión por el Palacio Bandeirantes. El golpe de la dupla de los «Josés» abrió las puertas para la ruina pública de un gobierno equivocado desde el primer momento.
«Marcos Valerio del PT». Era así que el publicista se presentaba a empresarios brasileños y portugueses con el afán de levantar dinero. El trío Marcos Valerio, Delubio Soares y Silvio Pereira, derribó dos de los más renombrados líderes del PT: Dirceu y Genoino. Que conjuntamente cayeron en el cuento de la lealtad del diputado Roberto Jéfferson, socio y amigo en los «negocios».
En el momento de dividir el botín, llegan la disputa y la serie de hechos que paralizan Brasil.
El presidente no cuenta. Se manifiesta, como se está manifestando, por puro instinto de sobrevivencia, intenta desesperadamente mantenerse en el cargo y lucha para que la tormenta pase rápido, porque quiere, continúa queriendo, otros cuatro años.
El dilema, por lo menos en este momento, es José Serra o el aiatolá brasileño, Anthony Garotinho.
Nada de eso lleva a ninguna parte.
Borrar no es una solución. El papel no aguantará tanta suciedad y se va a romper.
El secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, se hizo cargo la semana pasada de la Defensa de Paraguay. Comprado por algunos millones de dólares, ya está tomado por soldados norteamericanos.
En su discurso fue claro y explícito: «Chávez y Fidel están detrás de la agitación en Bolivia». No dijo una palabra acerca de que los Estados Unidos están detrás del mayor acto terrorista de la historia, las bombas sobre Hiroshima y Nagazaki, o la guerra contra Irak, montada a partir de las mentiras sobre las armas químicas y biológicas.
El ex presidente Fernando Henrique Cardoso, proyecto brasileño de Marlon Brando, «el Padrino», dijo que es posible que haya habido compra de votos para el golpe de su reelección, pero «allá en Acre». Por lo que queda establecido que Acre no es Brasil.
FHC es, notoriamente, uno de las grandes pústulas de la Historia de este país.
La idea de algunos sectores de que estamos en vísperas de la eclosión de un proceso revolucionario por causa del agotamiento del modelo, es algo que nos hace reír.
Lo máximo que va a ocurrir es, como en 1970, en la primera reacción explícita a la dictadura dentro del campo institucional, un aumento de los votos nulos y blancos que las urnas de Jobin, sin chance de recuento o fiscalización más clara, podrán transformarlos en votos del esquema.
La democracia en Brasil es una farsa. No existe.
Lo máximo que alcanzamos en términos de proceso democrático terminó con la deposición de presidente Joao Gulart. Desde entonces la dictadura militar. Tancredo elegido indirectamente. Sarney usurpando el lugar de Ulises. Collor fabricado por la red Globo. Itamar que piensa hasta hoy que fue presidente. FHC que vendió el país y Lula, el mayor engaño electoral de todos los tiempos entre nosotros.
Entonces? Impeachment? Constituyente? La pregunta principal no es esa. Ni pasa por lo institucional. Pasa de largo.
Alejar a Lula del gobierno en este momento es dejar que explote la mal disfrazada euforia tucana [del partido PSDB] con la perspectiva de vuelta en el 2006. Serra ya tiene la promesa de cumplir el mandato hasta el final: «como presidente puedo hacer más por San Pablo que como prefecto».
El cinismo y el estupor de ese mundo de Brasilia, isla de la fantasía, no tiene límites.
Garotinho corre por fuera con la seguridad de que venciendo creará el diezmo nacional y llenará a Brasil de obispos como Rodrigues, Macedo, Crivela, el grupo que tira para arriba, y lo que Dios manotea es de Él, y lo que cae es de la «Iglesia».
La lucha es en las calles pasa por el movimiento popular, y el alejamiento de Lula en este momento sería sólo entregar Brasil a los tucanos.
Es una cuestión deelección.
No se trata ni siquiera de viabilizar su (des)gobierno. Sino de resistir antes que seamos diezmados. Lula ya acabó, como se decía «está muerto y olvidó acostarse».
Según Runsfeld, el gobierno del IV Reich tiene la seguridad que la llamada región de la Triple Frontera está infectada de terroristas. Debe ser como las armas químicas que Sadam iba a usar para destruir el mundo.
Esos tipos están echando el ojo a la mayor porción de tierra de esos lados, Brasil.