El Señor de la Guerra ha declarado que el terreno de la Gran Batalla se ha desplazado al mundo virtual. Pareciera un chiste. Es como si un Don Quijote, sin ninguna de las intenciones filantrópicas del Ilustre Hidalgo, se lanzara contra molinos digitales para halagar a Dulcineas corporativas. Pero, independientemente de propósitos radicalmente opuestos, Donald […]
El Señor de la Guerra ha declarado que el terreno de la Gran Batalla se ha desplazado al mundo virtual. Pareciera un chiste. Es como si un Don Quijote, sin ninguna de las intenciones filantrópicas del Ilustre Hidalgo, se lanzara contra molinos digitales para halagar a Dulcineas corporativas.
Pero, independientemente de propósitos radicalmente opuestos, Donald Rumsfeld y Alonso Quijano están en los extremos si se miden con la tabla rasa de la racionalidad. El cálculo del Secretario de Defensa norteamericano hiela la sangre: «Habrá que depender menos de los medios de comunicación impresos tradicionales», ordena, y en esas pocas palabras se concentra toda una gran cruzada que, en realidad, se había iniciado en los días de gloria de Papá Bush durante la primera Guerra del Golfo, pero que ahora con Bush hijo alcanza la categoría de dogma bélico.
El nuevo escenario de la ofensiva «contra el terror» ya está fría y cuidadosamente delineado en la estrategia de los halcones norteamericanos. En un artículo publicado a fines de febrero por el Council on Foreign Relations, titulado «La guerra de los medios contra el terror»*, Donald Rumsfeld reconoce que los enemigos «tienen la capacidad para actuar con rapidez con un número relativamente pequeño de personas y con recursos modestos en comparación con las enormes y onerosas burocracias de los gobiernos democráticos». Sin embargo, añade, «hemos empezado a adaptarnos… Los gobiernos libres deben hacer que la planificación de las comunicaciones sea un componente fundamental de todos los aspectos de esta lucha.»
¿Qué significa esto? Primero, que Washington no solo se adaptó, sino que creó las instancias y el instrumental reglamentario que intenta legitimar la intervención del Pentágono en ámbitos cuya competencia correspondía anteriormente a los ministerios «civiles» encargados de la propaganda. Y, segundo, que están aplicando a marcha forzada el arsenal táctico previamente diseñado. Con el mismo sigilo con que organizaron las cárceles y los vuelos secretos, activaron en todo el mundo «centros de operaciones de prensa que funcionan durante las 24 horas del día», situando por primera vez «la Internet y otros medios de información no tradicionales» bajo la escrupulosa mirilla de los expertos del Pentágono y de las agencias de inteligencia norteamericanas.
Las acciones de estos centros asaltan todos los días los titulares de prensa, de manera dispersa, pero constante. El caso más sonado, el que implicó al Pentágono y a uno de sus subcontratistas, el Lyncoln Group, como redactores de artículos que presentaban en medios iraquíes la ocupación norteamericana desde un punto de vista favorable a EE.UU., es quizás el modelo perfecto de cómo se instrumenta la estrategia.
La operación estuvo diseñada para enmascarar cualquier relación con el Ejército estadounidense. Con una exquisita organización, casi como un mecanismo de relojería, los miembros del Lyncoln Group compraron estaciones de radio y de periódicos, tradujeron los materiales y se hicieron pasar por periodistas independientes o ejecutivos de publicidad. Mientras esto ocurría, los camaleónicos funcionarios de EE.UU., dentro y fuera de Irak, juraban promover los «principios democráticos», la «transparencia política» y la «libertad de prensa», advirtiendo de paso a sus nuevos y viejos aliados europeos que el que invade y dicta las leyes es Estados Unidos, y punto.
Aunque las propia legislación norteamericana formalmente prohíbe que el Ejército lleve a cabo operaciones psicológicas o introduzca propaganda a través de los medios, militares citados por Los Angeles Times** argumentaron que, con la Internet, los esfuerzos del Pentágono se están ejecutando bajo el supuesto de que la prensa alternativa internacional ejerce influencia negativa en los norteamericanos, y por tanto, forma parte de su ámbito de competencia.
«Ya no hay forma de separar los medios extranjeros de los domésticos. Esas líneas definidas ya no existen,» dijo a Los Angeles Times un contratista privado que se dedica en Irak a operaciones de información para el Pentágono y que se negó a revelar su nombre.
Pero este no es el único ejemplo de la transnacional mediática del Pentágono. A través del Comando Europeo de los EE.UU. en la OTAN, los militares norteamericanos administran, incluso, sitios en Internet en nombre de otras instituciones, reales o supuestas. Los más conocidos, http://www.balkantimes.com (destinado a la propaganda norteamericana sobre los Balcanes) y http://www.magharebia.com (para el Zagreb), son utilizadas además en estrategias de guerra sucia y como estaciones de monitoreo de los medios digitales de esas regiones.
Si algo ha quedado evidenciado en el escándalo del espionaje doméstico que sacude a la Casa Blanca, es la búsqueda obsesiva de datos, en particular aquella que interesa a los militares norteamericanos. Después de los atentados contra las Torres Gemelas, el potencial para analizar, legal o ilegalmente, inmensas bases de datos, tuvo como consecuencia la creación de un programa llamado Total Information Awareness (Conocimiento Total de la Información), desarrollado por el almirante John M. Poindexter, ex asesor de Seguridad Nacional de Ronald Reagan y responsable, durante el primer mandato de W. Bush, de programas en el Departamento de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa.
Aunque el Congreso canceló el programa en octubre de 2003, permitió una excepción específica para las «herramientas de procesamiento, análisis y colaboración del espionaje antiterrorista en el extranjero». En aquel momento, el almirante Poindexter, una de las figuras clave del Caso Irán-Contra para financiar a la contra nicaragüense en los años de la Revolución sandinista, sostuvo que su programa había conseguido acelerar por diez la velocidad de búsqueda de amenazas extranjeras en bases de datos. ¿Sería difícil imaginar el poderío que tiene hoy?
Cuando Rumsfeld se refería en su artículo del Council on Foreign Relations a las «nuevas organizaciones y los nuevos programas que estamos articulando», seguramente tenía en mente la intervención directa, por las buenas o por las malas, de las bases de datos de las principales compañías que brindan servicios a los usuarios de la web. En este caso, el pretexto ya no es la «lucha antiterrorista», sino la variante criminal más común en la Red: la pornografía infantil.
Durante el mandato de Clinton, el gobierno norteamericano trató en dos ocasiones de aplicar una ley de control de Internet, los tribunales la anularon con el argumento de que limitaba la libertad de expresión. La actual administración norteamericana ha vuelto de nuevo a la carga, y con éxito. Aprovechó el precedente de Microsoft, que accedió a entregar los datos de sus usuarios, mientras Bill Gates se reunía con George W. Bush, para imponer a Google la fiscalización de sus servidores, tribunales mediante.
Paralelamente, están trabajando en un programa aún poco conocido llamado Advise destinado a organizar una inmensa base de datos de toda información digital vinculada a sistemas empresariales y comerciales, que registrará cada interacción en línea que haya tenido cualquier ciudadano con empresas o servicios públicos, cruzándola con datos como los del Documento de Identidad, la seguridad social, tarjetas de crédito o de teléfono.
«El resultado es la posibilidad de tener fichado a todo el mundo con su vida e historia. Aquí no se trata de interceptar mensajes, sino de determinar por análisis previo perfiles de personas peligrosas (pedófilos, terroristas, violadores o cualquier otro perfil) y buscar en esa base de datos lo que corresponde potencialmente a los perfiles, procediendo entonces a una vigilancia especial de dichas personas»***, afirma Manuel Castells, catedrático de la Universidad de Berkeley, California, y el más importante experto internacional de lo que se denomina « el capitalismo de la información».
¿Por qué la Internet? Porque siendo hija predilecta del Pentágono, que la creó en los 60 para interconectar sus programas de muerte, la Red de Redes se ha convertido en el espacio articulador de la resistencia mundial contra la hegemonía militarista norteamericana. Rumsfeld y suslugartenientes saben que en este mundo diseñado, medido, organizado y fichado por la galaxia digital, la propuesta de liberación no está irremediablemente condenada. No olvidemos que una computadora -y el cable que enlaza una con otra- es solo un instrumento. Y si un puñado de dominadores puede usar ese instrumento para el mal, a los millones de condenados les quedará el recurso de desconectarlo y utilizarlo para el bien. Ejemplos abundan. Pero ese será el tema de un próximo comentario.
….……
*Disponible en español, en el diario El Tiempo, de Bogotá (26 de febrero de 2006) http://eltiempo.terra.com.co/opinion/colopi_new/columnas_del_dia/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2762380.html
**Los Angeles Times: «Guardias escriben artículos presentados como reportes noticiosos. Algunos oficiales objetan la práctica». 30 de noviembre de 2005.
***Castells, Manuel: «Internet, libertad vigilada». En: Rebelión, 13 de febrero de 2006. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=26743