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La ideología chavista (II)

Fuentes: El Popular

Como decíamos al inicio de la nota que inauguraba esta serie, las clases dominantes siempre han desatado su odio contra los líderes populares. Sin embargo, esta furia alcanzó niveles pocas veces visto antes contra el comandante Hugo Chávez y a los chavistas en Venezuela y el mundo entero. Los poderosos saben que la imagen del […]

Como decíamos al inicio de la nota que inauguraba esta serie, las clases dominantes siempre han desatado su odio contra los líderes populares. Sin embargo, esta furia alcanzó niveles pocas veces visto antes contra el comandante Hugo Chávez y a los chavistas en Venezuela y el mundo entero.

Los poderosos saben que la imagen del comandante Chávez y las ideas y el ejemplo que sembró han calado hondo en los pueblos de América Latina y el Caribe y los más diversos rincones del globo.

¿Pero qué es el chavismo? ¿En qué contexto surgió? ¿En qué ideas se basa? ¿Quienes lo enarbolan? Continuamos en esta segunda parte el análisis del chavismo en tanto construcción ideológica.

Un sistema ideológico

Ya analizamos en la edición anterior de El Popular «el Árbol de las Tres Raíces», que recogió el pensamiento elaborado a partir de la audacia de Simón Rodríguez para «inventar o errar» la construcción de la nueva República, del ideal de Simón Bolívar de unidad e integración continental, así como de la defensa de la autodeterminación soberana de los pueblos y la defensa de los más humildes encarnada en Ezequiel Zamora.

Pero el comandante Hugo Chávez y sus camaradas veían al «Árbol de las Tres Raíces» mucho más que como una inspiración retórica a la hora de elaborar discursos. El pensamiento de Bolívar, Zamora y Rodríguez es visto en «El Libro Azul» (el primer texto publicado en la clandestinidad y en el que Chávez pone por escrito su visión programática e ideológica) como un sujeto vivo:

«¿Cuál es la razón por la que estamos aquí y ahora anunciando y promoviendo cambios profundos al comenzar la última década de este siglo ‘perdido’?

Pudieran enunciarse infinidad de causas, pequeñas y grandes, pasadas y presentes, estructurales y coyunturales, para exponer a los hombres de esta hora tal razón. Sin embargo, todas las que aquí pudieran señalarse serían tributarias de una misma corriente, cuyo cauce viene de muy lejos y cuyo lecho aparece y desaparece de manera intermitente en los recovecos y vueltas, casi siempre oscuros, de la historia patria.

Existe entonces, compatriotas, una sola y poderosa razón: es el proyecto de Simón Rodríguez, el Maestro; Simón Bolívar, el Líder; y Ezequiel Zamora, el general del Pueblo Soberano; referencia verdaderamente válida y pertinente con el carácter socio-histórico del ser venezolano, que clama nuevamente por el espacio para sembrarse en el alma nacional y conducir su marcha hacia la vigésimo primera centuria.

El clamor se hace indetenible por los caminos de Venezuela. Se acerca, se hace torrente y se confunde en el estremecimiento del pueblo venezolano.

Este proyecto ha renacido de entre los escombros y se levanta ahora, a finales del siglo XX, apoyado en un modelo teórico-político que condensa los elementos conceptuales determinantes del pensamiento de aquellos tres preclaros venezolanos, el cual se conocerá en adelante como Sistema EBR, el árbol de las Tres Raíces: la E, de Ezequiel Zamora; la B, de Bolívar y la R, de Robinson. Tal proyecto, siempre derrotado hasta ahora, tiene un encuentro pendiente con la victoria.

Nosotros, simplemente, vamos a provocar dicho encuentro inevitable.»

El Proyecto Nacional Simón Bolívar

Ese proyecto «renacido de entre los escombros» es fruto de las incontables luchas del pueblo venezolano por mejorar sus miserables condiciones de vida y conquistar un futuro mejor, pleno de democracia y libertad.

La crisis vivida hasta ese momento fue descrita por Chávez como «una crisis histórica sin precedentes, generalizada en todos los componentes estructurales».

«Esta crisis estructural se refleja a diario en todos los órdenes del nivel fenoménico de la situación: en lo social, económico, político, militar, religioso, moral, ambiental, tecnológico, etc. La estrategia de transformación del proyecto debe, por tanto, abarcar tanto el nivel fenoménico como el genosituasional, enfrentando todos los componentes de la situación, vistos de manera integral», reafirmó.

Esta transformación integral de la situación en la que estaba sumida Venezuela, para no ser vista como mera cháchara, requería de un plan de acción concreto y Chávez también lo planteó: «El Proyecto Nacional Simón Bolívar propone la fijación de un horizonte de tiempo máximo de veinte años (…) Sin embargo, el proyecto admite la existencia de una región posible que trasciende el horizonte máximo definido, es decir, ubicada más allá del objetivo estratégico y que constituye la «razón total» del proceso. Llamaremos a esta región-escenario la utopía concreta robinsoniana».

Chávez le llamó «utopía concreta», porque -según sus propias palabras- «es la parte del sueño que puede ser traída a la realidad».

Y «robinsoniana» porque ya era vislumbrada por el maestro Simón Rodríguez en sus escritos de mediados del siglo pasado: «No es sueño ni delirio, sino filosofía, ni el lugar donde esto se haga será imaginario, como el que se figuró Tomás Moro; su utopía será, en realidad, la América».

La «utopía concreta» robinsoniana

En «El Libro Azul», Chávez señalaba: «El hombre, ese ser de nervio, sangre y razón, debe trascender los límites de sus propias miserias individuales y ubicarse en el ámbito fértil de las relaciones sociales solidarias y con profundas dosis de racionalidad, tal como lo señalaba el maestro Simón Rodríguez en Sociedades Americanas (1842), consecuente con el pensamiento más avanzado de su tiempo, y aún vigente entre nosotros»

Chávez cita a Rodríguez, cuando en el mismo texto señala: «Los hombres no están en sociedad para decirse que tienen necesidades, ni para aconsejarse cómo remediarlas, ni para exhortarse a tener paciencia sino para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos porque no satisfacerlos es padecer» y profundiza en este planteo señalando «un nivel donde se encuentra la razón de ser del proceso: un estadio superior de sociedad donde los seres humanos puedan «consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos» y evitar el padecimiento individual y social. Tal situación no puede imaginarse fuera del ámbito de una sociedad profundamente democrática y solidaria».

Esa visión «profundamente democrática y solidaria» fue la que más adelante impulsó la militancia por la transformación de la Constitución en un texto que permitiera desarrollar las más amplias posibilidades participativas y democráticas de la sociedad venezolana.

Como nunca antes se discutieron normas, se realizaron plebiscitos, procesos electorales nacionales, regionales, municipales y parroquiales, tanto para elección de cargos ejecutivos como legislativos. Venezuela empezó a vivir un frenesí democrático nunca antes visto en un país en que el desinterés de la población por participar en la política nacional llegaba a cifras que hoy nos parecen insólitas.

«La sociedad existe para abrir a los hombres el cauce hacia la liberación de sus fuerzas internas, de manera tal que salga de lo meramente individual, para potenciar su capacidad de pensar, de inventar y de crear sus propios modos de existir, en interacción constante y solidaria con sus semejantes.

El desarrollo de su capacidad creadora le permitirá, en ese estadio futuro de sociedad, comprenderse a sí mismo y dinamizar su propia cultura, con lo cual se asienta en los terrenos de la racionalidad, en la búsqueda del fin existencial.

La utopía concreta robinsoniana constituye el escenario más alejado, en la perspectiva de la trayectoria estratégica de transformación.

Por tal razón, sus contornos, sus componentes situacionales apenas pueden ser vislumbrados, alargando la proyección más allá del horizonte.

A medida que el proyecto avance hacia la situación-objetivo y los planes se vayan transformando en historia, la utopía concreta podrá ser definida con claridad creciente, producto de la visión de los actores y la eficacia de las acciones.

En la actual situación, la utopía concreta robinsoniana permite a los venezolanos tomar el azimut histórico, definir el rumbo y comenzar la larga jornada que le corresponderá conducir hacia destinos superiores.»

En la próxima edición de El Popular veremos cuáles eran las propuestas concretas en cuanto al modo de vida, el modelo de sociedad y el sistema social que proponía Chávez en 1994, así como las formas de organización que el Estado debía adquirir para acompañar el Proyecto Nacional Simón Bolívar.

En todo caso, la «larga jornada» efectivamente ya comenzó y en el camino latinoamericano y caribeño hay una senda trazada por el pueblo venezolano junto al liderazgo del comandante Chávez; nos resta solamente seguir construyendo para alcanzar esos destinos superiores.

Ver La ideología chavista (III)

Publicada originalmente en el semanario El Popular (Montevideo, Uruguay, número 294, 21 de noviembre de 2014)

Fuente: http://cajaderespuestas.blogspot.com/2014/11/la-ideologia-chavista-ii.html