Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
«Fue horrible. ¡Horrible! Como si hubiera caído un relámpago. Nadie estaba preparado. Las estanterías de los negocios vacías. No se podía comprar nada con el papel moneda.» – Profesor de derecho de la Universidad Harvard, Friedrich Kessler, sobre la hiperinflación de Weimar (entrevista en 1993).
Algunos comentaristas preocupados predicen una masiva hiperinflación como la sufrida por la Alemania de Weimar en 1923, cuando una carretilla llena de papel moneda apenas alcanzaba para comprar un pedazo de pan. En un editorial del 29 de abril del San Francisco Examiner advirtió:
«Con un déficit sin precedente que se acerca a 2 billones de dólares, el presupuesto [del presidente para 2010] es una receta infalible para la hiperinflación. De modo que cada senador y representante que vote por ese monstruoso presupuesto de 3,6 billones de dólares estará aprobando un derroche de dinero que podría convertir a EE.UU. en la próxima República de Weimar.» [1]
En un boletín para inversionistas llamado Money Morning del 9 de abril, Martin Hutchinson, señaló inquietantes paralelos entre la actual política monetaria del gobierno y la de Alemania durante Weimar, cuando un 50% de los gastos del gobierno era financiado mediante señoreaje – simplemente imprimiendo dinero. [2] Sin embargo, hay algo críptico en sus datos. Indica que el gobierno británico ya financia una mayor parte de su presupuesto mediante señoreaje que la que la Alemania de Weimar financió en el clímax de su masiva hiperinflación; sin embargo la libra sigue sustentándose por sus propios medios, bajo circunstancias de las que se dice que causaron la destrucción total del marco alemán. Algo más debe haber sido responsable por el colapso del marco aparte de la impresión de papel moneda para enfrentar el presupuesto del gobierno, ¿pero qué? ¿nos enfrentamos al mismo riesgo actualmente? Lancemos una mirada más de cerca a los datos.
La historia se repite – ¿o no?
En su bien investigado artículo, Hutchinson señala que la Alemania de Weimar había estado padeciendo inflación desde comienzos de la Primera Guerra Mundial; pero que fue en el período de dos años entre 1921 y 1923 cuando ocurrió la verdadera «hiperinflación de Weimar.» Para cuando había terminado en noviembre de 1923, el marco valía sólo un billonésimo de su valor en 1914. Hutchinson sigue diciendo:
«La actual mezcla política refleja la de Alemania durante el período entre 1919 y 1923. El gobierno de Weimar no estaba dispuesto a elevar impuestos para financiar la reconstrucción de posguerra y los pagos de reparaciones de guerra, y por lo tanto incurrió en grandes déficits presupuestarios. Mantuvo los tipos de interés muy por debajo de la inflación, expandiendo rápidamente el suministro de dinero y aumentando en un 50% los gastos del gobierno mediante la impresión de dinero y viviendo de los beneficios de su emisión…
«El paralelo verdaderamente escalofriante es que EE.UU., Gran Bretaña y Japón se han dedicado a financiar sus déficits presupuestarios mediante señoreaje. En EE.UU., la Reserva Federal está comprando 300.000 millones de dólares en bonos del Tesoro durante un período de seis meses, o sea 600.000 millones por año, un 15% de los gastos federales de 4 billones de dólares. En Gran Bretaña, el Banco de Inglaterra (BOE) está comprando 75.000 millones de gilts (el equivalente británico de bonos del Tesoro de EE.UU.) durante tres meses. Es decir, 300.000 millones de libras por año, un 65% de los gastos gubernamentales británicos de 454.000 millones de libras. Por lo tanto, mientras EE.UU. se acerca a la política de la Alemania de Weimar (un 50% de los gastos) con bastante rapidez, ¡Gran Bretaña ya la ha sobrepasado!»
Y es el punto en el cual los datos se embrollan. Si Gran Bretaña ya cubre un mayor porcentaje de su déficit presupuestario mediante señoreaje de lo que hizo Alemania en el clímax de su hiperinflación, ¿por qué la libra vale ahora aproximadamente lo mismo en los mercados de cambios de divisas como hace nueve años, bajo circunstancias de las que se dice impulsaron al marco a un billonésimo de su valor anterior en el mismo período, y la mayor parte en sólo dos años? Mientras tanto, el dólar de EE.UU. se ha efectivamente fortalecido en relación a otras divisas desde que se iniciara la política el año pasado de masivo «aligeramiento cuantitativo» (el eufemismo actual para señoreaje). [3] Ahora son los bancos centrales los que imprimen, en lugar de los gobiernos, pero el efecto sobre el suministro del dinero debiera ser el mismo que en los antiguos proyectos de impresión de dinero por los gobiernos. La deuda gubernamental comprada por los bancos centrales nunca es pagada efectivamente, sino que simplemente es continuamente refinanciada de año en año; y una vez que el nuevo dinero está en el suministro de dinero, se queda allí diluyendo el valor de la moneda. ¿Por qué entonces no han colapsado nuestras monedas a un billonésimo de su antiguo valor, como sucedió en la Alemania de Weimar? Por cierto, si fuera un simple asunto de oferta y demanda, un gobierno tendría que imprimir un billón de veces su anterior suministro de dinero para bajar su moneda en un factor de un billón; y ni siquiera se acusa al gobierno alemán de haberlo hecho. Algo más tuvo que haber ocurrido en la República de Weimar, ¿pero qué fue?
Schacht revela el secreto
Escritos posteriores de Hjalmar Schacht, comisionado monetario de la República de Weimar, arrojan luz sobre este misterio. Los hechos son explorados ampliamente en «The Lost Science of Money» de Stephen Zarlenga, quien escribe que en el libro de Schacht «The Magic of Money,» él «reveló, escribiendo en alemán, con algunas admisiones verdaderamente notables que destrozan la «sabiduría aceptada» que la comunidad financiera ha promulgado sobre la hiperinflación alemana. «Lo que realmente impulsó la inflación de tiempos de guerra hacia una hiperinflación, dijo Schacht, fue la especulación por inversionistas extranjeros, quienes apostaron a la disminución del valor del marco vendiéndolo al descubierto.
La venta al descubierto es una técnica utilizada por inversionistas para tratar de beneficiarse del precio descendiente de un activo. Involucra pedir prestado el activo y venderlo, en el entendimiento de que el activo tendrá que ser vuelto a comprar más adelante y devuelto al dueño original. El especulador apuesta a que el precio habrá caído mientras tanto y que se podrá embolsar la diferencia. La venta al descubierto del marco alemán fue posibilitada porque los bancos privados pusieron a disposición cantidades masivas de dinero para prestarlo, marcos que fueron creados a pedido y prestados a los inversionistas, resultando en un interés lucrativo para los bancos.
Primero, la especulación fue alimentada por el Reichsbank (el banco central alemán) que había sido recientemente privatizado. Pero cuando el Reichsbank ya no pudo satisfacer la voraz demanda de marcos, se permitió que otros bancos privados los crearan de la nada y también los prestaran con intereses. [4]
Una historia con un giro irónico
Si se ha de creer a Schacht, no sólo el gobierno no causó la hiperinflación, sino el gobierno fue el que logró controlar la situación. El Reichsbank fue colocado bajo una estricta regulación, y se adoptaron rápidas medidas correctivas para eliminar la especulación extranjera eliminando el fácil acceso a préstamos de dinero creado por los bancos.
Más interesante es una secuela poco conocida de esta historia. Lo que permitió que Alemania volviera a ponerse sobre sus pies en los años treinta fue precisamente lo que los comentaristas actuales culpan de haberla derrumbado en los años veinte – el dinero emitido por señoreaje por el gobierno. El economista Henry C. K. Liu llama esta forma de financiamiento «crédito soberano.» Escribe sobre la notable transformación de Alemania:
«Los nazis llegaron al poder en Alemania en 1933, en tiempos en los que la economía se encontraba en un colapso total, con ruinosas obligaciones de reparaciones de guerra y cero perspectivas de inversión extranjera o crédito. Sin embargo, mediante una política monetaria independiente de crédito soberano y un programa de obras públicas de pleno empleo, el Tercer Reich pudo convertir en cuatro años una Alemania en bancarrota, privada de colonias en ultramar que pudiera explotar, en la economía más fuerte de Europa, incluso antes de comenzar con los gastos en armamento.» [5]
Aunque Hitler evidentemente merece el oprobio acumulado sobre su persona por sus atrocidades posteriores, fue enormemente popular con su propio pueblo, por lo menos por un cierto tiempo. Fue obviamente porque rescató a Alemania de la angustia de una depresión mundial – y lo hizo con un plan de obras públicas pagado con dinero generado por el propio gobierno. Primero asignaron proyectos para ser financiados, incluyendo el control de inundaciones, la reparación de edificios públicos y residencias privas, la construcción de edificios nuevos, carreteras, puentes, canales e instalaciones portuarias. El coste proyectado de los diversos programas fue fijado en 1.000 millones de unidades de la moneda nacional. Mil millones de letras de cambio no-inflacionarias llamadas Certificados del Tesoro de Trabajo fueron luego emitidas contra ese coste. Millones de personas fueron puestas a trabajar en esos proyectos, y los trabajadores fueron pagados con Certificados del Tesoro. Los trabajadores luego gastaron los certificados en bienes y servicios, creando más puestos de trabajo para más gente. Esos certificados en realidad no eran libres de deuda pero fueron emitidos como bonos, y el gobierno pagó intereses por ellos a los poseedores. Pero los certificados circularon como dinero y eran renovables indefinidamente, convirtiéndolos en una moneda de facto; y evitaron la necesidad de pedir prestado a prestamistas internacionales o de pagar deudas internacionales. [6] Los Certificados del Tesoro no eran negociables en los mercados de divisas extranjeras, por lo tanto estaban fuera del alcance de los especuladores en divisas. No podían ser vendidos al descubierto porque no había nadie a quien venderlos, de modo que conservaron su valor.
Dentro de dos años se solucionó el problema del desempleo de Alemania y el país volvió a ponerse de pie. Tenía una moneda sólida, estable, y ninguna inflación, en días en los que millones de personas en EE.UU. y en otros países occidentales todavía carecían de trabajo y vivían de la asistencia social. Alemania incluso logró restaurar su comercio exterior, a pesar de que se le negaba créditos en el extranjero y que enfrentaba un boicot económico en el exterior. Lo hizo utilizando un sistema de trueque: equipamientos y materias primas eran intercambiados directamente con otros países, soslayando a los bancos internacionales. Este sistema de trueque directo ocurrió sin deuda y sin déficits comerciales. Aunque el experimento económico alemán duró poco, dejó algunos monumentos duraderos de su éxito, incluyendo las famosas Autobahnen [autopistas] las primeras amplias súper carreteras. [7]
Las lecciones de la historia: no son siempre lo que parecen ser
El plan alemán para escapar a su agobiadora deuda y revigorizar una economía débil fue brillante, pero en realidad no fue originario de los alemanes. La noción de que un gobierno pudiera financiarse imprimiendo y entregando recibos de papel por bienes y servicios recibidos fue inventada primero por colonos estadounidenses.
Benjamin Franklin atribuyó el notable crecimiento y abundancia en las colonias, en circunstancias en las que trabajadores ingleses sufrían las condiciones empobrecidas de la Revolución Industrial, al sistema particular de los colonos de dinero emitido por el gobierno. En el Siglo XIX, el senador Clay, lo llamó el «sistema estadounidense» distinguiéndolo del «sistema británico» de billetes emitidos privadamente. Después de la Revolución Estadounidense, el sistema estadounidense fue reemplazado en EE.UU. por dinero creado por los banqueros, pero el dinero emitido por el gobierno fue resucitado durante la Guerra Civil, cuando Abraham Lincoln financió su gobierno con billetes de EE.UU. o «dólares» emitidos por el Tesoro.
La dramática diferencia en los resultados de los dos experimentos con la impresión de moneda de Alemania fue un resultado directo de la manera como se utilizó el dinero. La inflación de precios resulta cuando la «oferta» (dinero) aumenta más que la «demanda» (bienes y servicios), aumentando los precios; y en el experimento de los años treinta, el dinero nuevo fue creado para financiar la productividad, de modo que la oferta y la demanda crecieron juntas y los precios se mantuvieron estables. Hitler dijo: «Por cada marco emitido, requeríamos el equivalente de un marco en trabajo hecho, o de bienes producidos.» En el desastre hiperinflacionario de 1923, por otra parte, se imprimió dinero sólo para pagar a especuladores, haciendo que la demanda subiera repentinamente, mientras la oferta seguía fija. El resultado fue no sólo inflación, sino hiperinflación, ya que la especulación se descontroló, provocando una manía rampante estilo burbuja y pánico.
Lo mismo sucedió en Zimbabue, un dramático ejemplo contemporáneo de inflación descontrolada. La crisis comenzó en 2001, cuando Zimbabue incumplió el pago de sus préstamos y el FMI se negó a hacer los ajustes usuales, incluyendo el refinanciamiento y la renuncia a la deuda. Aparentemente, la intención del FMI fue castigar al país por decisiones políticas que desaprobaba, incluyendo medidas de reforma agraria que involucraba la recuperación de tierras de acaudalados terratenientes. El crédito de Zimbabue fue arruinado y no pudo obtener préstamos en otros sitios, de modo que el gobierno recurrió a emitir su propia moneda nacional y a utilizar el dinero para comprar dólares de EE.UU. en los mercados extranjeros de divisas. Esos dólares fueron entonces utilizados para pagar al FMI y recuperar la calificación crediticia. [8] Según una declaración del banco central de Zimbabue, la hiperinflación fue causada por especuladores que manipularon el mercado de divisas extranjeras, cobrando tasas exorbitantes por dólares de EE.UU., causando una drástica devaluación de la moneda de Zimbabue.
El verdadero error del gobierno, sin embargo, puede haber sido que haya hecho el juego del FMI. En lugar de utilizar su moneda nacional para comprar moneda de curso forzoso para pagar a prestamistas extranjeros, podría haber seguido el ejemplo de Abraham Lincoln y de los colonos estadounidenses y emitido su propia moneda para pagar por la producción de bienes y servicios para su propio pueblo. Se podría haber evitado la inflación, porque la oferta se habría ajustado a la demanda; y el dinero habría servido a la economía local en lugar de ser absorbido por especuladores.
La verdadera amenaza de Weimar y cómo evitarla
¿Se puede decir, entonces, que EE.UU., haya escapado del peligro hiperinflacionario con su plan de «aligeramiento cuantitativo»? Tal vez sí, tal vez no. En la medida en la que el dinero recién creado sea utilizado para un verdadero desarrollo económico y crecimiento, no es probable que el financiamiento mediante señoreaje infle los precios, porque la oferta y la demanda crecerán juntas. La utilización del aligeramiento cuantitativo para financiar la infraestructura y otros proyectos productivos, como en el paquete de estímulo del presidente Obama, puede vigorizar la economía tal como se ha prometido, produciendo el tipo de abundancia de la que habla Benjamin Franklin en los primeros años florecientes de EE.UU.
Sin embargo, hay algo que sucede actualmente que tiene una similitud inquietante con lo que provocó la hiperinflación de 1923. Como en la Alemania de Weimar, la creación de moneda en EE.UU. es realizada por un banco central de propiedad privada, la Reserva Federal; y es hecha en gran parte para pagar apuestas especulativas en los libros de bancos privados, sin producir nada de valor para la economía. Como advirtió el inversionista en oro James Sinclair hace casi dos años:
«El verdadero problema es una trepidante montaña de 20 billones de dólares de crédito en el mercado extrabursátil y en derivados hipotecarios. Hay que pensar seriamente en el estudio del caso de la República de Weimar porque cada día parece más y más como una repetición de la causa y el efecto…» [9]
Los 12.900 millones de dólares en fondos de rescate canalizados a través de AIG para pagar a Goldman Sachs por sus altamente especulativos «credit default swaps» es sólo un ilustre ejemplo, [10] En la medida en que el dinero creado por «aligeramiento cuantitativo» es absorbido por el agujero negro del pago de esas apuestas especulativas con derivados, podríamos ciertamente estar en el camino de Weimar y existe un serio motivo de alarma. Se nos ha llevado a creer que debemos afianzar a un monstruoso zombi bancario en Wall Street porque sin él no tendríamos un sistema de crédito, pero no es así. Existe otra alternativa viable, y puede ser nuestra única alternativa viable. Podemos derrotar a Wall Street en su propio juego, formando bancos de propiedad pública que emitan toda la fe y el crédito de EE.UU. no para el beneficio privado especulativo sino como un servicio público, para el beneficio de EE.UU. y de su gente. [11]
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Ellen Brown desarrolló su capacidad de investigación como abogada que trabajó en litigios civiles en Los Ángeles. En «Web of Debt,» su último libro, usa esa capacidad para un análisis de la Reserva Federal y el «trust del dinero.» Muestra cómo ese cartel privado ha usurpado el poder de crear dinero de la propia gente, y cómo la gente puede recuperarlo. Sus libros anteriores se concentraban en el cartel farmacéutico que recibe su poder del «trust del dinero.» Sus once libros incluyen «Forbidden Medicine,» «Nature’s Pharmacy» (escrito en conjunto con la doctora Lynne Walker), y «The Key to Ultimate Health» (escrito junto al doctor
Richard Hansen). Sus sitios en Internet son www.webofdebt.com y www.ellenbrown.com.
Notas
1. «Examiner Editorial: Get Ready for Obama’s Coming Hyperinflation,» San Francisco Examiner, April 29, 2009.
2. Martin Hutchinson, «Is It 1932 – or 1923?», Money Morning (April 9, 2009).
3. See Monthly Average Graphs, x-rate.com.
4. Stephen Zarlenga, The Lost Science of Money (Valatie, New York: American Monetary Institute, 2002), pages 590-600; S. Zarlenga, «Germany’s 1923 Hyperinflation: A ‘Private’ Affair,» Barnes Review (July-August 1999).
5. Henry C. K. Liu, «Nazism and the German Economic Miracle,» Asia Times (May 24, 2005).
6. S. Zarlenga, op. cit.
7. Matt Koehl, «The Good Society?», Rense (January 13, 2005).
8. «Bags of Bricks: Zimbabweans Get New Money – for What It’s Worth,» The Economist (August 24, 2006); Thomas Homes, «IMF Contributes to Zimbabwe’s Hyperinflation,» www.newzimbabwe.com (March 5, 2006).
9. Jim Sinclair, «Fed Actions a Bandaid on a Gaping Economic Wound,» reprinted in Go for Gold, September 18, 2007.
10. Eliot Spitzer, «The Real AIG Scandal, Continued! The Transfer of $12.9 Billion from AIG to Goldman Looks Fishier and Fishier,» Slate (March 22, 2009).
11. See Ellen Brown, «Cash Starved States Need to Play the Banking Game,» webofdebt.com/articles (March 2, 2009).