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La grave enfermedad del Partido de los Trabajadores

Fuentes: IPS

La Iglesia Católica trata a los enfermos con el sacramento de la unción cuando están afectados por males leves y con la extremaunción cuando la dolencia es mortal. Es evidente que el gobernante Partido de los Trabajadores está enfermo. ¿Pero es éste un caso para tratar con la unción de los enfermos o con la […]

La Iglesia Católica trata a los enfermos con el sacramento de la unción cuando están afectados por males leves y con la extremaunción cuando la dolencia es mortal.

Es evidente que el gobernante Partido de los Trabajadores está enfermo. ¿Pero es éste un caso para tratar con la unción de los enfermos o con la extremaunción? Yo estimo que estamos ante una dolencia que requiere la extremaunción. A menos que se revuelva un cambio de médico y al paciente se le suministren los remedios adecuados. Curiosamente, en la cabecera del PT está un médico, Antonio Palocci, que ocupa el cargo de ministro de economía y le está prescribiendo fármacos equivocados que probablemente lo conducirán a la muerte.

¿Qué es lo que está matando al PT? La forma en que trata a la llaga mortal que afecta a la gran mayoría del pueblo brasilero desde hace siglos: el flagelo de la miseria y de la exclusión. Por lo menos un tercio de la población de Brasil vive en condiciones inuhumanas mientras en el extremo opuesto de la escala económica un pequeño porcentaje de gente muy rica acumula capitales en uno de los mayores niveles en el mundo.

Hace 25 años el PT se propuso la conquista del poder para hacer los cambios necesarios. Su candidato, Luiz Inácio Lula da Silva, era el mas representativo: hijo del caos social y sobreviviente del hambre, carismático, cordial, un buen hombre, como tantos otros del medio popular. Y llegó al poder. Fue esta una victoria del propio pueblo que tanto esperó y aún más luchó.

LLegado finalmente al gobierno ¿llevó a cabo las reformas prometidas? No precisamente. Consiguió, en cambio realizar una proeza: transformar el Partido de los Trabajadores en el único Partido Neoliberal de los trabajadores en el mundo entero. No solamente adoptó una macroeconomía neoliberal sino que la radicalizó con una preocupante tasa de iniquidad social y ambiental. Porque ahora se desforesta aceleradamente, basta que lleguen dólares. Y no para pagar la deuda social, sino la deuda monetaria. El gobierno, más que cuidar al pueblo, se ocupa de asuntos monetarios, ya que en este tipo de macroeconomía lo que realmenrte importa no son las personas sino los números y los billetes.

Es necesario precisar que el gobierno del Presidente Lula ha hecho muchas cosas buenas. Hay en la actual administración mas ética y transparencia que en cualquiera de sus predecesores. Nunca habíamos visto que se desmantelara a tantas bandas de corruptos. Los 26 millones de beneficiados por los subsidios del programa Beca Familia han pasado del infierno al purgatorio y se sienten como si estuvieran en el cielo, aunque no son pocos los que también dicen, con una pizca de verguenza: » Me gustaria recibir un trabajo y no una limosna.»

En verdad, la asistencia social significa solo el 5,5% de los gastos sociales, mientras que la tajada mayor del producto interno bruto va a parar a las arcas de los bancos, que están repletas de dinero.

El error de esta política social consiste en que no es redistributiva, sólo es distributiva. Es decir, que no le saca a los ricos para darle a los pobres. Los potentados pueden continuar acumulando riqueza sin tener que poner freno a su voracidad. Están encantados y aplauden al gobierno.

La mudanza que los brasileros esperábamos -y nos merecemos- es un Plan Marshall para el pueblo. Para poner remedio a la devastación que la miseria ha ocasionado al pueblo a lo largo de siglos hace falta un Plan Marshall económico, social y cultural. Pero el gobierno prefiere ser superortodoxo y escuchar con devota atención las lecciones de los faraones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en vez de tener compasión ante el clamor de los oprimidos de nuestro Egipto.

El PT está dejando ser un instrumento de cambio y se está convirtiendo en una prolongación de los dominadores de antes, con el agravante de que utiliza los símbolos y el lenguaje de los Moisés libertadores. Sin embargo, todavía tiene tiempo para cambiar. Y si no lo hace, llamaremos al sacerdote para que le suministre los santos óleos de la extremaunción y entonaremos el Dies irae, dies illa…(Un día de ira, será ese día…) de la antigua liturgia fúnebre de la Iglesia Católica.