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Entrevista a Alberto Ortiz Lobo

«La hiperindividualización de esta sociedad neoliberal transforma el sufrimiento en enfermedad y la medicaliza»

Fuentes: Viento Sur

Alberto Ortiz Lobo es psiquiatra en el centro de salud mental Salamanca en Madrid. Desde un activismo profesional critica la psiquiatría actual y trabaja para dar alternativas. Hablamos con él sobre cómo afrontar diferentes conflictos, por qué se despersonalizan o se medicalizan. Ortiz habla sobre la falta de ganas de aportar soluciones. Opina que en […]

Alberto Ortiz Lobo es psiquiatra en el centro de salud mental Salamanca en Madrid. Desde un activismo profesional critica la psiquiatría actual y trabaja para dar alternativas. Hablamos con él sobre cómo afrontar diferentes conflictos, por qué se despersonalizan o se medicalizan. Ortiz habla sobre la falta de ganas de aportar soluciones. Opina que en el ámbito laboral, «las bajas se han convertido en un instrumento para que los trabajadores puedan defenderse de los problemas laborales»

Dejar de culpabilizar a los individuos de los «fracasos» sociales, no señalarlos como enfermos mentales y abordar las situaciones colectivamente: las claves para reducir los suicidios

El Foro Catalán de la Atención Primaria (FoCAP) presentó un documento denominado Consideraciones para un abordaje social y sanitario del suicidio a propósito del Código Riesgo de Suicidio 1/. En él buscan incorporar los determinantes sociales tanto en la comprensión del suicidio como en la intervención social y sanitaria. Afirma que «el sistema neoliberal ha desarrollado una sociedad altamente competitiva, con grandes desigualdades, generadora de expectativas que no se pueden conseguir y que pueden conducir a la frustración».

Alberto Lobo Ortiz participó de esta presentación aportando sus vivencias y su opinión. Su última novedad en cuanto a la psiquiatría la encontramos en un libro que reúne críticas a una perspectiva reduccionista y biologicista a la vez que busca alternativas que caminen hacia una «asistencia más horizontal, más participativa y más democrática». Y todo con el fin de transmitir la idea de que «a las personas se las debe mirar en su contexto, no como un cerebro equivocado».

Atribuye la alta medicalización y el alto uso de los servicios de salud mental a esta sociedad neoliberal que individualiza los problemas y conflictos, los despersonaliza y borra sus causas sociales.

El documento que se presentó ayer denuncia la facilidad con la que se atribuye enfermedades mentales a aquellas personas que tienen tendencias suicidas. ¿Cómo se explica?

El planteamiento de base es como el sufrimiento psíquico que todos experimentamos se ha transformado en una enfermedad mental. La metáfora de todo esto es médica: hay un tipo de alteración cerebral que necesita exclusivamente un abordaje sanitario.

La psiquiatría no es lo mismo que la nefrología o la cardiología. El cerebro es el sustrato biológico de la mente pero la mente humana tiene que ver con la cultura, con el contexto, con lo social, con el significado, con los valores, con una serie de cosas que son irreductibles al cerebro. Desde allí el sufrimiento psíquico necesita un abordaje muchísimo más abierto que uno puramente sanitario. Se produce entonces la medicalización y la transformación del sufrimiento en una enfermedad.

Esto tiene que ver con la hiperindividualización que hay en esta sociedad neoliberal de estos 40 años, y también con el supremacismo del cientificismo. La idea de que las ciencias positivas nos darán la solución y la tecnología para resolver todo. Esto, además, dentro de un mercado sanitario donde se ha desarrollado de una manera espectacular la venta farmacéutica y también el crecimiento de las empresas sanitarias, ya que tratar a las personas sanas es muy rentable. Se abre un campo donde se medica y se pone en tratamiento a personas con un sufrimiento psíquico normal. Esto sucede con la tristeza, con el miedo y también con las conductas suicidas: todo se convierte en una enfermedad mental.

En esta sociedad cada uno también es dueño de su destino y si yo estoy en paro es que no tengo la formación adecuada o no busco apropiadamente. Si me desahucian, es que no he reunido dinero o no he conducido mi vida de una manera idónea para tener una casa. Con el sufrimiento es el mismo: todo cae en el individuo y esto abre la puerta a individualizar y medicalizar cualquier tipo de sufrimiento y de problemática social.

¿Qué factores sociales contribuyen a que se diagnostique rápidamente aunque, como dices, no siempre de manera correcta una enfermedad mental?

Todos. El empleo precario y el paro. En el sistema educativo, la hipercompetitividad. La vivienda. La individualización de los conflictos. Sobre la desigualdad social siempre se ha dicho que a más desigualdad socioeconómica, mayor prevalencia de enfermedad mental. Los condicionantes sociales son determinantes del nivel de salud de la población.

Existe el discurso de que el carácter influye además de o sin relación con los condicionantes sociales.

No podemos caer en un reduccionismo cerebral pero tampoco en uno sociológico. Algo que también es crucial es la biografía de una persona. Si uno tiene un entorno donde es cuidado y atendido desde siempre, esto propicia que uno se vincule y se adapte mejor con el entorno y que tenga más capacidades de afrontamiento (de las dificultades). Los determinantes sociales son importantes pero también el desarrollo psíquico.

Evidentemente, tampoco hay que despreciar lo biológico. Estamos dentro de un cuerpo que también nos puede condicionar mucho. Realmente sabemos poco, y, por ello, tendemos a simplificar. Y qué sencillo sería todo si se redujera a la dopamina y la serotonina; no podemos quedarnos con esta deriva biologicista.

La depresión es lo que se relaciona más rápidamente como causa de un intento de suicidio y se crea un estigma a su alrededor: «nunca quiere hacer nada», «siempre está tirado en el sofá». ¿Cómo rompemos con esta relación, cómo hacemos valer que quizás la soledad en ciertas situaciones no es mala y cómo gestiona el entorno no comprender las necesidades del otro?

La soledad es estupenda cuando es buscada. El problema es cuando es impuesta: no tengo tejido, ni vínculos. Uno de los factores que protege cuando se sufre psíquicamente es tener red, familia, amigos, compañeros; uno se siente más arropado y sufre menos para tener un espacio donde poder compartir y sentirse comprendido. Pero si mi sufrimiento es sólo mío, pues es posible que la gente de mi entorno no me cuide y me diga que me apañe, que no sea vago. Muchas veces hay este estigma de la discriminación que en vez de cuidar y ayudar lo que se hace es culpar y desatender a la persona que está sufriendo.

Hay el estigma del desmotivado y el vago pero también hay, ante los intentos de autolisis, la idea del querer llamar la atención e incluso de ser un egoísta.

Un intento de autolisis es una comunicación, y a menudo lo que quiere decir es «estoy sufriendo y necesito ayuda». Uno lo puede hacer cerrándose en sí mismo o estando triste y si, tal vez, la gente de alrededor no responde, entonces con símbolos autolíticos se transmite un «fíjate lo mal que estoy, que quiero morir». Esto, a veces, moviliza la red de cuidados. Es lícito también.

Al final el estigma y la discriminación tienen que ver con la etiqueta de enfermo mental. Con la idea de que he tenido un ingreso, un diagnóstico, un tratamiento, esto genera un autoestigma: «soy menos que los demás». Esto puede suscitar vergüenza y otros problemas como el de que si se entera mi jefe no me renovará el contrato, o mis compañeros se alejaran de mí. Los diagnosticados como enfermos mentales tienen menos oportunidades.

Ahora mismo el suicidio es una de las primeras causas de mortalidad a nivel mundial. ¿Por qué se oculta?

Por el significado que tiene ahora el suicidio: es un fracaso del individuo y es algo vergonzoso. Entiendo que en la época de los vikingos cuando se glorificaba, no se juzgaba. Ahora avergüenza tanto a la persona como a su entorno. Esto daña a las personas que sobreviven, a los familiares de la gente que se ha suicidado.

En el acto se habló de cómo lo viven los profesionales de la Atención Primaria, la facilidad de diagnosticar depresión o ansiedad y también el proceso de dar bajas laborales. ¿En qué favorece que esta persona reciba una baja laboral pero que no reciba, por falta de recursos u otros factores, otras ayudas?

La baja laboral, actualmente, se ha convertido en un instrumento para que los trabajadores puedan defenderse de los problemas laborales. Un estudio sueco comparó los días de baja laboral por causa psiquiátrica con el número de días de trabajo perdidos por huelga laboral. Estos estaban descendiendo a la par que aumentan los otros. Y eso significa que antes los problemas se trataban de forma colectiva a través del sindicato, en donde estaba el sentimiento de que el patrón nos estaba puteando y teníamos que unirnos para batallar por ello, y ahora los problemas se individualizan. Ya no tenemos un conflicto de clase sino que Carla o Alberto tienen un conflicto y la manera en como uno de ellos pueda manejar un conflicto individualmente en su empresa, de la que depende y que le da un sueldo a fin de mes, es a través de la baja laboral que le permite alejarse de ese ambiente que lo presiona y daña.

La baja es una forma momentánea de enfrentar todas las dificultades y los conflictos laborales. ¿Para qué sirve? Pues es pan para hoy y hambre mañana. Es interesante si, durante este tiempo, la persona contrata a un abogado, va al comité de empresa, contacta con un sindicato e intenta resolver un conflicto que está individualizado.

¿Quién tiene la culpa?

No hay culpa. ¿Culpa de qué? Las bajas son lo que tenemos hoy. Desafortunadamente, no tenemos ni una conciencia de clase ni unos sindicatos poderosos. Tenemos una legislación laboral horrible que propicia el empleo precario, que la gente sea maltratada, que tenga regímenes de contrato de semiesclavitud. Si hubiera otra política laboral no se tolerarían estos abusos y la gente, al tener unos trabajos más seguros, no tendría tanto conflicto y no necesitaría las bajas. La culpa es del sistema. Conflictos laborales siempre ha habido, la forma de resolverlos se debe a una sociedad neoliberal en donde cada uno debe enfrentarse sólo a sus cosas.

¿Qué hacemos?

Pues tenemos que crear un tejido social que nos permita enfrentar de manera colectiva todos los problemas sociales que nos conciernen a todos.

Y mientras tanto, ¿cómo hacemos para desmedicalizar?

Los profesionales sanitarios somos parte del problema en el sentido de que hemos asumido este encargo de la sociedad de medicalizar y mantener individualizado el sufrimiento de las personas. Si me viene una persona desahuciada yo como psiquiatra le daría un medicamento. Lo que deberíamos hacer es ver qué podemos hacer con su desahucio y su sufrimiento: ir a la PAH, a servicios sociales, intentar pedir una ayuda o un alquiler. Ir a las causas sociales de lo que le está pasando y no sólo dar una respuesta sanitaria en donde vemos que tiene la serotonina baja o que tiene pocas herramientas de afrontamiento y que lo mejor, por tanto, es darle una terapia.

Los profesionales sanitarios tenemos que ampliar el foco y no quedarnos sólo con el enfoque médico y psicológico. Ver qué hay de social y orientar a estas personas a las agencias que les puedan ayudar: un abogado, un comité de empresa, servicios sociales, la PAH … esto es crucial. Se están construyendo desde abajo movimientos que están propiciando que se construya un tejido de apoyo en momentos en que el estado ya no los provee, cuando eso ocurre la ciudadanía es la que lo busca.

Esto al final es atención comunitaria.

Sí, y debería propiciarla el estado, pero como no es así la gente se organiza por su cuenta. La sociedad del bienestar debería garantizar unas ayudas sociales para que todos tuvieran unos básicos.

¿Tendrían que existir grupos de expertos en salud comunitaria que hicieran acompañamientos?

Los profesionales expertos pueden al principio propiciar la creación de un grupo pero deberían retirarse inmediatamente. La PAH funciona sin psicólogos ni psiquiatras que gestionen los grupos. No necesitan a ningún profesional sanitario. La gente sabe organizarse por su cuenta. Debemos des-sanitarizarlo.

Si se crea un grupo con gente del entorno de alguien que se ha suicidado, ¿cómo se trabaja el duelo por ejemplo?

Depende. Hay gente que no necesita trabajar nada. La muerte, el suicidio, forma parte del ser humano, y hay gente que no tiene una vivencia de fracaso o de horror. Los que sí las tienen, pues ya irán a los servicios de salud mental, pero si pueden convivir con el dolor mejor que acudan a grupos de apoyo mutuo. Si a alguien se le ha muerto un hijo y tiene un dolor extraordinario ya lo atenderíamos, pero no a todo el mundo.

Pero si todo el mundo se puede autogestionar, ¿cuál es vuestro papel? ¿sólo para casos extremos?

Sí. Hay personas que tienen un sufrimiento psíquico brutal y a quienes solo el apoyo mutuo no les funciona. Si necesitan una intervención sanitaria tenemos un papel pero esto ocurre en casos contados.

A los psicólogos y los psiquiatras nos está colocando en una posición idealizada en la sociedad extendiendo la idea de que todos deberíamos acudir a servicios de salud mental porque la tristeza ya no es tristeza, es depresión.

¿Qué ha cambiado para que ahora, al mínimo sentimiento, los amigos te recomienden ir al psicólogo o al psiquiatra?

El individuo, aparte de ser responsable de lo que le pasa y de que tiene que buscar un gestor de sus emociones en un psicólogo o en un psiquiatra, sabe que está siempre en riesgo y que en cualquier momento le puede pasar algo. En lugar de pensar en nuestra resiliencia y en nuestra capacidad de afrontamiento y de levantarnos, pensamos que vivimos en riesgo y que hay unos profesionales que, de alguna manera, te pueden guiar y aconsejar, pero eso es mentira.

Explicar que la atención primaria no tiene suficientes recursos para atender a toda la población y que las visitas quedan muy reducidas, se acude a servicios de salud mental pagando. ¿Existe riesgo de adicción?

A veces engancha porque si voy al psicólogo ya no le cuento las cosas a mis amigos, familiares, pareja. El ir al psicólogo muchas veces hace desaparecer redes tradicionales de contención y de apoyo porque ya tengo unas orejas profesionales que se hacen cargo de mi sufrimiento, y eso es malo, es nocivo.

Despersonaliza.

Claro. Los profesionales de la salud tenemos mucha fe en nuestros conocimientos y herramientas y por ello consideramos que podemos atender a todo el mundo. Primero, porque cobrando de 60 a 100 euros por visita llegamos a fin de mes, pero también por tener una fe ciega. Hay muy poca actitud crítica sobre nuestra disciplina.

¿Esto ocurre con todas las especialidades?

Bueno, esta idolatría que tenemos con la ciencia y con los expertos ha hecho también que los expertos nos lo creamos, creamos que podemos salvar a todo el mundo. Por eso no tenemos ninguna objeción al hecho de poner en tratamiento a todo el mundo, a que tomen antidepresivos y hacerles psicoterapia. También lo hacemos de manera bienintencionada, para cuidar al otro. Pero hay un conflicto con el ‘es que yo sé’, porque realmente sabemos poco.

También dado el tiempo limitado del que disponéis para conocer a las personas que acuden a vosotros para tratarse.

La falta de recursos es un problema pero también nuestro optimismo terapéutico, pensar que somos capaces de hacernos cargo de más cosas de las que en realidad podemos. No vemos límite tampoco a tratar si nos piden antidepresivos. No vemos que quizás estemos haciendo más daño que bien si ponemos en tratamiento a la gente.

Nota:

(1) https://focap.files.wordpress.com/2018/06/consideracions-per-a-abordatge-suc3afcidi.pdf

Texto original en catalán.

Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article13924