Cardoso El ex presidente Fernando Henrique Cardoso asumió el poder con la idea de dar vuelta la página de la herencia «nacional-estatista» del varguismo, según la denomina el historiador Daniel Aarão Reis. Pero su política privatizadora se enfrentó con la oposición del PT y el sindicalismo. El fallido intento de privatizar la estatal Petrobras es […]
Cardoso
El ex presidente Fernando Henrique Cardoso asumió el poder con la idea de dar vuelta la página de la herencia «nacional-estatista» del varguismo, según la denomina el historiador Daniel Aarão Reis. Pero su política privatizadora se enfrentó con la oposición del PT y el sindicalismo. El fallido intento de privatizar la estatal Petrobras es un ejemplo en este sentido.
Lula
Por el contrario, durante su mandato y en forma progresiva, Luiz Inácio Lula da Silva asumió con respecto a Getúlio Vargas una posición de reivindicación. En la campaña actual por la reelección de Dilma Rousseff de este año, el ex presidente brasileño ha señalado que «están queriendo hacer con nosotros lo que ya hicieron con Getúlio, hasta llevarlo a la muerte».
A primera vista, Brasil ha aparecido históricamente como aquel país donde la herencia del «populismo», y su encarnación específica, el varguismo, habría sido «superada» a partir de la emergencia de un partido de izquierda como el Partido de los Trabajadores (PT), a principios de los años 80. En su surgimiento, este partido se anunciaba justamente como crítico respecto de las formas de ejercicio de la política propias del sindicalismo tradicional varguista. Con el paso del tiempo, y con intensidad progresiva, la herencia legada por Getúlio Vargas se ha ido revelando como el fantasma inconfesado de la política brasileña.
Al asumir la presidencia de Brasil, en 1995, Fernando Henrique Cardoso declaró que venía a dar vuelta la página de la herencia de Vargas. La pretensión de Cardoso de erradicar lo que el historiador Daniel Aarão Reis denominó la herencia «nacional-estatista», a partir de una serie de privatizaciones que se había propuesto, no terminó en buen puerto, ya que se enfrentó con la oposición del PT y el sindicalismo. Un ejemplo de ello resultó cuando este ex presidente intentó privatizar la estatal Petrobras y debió retroceder por la oposición de esos sectores.
Por el contrario, durante su mandato y en forma progresiva, Luiz Inácio Lula da Silva asumió con respecto a Getúlio una posición de reivindicación. En la campaña actual por la reelección de Dilma Rousseff de este año, Lula ha señalado que «están queriendo hacer con nosotros lo que ya hicieron con Getúlio, hasta llevarlo a la muerte» (15/06/2014, Folha de S. Paulo). La tradición populista inaugurada por el varguismo resultó una ayuda para el líder nordestino cuando se vio presionado en momentos clave de su gobierno, como el mensalão, donde las acusaciones derivadas de este escándalo de corrupción supusieron un importante escollo para las perspectivas de continuidad de su mandato, particularmente de cara a la reelección de 2006. En ese entonces, Lula declaró que no estaba dispuesto a bajar su cabeza frente a las elites, hablando de forma directa a sus electores por medio de viajes al interior del país y trazando un típico clivaje político que recuperaba la retórica y emotividad del populismo clásico brasileño. Como ejemplo, en su discurso pronunciado en plena campaña el 26 de septiembre de 2006 en Belo Horizonte, afirmó: «Es por eso que no caigo. Porque yo no estoy solo. Cuando ellos arranquen mis piernas, yo voy a andar con las piernas de ustedes; cuando ellos arranquen mis brazos, voy a gesticular con los brazos de ustedes; cuando ellos arranquen mi corazón, voy a amar por el corazón de ustedes (…) Llegaron a decir que conmigo era importante sólo hacerme sangrar, sangrar, sangrar, para que al llegar al final de la campaña yo no tuviera fuerza para disputar las elecciones (…) Sólo que ellos olvidaron que (…) el pueblo brasileño me dio una gota de su sangre para que yo pudiera resistir y enfrentarlos hasta el día 1° de octubre». (27/09/2006, Folha de S. Paulo).
La herencia «nacional-estatista», como marca Aarão Reis, fue forjada a lo largo de los años en Brasil, y no se aflojaría fácilmente dentro del imaginario popular. Dilma proviene incluso de esta tradición, pues su trayectoria estuvo ligada al Partido Democrático Trabalhista (PDT) de Leonel Brizola, uno de los más importantes dirigentes varguistas, ingresando recién en 2001 al PT. Como ejemplo de ello, tal como señala Aarão Reis, durante la campaña de 2010, Dilma dijo que Lula le había encomendado «cuidar al pueblo», reforzando esta imagen paternalista recuperada del getulismo.
El porcentaje de popularidad asombroso, del 80% de aprobación, con el cual Lula se retiró de su gobierno, hace pensar, según el cientista político André Singer, en el retorno de un «padre de los pobres», denominación con la cual la propaganda del Estado Novo exaltaba la figura de Vargas, dictadura que éste último condujo entre 1937 y1945. En definitiva, la herencia de Vargas, como señala el historiador Jorge Ferreira, remite a la idea de una tradición de soberanía nacional desde arriba, protección del mercado interno y autonomía en las relaciones internacionales, elementos que los gobiernos de hegemonía del PT han ido recuperando progresivamente.
Trayectoria
Vargas introdujo primero la Constitución de 1934 con ciertas garantías liberales, para posteriormente proclamar la Constitución de 1937 realizada por Francisco Campos, de corte autoritario, que basaría su modelo de representación corporativa en la Carta del Lavoro de Mussolini. Sin embargo, la herencia de Getúlio difícilmente pueda ser asociada al fascismo, considerando que Vargas se encargó de derrotar al integralismo, movimiento profascista en Brasil, así como de combatir la infiltración de agentes alemanes en el sur del país, rompiendo con el Eje y alineándose con Estados Unidos, lo cual le propiciaría la oportunidad para la construcción de una importante siderúrgica, Volta Redonda.
Cuando en 1945 fue expulsado del poder por los militares, Vargas se refugiaría en San Borja, su tierra natal, en una especie de exilio interno, pero que sería el preámbulo para su retorno al poder. Después de este interregno, en la campaña de 1950, Getúlio volvió, en «brazos del pueblo», a disputar la presidencia de la república. Pero esta vez en elecciones democráticas, con un discurso en favor de la industrialización y de los trabajadores. Fue acusado con desconfianza por las clases medias y la prensa conservadora de ser el ex dictador que volvería para implantar el autoritarismo y -lo que en definitiva era más temido para estos sectores- potencialmente a activar a las masas, seducidas por su discurso «demagógico». La Unión Democrática Nacional (UDN) incluso levantaría el argumento de que, para asumir, el candidato precisaría una mayoría absoluta, tesis levantada posteriormente a su incuestionable triunfo electoral con el 48% de los votos.
El rival político más importante de Getúlio, que formaría parte de los acontecimientos que lo conducirían al suicidio, fue Carlos Lacerda. Este político udenista había comenzado en el comunismo su oposición a Vargas, frente a las restricciones autoritarias impuestas por la dictadura varguista durante el denominado Estado Novo. Posteriormente el «cuervo» -tal como lo nombraría luego el periódico varguista Última Hora– se convertiría al catolicismo. Gregorio Fortunato, fiel servidor de los Vargas por más de 30 años, y miembro de la guardia presidencial, entendió a partir del mensaje que circulaba por allegados al presidente que debería darle una lección a Lacerda, que a través de la TV Tupi, Radio Globo y su periódico Tribuna da Imprensa conmocionaba con su gran oratoria a los sectores medios cariocas, con el propósito de descalificar el gobierno de Vargas desde la crítica a la corrupción. Un Lacerda más reflexivo admitiría al final de su vida: «Yo difundí la tesis de que la vuelta de Getúlio al poder significaba una alianza, en el sur del continente, aparentemente contra Estados Unidos, pero que en realidad era contra la democracia, y que era una alianza principalmente entre Perón y Getúlio, y que el instrumento de esa alianza, el portavoz y correo de esa alianza, era Jango Goulart» (Depoimento, Editora Nova Fronteira, 1978).
Entrar en la historia
El enviado de Fortunato falla en el atentado contra Lacerda, asesinando a quien se encontraba con él, el mayor de aviación Rubens Vaz, lo cual le traería a Getúlio una crisis profunda con la aviación y el ejército, que hasta entonces se hallaban divididos entre un ala nacionalista y un ala que buscaba mayor alineamiento con los capitales transnacionales.
La aviación dispone a sus anchas para investigar el crimen, instalando la denominada «República de Galao», donde investigan a los implicados en el asesinato de Vaz. A partir de allí, las condiciones para la preservación de Getúlio en el poder se tornan insostenibles. Un manifiesto divulgado por los militares exigiendo su renuncia pone fecha de vencimiento al gobierno de Vargas, que elige el suicidio y «salir de la vida para entrar en la historia», como diría en su carta-testamento, que se convertiría en un documento clave del sindicalismo brasileño de izquierda.
A través de la escritura de su propio diario, se puede ver cómo la idea del suicidio se encontraba profundamente arraigada en la cosmovisión integral de Vargas. La necesidad de un sacrificio para salvar a la nación del desastre y de sus enemigos provenía de los tiempos en que encabezó la Revolución de 1930. «Sólo muerto saldré del Catete», había declarado Vargas cuando irrumpió la crisis de agosto de 1954.
Frente al suicidio, en la madrugada del 24 de agosto, la reacción de las masas fue explosiva. Sus enemigos temieron por los efectos de su muerte. El periódico O Globo fue atacado, así como Tribuna da Imprensa. Se cumplió la pesadilla que sus rivales jamás imaginaron, el triunfo en las elecciones de 1955 de la fórmula Juscelino Kubitschek-João Goulart, que representaban la continuidad de la herencia varguista.
A partir de los llamados «Bohemios Cívicos», una serie de asesores en materia económica que trabajaron con autonomía y sin descanso durante la presidencia de Vargas, se definieron una serie de proyectos de cuño desarrollista, entre ellos la creación de empresas estatales estratégicas, que serían retomados con gran ímpetu durante la presidencia de Juscelino Kubitschek. Sin dudas, el sentido del sacrificio de Getúlio no deja lugar a muchas interpretaciones: murió para salvar al varguismo y su legado de la desintegración.
¿Quién fue Vargas?
Algunos hablan de que hubo muchos Vargas. Más bien hubo un hombre que se fue transformando a lo largo de las décadas, distinguible por la atrapante sonrisa, el cigarro y el mate, costumbres de San Borja, un pueblo cerca de la frontera con el territorio argentino. Formado en la tradición positivista de Rio Grande do Sul, escuela de los caudillos Julio de Castilhos y Borges de Medeiros, como muestra la magistral biografía en dos tomos titulada Getúlio, del periodista Lira Neto, Vargas modernizaría Brasil de forma conservadora, al estilo del «orden y progreso», participando como protagonista de los sucesos que propiciaron la Revolución de 1930. Esta conduciría las aspiraciones de Rio Grande do Sul al centro de la política nacional, terminando con el denominado pacto del «Café con leche», compuesto por San Pablo y Minas Gerais, que suponía una alternancia interoligárquica para el control y la reproducción del poder político.
Durante el período transcurrido entre 1930-1945, las presidencias de Vargas supusieron importantes avances democratizadores para la sociedad brasileña, especialmente en lo referido a la legislación social en beneficio de los trabajadores urbanos, pero también aspectos de cuño autoritario como la represión a los comunistas, incluyendo la conocida deportación a la Alemania nazi de Olga Benario, judía comunista que se encontraba residiendo en Brasil y compañera del mítico dirigente Luiz Carlos Prestes. Esta terminaría muriendo en un campo de concentración. Increíblemente, al salir de la cárcel, tras la dictadura del Estado Novo y acorde a la política delineada por la Internacional Comunista, Prestes se convertiría en un importante apoyo político de Getúlio. Como vemos, la ambivalencia de la herencia de Vargas y las opiniones contrapuestas que despierta su legado siguen flotando como una cuestión irresuelta en el presente del país vecino.
24 de agosto de 1954
Cuatro veces presidente de Brasil, Getúlio Vargas se suicida de un tiro al corazón.
31 de marzo de 1964
Se produce el golpe de Estado contra el gobierno de João Goulart.
1° de enero de 2003
Lula da Silva asume la presidencia del gigante sudamericano.
1° de enero de 2011
Dilma Rousseff sucede en el poder a su padrino político.
Ariel Goldstein, Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). UBA.
Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/?p=6612
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.