Recomiendo:
0

La Guerra: Diario de Nueva York

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Estaba leyendo el Diario de Berlin de William Shirer- el relato de un periodista sobre la propaganda política nazi durante los años 30- mientras veía las «noticias» de los informativos sobre el terrible asalto a Faluya. Las «informaciones» de los medios de comunicación estadounidenses, el estilo, los contenidos y, especialmente, su lenguaje recuerdan en un grado portentoso a sus predecesores nazis de hace 70 años .

¿Coincidencia? ¡Desde luego! En ambos casos había ejércitos imperialistas que conquistaban otros países, arrasaban ciudades y masacraban a la población civil, y los medios de comunicación- de propiedad privada formalmente pero apéndices del Estado en la práctica- difundían las mentiras más escandalosas, en defensa y alabanza de los ‘victoriosas tropas’, bien fueran las SS o los marines . En ambos casos, la Alemania nazi y los Estados Unidos actuales, los medios de información nos han contado que los ejércitos invasores «están liberando» el país de «guerrilleros extranjeros» y de «terroristas armados» que impedían a la gente seguir con su vida cotidiana. Si bien sabemos que de los 1.000 prisioneros sólo cuatro son extranjeros ( 3 iraníes y 1 árabe); y que los hospitales iraquíes han informado de que menos del 10% son combatientes extranjeros. Es decir, que el 90 % de los rebeldes son iraquíes, la mayoría de los cuales han nacido, se han educado, y han constituido familias en las ciudades en las que están luchando.

Como los medios de información de los nazis, las principales cadenas de radio y televisión de Estados Unidos sólo informan de lo que consideran «víctimas militares», y ocultan los 100.000 civiles muertos desde el principio de la guerra y los millares de mujeres y niños muertos y heridos desde que empezó el ataque a Faluya. De la misma manera que en la Alemania nazi, los medios informativos estadounidenses presentan informes no fiables del ejército de Estados Unidos sobre los asesinatos, decapitaciones y secuestros realizados por «terroristas extranjeros». El apoyo incondicional de los medios nazis-estadounidenses a las matanzas se percibe mejor en sus informes sobre el masivo bombardeo de los barrios densamente poblados de la ciudad. La cadena de televisión NBC, describe el lanzamiento de bombas de 500 libras en la ciudad de Faluya como dirigido a una «red de refugios subterráneos de los insurgentes existente en la ciudad», mientras que las casas, zocos, tiendas- las mujeres y niños que se encuentran encima– se esfuman en una niebla rosada. Y su existencia, nunca es reconocida por los principales reporteros y locutores.

En su famoso ensayo político, Politics and the English Languaje, George Orwell escribió hace tiempo que el «lenguaje» era una de las víctimas principales de las guerras imperiales. El lenguaje político de la máquina de matar estadounidense en Irak y sus propagandistas «incrustados» no son sino una sarta de eufemismos al servicio de esa máquina de matar.

Casi la totalidad de la población del Irak no kurdo se opone al ejército estadounidense y a su régimen títere- aunque la prensa a los patriotas que defienden su país de los invasores imperiales los llama «insurgentes» y minimizan el sentido de un movimiento patriótico de liberación en todo el país. Uno de los eufemismos más surrealistas es la referencia constante a las «fuerzas de la coalición», expresión con la que realmente se alude a los conquistadores colonialistas estadounidenses y a los mercenarios y sátrapas que los dirigen y controlan.

Los ataques terroristas contra viviendas, hospitales y edificios religiosos llevados a cabo por centenares de aviones y helicópteros de combate se describen en los media como encaminados a «asegurar las elecciones libres en la ciudad».

La «liberación de la ciudad de los insurgentes» incluye el asesinato sistemático de amigos, vecinos y parientes de cada uno de los iraquíes que viven en Faluya.

«Tener rodeados a los rebeldes» significa el corte de suministro de agua, de electricidad, y de la asistencia médica para 200.000 civiles de la ciudad y el obligar a decenas de miles a abandonarla ante la amenaza de una epidemia de tifus. «Pacificar la ciudad» implica convertirla en una desolación de escombros emponzoñados.

¿Por qué Washington y los medios de comunicación recurren a tan burdas y sistemáticas mentiras y eufemismos? Básicamente, para reforzar el apoyo del país para las matanzas masivas en Irak. Los medios de masas fabrican una red de mentiras para asegurar la legitimidad de los métodos totalitarios con el fin de que las tropas estadounidenses continúen la destrucción de la ciudad con total impunidad. La perfeccionada técnica de Goebbels en Alemania, y practicada en Estados Unidos, consiste en repetir la mentiras y los eufemismos hasta que se convierten en «verdades» aceptadas, y se incorporan al lenguaje cotidiano. Los medios, al convertir eficazmente en rutinario ese lenguaje, implican a los que lo escuchan. Las preocupaciones tácticas de los generales y mandos que dirigen las matanzas (la pacificación), y los soldados que asesinan a civiles se explican (y se consumen por millones de oyentes y espectadores) por la complacencia de los periodistas y presentadores famosos ante las autoridades a quienes no se atreven a contradecir. La unidad de objetivos entre los que llevan a cabo las matanzas masivas y el público medio estadounidense se fija por medio de los «informativos». Los soldados «escriben los nombres» de sus mujeres y novias en los tanques y blindados que destruyen las familias iraquíes y convierten Faluya en ruinas. Se «entrevista» a los soldados que regresan de Irak quienes afirman que quieren volver a Irak para «estar con su pelotón y aniquilar a los terroristas». Pero no todas la fuerzas de combate estadounidenses sienten la alegría de disparar contra civiles. Estudios médicos informan de que uno de cada cinco de los soldados que vuelven sufren graves traumas psicológicos , sin duda por haber participado o presenciado las masivas matanzas de civiles. La familia de uno de ellos, que se suicidó recientemente, contó que él constantemente hablaba de haber matado a un niño desarmado en las calles de Irak, por lo que se consideraba un «asesino». Al margen de esas excepciones notables, los medios de propaganda masiva utilizan varias técnicas para apaciguar la conciencia de los soldados estadounidenses y de los civiles. Una de ellas es «la inversión de los papeles» mediante la cual atribuir los crímenes de las fuerzas de invasión a las víctimas: no son los soldados quienes causan la destrucción de las ciudades y las matanzas, sino las familias iraquíes que «protegen a los terroristas» y «atraen sobre ellas los brutales bombardeos». Otra, es la de informar exclusivamente de las víctimas estadounidenses provocadas por «atentados terroristas» y omitir cualquier mención a los miles de civiles iraquíes muertos a causa de la artillería y bombardeos estadounidenses. Tanto los nazis como la propaganda de Estados Unidos ensalzaban el «heroísmo» , y el «éxito» de sus fuerzas especiales ( las SS y los marines) al matar a «terroristas» o «rebeldes», y cada una de las víctimas se contabiliza como «sospechoso de simpatizar con los terroristas».

Los militares estadounidenses, como los alemanes, declaran que cualquier edificio civil es un «depósito» de armamento o un «refugio» de terroristas, de ahí que hagan caso omiso de las leyes de guerra de la Convención de Ginebra. La práctica de la «guerra total» por parte de los nazis y de Estados Unidos, en la que comunidades enteras, barrios y ciudades completos son culpables colectivamente de esconder «a terroristas buscados», es por supuesto una forma habitual de comportamiento del Gobierno de Israel.

Estados Unidos ha difundido los castigos crueles y poco frecuentes infligidos a los iraquíes «sospechosos» (cualquier varón comprendido entre 14 y 60 años): entre ellas, las imágenes publicadas en Time y Newsweek de hombres descalzos, maniatados y con los ojos vendados, desalojados de sus casas e introducidos en camiones para llevarlos a los «centros de obtención de información». Para muchos de los lectores estadounidenses esas fotografías forman parte del éxito de la historia, ya que se les dice que son «terroristas» que podrían hacer saltar por los aires los hogares estadounidenses. Para la mayoría que ha votado a Bush la masiva propaganda de los medios les ha llevado a creer que el exterminio de centenares de miles de ciudadanos iraquíes se lleva a cabo para servir mejor a sus intereses: ellos pueden dormir tranquilos mientras nuestros «muchachos» matan»allí» a la gente.

Por encima de todo, los medios propagandísticos de masas han hecho lo posible para negar que exista una conciencia nacional iraquí. Todos los días las referencias de cualquier tipo son las de las lealtades religiosas, las identidades étnicas, la pertenencia a etiquetas políticas del pasado, y los clanes tribales y familiares. El objetivo es el de dividir para vencer, y el de presentar al mundo un Irak «caótico» cuya única fuerza estable y coherente es el régimen colonial estadounidense. El propósito de los salvajes ataques coloniales y del etiquetado político es el de destruir la idea de que existe una nación iraquí y sustituirla por una serie de pequeñas entidades gobernadas por los sátrapas imperiales dóciles a Washington.

Hoy, domingo 14 de noviembre por la mañana, Faluya está siendo violada y arrasada, y a los prisioneros heridos se les descerraja un tiro en las mezquitas. Mientras tanto en Nueva York, las grandes alamedas están a rebosar de multitudes que hacen sus compras.

El domingo por la tarde los marines han impedido que entren en Faluya alimentos, agua y medicinas, mientras millones de hombres estadounidenses se sientan ante la televisión para ver el fútbol americano.

Shirer reseñaba que mientras los nazis invadían y hacían estragos en Bélgica, y bombardeaban Rotterdam, los cafés de Berlín estaban llenos de gente, la orquesta sinfónica daba sus conciertos y la gente paseaba a sus perros en las soleadas tardes de domingo.

Domingo 14 de noviembre de 2004. Por la noche pongo la televisión, el popular programa 60 minutos y veo una reposición de antiguas entrevistas de Mike Wallace a Yasir Arafat. Al igual que en el resto de los programas «estrella» no habla de la invasión israelí de Líbano ni de la masacre de miles de palestinos cometida por Sharon, ni de la de ocupación militar de Palestina, ni de la desenfrenada destrucción de Jenin y Gaza. Wallace acusa a Arafat de ser un mentiroso, un terrorista, un corrupto y un ladino . Treinta millones de hogares estadounidenses contemplan este escandaloso espectáculo de un apologista del sionismo ultraderechista alardeando de los «ideales occidentales» que resultan tan útiles para arrasar ciudades, bombardear hospitales y exterminar un país.

Sí, existen diferencias entre lo que cuenta el señor Shirer sobre la propaganda nazi en defensa de la conquista de Europa, y lo que difunden los medios de información estadounidenses que defienden la invasión de Irak y las matanzas que realiza el Estado judío con los palestinos. Aquella se cometía en nombre del Führer y de la fraternidad, ésta otra en nombre de Dios y de la Democracia. ¡Vayan a contárselo a los hinchados cadáveres roídos por los perros entre las ruinas de Faluya!

15 de noviembre de 2004